sábado, 23 de junio de 2012

Revenge seekers II; Capítulo: #47

Capítulo: #47

And they lived sadly ever after… Until…

- Terror… - En los ojos de Frank un par de gotas brillaban por el reflejo de la luz, inclinó humilde su frente sobre el cálido pecho desnudo de Gerard, y continuó hablando sin levantar su mirada – Físico terror, era lo que sentía, el hombre me aseguraba que estabas vivo, pero yo tenía mi cabeza sobre tu pecho, así como lo estoy ahora, pero nada podía sentir… solo un par de veces noté la sutil elevación de tu pecho al respirar, eso me tranquilizó solo un poco, casi nada –

Aferró entre sus manos la piel blanca de la espalda de Gerard, conteniendo el llanto que buscaba salir a borbotones.

- Te llevamos entre él y yo al elevador, el pequeño nos seguía en silencio, llegamos al apartamento, yo observé los diplomas en la pared, “Albert Jordan, MD, UCLA” Eso me ayudó a confiar más, al menos tenía la certeza que en verdad era un médico. Te dejamos sobre una cama, él fue a la sala no sé a qué, yo me quedé a tu lado, me juré no separarme hasta que abrieras los ojos, pero… él regresó completamente alterado –

Albert Jordan dejó en su habitación a quienes serían sus víctimas, desde la sala llamó al portero de su edificio, pidiéndole que en 5 minutos subiera y golpeara con fuerza la puerta, esperó un par de minutos antes de ingresar corriendo a la habitación, alertando a Frank que la policía estaba en camino, explicó entre palabras atropelladas que el conserje los había visto entrar cargando un cuerpo y por precaución había llamado a las autoridades.

Un rápido intercambio de palabras, Albert intentaba a toda costa convencer a Frank que abandonara el apartamento, “Es más fácil explicar su presencia que la tuya, yo me encargo, pero si te ven acá sospecharan”.
“No puedo dejarlo solo… no puedo irme” Más hablaba para sí, que excusarse ante Albert, “Es lo mejor, si no sales ahora la policía puede apresarte, y a mí por cómplice y nada podré hacer por Gerard, él necesita que le de medicamentos, créeme Frank, lo cuidaré, y cuando la policía se vaya te llamaré de inmediato”

Dudaba, cada segundo, temía y desconfiaba profundamente, pero a la vez sentía que era su única salida, era confiar en ese hombre o dejar morir a Gerard, el fuerte golpeteo en la puerta fue el detonante para que su voluntad cambiara de inmediato

“¡Es la policía, Frank sal por las escaleras de incendio! Si te ven aquí no me dejaran salvarle la vida a Gerard, está en tus manos…”


- Estaba en mis manos, eso me dijo, eso me repetí mientras me escurría entre las escaleras externas de la salida de emergencia, “en mis manos”… - Levantó su rostro, fijando sus ojos llenos de culpa en los comprensivos ojos de Gerard – Yo solo hice lo que creí correcto en ese momento… estaba tan alterado… tan ido de mi propia mente, aterrado, no porque la policía me fuera a apresar, eso no me importaba, pero sí porque imaginaba que si me veían allí me reconocerían, y a ti también, y Albert no podría hacer nada, el me juró que con su tarjeta profesional de médico excusaría tu presencia alegando que eras uno de sus pacientes, pero ahora que lo veo en retrospectiva, no había necesidad que yo saliera, simplemente pude esconderme… - Golpeó con fuerza su propia cara con las palmas de sus manos, repitiendo entre dientes - ¡No debí dejarte allí! Diez años llevo lamentándolo, diez años llevo odiándome… y sé que aunque estés aquí, conmigo, amándome, seguiré lamentando y odiándome por el tiempo que perdimos –


- Con eso no ganamos nada Frankie – Le tomó con fuerza las manos evitando que se golpeara más, atrayéndolo hacia él, rodeándolo de nuevo entre sus brazos – Ahora lo que importa es hacer valer el tiempo que tenemos –

Frank corrió sin rumbo por las calles de New Jersey, una hora pasó recorriendo parques y avenidas, esperando que su celular sonara, una hora en la que su mente se pudo tranquilizar un poco, en que sus sentidos se alertaron, en que su memoria lo golpeó de la forma más potente y dolorosa posible, un fugaz flash él entre sábanas, en la cama con Laura, ella parloteando, él pensando en Gerard, la chica contaba la historia de su primo, Albert Jordan, el laureado médico…

Bloody Hunter.

¡Había dejado a Gerard inconsciente en poder de un Bloody Hunter!
Corrió de nuevo, repasando el camino andado, corrió sintiendo que era su propio corazón el que iba a colapsar, corrió hasta el lugar, corrió…
Pero era ya demasiado tarde.

Albert Jordan había planeado esperar que Gerard Way se recuperara completamente, llamó a uno de los pocos socios de su familia que conocía, pidiéndole ayuda para esconder a Gerard durante el tiempo necesario, cuando Way estuviese por entero curado, él buscaría a cada persona que significase algo en la vida de Gerard, su familia, amigos y por supuesto Frank Iero, y frente a los ojos del hombre que se metió con su fallecida esposa, los mataría uno por uno.

“En 15 minutos estaré allí, llevaré a Way a una prisión clandestina en el desierto, pero debes darme suficiente dinero para pagar su estadía, y déjame lo del cuerpo en la fosa común a mí, sé como hacerlo”

Era el plan perfecto, según el ingenuo Albert, que sabía demasiado de medicina, pero muy poco de venganza.

Frank pateó la puerta de entrada, destruyéndola, avanzando apresurado hasta la habitación en que había dejado a Gerard, pero él ya no estaba allí.

Lo siguiente que sintió fueron los brazos de Albert rodearle el cuerpo desde atrás, susurrando con pena un “Lo siento, nada pude hacer, murió mientras la policía estaba aquí, ellos mismos se llevaron el cuerpo… no supe que hacer o decir, tuve que inventar que era un indigente que recogí en la calle”

Con fingida calma, se liberó, girando despacio su cuerpo, apretando con fuerza sus labios, luchando infructuosamente de contener sus lágrimas, habló esforzándose enormemente por no descargar su arma en el cuerpo de Albert Jordan

“¿Dónde está Gerard?”

“Lo siento, de verdad, intenté todo lo que estaba a mi alcance, pero el corazón de su novio estaba demasiado débil”

“Quiero verlo, ahora mismo”

“Le digo Frank, la policía se llevó el cadáver, me dijeron que lo llevarían a la fosa común”

No dijo una sola palabra más, salió por la misma puerta por la que ingresó, un taxi y en menos de 10 minutos estaba en la morgue del condado, no le importaba arriesgarse a que las autoridades lo reconocieran, él debía cerciorarse que en efecto su vida no sería la misma, nunca más.

“Hace media hora cremaron los NN, las cenizas las entierran en la fosa común del cementerio”

Una pausa, recostado sobre la gélida baldosa aguamarina de la morgue, un respiro le bastó para reconocer que su propia vida había terminado, sin Gerard, inhalar oxigeno era solo un acto reflejo que había perdido por completo el sentido.

Regresó al apartamento de Albert Jordan, el hombre seguía allí, justo entró cuando él llamaba para solicitar la reparación de una puerta.

Frank se plantó frente a él en medio de la sala, sonrió lleno de amargura, en sus ojos se podía notar la rabia y el inmenso dolor que estaba sintiendo, le habló con suavidad

“Albert Jordan… Yo sé muy bien quién eres… “

Apuntó el cañón de su arma a la cabeza del hombre que palideció al instante, mirando apenas de reojo al pequeño Nicholas que se escondía detrás del sillón, no pronunció palabra, se quedó perdido en la iracunda mirada de los ojos de Frank

“Un Bloody Hunter… Y estoy convencido que mataste a Gerard… Alégrate Albert Jordan, esta noche veras a tu abuelo, a tu prima Laura y al resto de tu familia en el maldito infierno”


- No me quedé ni a ver cómo caía el cuerpo, tan pronto vi los sesos acompañar el manchón de sangre en la pared salí corriendo de ese lugar… y mi maldita pesadilla comenzó –

Suspiró al sentir los dulces labios de Gerard perdonarlo de nuevo con un beso, con el alma mucho más sana, ambos se quedaron dormidos entre los brazos del otro, asegurándose que ese abrazo era justo el mejor refugio en todo el universo.


*


- Silvia… uhm – La luz de la mañana iluminaba por completo la habitación de Silvia, Junior haló suavemente las mantas con que ella se arropaba - ¿Ya estás despierta? –

Haló las mantas, cubriéndose el rostro, bufando un poco molesta

- No, aun duermo –

- Silvia, hoy es 17… - Junior se trepó sobre la cama, halando de nuevo las mantas, intentando descubrir el rostro de Silvia que se negaba a descubrirse - ¡Silvia! Hoy es 17 –

- Sí, sí, 17 ¿y qué? Déjame dormir Junior, apenas amanece –

- ¡Arg! En esta casa todo el mundo está mal… Silvia, hace 3 días fue 14 –

Desesperada se descubrió, prestándole total atención a Junior

- Bien, 17, hace 3 días 14, ¿Qué quieres? –

- 17 de agosto Silvia… - Se quedó mirándola en silencio, esperando que ella misma descubriera la razón de ese acoso

- ¡Mier…! El 14 cumpliste 7 años… ¡Oh, perdona, se nos olvidó! además estabas de vacaciones con “Loquelia” Nada podíamos hacer…-

Junior sonrió, saltando de la cama, colgándose del picaporte, la miró completamente entusiasmado

- ¡Levántate, llama a mi papi! Hoy me tienen, oíste bien, me tienen que hacer una mega fiesta de cumpleaños –


Nicholas se levantó con dificultad de su cama, el bullicio proveniente de la planta baja de la casa lo tenía intrigado, se duchó rápidamente y se puso la ropa que Frank le había dado, aun no había tenido forma de salir a comprar ropa para él, y la que tenía había sido incinerada en casa de Charles Miller cuando Frank ordenó quemar la bodega de armas.

En la sala parecía que hubiera ocurrido una explosión de colores, las mujeres colgaban globos y guirnaldas, mientras Gerard y Frank empacaban pequeños regalos en bolsitas de colores, atravesó el salón hasta la cocina, donde Junior, Tsukie y Sofía preparaban un enorme pastel

- ¿Qué está pasando? – Preguntó desarreglando un poco el cabello de Junior al pasarle la mano sobre la cabeza

- ¡Vamos a celebrar mi cumpleaños! – Respondió abriendo por completo sus ojos, sonriendo visiblemente entusiasmado

- ¿Oh, es hoy? ¡Feliz cumpleaños! –

- No, fue hace tres días, pero con el problemón todos lo olvidamos –

Nicholas bajó apenado su cabeza, sentándose en la silla junto al pequeño

- Lo siento –

- ¡Ay no más! – Junior palmeó la mesa isla de la cocina en la que decoraban el pastel – Cada cosa que nos recuerde lo que pasó no es un motivo para que te disculpes, ya pasó… ¡Ya pasó! Ya nos perdonamos todos, hoy no debe haber lamentos ni “lo siento” hoy solo quiero que todo el mundo esté feliz – Se arrodilló en su asiento tomando con sus manitas el rostro de Nicholas, obligándolo a levantarlo para verlo a los ojos – Júrame que harás hasta lo imposible para estar feliz hoy –

- Lo juro – Sonrió maravillándose como nunca al ver los enormes ojos verde avellana del pequeño, inclinándose un poco para besarle la frente – Hoy estaré feliz por ti –

Junior rió, con esa risa que sonaba como una dulce cascada de verano, rodeó a Nicholas con sus brazos, besándole apretadamente la mejilla, separándose para verlo de nuevo a los ojos

- ¡Pero no te creas que te vas a quedar sin hacer nada! – Se estiró tomando dos bandejas que estaban sobre la mesa, pasándoselas a Nicholas – Malvaviscos y cereal, debes hacer paletitas de cereal con malvaviscos –

- Bien – Respondió echando el malvavisco en un tazón con mantequilla

- ¡Bien! – Repitió el pequeño inclinándose nuevamente para besar la otra mejilla de Nicholas, y regresó a poner toda su atención en la preparación del pastel.


Las mejillas de Nicholas ardían, sin saber por qué, se levantó hasta la hornilla donde puso el tazón de metal con los malvaviscos dentro, empezando a derretirlos al calor, sus mejillas continuaban ardiendo, y de a pocos empezó a sentir una extraña debilidad en su cuerpo, revolvía con una cuchara el dulce que empezaba a derretirse, removía, removía intentando concentrarse en esa tarea, luchando por no pensar en el reconfortante ardor que los besos del pequeño habían dejado en sus mejillas, concentrándose en el aroma dulzón del malvavisco derretido en lugar de atormentarse por el fresco aroma del pequeño.

Algo no estaba bien en él, y antes que su mente estallara de tanto pensar, dejó el tazón sobre la mesa del centro, excusándose con todos, sin mirar a nadie, alegando que su espalda le dolía, saliendo como un condenado por la puerta, subiendo las escalas corriendo, ignorando a su padre que lo llamaba desde la sala, lo único que necesitaba era estar lejos de todo el mundo para ponerse a pensar, para tratar de entender por qué quería recibir mil besos más de ese pequeño, y por qué los tiernos besos de ese niño le habían conmovido más que los besos que alguna vez recibió de otras personas.

Aseguró la puerta el entrar, tumbándose bocabajo sobre la cama, hundiendo el rostro en la almohada, mordiéndola con violencia para ahogar un grito, repitiéndose una y otra vez en su mente, “Eres un enfermo Nicholas Jordan”

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