miércoles, 14 de marzo de 2012

Siempre es de noche; Prólogo.

Prólogo


When the day met the night.



La noche recién comenzaba a asomarse al filo de su ventana. El sol de a poco se iba despidiendo y agonizaba la última hora del día dándole paso a la oscuridad. 
Oscuridad. 
Oscuridad era lo que reinaba en su vida. Él no te podría relatar ese momento del día que yo te cuento, ni lo que veía cuando el sol se escondía en el horizonte. Tampoco podría contarte como lucía la luna aunque esa era una de las cosas en las que más pensaba, la que más imaginaba. La soñaba, trataba de recolectar descripciones que había escuchado de distintas personas pero estaba seguro que todos ellos estaban equivocados. Estaba seguro que si él la viera, todos los detalles de bellezas quedarían minimizados ante el esplendor que a él le causaría. Tenía la impresión de que aquél satélite era muchísimo más de lo que todos pensaban, sólo que nunca podría demostrárselo a nadie. Sin embargo, cada atardecer se sentaba junto a la ventana de su habitación en el segundo piso de su casa y allí se quedaba por un buen rato. A veces le hablaba, le contaba sentimientos ofuscados en su mente, le contaba cosas que le habían sucedido, le contaba sueños. Reía con ella. Lloraba con ella. Disfrutaba de su silenciosa compañía. 
Silencio. 
Silencio también reinaba en la vida de Gerard. 
Sus familiares se habían cansado de querer acercarse a él. Él se había cansado de causar pena en la gente. 
Pena. 
Pensaba que todos sentían pena por él. ¿Era realmente así? Quizás estaba perseguido pero así era Gerard, perseguido. Un poco maniático tal vez, se aferraba a una absurda rutina que no necesitaba seguir pero que, por una cuestión mecánica, la seguía al pie de la letra. 
Memoria. 
Gerard no tenía memoria de nada. Sólo oscuridad, desde siempre. 
¿Qué ves cuando cierras los ojos?
Quizás veas a alguien que amas. Quizás recuerdes algún lindo momento de tu vida, o feo, quién sabe, depende del estado de ánimo de cada uno. Él no veía nada. 
Nada. 
Sentía eso, que su vida era nada, que existía solo por existir.
¿Crees que una persona pueda cambiar tu ‘visión’ de la vida después de 31 años de oscuridad?



-Señor Way.- 
Su enfermera había tocado la puerta y asomado su cabeza por ella. 
-Señor Way, como si fuese un viejo inválido, lo de inválido te lo acepto pero con lo de señor ya nos vamos de tema.- susurró para sí mismo, tal vez le hablaba a la luna.- Sí Rosa ¿qué pasa? ¿Cuántas veces tengo que decirte que no soy ningún señor, soy solo Gerard?
-Disculpe, lo siento mucho lo olvide, de verdad lo siento.
Pena, sí, otra vez pena. Pensó.
-Esta bien Rosa, ¿qué pasa?
-Tiene visita.
-Dígale que estoy ocupado viendo una película.
-Pero señor…
-Y aquí vamos de nuevo…
-Oh, lo siento mucho, perd…
-Rosa… ¿pero…?
-El señor Mickey.
-Ja! El también es un viejo, que bueno, no me siento tan solo. Sí, ¿Mikey qué?
-Ha enviado a alguien para que lo visite.
-Pero ya le dije, estoy viendo una película.
-Señor...
-¡Ah, bueno!
-Perdón, Gerard… usted…
-¿Qué? Si ya sé que soy ciego Rosa, no hace falta que me lo recuerde, lo tengo muy presente. 
-Está bien Rosa,- una tercera voz se unió a la absurda discusión entre Gerard y la pobre enfermera que no entendía el cinismo de su atendido.- vaya tranquila yo le explicare al señor Way.
-Tienen que estar jodiendome…
-A Gerard, de que se trata esto, vaya y prepárese un té y tranquilícese, no la va a comer.
-A veces pareciera.- Le susurró la enfermera al intruso.
-La escuché Rosa, soy ciego no sordo ni idiota.
-Vaya tranquila- 



La nueva voz le regaló una sonrisa a la señora quién se fue caminando ligero por el pasillo y escaleras abajo. 
El intruso ingresó en la habitación y arrimó una silla frente al sillón que Gerard ocupaba frente a su ventana como todos los atardeceres. 



-¿Qué pasa? ¿Mikey se cansó de sentir pena por mí que mandó a otro a sentirla por él?
-No sabía que Mikey te tenía pena.
-¿No la tendrías vos de un hermano ciego?
-¿Debería?
-Y… es lo que generalmente siente la gente por mí, sea quien sea, no solo mi hermano.
-¿A demás de ciego sos vidente? Wow, que afortunado leer la mente de las personas Gerard.
-No hay que ser vidente para ver esas cosas…
-Creo que acá el único que siente pena por alguien sos vos y por vos mismo. Quizás por eso te perseguís.
-Ah… ya entiendo.
-¿Qué cosa?
-Sos alguna especie de psicólogo, decile a Mikey que muy considerado de su parte pero no estoy loco, solo ciego.
-No entiendo por qué te lo recuerdas a cada momento pero allá vos. No, no soy ningún psicólogo.
-¿Entonces…?

-Vine a hacerte compañía.
-Pero yo no necesito a nadie.
-¿Y quién dijo que necesitaras a alguien, mencione en algún momento que necesites algo?
-No entiendo…
-Mejor…


Se quedaron en silencio. Gerard estaba sorprendido por dos cosas. Esa persona, quien quiera que fuese, lo había callado. Se había quedado sin palabras y no podía creer eso. Pero algo mucho peor fue el notar qué pronto esa persona lo había sorprendido. No tenía idea que fuera tan fácil de sorprender. ¿O era que ahora estaba sensible al asombro? 
Sorpresa. 
Sorpresa era lo que traería esa extraña visita a su vida. Él no venía a salvarlo, no quería ser su Mesías, no intentaba sacarlo de su oscuridad, no quería mostrarle la luz y todas esas cursilerías que se te pueden estar ocurriendo. Sus motivos eran mucho menos nobles y quizás algo egoístas. Él solo buscaba compañía. Pero Él no sabe. No sabe que sin querer va a cambiar una vida… a demás de la suya claro. Sólo piensa en él. 
La historia de ambos se empezaba a escribir en ese momento. Ellos iban a escribirla. Yo voy a narrártela y esto es sólo el prologo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario