jueves, 22 de marzo de 2012

Just like, magic; Sexta parte - Capítulo: #11

Capítulo: #11

Gritos, pena y dolor. Todo se juntó en su cabeza.
Lo primero que quería hacer era alojarse en los brazos de alguien, no importaba quien, no importaba nada. Necesitaba el consuelo de un buen abrazo o algo mejor, necesitaba el consuelo de un buen corte en la yugular y terminar con su vida en ese instante. Volteó esperanzado. Mac era perfecta para ello. El mago no tendría que darle explicaciones si lloraba o…

Y Macarena gritó, jubilosa. Gritó y levantó el puño en el aire. Estaba triunfante.
Cogió las manos de Mikey, ella reía y sollozaba embargada en una emoción bizarra y digna de una asesina serial, él mantenía los ojos abiertos de par en par, se abrazaron un instante, para después comenzar una danza del triunfo, parecida a la ronda.
La cual ayudó al chico a recordar que si quería ganarse a Mac tenía que seguirle el juego.

¿Qué sucedía ahí? Gerard no lo sabía.
Lo único que sabía era que necesitaba un abrazo.

Ambos estaban en la cumbre del mundo, frente a los ojos de un derrumbado mago, sus labios se juntaron desprevenidamente, en un beso tan esperado como la destrucción misma del holocausto nazi.
El beso les extasió tanto que olvidaron al instante al otro habitante de ese teatro. Se abrazaron y continuaron besándose luego de varios minutos.
Hasta que se separaron para tomar aire y reírse aún más. Michael sostuvo una bandera imaginaria de la victoria, sonrieron y continuaron abrazados.
Lo lograron.

Habían afilado un cuchillo y luego lo escondieron. Ambos eran cómplices en todo esto. Y cuando era el momento preciso. Lo cogieron y se lo ATRAVEZARON al mago por el CORAZÓN. ¿No era que a Mac no le gustaba Huse?
¿No era que el truco de Iero era para superar a Way?
¿No era que la vida era justa?

¿Acaso el mago…

¿Había caído en una trampa y no lo notó?

Los dos amantes se seguían riendo cuando caminaron hacia el pasillo y se perdieron en el camerino de la chica.

Acaso ¿estaba solo?

Gimió, no lo pudo reprimir.
Sus ojos empezaron a llorar las primeras lágrimas de un prometido repertorio de sollozos, el hueco que le había causado la lanza de esos dos se esparcía lentamente. Se rodeó con los brazos. La soledad era destructiva y no lo había notado hasta…

Su vista se fijó en la caja.

Hasta que lo había perdido.

Gimió otra vez.

NADA. En la caja no había NADA.
Lo había perdido.


Su respiración se comenzó a acelerar. Rápido.
Su vista se nubló. Cero.
Sus oídos emitieron un pitido. Desgarrador.

Y todo colapsó.
Lloró hasta la última gota de lágrimas que su cuerpo podía ofrecer.

Corazón. Dejó de bombear.
Pulmones. Colapsaron.
Mente. Perdida.
Ojos. Llorosos.

La explosión del volcán del delirio.
¿Acaso la soledad dolía tanto?
¿Siempre fue tan destructiva?

Y la caja. Vacía.
Le observaba. Como mofándose de su situación. De su ridícula situación.

VACIA. NADA. CERO. NULO. NEUTRO.

- ¡FRANK! – Gritó un desesperado mago, aún con los brazos alrededor de su cuerpo - ¡FRANK! ¿DÓNDE ESTÁS? ¡REGRESA! –

Y cayó al suelo, delirando.
Por única vez en su vida, sus órdenes no se vieron cumplidas.


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