miércoles, 4 de julio de 2012

Dirty little secret; Capítulo: #23

Capítulo: #23

If all else fails.

Las palabras de Gerard casi logran hacerme llorar nuevamente…Todavía no creía el estar así con él…Solos en una habitación de hotel, siendo apañados por los leves rayos de sol que entraban por el ventanal que daba paso a uno de los balcones más hermosos que haya visto jamás…Empapados en pétalos de rosa, uno perdido en los ojos pardos del otro, dejándose llevar por caricias, besos, te amos.
Hicimos el amor, una y otra y otra vez…en aquella tarde de aquel 19 de Junio, con los leves rayos de sol sobre nosotros. Los pétalos blancos y rojos se apegaban a nuestra piel. Casi no duraban nada allí. Nuestras manos, nuestras caricias se encargaban de despojarlos de nuestros cuerpos y echarlos nuevamente al acolchado, de donde provenían.
Mis ojos no dejaban de estudiar su mirada, sus dulces ojos verdes miel. Sus ojos mismos rezaban millones de te amos. Al igual que los míos.
Ya era inevitable. Por más que quisiesen, ya no podrían sacarlo de mi lado.
Una vez más, me aferré a su torso desnudo, algo sudoroso, pálido, cálido. Murmuré un te amo y subí mi vista otra vez, para que mis ojos se clavasen en sus ojos. Esos ojos…No me tenían cautivado, me tenían cautivo, preso…Preso en un calabozo del que no saldría jamás…En un calabozo en donde sólo él y yo estamos, en el que sólo nosotros permanecemos por siempre y para siempre.
Lentamente, la luz disminuye. ¿Cuándo tiempo habrá transcurrido? No tenía idea. Una eternidad, quizá dos…Quién sabe tres. No importaba. Nada más importaba si tenía allí, a mi lado, abrazándome, al único hombre que de verdad he amado en mi vida.
Por fin podía decir que estaba más que seguro que él correspondía mis sentimientos. Aquel sentimiento puro, hermoso, brillante y a la vez oscuro, ruin, vil, desconsiderado…Llamado amor.

Lentamente, la luz disminuye. ¿Cuándo tiempo habrá transcurrido? No tenía idea. Una eternidad, quizá dos…Quién sabe tres. No importaba. Nada más importaba si tenía allí, a mi lado, abrazándome, al único hombre que de verdad he amado en mi vida.
Por fin podía decir que estaba más que seguro que él correspondía mis sentimientos. Aquel sentimiento puro, hermoso, brillante y a la vez oscuro, ruin, vil, desconsiderado…Llamado amor.
Gerard me dirigió una mirada…Me atrevería a decir suplicante. Él quería lo mismo que yo. Y, señoritas por favor, no piensen sexo.
Yo permanecí acostado sobre el acolchado blanco de la cama, todavía con pétalos adheridos a mi espalda. Gee se levantó y se paseó por la habitación, desnudo. Yo lo seguía con la mirada. Sabía qué era lo que buscaba y sabía dónde estaba.
- Debajo de la cama, amor.-indiqué sin mover otro músculo que no sea el de mis labios y mi lengua. Él respondió con un “Gracias, mi vida”. Se agachó en el costado opuesto de la cama, miró su panorama y encontró…Sus pantalones.
Se los colocó, subió el cierre de la bragueta y los abrochó. Luego, me extendió una mano.
- Vamos, Frankie…-rogó.-Antes de que pase y no lo contemplemos.-señaló a la ventana y el crepúsculo había nacido ya sobre Bellvue. Las insistencias de Gee me arrancaron una sonrisa y de la cama. Me puse mis boxers y mis pantalones y salimos al balcón.
Éste era simple. Nada muy “extravagante”. Un par de plantas en masetas, un par de rosales pequeños y sumamente hermosos. Las rosas le daban un toque especial a todo. Ésas eran rosas mosqueta, su perfume era tan bello y ellas mismas se lucían con todo esplendor. Demostraban que lo que viene en envase chico también puede ser maravilloso. Que quede claro que no lo digo por mí, sino por las rosas.
Prosiguiendo con mi relato, nos sentamos sobre las frías baldosas azules del suelo. Había sillas plegables. Alrededor de cinco, pero no importaba. Lo que importaba en ese momento era contemplar el crepúsculo, el atardecer, el nacer de la luna y la muerte del sol, la huída del día y la venida de la noche.
Gee se sentó en el suelo en una punta del balcón, sobre la barandilla. Yo delante de él. En un momento se quejó, atrayéndome a su cuerpo, en sí, arrastrándome por el piso poco cálido. Abrió sus piernas, me sentó entre ellas y las cerró alrededor de mi cintura. Yo sólo le sonreí y apoyé mi espalda sobre su pecho. El panorama de mi vida, parecía prospero y hermoso.
Pasaron unos minutos y el cielo cambiaba su color. De un tierno color rosa pastel y anaranjado suave, pasaba a un malva y rosado claro. El silencio nos rodeaba y nuestra respiración era lo único que lo quebraba. Gerard me abrazaba y yo me dejaba contener y proteger por sus brazos. Me dejaba amar.
De un momento a otro, Gerard comenzó a susurrar una canción a mi oído. Sólo cerré mis ojos y me guié por su voz…


I'm not sure what I’m looking for but it's clear to see the purpose of my existence is lying here right in front of me…


So close your eyes, and sleep to dream, I’m by your side, no words to speak. We’ll set our course and make it through. No matter how far I go, my heart remains with you…


And if all else fails you can look up at the sky because it’s the same one that shines above you and I.



And if all else fails you can close your eyes and I’ll be right beside you, I’ll be the one by your side…



No matter how fat I go, no matter how much this hurts…I wanted you to know…My heart remains with you.

{Narrador omnisciente}

Mientras Gerard susurraba aquella dulce canción de amor al oído de él, Frank calló en un simple sueño. Tan simple que Gerard temía que si movía el más mínimo músculo lo despertaría.
- ¿Frankie?-musitó. Unos segundos pasaron y él no recibía respuesta que saliese de la boca de su amante.
Con completo cuidado, puso sus brazos alrededor de los hombros y piernas de Frank y se levantaron del suelo. Echó un último vistazo al cielo. Le dio la impresión de estar pintado con una suave, delicada y fina tiza. Una color blanca, otra color azul y otra color negra. Sonrió. Simplemente, era feliz al lado de su amado, y más sabiendo todo lo que él lo amaba. No podía ni quería pedir más.
Con paso tranquilo y procurando no despertar ni golpear a Frank, entró nuevamente a la habitación. Abrió la cama y acostó a su compañero. Lo despojó de sus pantalones, sin intención alguna de placer, y lo tapó.
Caviló un momento sobre acostarse junto a él y velar su sueño. Probablemente se dormiría. Cuando despertaran, serían las diez u once de la noche, aproximadamente. Saldrían a cenar, tomados de la mano y luego pasearían por el noroeste de Bellvue, acompañados por su amor, las estrellas, la luna y su luz.
Pero aún así, sabiendo que sus planes eran hermosos y más si involucraban a Iero, descartó la idea. Tenía asuntos pendientes que resolver y no podía posponerlos aún más de lo que ya lo había hecho.
Permaneció al lado de Frank casi diez o quince minutos. Tan sólo observándolo dormir: sus ojos cerrados, su calma respiración, algunos suspiros. Era increíble que algo tan simple lo hiciese tan feliz.
Se despidió temporalmente de Frank con un dulce y pequeño beso en sus labios. Sólo un roce, sin lujuria, con completa inocencia. Acarició su mejilla y musitó “espérame…ahora estaremos por fin juntos.”

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