sábado, 30 de junio de 2012

Esa sexy esencia; Capítulo: #1

Capítulo: #1

¿Dónde termina la tristeza y comienza la melancolía?

La melancolía es la tendencia a la tristeza permanente, pero ¿Qué es permanente?

“Te amaré por siempre”

Fueron sus palabras, fue lo que dictaba su corazón, en ese momento fue verdad, puedo asegurarlo, pero el corazón, como todo en esta vida es mutable.

Mutables fueron nuestros días, amaneceres húmedos entre las sabanas de diferentes camas cada vez, mañanas de largos silencios, negaciones voluntarias de lo que gritaban nuestros cuerpos, tardes de huídas de nosotros mismos, de discusiones y “nunca más” para encontrarnos con la noche, y esa impaciencia, ese deseo incontenible de enredarnos nuevamente, enredar los sentimientos, enredar los miedos, y enredar nuestros insaciables cuerpos desnudos.

“Eres demasiado para mí”

Una y otra vez, la misma frase pronunciada bajo el velo del adormecimiento, sus parpados se cerraban con lentitud, siendo yo lo último que sus ojos veían antes de sumergirse en un profundo sueño

“Soy demasiado para ti”

Susurraba yo cuando lo sabía dormido, trazando sin tocar las delicadas líneas de sus facciones, acercándome con prudencia para aspirar y guardar en mí el aroma violento de su hombría, dejaba que la misma sábana nos abrigara a los dos, siempre procurando que mi cuerpo desnudo se pegara al suyo, solo para sentirlo un poco más, para engañarme unas horas más.

Cada mañana, cada rayo de sol que penetraba sin permiso en nuestro improvisado paraíso, era una dolorosa saeta que perforaba inclemente mi tonto corazón, él despertaba molesto por la luz en sus parpados, yo me levantaba molesto por perderlo una vez más.

Nunca ha sido mío, y lo que más me atormenta es que no es de nadie más, él le pertenece al mundo, si su dueño fuera otro ser humano, mis problemas se esfumarían, podría pelear por él, dejaría mi sangre en la arena en una lucha a muerte por arrebatárselo a quien sea, pero contra el mundo… contra todo el mundo, no puedo luchar.

Mi corazón intenta unir de nuevo los fragmentos, sugiere con inocencia que puede sanarse solo, “Es cuestión de días Frank” me lo repito con insistencia, “No hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista” mi mal durará hasta el día que muera, y el dolor, este dolor que se encajó en mi pecho, logrará que el tiempo se acorté, porque si bien no durará 100 años, sé que mi cuerpo no va a resistir más.

Quien me viera ahora se burlaría de mí, soy un retrato, un cliché, un hombre adolorido, sentado sobre la fría baldosa de su cuarto de baño, sosteniendo en temblorosa mano una afilada navaja…
La verdad, está escena es más típica de él.

Frente a mí, un lápiz y un papel en blanco, se supone que debo escribir una desgarradora nota suicida, pero no sé por dónde empezar, tal vez un: “Amado Gerard, cuando leas esto, ya estaré muerto…” Pero es obvio, si encuentra la nota ya sabrá que morí, además, a pesar que él sea el único motivo por el cual planeo vaciar el contenido de mis venas en el piso del baño, tengo algo de orgullo y dignidad, y no pienso darle todo el crédito a él, al menos esa última satisfacción se la pienso negar.

“A mis padres, mi familia, mi adorada esposa: Lamento dejarlos en estas circunstancias, pero espero que comprendan, ya no podía sostener más la mentira que era mi vida, Jamia, perdóname por haberte mentido durante tantos años, siempre te aseguré que era mi forma de desahogar mis impulsos homosexuales, siempre te engañé jurándote que era solo sexo casual… pero creo que no hace falta decirlo, ya debes haber adivinado que fue mucho más.


A mis compañeros de bandas: ¡Ooops!


A Gerard Way: “Te amaré por siempre” me lo dijiste muchas veces… “te amaré por toda la eternidad”, te lo prometí, te lo juré empapado en tus fluidos… ¡Adivina qué!

Por siempre se termina hoy.

Maldito pedazo de ser egoísta, petulante y fanfarrón, a ver si ahora que estoy muerto tendrás detrás de ti a otro imbécil que te repita mil veces que no eres la basura que piensas…

Pues te tengo noticias… Sí eres todo lo malo y mediocre que crees ser.

Y Más…

Adiós mundo, te gocé mientras viví…

PD: Gerard, tampoco eres bueno en la cama.

xoFrank”





El fuerte sol del medio día iluminaba los verdes prados del cementerio, el ruido de la multitud que se agolpaba en las afueras del lugar no le permitía al sacerdote hablar con tranquilidad, aunque eso era irrisorio a comparación del desgarrador llanto de uno de los asistentes en el entierro.

Rodeando la tumba aun abierta, docenas y docenas de rosas rojas esperaban ser puestas sobre la tierra que cubriría el ataúd que contenía el cuerpo ya sin vida de Frank Iero.

“Roguemos por qué el cielo perdone el alma de los suicidas…”

El sacerdote habló, y Gerard Way arrojó al suelo sus lentes de sol, gritando lleno de amargura, dejándose caer en dramática actitud sobre el ataúd de cedro con tallado florentino, no le importó que su esposa lo viera, menos le importó que la pobre mujer quisiera ser tragada por la tierra ante la vergüenza de oír a todos murmurar la verdad a su espalda. Gerard Way lo único que podía sentir en ese momento era el dolor más insoportable de toda su vida.

Un dolor tal, que hizo que su cuerpo colapsara, llevando casi al límite su corazón, logrando que justo en el momento que sobre el ataúd de Frank la tierra fuera arrojada, a él le ponían en su pecho las paletas del desfibrilador en el interior de la ambulancia.

Mientras la epinefrina actuaba, Gerard se perdió del hermoso lúgubre desfile que los fans de My Chemical Romance y Leathermouth hacían frente al lugar del descanso final del guitarrista de la primera y vocalista de la segunda, cada uno dejaba una flor y una lágrima sobre el sepulcro.

Desafortunadamente para quienes quedan, la vida continúa, desafortunadamente para Gerard Way, la vida llena de dolor y ausencia continuaba como si nada.

Odió con todas sus fuerzas el primer amanecer sin Frank, ¿Cómo se atrevía el sol a brillar si no era para calentar el cuerpo de Frank?

Saltó de su cama de hospital con plena intención de arrojarle una bandeja de aluminio a un pajarillo que tuvo el descaro de cantar en las cuerdas de electricidad junto a su ventana ¿Cómo se atrevía la naturaleza a continuar, si la más bella de sus creaciones había dejado de existir?

Después de una semana de ruegos de su familia y compañeros de banda Gerard decidió levantarse de esa camilla e intentar continuar con su vida, su roca, su fortaleza fueron las últimas palabras de Frank, ¿Para qué iba él a continuar llorando por alguien que al final de su vida demostró que no lo quería tanto como aseguraba?



El tiempo en el limbo no es como el tiempo en la tierra, por eso, el alma de Frank Iero pensó que solo llevaba un par de minutos vagando por el extraño camino de textura pantanosa, se sentía un poco confundido, se suponía que debería caminar por el túnel del que siempre hablan quienes “regresan de la muerte”, pero él solo veía niebla azulada a donde quiera que dirigía su mirada.

Una fuerte voz llamó su nombre, siguió el sonido de esa voz, caminando hacia el lugar de donde provenía, descubriendo con alegría que una pequeña luz empezaba a crecer desde ese lugar.
Aceleró los pasos, llegando hasta pararse frente a la potente luz

- Detente Frank –

Así lo hizo, intentando ver más allá sin resultado alguno

- ¿Eres Dios? –

- Sí lo fuera, no me lo estarías preguntando, soy el Arcángel Zadkiel, me encargo de los asuntos sin resolver –

- Ah, bien, ¿Por dónde tomo camino al cielo? –

El Arcángel comenzó a reír, Frank se encontraba atónito, nunca imaginó que los ángeles pudieran reír de esa manera, esperó algunos segundos a que Zadkiel terminara de reírse, y preguntó de nuevo

- ¿Me puedes indicar en qué dirección está el cielo? –

- Es que tú no vas al cielo Frank –

- En… en… entonces… ¿Al infierno? –

Preguntó completamente consternado, imaginando su alma atormentada en las flamas del infierno por toda la eternidad

- Eternidad… - El arcángel leyó sus pensamientos – Eternidad, no puedes pasarla ni en el cielo, ni en el infierno, ¿Acaso olvidas la promesa que hiciste el 5 de abril de 2003 a las 11:27 p.m.? –

El alma de Frank intentó recordar lo que hizo en aquella fecha, dónde estaba esa noche, con quién, pero nada llegó a su recuerdo.

- Ahhh! Me tocó un tonto – Se quejó el arcángel – Ese día, tu Frank Iero le juraste a Gerard Way que lo amarías por toda la eternidad, así que ni al cielo, ni al infierno perteneces, tu alma es propiedad de Gerard –

- ¡Pero estoy muerto! ¿Cómo… dónde… qué puedo hacer? –

- Tienes dos opciones, quedarte en el limbo hasta que Gerard Way muera y te reclame, o volver a la tierra y convencerlo que libere tu alma, si él te permite romper esa promesa, serás bien recibido en el cielo –

- Bueno, la primera opción no me llama mucho la atención, ¿Quién sabe cuántos años falten para que Gerard se muera, o en el cielo no han escuchado el dicho que “Hierba mala nunca muere”? Así que elijo la segunda, regrésame a la tierra, yo le exijo al mentiroso, traicionero y prometedor incumplido ése que me libere del juramento –

No alcanzó a terminar las palabras, sintió como si una aspiradora ultra potente lo succionaba por una espiral llena de luces cegadoras, y cuando dejó de girar frenéticamente entre la espiral, se encontró de pie en un andén de la 5ª avenida de Nueva York.

Vio su reflejo en la vitrina de un almacén, estaba completamente desnudo, su primera reacción fue llevar ambas manos sobre su pelvis para cubrir sus genitales, miró de soslayo la gente que caminaba en dirección a él, esperando algún insulto por su desnudez, pero todas y cada una de las personas que transitaban por el lugar, no solo no dijeron nada, sino que parecían no verlo en lo absoluto, al punto de caminar atravesando su inmaterial presencia.


- ¡Hey, cuidado, dejen de atravesarme, siento hasta el sabor de sus cerebros cuando pasan por mí! –

Gritó, pero tampoco fue escuchado, descubrió sus genitales, si nadie podía verlos, ¿qué sentido tenía cubrirlos? Saltó a la mitad de la calle, sintiendo el calor de los motores de los autos que lo atravesaban. Empezó a reír desmesuradamente, tirándose sobre el asfalto, viendo las llantas pasar sobre su rostro como si fuesen nada, pero aun así sentía el sabor del caucho, el olor de la gasolina, veía a las personas que ocupaban los vehículos, riendo como infante al descubrir que podía ver entre la ropa de las personas.

Se levantó del asfalto, caminando entre las personas, atravesando las edificaciones, acostumbrándose cada vez más a su nueva condición, alegrándose intensamente al notar que el espacio no era una limitación, un segundo antes pensó en cómo sería su tumba, y justo allí, frente a ella en el cementerio apareció, un poco mareado, pero satisfecho.

Sonrió leyendo la lapida, viendo la cantidad de flores frescas, y un tablero donde sus fans le dejaron cartas

“¡Mierda! Mis fans, no les dije nada en la nota suicida”

Se lamentó momentáneamente, leyó algunas cartas, sonrió por algunos de los dibujos y pensó en Gerard, de esa forma se tele transportaría a donde estuviese él.

Y así fue, muy a su pesar, llegó justo a la habitación en la que Gerard Way tenía sexo con su esposa, en ese preciso momento Frank Iero se enteró que el dolor era el mismo muerto que vivo.

Saltó sobre la cama, gritando con toda su fuerza

- ¡Gerard! Cochino, ni duelo me haces… por cosas como esta es que me maté… Oye, Way, detente… -

Frank saltaba insistentemente sobre la cama, gritaba con todo el volumen que le era posible, pero ni Gerard, ni Lindsey parecían escucharlo.

Se dio por vencido, saliendo de la habitación, sentándose en el piso en medio de la sala, recapitulando todo lo que le había pasado…

“¿Si Gerard no puede oírme… cómo coños le voy a decir que me deje el alma libre?"

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