martes, 8 de mayo de 2012

Una enferma, loca y única navidad.

Una enferma, loca y única navidad
Autor: Melody.
Clasificacion: NC-17.
Género: General.
Esto puede pasar, cuando estás enfermo, varado en plena nieve y con tu mejor medicina.







Estábamos todos en la maldita Van, todos apretados, todos congestionados porque; raramente nos contagiamos los unos a los otros, de una gripe. Para colmo, al bus se le había reventado la banda. Curioso, al bus de nuestra banda, se le rompió la banda. Y no me causa nada de risa o ironía el mencionarlo, de ser lo contrario, no hubiésemos estado así. Y para más colmos, era navidad y habíamos perdido el avión a Jersey.

También es tremendamente interesante, que a todos nos agarrara una gripe “humoral”. Cada uno tuvo diferentes reacciones al virus. Por ejemplo, Frank. Él se puso un tanto hormonal al igual que Gerard, pero se hacía el consentido con Gee, solamente para que fuera a darle un abrazo. Me pregunto todavía, cómo es que con todo y la fiebre, andaban como un par de conejos en plena primavera. Y con lo nada pudorosos que son, no, no, no.

Ray, él estaba dormido casi todo el tiempo, que ni lo enfermo se le intuía. Sólo se despertaba para comer y tomar la respectiva medicina. Ya imaginaran su frondoso cabello, parecía tener un panque sobre otro panque. Estaba todo esponjado y parecía que en cualquier momento cobraría vida y nos atacaría.

Yo en cambio, parecía tener el insomnio que mi madre tuvo cuando yo no le dejaba dormir siendo un bebé. Sufrí por ausencia de café, no podía tomarlo por el maldito medicamento –y me alegra porque Gerard tampoco pudo hacerlo-.

En la camioneta fuimos de camino a un hotel modesto, estuvimos alrededor de una semana como huéspedes. Varados por la tormenta que caía como si no tuviese fin, nos dimos a la tarea de hacer cama y reponer nuestra inmunidad temporal. Nos fuimos recuperando, yo me alivié antes que los demás, así que no sufrí demasiado. Para donde íbamos no faltaba un buen paquete de papel higiénico y agua embotellada.

Para mi buena y a la vez, mala suerte, -y digo mala, porque Ray estaba totalmente ausente y no tenía con quien hablar- todo se escuchaba del otro lado, donde estaba mi hermano y su Frankie.

Esa fue la peor semana de todas. Los escuché a la perfección. Como era que… ¡Oh dios! Me imagino tantas cosas y me siento… ¡horrible! Fue mi “Regalo de navidad adelantado”. Pues no gracias, ni a Santa le pedí algo así con tanto fervor, y ahora hasta dos días antes me lo mandaba.

Pasamos navidad en un lugar muy acogedor. No sé cómo pude estar sin Alicia tantísimo tiempo, la llamaba tres veces al día, sino, estaba pegado a la portátil y al Internet. Eso no fue vida. A pesar de las circunstancias, traumas y anexos, la navidad con mis amigos fue muy única. Creo que es lo que nos faltaba a todos, un buen rato como banda. Pero no desisto. Tengo un trauma.

Gracias cuñado, gracias hermano. ¡Feliz navidad, también!





¡Mi vida no podía estar mejor!

Estábamos a unos días de navidad, todos estábamos enfermos, y estábamos en un hotel gracias a una tormenta de nieve.

Eso lo aproveché al máximo. Dejé que me mimara, que me diera besos cuando él pensaba que yo dormía. Sin querer, noté al Gerard Way tierno, el amable, ese que está muy adentro y a veces le da miedo sacar a la luz.


Gerard estaba más meloso que nunca. Creo que me empalagué mucho. Derramábamos miel por doquier. Nos ganamos buenas miradas de parte de mucha gente y personal que habitaba en el hotel donde nos hospedamos.

Una ocasión, unos de esos días donde la gripe que nos atacó y aún no se atrevía a martirizarnos, salimos al pequeño restaurante que había en el lugar. Comimos como locos ya que aún la comida tenía sabor, y eso fue una delicia. El siguiente día fue la muerte, tanto a mí como a Gerard nos dio una fiebre espantosa, que la cama fue la única que conoció nuestra existencia. A él le dio interiormente la fiebre, estaba muy frío y tuve que abrazarlo hasta mandarle un poco de calor aunque fuera recíproco. Pero a pesar de todo, la mayoría tuvo su lado bueno. Dormimos más juntos que nunca.

Pasaron así unos días más, todo estaba mejorando, no diré que fue gradualmente, porque fue más lento de lo pensado. Al final el que terminó curándose más rápido que los demás, fue Mikey. Lo envidié, realmente lo envidié.

Gerard no me dejaba salir de la cama, había descubierto que el enfermarnos ambos, era tan placentero, que yo mismo juro, que él juró, que podía pasar su vida entera de esa manera. Dos días antes de navidad, nos sucedió algo tan, pero tan extraño, que a decir verdad, nos hizo reír demasiado cuando nos dimos cuenta del por qué. Imaginen la tortura que planteamos en mi pobre cuñado; algo más o menos así…





-Gerard, quiero ir al baño –le rogué, porque tenía la hermosa necesidad de casar mis fluidos, y sí, la palabra es hermosa ya que lo consideré como lo máximo en ese instante.-


-No vayas… -me jaló del suéter- Frank… -alzó la voz y frunció sus labios en un lindo puchero que a pesar de todo no me atrapó-


-Por favor, Gee… –le pedí una vez más- Vuelvo en menos de cinco minutos, anda.


-¿Dos minutos?


-¡Tres! –imploré-


-¡Dos y medio! –me retó-


-Bien –acepté sin más remedio y me alejé directo al inodoro-


-¡Frank! –me gritó y brinqué del mero susto- no tardes


-¡Ya voy, ya voy! –sacié lo que tenía que saciar y salí de una buena vez, sino el pequeño Gerard empezaría con sus remilgos y no quería a un mocoso llorón en el lugar de mi novio- ¿Ya se calma el niño Way? –me senté en mi lado de la cama mirando como me veía-


-No soy un niño –rebotó esos ojitos de borrego sobre los míos. Imposibles de no ver-


-Claro que lo eres –le aseguré- y todo por hacer tus berrinches, no habrá premio para ti –me hice el indignado y me volteé-


-¿No hay premio? –se acercó a mi de entre las sábanas y me abrazo desde atrás, entrelazado sus manos sobre mi vientre, repentinamente sentí una mordida del lado izquierdo de mi cadera. Me quejé-


-Gerard…


-¿Qué no te gusta? –ahora metió su nariz debajo de mis prendas y la pasó por encima de mi piel-


-Gee –suspiré- me da cosquillas…


-¿Sí? Y, aquí –lambió un poquito más en medio y me estremecí- ¿También?


-Tam-también –jadeé-


-¿Ahora, ya tengo un premio? –se incorporó y me robó un beso que se tornó tierno, de esos que me dejan colgando de los suyos-


-Sí –atiné a decir-


-¿Me lo das?


-No –solté sin pensar al notar que se avecinaba otro beso mejor que el anterior. Gerard se detuvo y me miró desilusionado- mejor dámelo tu.


-Oh… -exclamó- y el niño caprichoso era Gerard Way –rió y me besó de nuevo-


-Ya era justo intercambiar roles –dije y sonreí entre besos-


-No lo hagas muy seguido –me hizo prometer y me recostó sobre la cama a la par que me quitaba la ropa y me deshice como un tonto-


-No prometo nada.


-No lo hagas.


Poco a poco fue dejando su marca sobre mi piel y me dejo la clara advertencia de que esos besos, nadie más me los podría dar. Como pudimos nos quitamos lo restante. Esparcí besos sobre su cuello y suspiré ahogadamente porque sus manos se colaban por cada parte que él quería. Pero no todo fue encanto. La temperatura subió a esos tonos que no tienen retorno a grados normales. Las sábanas quedaron botadas de un lado, casi en la orilla de la cama, todas enrolladas por haberlas empujado con los pies. Ambos manoseábamos sin pudor y los gemidos eran algo que por más vulgares que pudiesen sonar al exterior, en la habitación eran solamente nuestras voces desbordadas de pasión.

Di un brinco cuando sentí su mano apoderarse de mi hombría. Apuesto que su orgullo se subió al cielo cuando sintió que sólo él adquiría ese don de engrosarlo. Los movimientos fueron lentos, suaves, desde la base, de abajo hacia arriba con toda la palma y sus dedos haciendo un poco de presión y de toque final, dio semi-círculos alrededor de la cabeza Me erguí de la espalda por el placer que estaba invadiéndome y no soporte callar mis ansias de gritar su nombre. Mis manos sostenían lo que tenían a su alcance. El sudor empezó a gotear en algunas zonas y a poner un pegajosa la situación.

A esas alturas ambos estábamos en el contraste del pre-orgasmo y el orgasmo. No pude aguardar más y lo halé con mis piernas hacía mi y empezamos la fricción de nuestros miembros en un vaivén que hubiese terminado en ese mismo momento, si no es porque quisimos alargar más el tiempo.


-Ya… -gemí en su oído- ¡Ya Gerard! –yo lo sabía, ya no aguantaríamos más-


-¡Frank! –dijo, gimió mi nombre con derechos sobre él, y eso era más gratificante que el sentir su cuerpo dentro del mío-


Como casi siempre, olvidamos el látex y el lubricante por algún sitio, así que nos dedicamos a no pensar más allá del propio placer. Lentamente Gerard se introdujo en mí. Lo abracé y encajé mis dedos en su espalda, ¿quién dice que después de la primera vez, ya no duele? Conforme a las embestidas, el dolor tensionado se esfumó y el goce se dio rienda suelta entre nosotros. No hacíamos más que una sinfónica con los gemidos y algunos gritos que se despedían desde el fondo de nuestras gargantas.

Claramente escuché que la cabecera de la cama chocaba con la pared. Y no me preocupaban los oídos de mis amigos, mucho menos de los huéspedes ni de los trabajadores. Sólo nos encapsulamos en nuestro mundo, en ese donde lo que entra, únicamente nos complementa.

Cambiamos de posición y fue increíble. Yo estaba sobre él y me movía al compás de la necesidad de prolongar. Entrelazamos las manos y me sirvieron de apoyo para impulsarme en el vaivén. Seguía arqueándome de alegría más que de lujuria, juraba estar en el cielo de un mundo extraño; el mundo de Gerard Way.

Un par de minutos después él se incorporó aún debajo de mí y siguió moviéndose para culminar. Susurró sus jadeos mezclados con mi nombre, una y otra vez en mi nuca. Y ahí estaba ese punto que me enloquecía y que bien él conocía en mi persona.

Y casi, casi terminaba. No fue mudo, no fue superficial, no fue altanero o fuera de lugar, ni una coincidencia. Pero le dije “Te amo” y a la par me dijo “Te amo”. Nada más, nada menos. Se escuchó un último gemido de ambos y la adrenalina corrió dentro y fuera. Caímos rendidos en la cama, agotados y llenos de lo único que podía darnos vida.

El día acabo entre besos y algunas cursilerías.





Todos los sentimientos provocados en mi interior no eran más grandes nada más porque no podían, pero rebosaban con tanta paz que ningún medio los haría desvanecerse.

Dicen que el amor es ciego. Yo lo aseguro, porque nada más ni nadie más te importa, porque nada más aparte de esa persona sumergida en tus pensamientos siempre arriba de las tres cuartas partes de pensamientos normales dentro de tu cabeza, puede existir. Y no es que sea ciego porque no sepas reconocer los errores y defectos del otro, sino porque ayudas a reconocerlos, mas no a forzar su cambio.

Y quién lo iba a imaginar, lo sucedido hizo que absolutamente todo entre nosotros, terminara consolidándose hasta tal grado, que ahora, tenemos argollas y un papel legal que dice “Acta de Matrimonio”. Sólo puedo decir que esa semana fue una de las mejores de mi vida. El único tiempo que me indicó rotundamente, que mi vida de ahí en adelante, la viviría mejor que nunca, y mejor aún, con quien yo quisiese.

Acabamos cenando y festejando navidad en un restaurante muy hogareño. Casualmente los dueños eran originarios de Jersey, así que a la familia no olvidamos. Y los amigos, nosotros como banda, nos unimos más.





Frank es grandioso. Me llena y me revienta, pero me repone. Es como esa medicina que lo cura todo, como esa capa que te cubre de las miradas de la gente incrédula, de la gente que no te conoce y te juzga. Él es lo mejor que me ha pasado desde mis últimos años, lo digo en todo aspecto. He sabido salir gracias a él, a su apoyo y a su amor, que créanlo cursi o no, es el único del que me puedo preocupar ahora.

De camino a casa, a nuestro Jersey, tuvimos un contratiempo, una gripe de cuarta que nos afectó a todos sin excepción, al bus se le había reventado la banda y perdimos los pasajes porque una tormenta de nieve se cruzó. Todo estaba saliendo mal, pero la tormenta trae calma después, ¿no?

Sin embargo yo no me arrepiento de nada. Por lo menos entre Frank y yo no hubo ningún impedimento y todo marchó viento en popa. La pasamos muy bien, hablando casi en todo sentido. Sólo un día estuvo medio mal, nos la pasamos en cama todo el santo tiempo, y nadie nos interrumpió y eso lo hizo aún más perfecto. El asunto estuvo en que la fiebre nos atacó como nunca pensé que lo haría.





-¿Te sientes bien, Gee? –me preguntó preocupado, no era necesario decirlo, porque en su rostro se reflejaba-


-No, realmente no -le respondí con toda la sinceridad que me permitía- tengo mucho frío –tirité sin notarlo, mis dientes cascabeleaban y la piel la tenía fría, él toco mi frente y tomó naturalmente mi temperatura-


-Estás muy frío -me miró con los ojos algo llorosos-


-¿Llorabas? -le pregunté y una lágrima rodó por su mejilla-


-No, no –dijo- es que me duele bastante la cabeza -me preocupé y acaricié sus mejillas con mis manos-


-¿Ya tomaste algo para el dolor? –pregunté una vez más-


-Ya -dijo seco y se acurrucó a mi lado- ¿Y tú?


-Ya


-Creo que también tengo fiebre -me dijo y suspiró cansado-


-¿También?


-Sí, tú también tienes, sólo que te ha dado por dentro. –besó una de mis mejillas, la que tenía más cerca y siguió- Bueno, eso solía decirme mamá cuando me sucedía lo mismo, pero eso no es lo que importa –me apretó más a él- lo importante es que estemos bien


-Estamos bien -le afirmé-


-¿Te está haciendo efecto la medicina? -preguntó curioso e inocente-


-No, pero tengo una mejor que es mucho más rápida, y no sabe mal


-¿Ah, sí? -me miró tiernamente y me regaló una sonrisa-


-Sí


-¿Es mucho muy buena?


-Ajá -sonreí y besé la comisura de sus labios=


-Entonces deberás darme un par para que me cure tan rápido como tú. –rió- Te amo Gee


-Te amo, Frankie






Ese día y navidad, son los mejores recuerdos que he podido atesorar. Ahora Frank y yo, estamos más juntos que un chicle debajo de una banca. Pero como banda, terminamos incluso planeando más que canciones nuevas, proyectos a futuro, claro, de regreso a casa y en el bus. Estuvimos, como los mejores amigos.





-¿Qué maldita hora es? -pregunté a Mikey, acababa de despertar de mi décimo octavo sueño-


-Las tres de la tarde –me respondió-


-Peor aún, ¿por qué me despertaste? –alcé la voz a mi flaquito amigo, pegué el grito en el cielo-


-¡Por dios, Toro! -bufó y rió- Te la has pasado durmiendo todos los días.


-¿En serio? -pregunté incrédulo-


-¿De verdad no lo recuerdas? –me miró extrañado- Bueno, no importa –retomó sin mayor importancia, pero no es que me sintiese mal, al contrario, me sentía como nuevo. Podía ir y dar mil conciertos justo en ese momento.- apúrate, date una ducha y prepárate, iremos a cenar afuera, es noche buena -sonrió-


-Perfecto –sonreí y me apresuré lo más pronto posible. Ya listo, salimos en busca de Frank y Gerard, que por cierto, no supe nada de ellos, pero tengo el presentimiento de que aquí, alguien se ha llevado la peor parte. Pero, ¿qué más da?.-





Estábamos en un pequeño restaurante, muy lindo ciertamente. Nos dedicamos a pasarla muy bien y a dedicar la noche a nuestra amistad ya de diez largos años. Compartimos abrazos a la media noche y un brindis por mejores y más noches parecidas a esa. Y exactamente a las 12 en punto, los cuatro estornudamos.


-¿Quién nos estará extrañando? -preguntó Mikey-


-Mamá –le dijo Gerard-


-¿Entonces mi suegra también me extraña a mi? -rió Frank-


-¡Claro que sí! -lo abrazó y le besó eufóricamente. Ellos derramaban miel por donde fuese.-


-¿Y a mí? –pregunté entre risas-


-También mamá te extraña -me abrazó Mikey- y Krista –levantó una ceja-


-Sin duda, flaco –reí y seguimos en la plática-


-Yo creo que son nuestros fans los que más nos extrañan –mencionó Frank regresando al tema del estornudo sincronizado-


-Yo también lo creo-le apoyó Mikey- Ellos son lo más grande que podemos tener, son nuestra vida misma -sonrió-


-Sin ellos no seríamos absolutamente nada -me atreví a decir-


-Por supuesto, son lo máximo y sin más palabras –terminó Gerard-


Y siguió la noche buena, y al otro día, navidad.





Eso le sucedió a My Chemical Romance, en una enferma, loca y única navidad, del 2009.

No hay comentarios:

Publicar un comentario