viernes, 9 de marzo de 2012

Extraño; Capítulo: #1

Capítulo: #1

Casi primer encuentro

El partido de fútbol ya me estaba aburriendo. Estaba ahí desde la mañana, ya casi eran las siete de la noche, y de todos modos íbamos perdiendo. Simplemente dos contra veinte no era un buen marcador.

El balón fue pasado hacia mí, pero lo detuve con el pie y me quedé parado en medio de la cancha, hasta que los demás se me acercaron con mirada amenazante para que continuara, pero aún así no lo hice.

“¿Qué pasó?” Preguntó Ray.

“Ya me cansé… y es tarde” Respondí fingiendo cansancio, aunque de cierta manera así lo era.

“No pongas pretextos sólo porque van perdiendo”

“¡Es que ustedes hacen trampa!” Exclamó Bob antes de que yo pudiera decir cualquier cosa.

Ray rodó sus ojos. “El que sean lentos no significa que hagamos trampa.”

“¡Además Mikey y tú son más grandes!” Soltó de repente, como si en verdad le importara eso. “Y con Frank pues… ya sabes…”

Lo miré con un serio rencor en mis ojos y se hizo un par de pasos para atrás “¿Qué quieres decir?” Pedí.

“Pues Frank… necesitas unos-“

“¿Ya vieron?” Se oyó la voz de Mikey y los tres lo volteamos a ver. Señalaba con su dedo una de las ventanas del edificio que estaba enfrente de las canchas. “El tipo ese raro… nos mira de nuevo.”

Todos miramos nada discretos hacia la ventana. Pudimos ver una figura parada ahí con unos binocular en sus manos, perfectamente se distinguía que miraba hacia nosotros.

“Empiezo a creer que algo tiene contra nosotros.” Dije retirando la mirada de aquél lugar cuando el tipo se metió de nuevo y cerró la cortina. “Mejor me voy antes de que mamá llegué a casa.”

“¡Uy. Al niño pequeño lo regaña su mami!” Dijo Bob imitando la voz de un infante de cinco años a lo que yo respondí golpeándole el brazo más fuerte que pude.

Robert tomó la parte ‘afectada’ y me miró desafiante “¡Au! Ya te las verás con migo.”

Sonreí “¡Claro!” Él sonrió también y después volteé a ver a los demás. “Adiós chicos.” Los otro sólo se despidieron con la mano.

En el trayecto de las canchas a mi casa –que no era mucho en realidad–, sentí la vaga sensación de que alguien me observaba… era raro, pero verdad. No presté más atención. Supongo que me estaba volviendo paranoico y con delirio de persecución.

Llegué a casa, mamá aún no estaba. Así que me dirigí a mi habitación. Comencé a escribir en la pequeña libreta que siempre cargaba con migo. Siempre lo hacia. ¿Sobre qué escribía? Cualquier idea que se me venía a la cabeza, nota mental, frase, recordatorio, inspiraciones mías salidas de mi cabeza enmarañada de sentimientos, versos, cosas cotidianas, influencias de mis autores favoritos. Simplemente eso era una de las cosas que más me relajaban. Era como expresar lo que sientes… y se te quita un peso de encima. Como el fútbol, escribir me hacia olvidarlo, olvidar que estaba en un equipo y que tenía que practicar diariamente, lo cual me molestaba en parte. Sí, odiaba el fútbol, pero si querías pertenecer en un ‘grupo de amigos’ tenías que hacer lo que ellos hacían, aunque no fueras bueno en ello.

Hablando sobre lo que te gusta hacer… dibujar se encontraba en la lista de mis cosas favoritas. Era como escribir, te descargas, despeja tu mente, te hace sentir bien cuando acabas de hacer algo con tus propias manos y observas que te salió perfectamente. Y si no, simplemente lo puedes desechar en la basura y comenzar de nuevo. Pero… el dibujo no se me da. Aún no soy muy bueno. En pocas palabras: apesto.

Después de algún tiempo de estar escribiendo, de hacer la tarea y meterme a bañar, me quedé dormido. Mamá no llegó, por cierto.



“¡Pásala, Frank!” Me gritó Mikey. Trataba de ponerse a mi altura corriendo. Eso sí, no me gustaba el fútbol, pero en correr nadie me ganaba. Hice caso omiso a su petición. Odio que me den ordenes, y eso me hacia sentir cuando me pedían el balón. Lo ignoré de nuevo al oír otro grito suyo y simplemente pateé el balón, no a la portería, sólo lo hice porque me dio la gana. Lo golpeé tan fuerte que llegó hasta el otro lado de la hacer y se metió por una ventaba que estaba abierta, del edificio.

“¡Ah, Bien hecho, Frank!” Bob se acercó y se le quedó mirando a la ventana por donde había entrado el balón. Después se giró para verme a mí y me dio un ligero golpe en la nuca cuando hizo un sonidito de ‘Tss’.

“¡Era el único que teníamos!” Exclamó Mikey cuando se acercó. “Es el tercero que pierdes esta semana”.

“El quinto.” Corrigió Ray también acercándose a nosotros.

Mikey me miró de soslayó y suspiró “Vas ir por ella” Lo miré con terror. “Es de mi padre, y si descubre que no está ¡me matará!”

Me reí y moví negativamente la cabeza. “Eres tan melodramático, Michael.”

“Bueno, pero ve a pedirla. No sé como le vas a hacer pero la quiero para mañana antes de la tarde, que es cuando llega papá.”

“Pero…” Empecé. “Es el departamento del ‘mirón’.”

“Eso debiste pensarlo antes de bolar el balón con ese gran tiro, Frank” Me dio unas palmaditas en el hombro, que yo bien sabía que era de compasión, y después de tomar sus cosas se alejo junto con Bob.

“Te compadezco, ‘bro’.” Me dijo Ray mirándome con las cejas levantadas. “Bien… me voy.”

“Espera” Lo detuve. “¿No me acompañarás?” Le Pregunté con cierta esperanza en mi voz.

Me miró con curiosidad y sonrió “Mmm… no, viejo, ¡suerte!” Y se alejó también, dejándome solo.

Suspiré. Miré mi reloj y eran casi las siete y no estaba totalmente oscuro aún. Si tenia que ir por el balón, debía esperar por lo menos a una hora prudente que estuviera oscuro para poder entrar por la ventana y que nadie mi viera hacerlo. Porque, simplemente si llegaba a su puerta y pedía ‘cortésmente’ el balón, lo que recibiría sería un portazo en la cara nada cortés.

Así que decidí quedarme hasta más noche. AL fin de cuentas era viernes, y sabía que mamá no iba a llegar a casa… de nuevo. También tenía que esperar a que aquél viejo extraño se durmiera.

Así era de raro. Nunca salía de su casa, los víveres se los tenían que llevar hasta su departamento y los tenían que dejar afuera de su puerta, y si alguien desconocido se acercaba a su departamento, simplemente recibía malas palabras. Era por eso que todo mundo hablaba pestes de él.

Esperé sentado en una piedra grande, enfrente del edificio hasta que oscureció y me pareció buen momento para entrar, eran cerca de las diez.

Di mi último suspiro y me levanté de la piedra. Cuando me acerqué al lugar note que la ventana ya no estaba abierta, no me di cuenta en que momento fue que la cerró. Pero entonces recordé que él siempre dejaba la ventana del callejón abierta. Me dirigí hasta la parte de atrás.

Como lo supuse.

Comencé a subir las escaleras de emergencia mientras regulaba mi respiración. Su departamento estaba en el primer piso-

Cuando por fin llegué hasta arriba, me sacudí de las manos el polvo que me había quedado de agarrar las escaleras, acomodé mi mochila y lentamente y sin hacer el menor ruido posible ingresé por la ventana.

Adentro todo estaba oscuro, en el aire había una notable neblina de humo y un penetrante olor a tabaco. Afortunadamente la luz de la luna entraba un poco por la ventana de enfrente.

Lo que vi realmente me sorprendió ¿Cómo podía vivir así? A todos los lugares que volteaba había hojas tiradas por doquier, libros regados por la mesa, el suelo y el escritorio, lápices regados hasta por el techo, hablando literalmente; y uno que otro trofeo, de lo que pude distinguir que eran de básquetbol.

Deje mi mochila a un costado del escritorio para poder buscar con mayor facilidad el balón De pronto recordé que se había metido pr la ventana de enfrente, así que me acerqué hasta allá tratando de no hacer ruido y procurando ser cuidadoso con las cosas que se encontraban allí regadas. Pero mi intento fue fallido. Tropecé con algunos lápices que estaban en el suelo, en el acto tomé el mantel de la mesa para encontrar mi equilibrio, pero lo jalé demasiado que se cayó y termino en el suelo con el montón de vasos que estaban en la mesa.

Contuve la respiración. Después el pulso se me aceleró cuando oí el crujir de una puerta de madera que se abrí. Me levanté inmediatamente del suelo y comencé correr hasta la ventana. Justo allí fue que sentí una mano muy pesada y fría sobre mi brazo. Me retorcí y agité al brazo para poder safárme. Cuando lo logré bajé lo más rápido las escaleras; y ya abajo agradecí que seguía con vida y mis extremidades en mi cuerpo. Comencé a correr lo más rápido que mis piernas temblorosas podían hacerlo

Una sonrisa cansada apareció en mi rostro cuando recordé.

Mi mochila. Mi preciada y adorada mochila. Donde siempre cargó los libros y cuadernos donde suelo escribir y dibujar. ¡Carajo! Además Mikey me mataría por no recuperar su balón.

Miré hacia atrás y arriba. Sólo vi la silueta parada en la ventana y… sin duda… me miraba...

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