lunes, 9 de julio de 2012

Pintura sobre tu piel.

Pintura sobre tu piel.

Autor: DeidRocks.
Clasificación: PG-13.
Género: Drama.


Era martes por la tarde; el calor se sentía intenso aun durante los pocos segundos que demorábamos en trasladarnos de un salón a otro, no podía someter mi mente a nada que no fuera la idealización de la viva imagen incandescente del clima colarse por los poros de mi piel. Sin embargo ocurría solo hasta el momento que entraba al salón de arte; entonces todo se redimía al disfrute de su presencia. Ese día comencé por mirar sus ojos desde mi lugar, una de las cosas que más me gustaba de él era el color esmeralda de su mirada. Lo veía siempre que él no prestaba la suficiente atención para darse cuenta. Aun después que me había advertido de sus preferencias completamente heterosexuales en una ocasión previa. Jamás olvidaría ese terrible malentendido; jamás olvidaría sus palabras exactas.

“Escucha Frank, no porque me interese en las clases de arte significa que también soy gay… me agradas, pero no de esa forma…”

Cada una de las 23 palabras me rompió el corazón. Sin embargo; no lo culpaba, y ejercía mi libertad visual mirándolo hasta fingir hacia mi mismo que me había enfadado.

-Hoy trabajaremos en pareja – Informó el profesor igual de animado que siempre.

En ocasiones pensaba que ese optimismo y esa energía no eran usuales, la forma en sí del maestro de arte era peculiar, su forma de vestir, de hablar y de mirar. Pero trataba de mantenerme alejado de todo aquello que no me afectara o envolviera a mí directamente.

El profesor comenzó a asignar las parejas al tiempo que colocábamos en orden los pinceles y las pinturas del lado del lienzo.
-Trabajaran frente a frente porqué será el rostro de su compañero… lo que van a dibujar – Dijo casi en un aullido – Gerard Way tu con Iero – Le ordenó paseándose por la fila.

Dejé de mirarlo porque sabía voltearía a verme después de aquella orden. Pero los latidos de mi corazón se aceleraron hasta que les pedí que volvieran a su ritmo habitual. Trabajar a su lado debía ser tan significativo para mí como lo estaba siendo para él. Nada; un simple compañero de clase y un rostro que dibujar.

Yo no era muy bueno con el pincel, sin embrago, el poder dibujar su rostro había sido siempre una de mis fantasías. Tenía el pretexto perfecto para mirarlo de cerca, para prestar especial atención a sus finas facciones, para apreciar los pequeños dientes que se asomaban por el borde de aquellos labios que figuraban la sonrisa que me hipnotizaba, y contar cada uno de los traviesos cabellos negros que cubrían una parte de su frente y de su visión. Podía fijar cada una de mis miradas hacia Gerard Way, que regularmente serían fugitivas o secretas, no obstante solo por esta vez podía hacerlo despreocupadamente durante una hora completa.


Me regaló la sonrisa que anhelaba a manera de saludo. Colocó el caballete de madera frente al mío y hundió su pincel con delicadeza en la pintura amarilla. No asimilaba para que necesitaría de aquél color, pero las obras de Way son siempre las mejores, así que opté por prescindir de aquella imagen y mirarlo a él. Comenzó por fijar sus ojos en los míos, yo lo miraba de igual forma, pero no lograba comenzar a pintar cuando la persona que me hace perder la razón me asechaba de manera tan intensa.


Empecé por dibujar sus labios. Brillante elección: sin duda alguna la acción era meramente simbólica. Los deseaba más que otra cosa en su rostro. Me distraía la manera tan sensual que los mordía con cada trazo que dibujaba sobre el lienzo.

-¿Cómo vas Frank? – Preguntó sonriente.

Temía que la razón de su pregunta fuera el que hubiese notado que mi mirada resbalaba por su cuerpo y no por su rostro que era donde se suponía debía estar enfocada.

-Hum… Todo va bien, tardo un poco con los detalles, pero…

-¿Podrías levantar la cara un poco? – Me interrumpió.

Cumplí su petición y aproveché para tratar de memorizar de lleno su sonrisa. Si era lo único que pintaría durante la clase, por lo menos quería que saliera perfecta.

-Recordaba tus ojos más grandes – Comentó.

-¿En verdad? Bueno… tal vez es por tanta luz – Dije sin dejar de fijar mi vista sobre lo que pretendía dibujar.

-¿Y te gusta que sean grandes? – Preguntó inmerso en cada uno de sus trazos.

Mi mano tembló y con la pequeña porción de pintura que poseía el pincel hice un caos sobre el material casi en blanco.
-¿Perdón? – Decidí preguntar antes de que mi mente idealizara algo que no debía.

-Tus… ojos – Contestó.

-Lo siento, no presté atención por un segundo – Mentí. Me estaba dedicando a memorizar cada una de sus palabras para reproducir la conversación dentro de mi mente una vez que él no estuviera a mi lado.

-A mi si – Dijo mirando fijo mis ojos.

-Am… a ti si… ¿Qué? – Indagué contrariado.

Esa conversación ordinaria había pasado a ser bastante discorde a lo habitual y me costaba mantenerme al ritmo de sus palabras.

Dejó el pincel de lado y me tomó con fuerza del brazo para arrastrarme hacia la puerta de la bodega. Yo no pude decir una palabra, sus movimientos me tomaron por sorpresa y cuando menos pensaba me encontraba entre la variedad de materiales de arte con su cuerpo perfecto haciendo presión sobre el mío.

-Gerard ¿Qué fue eso? Nos salimos sin decir nada… el profesor…

-¿El profesor qué? – Me interrumpió invadiendo con su aliento mí espacio personal.

Su brazo rodeó mi cintura y su mano atrevida se deslizaba entre mi pantalón y mi ropa interior, mientras podía seguir inhalando la adictiva esencia de su respirar.

-Gerard… creí que no eras gay – Dije cuando pude darme cuenta de lo que su mano se abordaba a hacer con mi cuerpo.

-No lo soy – Susurró sobre mis labios y los unió a los míos.

Jamás encontraría las palabras para describir el incomparable sabor de sus labios. Era algo que jamás imaginé me sería posible descubrir, el movimiento de su lengua era salvaje, sus dientes rasgaban mi labio inferior después de finalizar cada succión y cada lamida de éste. Me empujó hasta una mesa casi vacía a excepción de un par de cuadros sin terminar y frascos de pintura viejos. Sus manos era algo que no podía dejar de mirar, el darme cuenta que era mi cuerpo el que tocaban con tanta insistencia, y que eran mis labios los que besaba con tanto deseo.

-No lo entiendo Gerard – Dije jadeante en cuanto su boca me dejó el espacio suficiente para hablar.

-No lo entiendas Frank… disfrútalo – Gimió al tiempo que bajaba mis jeans hasta los tobillos.

Abracé su cuerpo con mis piernas y le dejé el espacio suficiente para que me penetrara en esa posición; yo recostado sobre la mesa y él parado frente a esta. Su piel era suave, tibia, húmeda. Sus manos se aferraban con fuerza de mis caderas y mis manos de igual forma a las suyas. Su pene comenzó a entrar suavemente en mi interior, pero yo no quería que él fuera suave; quería al Gerard salvaje que había hecho sangrar mis labios.

-Métemelo todo Gerard – Gemí eufórico.

-Gime por ello – Alardeó.

No quería hacer demasiado ruido, el salón de artes estaba a una sola puerta de distancia y cualquier sonido desmesurado podría llamaría la atención de todos nuestros compañeros de clase, además de nuestra evidente ausencia.

-Estás… loco – Dije jadeante – Nos van a… escuchar.

-No lo harán – Susurró sobre mis labios mientras sacaba su pene de mi interior.

-De acuerdo… hazlo – Pedí de nuevo sobre sus labios.

Gerard me acercó a su cuerpo y tomó mi miembro entre su mano para comenzar a moverlo de arriba hacia abajo. La sangre se aglomeraba en aquella precisa parte de mi cuerpo para hacerla sentir punzante entre la presión de sus dedos. Advertí una sensación caliente invadir todo el interior de mi cuerpo, me gustaba que me masturbara, pero quería aun más sentirlo a él en mi interior, mi cuerpo ardía de deseo mientras me dejaba apaciguar por el toqueteo de su mano.

-Ha… Gerard – Gemí en su oído.

Me tomó del mentón y violentó mis labios fervientemente, sin perder la coordinación del movimiento de su mano, mi cuerpo comenzaba a moverse sobre la mesa, comenzaba a pedirme más, pero él simplemente no me lo daba. Me miró a los ojos y sonrió con malicia. Su rostro reflejaba el mismo deseo que yo creía estar sintiendo. Me tumbó sobre la mesa y separó mis piernas con rudeza. Varios frascos de pintura cayeron sobre el piso, tiñéndolo de un color amarillo y rojo profundo. Sin embargo, la mancha de aquellos brillantes colores dejaron de importarme cuando sentí su miembro rozar entre medio de mis glúteos.

-Ahora si voy a metértelo todo – Dijo en voz baja y lamió sus labios.

Su pene invadió todo mi interior, sentía que había llegado hasta el punto que me hace perder el control total de mis sentidos y dejar únicamente la excitación a flor de piel. El fluctuante movimiento de su pelvis comenzaba a volverme loco, y por más que tratara de seguir su ritmo, él era bastante impredecible.

Clavé mis dedos en sus brazos y lo obligué a salir de mi interior, para esta vez ser yo quien tuviera el control de los movimientos.

-Ha… Frank – Gimió al instante.

No le había prestado atención a sus incesantes voces de placer, sus manos jugaban con mi miembro mientras se dedicaba a entrar y salir de mi ano junto con los movimientos de mi cuerpo. Me estaba viendo tentado a sacarlo de mí una vez más y chupárselo hasta que mis glándulas salivales se secaran de manera definitiva.

-Me vendré… dentro… – Gimió por último antes de regalarme la cálida sensación de su semen correr dentro de mí. Había ignorado que yo mismo me había vendido entre su mano.

Gerard se alejó de mi cuerpo no sin antes besar mis labios de nuevo.

-Tienes pintura sobre tu piel – Susurró en mi oído para después deslizar su lengua sobre mi cuello.

-Ha… no importa – Respondí después de ver la mancha amarilla correr desde mi cuello a mi pecho, buscando de nuevo sus labios con los míos.

A estas alturas no me importaría nada, no me quedaría con las ganas de introducir a mi boca su enorme miembro que me había proporcionado tanto placer. Lo estrelle contra un estante y bajé su bóxer que recién se había colocado de nuevo. Comencé lamiendo sutilmente hasta que emitió el primer gemido.

-¡Ha… Frank! – Exclamó mientras mi lengua lo repasaba ágilmente de arriba abajo – Frank… mmm… ¡Frank! – Exclamaba una y otra vez – Su voz era cada vez más fuerte, su tono era más insistente y por consiguiente excitante.

Cerré mis ojos mientras gozaba su sabor y me embelesaban los excitantes gemido salir de su boca.

-¡Frank… Frank…tienes pintura sobre tu ropa!

Abrí mis ojos y no miré el abdomen desnudo de Gerard. No escuché sus gemidos ni olí la transpiración de su piel. Era su rostro de espanto, era su voz que decía mi nombre una y otra vez para advertirme que la pintura chorreante del pincel estaba manchando mi camisa. Y no era más que el penetrante olor a pintura presente en el salón.

Gerard no estaba desnudo recargado sobre el estante de la bodega, su miembro no estaba dentro de mi boca y mis labios no sangraban a consecuencia de sus besos. Todo aquello no había sido más que una ilusión bastante real dentro de mi mente. Aquellos efímeros segundos donde mi película pornográfica todavía tenía la suficiente lucidez para escuchar a Gerard gemir mi nombre se esfumaron en cuanto me percaté que la clase había acabado, y que éramos los únicos que permanecían en el aula.

Sacudí mi rostro y parpadeé repetidas veces para expulsar las escasas imágenes que conservaba. Gerard tomó una servilleta y comenzó a tallar mi pecho sobre la camisa para intentar desvanecer la mancha negra sobre esta.

-¿En que estabas pensando Frank? – Preguntó a manera de regaño.

Bueno, si se lo dijera tal vez golpearía mi rostro con fuerza y no me hablaría nuevamente. Así que decidí asumirlo pregunta retórica y no contestar nada.

-No te preocupes, yo puedo encargarme de la mancha – Le dije deteniendo su mano para tomar la servilleta, pero él no me lo permitió.

-Está bien así – Me miró con una sonrisa y guiñó un ojo.

Ahora estaba bastante confundido. Sé que la conversación terminó cuando le dije a Gerard que mis ojos lucían más pequeños por la luz, o al menos pensaba que así era, todo lo demás no había tenido ningún sentido.

-… No habías hablado desde que te dije que me gustaban tus ojos grandes – Comentó mientras frotaba la servilleta fuertemente contra mi pecho.

Descarté ese momento de mis falsos recuerdos y lo adherí a los reales. Un escalofrío me recorrió de punta a punta cuando supe el verdadero límite que había tenido la conversación.

-Am… lo siento… he estado un poco distraído.

Gerard sonrió y se dispuso a recoger sus cosas para guardarlas en varias cajas con destino al lugar donde ocurrieron mis sueños. Y yo me dispuse a marcharme, ya que el material con el que trabajaba no me importaba en lo absoluto.

-Frank…Tal vez para mañana termine de pintar tu rostro – Me informó Gerard cuando le di la espalda.

Solo esperaba que no preguntara cuando quedaría concluido mi trabajo, por que no había avanzado prácticamente nada. Escondí el cuadro con mi cuerpo y me sonreí de nuevo con él.

-Es… excelente – Comenté sin poder evitar que mi vista resbalase por su cuerpo hasta permanecer estática sobre su pantalón.

Gerard tomó sus cosas sin dejar de mirarme, estaba seguro que se percató de la penetrante mirada que mantenía hacia su entrepierna. Apuñé mis ojos y me dispuse a seguir caminando.

-Frank – Dijo su voz una vez más – ¿A dónde vas? – Preguntó con incertidumbre.

-A casa… las clases se han terminado – Contesté con recelo.

Gerard tomó la enorme caja con el material y mordió sus labios.

-¿Me acompañarías a la bodega? – Preguntó invadiendo el interior de mis ojos, para después deslizarla por mi cuerpo hasta detenerse en mi zona.

Traté de fingir que aquellas simples palabras no habían bastado para excitarme, le regalé una sonrisa y le devolví la misma mirada pasional.

-Seguro – Respondí adelantándome a sus pasos mientras su manos me tomaba fuerte por el borde de mis jeans.

FIN

2 comentarios:

  1. jajajaja me los imagine :P
    me encanto es de los
    one shot que mas me ha gustado
    :D

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  2. No sé, JAJAJAJAJAJAJAJAJA me cague de risa al final, esta re bueno. Me gustó mucho

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