miércoles, 21 de marzo de 2012

Just like, magic; Quinta parte - Capítulo: #4

Capítulo: #4

Y miraban por la ventana, ambos, las pilas de papeles a sus espaldas ya importaban muy poco. Hace mucho, su trabajo importaba muy poco.
Un papel diminuto danzó por los aires y terminó su recorrido my cerca de la puerta, alguien pasó por ella y murmuró a su acompañante algo sobre los dos dueños de esa oficina. Esa oficina que antes resplandecía.
Uno sorbió el café haciendo un ruido un tanto molesto, el otro pasó un dedo por el marco de la ventana y satisfecho, se dio cuenta que este estaba manchado de polvo casi negro. Se alejó el dedo de los anteojos y aclaró la garganta.

Michael Huse y Frank Iero, los mejores trabajadores de esa compañía, habían puesto las sillas frente al cristal, habían preparado café y se habían detenido a ver el paisaje mientras dejaban que el lugar se ensuciara mucho más.
Dios, sí que se notaba que todo andaba patas arriba.

- ¿Sabes qué? – dijo el mayor, sin desenvolver sus palmas de la tasa de café.
- No sé nada – respondió el otro.
- No seas amargado – volteó a verlo, Frank observaba el paisaje con los ojos llenos de un dolor increíble, por un momento le costó hablar - ¿Quieres jugar a las cartas? –

Iero lo observó confundido, dejó la tasa sobre los últimos papeles que le habían llegado, dejando sobre estos un círculo marrón oscuro. Pensó en un instante en la reprimenda que le daría su jefe al verlos manchados, pero lo olvidó al instante.

- ¿Cartas? –
- Si, esos cuadrados de cartulina con cosas impresas y que… - explicó Michael.
- Sé lo que son, solo que… - lo casi acuchilló con la mirada – es raro… -
- No es raro – sacó del bolsillo dos cajas, cada una contenía diferentes mazos - ¿Juegas? “Ve a pescar” es muy fácil – observó a Iero. Por alguna extraña razón no estaba nervioso.
- Sé muy poco… - cogió las cartas que le había repartido Mikey torpemente. ¿Por qué pesaban tanto?
- Te enseño –

Voltearon hacia el escritorio, corrieron un montón de papeles dejando algunos caer al piso para tener espacio y comenzaron a jugar.
En el momento en el que Frank fue mandado a “pescar” al mismo instante en el que su mano cogió la carta de arriba de la pila, Mikey tosió.
Levantó la carta y…

- ¡Demonios! –

Las gotas intensamente rojas de sangre, cayeron al piso mientras Michael y el herido las observaban. Iero llevó el par de ojos al dedo y notó con espanto que una grande llaga se había abierto en su inmaculada piel. Se paró rápidamente y caminó hacia el baño de la oficina, la puso bajo el agua a prisa, mientras sentía a Mikey acercarse a pasos lentos y pesados.

- Que idiota ¿no? – rió Frank al sentirlo a su lado, levantó el rostro para sonreírle. Pero al verlo, por un momento, olvidó lo que era el concepto de felicidad.

La carta que sujetaba Huse tenía el borde bañado en su sangre, reposaba entre sus dos dedos del medio ausente y a la vez, escalofriante. La cogió con la otra mano, evitando mancharse y pasó su borde débilmente por un dedo. La sangre de él, se unió con la de Frank.

- El truco de las cartas cortantes – murmuró bajo, como si temiera que alguien lo escuchara – requiere de práctica, precisión y hasta valentía – Frank cerró el flujo de agua y se quedo viendo como su dedo se desangraba - ¿te atreves? –

Iero parecía muerto por lo quieto que estaba.
Pero luego de un rato, se envolvió el dedo de una forma grotesca con un bandita y salió del baño. Corrió el escritorio con todos los papeles encima y movió los demás muebles, dejando un espacio al medio. Con los ojos llenos de lágrimas y pensando en que esto era realmente estúpido observó a Michael, su amigo.
O su peor enemigo.

- Enséñame, ya no importa – sollozó débilmente y cerró los puños.

El otro sonrió sin poder evitarlo. Después de todo ese chico al cual tanto había admirado era más débil de lo que creía.
“Bien hecho, comisario” – oyó la voz de alguna chica sensual en una película del viejo oeste, que usaba una minúscula mini falda y pestañeaba exageradamente.
Sacó las cartas cortantes de la caja y esta vez fue Iero el que sonrió.


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