miércoles, 4 de julio de 2012

Dirty little secret; Capítulo: #24

Capítulo: #24

And this is the way we used to…

Way se alejó de Iero aún con su mirada sobre él. Sus pasos eran cortos y lentos. No quería dejarlo allí. No quería que él despertase y no lo viese a su lado. Su pequeño se sentiría mal, traicionado, usado. Y Way estaba simplemente cansado de darle esa impresión a su amante. Way bien sabía que él lo pensaba. No era ningún tonto.
Con pesadez, abrió la puerta del cuarto. Le echó una última mirada a su Frankie. Le regaló una sonrisa, un beso al aire y un te amo.
Pasos cortos y lentos nuevamente son producidos por sus pies. Uno tras otro. Uno más seguro que el anterior. “Lo harás, Gerard…Lo harás por él y todo estará bien, ya verás” repetía su mente. Ella misma lo ponía más nervioso. Way era un hombre seguro de sí mismo, fuerte, impulsivo. Sólo había una persona que lo doblegaba en su totalidad y ese ser completamente humano era Iero.
Salió del cuarto de hotel hacia el pasillo. Del pasillo al ascensor. Ascensor, planta baja, lobby, calle. Tomó un taxi. Le indicó la dirección de donde se dirigía al conductor del transporte y sin vacilar, se encaminó allí.
Gerard no dejaba de pensar, planear, elucubrar qué le diría. Seguramente, Frank no comprendía lo que ella significaba para Way, al igual que el susodicho no lograba comprender el quién era ella en la vida de su “niño”.
Elizabeth había sido un gran, gran apoyo para Gerard. Era tanto su pañuelo de lágrimas, como su “soporte”, además de cumplir la función casi secreta de “despojar” a Frank del corazón de nuestro querido Way. Ésta última, no la había podido cumplir. Digamos que su papel era casi nulo. Liz, como la llamaban sus personas cercanas, tanto amigos, como familiares, veía algo en Way. Veía la pureza de su personalidad, su fuerza. Ella hacía lo que podía para ayudar a Way con sus adicciones. Drogas, alcohol…No son buena combinación, ¿no es así? Pues, para Way lo eran al momento de querer terminar con su vida.
Desde que Iero comenzó a, de algún modo u otro, “desatenderlo”, Way calló en un pozo ciego llamado depresión, con todo lo que conlleva. Way cuando adolescente había tenido problemas con drogas, los había superado gracias a la ayuda del apoyo de sus amigos. Con el surgimiento de su depresión, renacieron sus adicciones, y a estas se les sumó el alcohol. Way rara vez salía de su habitación. Y como premio sorpresa, lo azotó la pequeña novedad de la muerte de su abuela.
El distanciamiento de Frank, más la muerte de un ser demasiado querido por él, lo tomaron por completo. Way ya no era dueño de su vida. El resto de la historia es lógica y ya la sabrán, queridas.
En cambio Anne, la nueva “amiga” de su amante, era una escapatoria de la prisión llamada realidad. Iero necesitaba de esa escapatoria tanto como Way necesitaba a su preciada cocaína. Frank no la conocía, eso lo tenía presente, pero ella le inspiraba una extraña confianza, lo que lo incitaba a querer estar con ella. ¿Por qué la besó? Es un poco obvio. Él no quería admitirlo, desde luego. Pero ella le atraía y él a ella. Para Iero hubiese sido la salida fácil, mas no la tomó. Su amor por él era aún mayor que cualquier deseo o anhelo de escapar de todo.

Way se dirigió nuevamente a la calle. Inmediatamente, una brisa sumamente cálida golpeó su rostro. El calor era infernal aún estando la luna sobre su cabeza. Way prefería el clima frío. Prefería ése frío que calaba los huesos de cualquiera y que provocaba la muerte de cientos de vagabundos en el invierno, antes que sentir tanto calor que pareciese que te desmayas.
Miró al cielo.
Las estrellas relucían y presumían su hermosura con orgullo. Despedían un brillo incesante. Way pensó en Iero. Una imagen de su pequeño rondaba por su mente: Frank sonriéndole, con la respiración agitada, algo transpirado, despeinado, desnudo con sólo una sabana cubriendo su cuerpo…Sus ojos avellana verdosos despedían un brillo más intenso que el de las estrellas y aún muchísimo más bello. Para Way, no había punto de comparación.
El recuerdo provenía de la primera vez que él estuvo “en la intimidad” con Iero. Su pareja acababa de declararle su amor y allí se desencadenaba ésta pequeña, hermosa, feliz y a la vez triste historia. La historia de dos amantes recíprocos, de dos corazones sedientos de pasión, amor.
Aquel día, Way se había propasado con el alcohol, como tantas veces lo había hecho. Se suponía que iba a hablar con Iero sobre su participación en dos o tres canciones de su banda. Gran excusa para verlo, ¿no creen? Charlando pasa el tiempo, y qué mejor que tomar entre amigos, riendo, hablando bobadas. Way no recordaba mucho después de que el alcohol se apoderó de su cerebro, mas esa imagen de su niño, perduraría en su memoria siempre, para el resto de la eternidad.

Way se encaminó al cordón de la vereda. Cuando vio acercándose un taxi, levantó el brazo en señal de alto y éste lo hizo. Way saludó al conductor y le indicó a dónde se dirigiría.
En el camino, miraba por la ventanilla del vehículo. Pensaba en qué sería de él y su amor de ahora en adelante, si todo saldría bien. Planeaba un futuro. Un nuevo y reluciente futuro en el que veía a su Frank, a él y a un posible pequeño niño…O niña, quién sabe. El “bebé” era un sueño de Gerard. Él soñaba cada día con formar una familia con Iero. Era posible. Muy posible, de hecho. Existen diferentes métodos para poder traer un niño al mundo: ellos podrían alquilar un útero o adoptar. Way prefería la primera opción. Él quería una niña…Una hermosa niña con los ojitos de Frank, con sus finos y rosados labios, con su encanto, con su sonrisa, su risa, su personalidad risueña.
Sin que él se diese cuenta, unas lágrimas saltaban desde sus ojos pardos. Sus labios formaban una sonrisa. El pensar que aquel futuro con el amor de su vida estaba a la vuelta de la esquina, lo hacía extremadamente feliz. El saber de que Frank quería lo mismo que él, lo hacía extremadamente feliz. El hecho de que sus vidas estaban a punto de tomar un camino definitivo, lo hacía extremadamente feliz.
La voz del conductor del taxi lo hizo reaccionar: había llegado el momento.
Way pagó, le agradeció al “señor” y se bajó del vehículo. Miró al frente. Brillantes luces resaltaban aquel edificio, gente entrando y saliendo rápidamente, con apuro, intranquilas. Caminó con completa tranquilidad hacia la entrada, procurando que nadie se diese cuenta de quién era. Cuando entró, una empleada se le acercó y le preguntó en qué lo podía ayudar. Way le contestó que ya estaba registrado. Fue amable. La señorita lo reconoció y sus ojos se abrieron de par en par. Se llevó una mano a la boca y Way de inmediato le pidió que no dijese nada sobre que él estaba allí. Seguramente lo andaban buscando, al igual que a Iero. La chica le respondió que no diría nada, pero que anunciara su llegada, que lo estaban buscando, que estaban preocupados por él y Frank, pues habían desaparecido en la tarde. Way accedió y le agradeció.
Adentrándose un poco más, hacia el lobby de aquel hotel, vio un gran tumulto de gente: se podían distinguir periodistas, gente con cámaras digitales, grabadoras y demás. Debía de haber una banda allí.
Miró con un poco más de detenimiento y pudo divisar la figura de su hermano menor. Estaba hablando con un par de esas personas con cámaras y micrófonos. Hacía gestos con las manos, como indicando que se tranquilizaran o algo por el estilo.
Gerard quedó mirando a su hermano por un instante: su hermano menor sabía en qué andaban y los cubría. Mikey los quería mucho y los apoyaba y ayudaba en lo que él podía.
El Way menor se chocó con los ojos verdosos del Way mayor. Way le guiñó un ojo a su hermano pequeño y éste le devolvió la señal. Sabía que todo estaba bien.
Siguió su camino. Hizo ademán de tomar la perilla de la puerta del ascensor cuando escuchó un chillido: “Gee”. Era la voz de una mujer…De “su” mujer.
“Dios, no…” pensó. Él no estaba preparado para enfrentarla...No estaba preparado para ver el dolor de sus ojos oscuros, no estaba preparado para ver las lágrimas fluir una por una, naciendo de sus ojos y muriendo en el suelo. Aún así, permaneció firme y “dispuesto” en su lugar. No volteó, pues sabía que si lo hacía, se rendiría. Era mejor pensar en cómo se lo diría…Y qué le diría. Imagínense: cómo decirle a la mujer con la que estás por casarte en un mes más, con la que planeaste un futuro (un futuro que él no quería pero ése no es el punto), una vida…Que te ayudó en todo lo que pudo para que tú dejases esas mierdas que en vez de hacer desaparecer tus problemas, te hacían desaparecer a ti mismo…Cómo decirle a esa mujer que, desde que la conociste, te apoyó en todo, te quiso y aceptó, que amabas a otra persona…Era duro.
Way sintió los brazos de su prometida rodear su cintura. Acto seguido, ella apoyó el mentón en el hombro izquierdo de Way y éste se estremeció…Él la quería, de hecho la adoraba. Pero no en el modo en que ella lo quería a él. Y eso es lo que Way lamentaba. Poco pero lo hacía.
Ella le susurró “¿Adónde te habías metido, amor?” al oído. Way sintió culpa. Volteó y se encontró con su futura esposa con una leve sonrisa en su rostro. Ella siempre tan bonita. Way tomó sus manos entre las suyas, haciendo que se rozaran. Entrelazó sus dedos y se preparó para hablar.
- Liz…-comenzó, dudoso de sus propias palabras.- Tú…tú sabes que yo te adoro, ¿no es así?-Ella lo miró arqueando una ceja y luego soltó una pequeña risilla inocente. Way lo lamentó. Ella no sabía qué estaba por venir, y no la culpaba. Ella era maravillosa. Era una niña. Era su niña.
- Qué cosas dices, Gee…Claro que lo sé. ¿Porqué lo dices?-Way dirigió su mirada hacia las manos enredadas suyas y besó las de ella.
- Liz…-la voz de Way pasó de un tono dudoso a un tono seguro y lleno de angustia. Aunque no le gustara verla llorar, tendría que hacerlo. Frank lo amaba, no podía dejar que llorase una vez más por él. Nunca más lo vería llorar mientras él estuviese de pie, con el corazón latiendo con vehemencia. Él también amaba a Iero, y si no era ahora, no sería nunca.- Tengo algo que decirte…Y es probable que no te agrade para nada.
- ¿Qué pasa, Gee?-Liz comenzaba a asustarse. Gerard no acostumbraba a tener ese tono tan…lúgubre de voz. Nunca lo utilizaba, salvo para cuando algo no estaba del todo bien con él y la involucraba a ella. Por ello mismo, la preocupación de Liz aumentó.
- Mira…Yo…-titubeó. Sus nervios le jugaban una mala pasada en el momento menos indicado. “Maldita sea” pensó.- Yo…-suspiró.- Hay…Hay otra persona que…Bueno, que…-esta vez no fueron los nervios quienes lo interrumpieron. Fue una bofetada en su mejilla derecha la que lo interrumpió. Ardía. Ardía terriblemente. Way llevó sus manos a su mejilla, tratando de “calmar el dolor”. Era en vano, él lo sabía, pero aún así lo hacía.- Linda, déjame que te explique, por favor…Esto no es fácil para mí, ponte en mi lugar.
- ¡Ponte tú en mi lugar, Gerard!-elevó su tono de voz. Way se controló. Él odiaba que le gritasen pero aún así se controlo.
- Liz, por favor…Por favor te lo pido, entiéndeme.-rogó.
- Sí, okay. Y dime, pequeño-dijo con sarcasmo- ¿Qué pasará con todo lo que teníamos planeado? ¿Se perderá, lo cancelaremos, etcétera?
- ¡Maldita sea, Liz! Te estoy pidiendo por favor que me entiendas. Yo te quiero mucho, muchísimo…Y créeme, porque yo de verdad valoro todo lo que hiciste por mí, no lo estoy menospreciando.-el fino rostro de Liz antes mostraba furia, ira y se estaba descontrolando. Ahora se había tornado, había pasado a una de total arrepentimiento y vergüenza. Estaba avergonzada. Ella sabía cuando Gerard decía la verdad. Ella sabía que Gerard no la amaba. Desde luego que lo sabía, pero ella quería ser feliz y quería verlo feliz a él. Tendría que resignarse a perderlo. “Pero…¿Cómo perder algo que nunca fue tuyo?” se preguntó en lo más profundo de su mente. Sus ojos oscuros se llenaron de lágrimas.- Nena…-musitó Way. Acto siguiente, la abrazó, la cubrió en sus brazos, la protegió una vez más. “Lo siento” murmuraba ella.

/Frank’s POV.

La voz de Gerard simulaba un veneno. El veneno más dulce que haya probado jamás. Amaba su voz. Amaba todo de él.
Mientras Gee cantaba a mi oído, no pude evitar dormirme. Había sido un día agotador. Además, no había dormido un carajo. Siento decirlo así, pero es la verdad. También hacer el amor con Gee me cansaba bastante. El desgaste físico era enorme.
Cuando desperté, tenía un poco de calor. Abrí mis ojos. Todo era oscuridad. Estaba cubierto por las sabanas de la recamara del hotel y…Estaba solo.
Me maldije una y mil veces a mí mismo por idiota. Y era verdad, el amor que sentía por aquel hombre era demasiado fuerte, tan fuerte que obstruía mi mente, mi cerebro, mi razonamiento. Tengo que reconocer que a veces odiaba estar tan enamorado. Parecía un maldito adolescente, un púber.
Me destapé, saqué mis piernas de la cama y salí de ahí. Caminé hasta el ventanal de la habitación. Estaba cerrado, la persiana también. Seguramente para que no entrase luz. Qué detallista, “mi” Gee, ¿no?. En fin, las abrí y di lugar a que la luz pasase a dar presente a la recamara, inundándome con el destello de las estrellas y el resplandor de la luna. Se veían tan bellas aquel día. Tan radiantes. Me senté nuevamente en el piso azul petróleo y las contemplé. No tenía idea de qué hora era. Tampoco me importaba.
Observé las estrellas y a la flamante luna por un largo tiempo. El vaivén del Bellvue no cesaba. Las familias de tres o cuatro iban y venían. Apegué mis piernas a mi abdomen y apoyé mi rostro en mis rodillas. Quería contener lo incontrolable: quería no llorar, no quería que mis lágrimas salieran una vez más en aquel día. Mas…No duré mucho así.
Sólo lloré y lloré. Lloré sintiéndome solo. Lloré sintiéndome nuevamente abandonado. Simplemente lloré la ausencia de Gerard. Lloré por celos a las estrellas, que presumían su brillo y belleza. Lloré por celos a aquellas personas que caminaban tomadas de la mano con quien realmente querían. Llore por celos a aquella gente que podía tener una verdadera familia. Lloré.
Mis rodillas estaban totalmente empapadas con mi llanto. Ya odiaba llorar con tanta intensidad. Realmente lo odiaba.
- Mierda-grite con todas mis fuerzas, prolongando el sonido de la “A”.- ¡¿Por qué, Gerard?! ¡¿Por qué?!-gritaba a la nada y continuaba llorando. Era una escena dura para el que la viese.- ¡Todo era perfecto y tú…!-un par de brazos rodeando mi torso me callaron. Permanecí inmóvil, tan sólo respirando. Mi llanto cesó de un momento a otro. Me paralicé.
- Todo es perfecto, Frankie.-susurró con completa seguridad y serenidad. Dios, lo amaba tanto…- Ahora sí puedo decir que todo es perfecto.-comentó, depositando pequeños y cortos besos en mis hombros y cuello.- Te a…-no dejé que terminase y escondí mi rostro entre mis rodillas nuevamente.
- ¿Por qué me dejaste, Gerard? –sollocé, finalmente.-
- Tenía un asunto pendiente, eso es todo, amor.-contestó con frialdad. Me dolió más que un puñal en el estómago.
- Pensé que…me habías dejado…Otra vez-confesé con la respiración algo entrecortada aún. A lo que Gee respondió poniéndose en frente mío y tomándome el rostro del mentón, haciendo que lo mirase.
- Nunca más, mi amor…Nunca más.- cerró sus ojos y se acercó lenta pero seguramente hacia mí, buscando mi boca. Nuestros labios se unieron en un beso. Instantáneo, momentáneo, hermoso, mágico, de ensueño. Luego de un momento rompimos nuestro beso. Él me miraba fijamente a los ojos, sus ojos resplandecían más que las estrellas y eran las gemas más hermosas que podían existir. Todo parecía un sueño. Todo aquello era mi sueño. Y Gerard le ponía su color, su belleza, su aroma y su perfección.

FIN

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