domingo, 29 de julio de 2012

The dove keeper; Capítulo: #14

Capítulo: #14

Lección Cinco: Sonido.

Finalmente llevé mi guitarra un poco más adentrada la semana. Había estado tocando muchísimo desde ese día en el que mis sentimientos y realizaciones llegaron a un punto culmine, creando una sinfonía que al fin podía entender. Y esperaba que toda esta práctica, esto de tirarme el pelo con mis dedos callosos, no fuese en vano. Había escrito un par de cosas, había ido a diferentes partes de la hoja, diferentes bolígrafos, había gritado un par de veces y fumé el resto del paquete de cigarrillos antes de sentir que finalmente tenía algo que valía la pena de mostrarle al ingenioso artista. Incluso si terminaba apestando en frente de él, la forma en la que su rostro resplandeció cuando me vio entrar a su apartamento más tarde de lo usual con mi guitarra acústica bajo mi brazo, eso era suficiente como para alegrarme el día.


-“¡Finalmente!”- fue todo lo que dijo cuando aparecí, exagerando su tono.

Saltó de su asiento que estaba en el borde de la ventana, mostrando su entusiasmo en formas que su voz no podía retratar. Hubo un momento en el que mi corazón se agitó, y deseaba que el hubiese estado en la ventana esperándome a mi. Conociendo a Gerard, probablemente estaba viendo alguna telaraña en la esquina, disecándola con su arte, pero podía soñar. Y aún así, si él no estaba viendo esa telaraña, sino esperándome, no lo admitiría nunca.

-“Sí, Lo sé”- dije con voz temblorosa mientras entraba.

Tiré mi mochila y colgué mi campera, luego me paré torpemente en el pasillo, esperando. Había estado viniendo a lo de Gerard por unas cuantas semanas para este punto, y esta era la primera vez desde el comienzo en que me sentí incómodo. Normalmente, cuando Gerard me recibía con sus brazos abiertos, entraba a el lugar con una sonrisa y empezabamos nuestra tarea del día, pero ahora la actividad era indeterminada y no sabía hacia donde ir. El ligero peso del instrumento de repente se sentía como una bola con una cadena, tirándome hacia abajo inseguro de mi propio entorno. Podía sentirme temblando pero me aferré al cuello de la guitarra, tirando todo por la hora. Las duras cuerdas fueron presionadas y sabía que me dejarían marcas.

-“¿Qué estás esperando?”- me llamó Gerard con un tono malicioso.


Desde que se había puesto de pie, no se había movido de su posición junto a la ventana, ni siquiera para abrazarme como normalmente lo hacía. En lugar de eso, simplemente se mantuvo parado sólidamente, una mano sobre su cintura, mientras hacía un gesto hacía mi con la otra. –“Ven aquí y dame una serenata. Junto a la ventana: todos los clichés incluidos”- me dio una pequeña sonrisa y guiñó el ojo, sus cabellos gruesos cayendo sobre uno de los lados de su rostro.

Sonreí a su broma, aflojando un poco de la tensión de mi espalda y di un paso hacia adelante. Mientras jugaba con la correa de la guitarra y su mástil, él apartó los materiales de arte para que pudiera tener el centro del suelo para mí. Deseaba que las latas de pintura y los pinceles estuviesen esparcidos a mi alrededor. Me hubiese dado algo más en que enfocarme, en lugar de tener solamente la mirada de Gerard. No era intimidante, pero el hecho de que estaba mirándome, esperando por mí era desconcertante.
-“Nunca antes toqué para alguien”- le advertí, pretendiendo ajustar las clavijas para pasar el tiempo y evitar mis ojos de los suyos.
-“Entonces, me siento honrado”- sonrió, apartando el flequillo de su rostro. La forma en la que habló, como las palabras fluían fuera de su boca, hacía que se me aflojen las rodillas. Él realmente quería oírme. Y aún no podía entender por qué.
-“No soy bueno”- volví a advertir, tratando de ganar más tiempo.

-“Tu opinión no cuenta Frank”- Me informó Gerard, levantando una ceja –“Eres subjetivo y no puedes ver la belleza en algo que haces a diario”-
Escuché su respuesta tranquilamente, manteniendo mi vista hacia abajo. Recordé la conversación que tuvimos sobre esto y aunque hubiese estado más aliviado al poder tener este recuerdo una y otra vez, Gerard me cortó.

-“Simplemente toca Frank”- me instruyó con voz calma. Dobló una rodilla sobre el banco y se volvió a sentar, envolviendo sus manos y acercándose. –“Quiero oír. Quiero saber qué pasa dentro de tu cabeza y como te expresas…”-se quedó callado, dándome otro guiño en señal de aliento. –“Y quiero saber si te he enseñado algo”-

Asentí y tragué con dificultad, sus amables palabras entrando por un oído y saliendo por el otro mientras afinaba más mi guitarra. Me pare en frente de Gerard durante muchísimo tiempo, acomodando al instrumento, pero ignorando por complete mi estatura. Estaba encorvado, mis hombros plegados en un ángulo que no creí posible.

-“Frank, parate derecho o nunca voy a poder oírte cantar”- ordenó Gerard, casi serio. Cuando levanté mi cabeza con una expresión perturbada más que siguiendo sus ordenes, continuó ,-“Hay canto ¿no?”- sus ojos estaban bien abiertos y llenos de esperanza, pero su ceño estaba ceñido, sintiendo un pequeño dilema.

-“Bueno…uh”- murmuré debatiendo si debía continuar o no.

La verdad era, que había planeado este día por mucho más tiempo de lo que parecía. A pesar de actuar como un tonto incompetente que no tenía idea de su actuación hasta hace quince minutos atrás, me había despertado a mitad de la noche, solo para pensar cada movimiento. En mi fantasía perfecta, iba a cantar mientras tocaba la guitarra (y Gerard pensaba que era increíblemente hermoso, por supuesto). Incluso tenía letra de la pequeña pieza que iba a realizar. No era una canción o nada así, solo un montón de versos y líneas repetidas, todo junto. La composición no rimaba y algunas partes eran un poco toscas, pero aún así, era algo que venía de mi. Era la única buena entidad que salió del desastre de garabatos en los que tardé horas. Pero no podía cantar. No en esta vida, a pesar de lo que había ideado en mi fantasía. Y cuando le dije esto a Gerard, volvió a discutir conmigo.

-“Tu opinión no importa”- repitió, una sonrisa creciendo en su pálido rostro ante mi molestia.

Estaba disfrutando esto. Tuviese o no su serenata (como él la llamaba), estaba teniendo suficiente diversión con joder con mi cabeza y ver como me retorcía. No era un completo bastardo sádico cuando hacía esto; sabía que había un método en su locura. Estaba intentado de aumentar mi confianza, aún cuando yo me sentía un poco masoquista al dársela. Y eventualmente, vi que no había ningún uso en seguir discutiendo con él. Me sentía desnudo y expuesto de cualquier forma; no necesitaba agregar otra cicatriz emocional a la lista. Me rendí y comencé a tocar, tragando mi miedo, orgullo y todo lo que tenía para perder.

Comencé a poner mis dedos sobre los acordes lentamente, solo para calentar. Podía sentir la puta anticipación de Gerard cuando se sentó al borde de su banco, balanceándose hacia adelante, haciendo rebotar sus pies casualmente mientras escuchaba intensamente. Sus ojos bien abiertos y psicóticos, mirándome como si fuese una presa, lista para ser devorada. Esto era una jodida droga para él. El arte, en cualquier forma, por cualquier persona, lo hacía pegarse un viaje. Y en ese momento estaba extasiado, y no había hecho nada más que escalas. No podía imaginar que pasaría cuando algo real saliese. Parte de mí se preguntaba si moriría de una sobredosis por su adicción favorita, y aunque eso evitaría que tocase (y probablemente me ahorraría toda la vergüenza), tenía que admitir que me gustaba la atención que me estaba dando. Quería aguantar lo máximo que podía.

Le di un rápido vistazo, capturando su sonrisa antes de estar seguro de poder hacer esto. Dejé escapar pequeños murmullos, como para recuperar mi aliento y tratar de encontrar la nota correcta (una que no dañara mis oídos) y comencé a tocar.
La composición que había escrito era simple y pura; algo que podía leer y recordar mientras tocaba los igualmente simples acordes. Aunque me sentía inferior al delatar mi habilidad de escuela primaria en la guitarra, necesitaba algo fácil y sencillo de realizar, porque esto de actuar era la cosa más jodidamente difícil que hice. Era lo suficientemente difícil abrir mi alma a la gente, pero hacerlo en frente de Gerard era otra cosa. Respetaba tanto a este hombre, que no sabía si podía soportar el hacer esto. Vería mis debilidades, mi alma y más que nada, él vería mis errores. Me había alentado tanto, que no quería decepcionarlo.
Tuve que cerrar mis ojos mientras tocaba, para cerrarme también de lo que estaba haciendo. sin importar que tanto presionara mis párpados, aún podía sentir la anticipación del hombre de cuarenta y siete años balanceándose en su silla, escuchando la canción que había escrito para él. Y ciertamente, aunque intentaba hacer pasar esto como un escrito normal, era solo para él. Había estado en mi mente, ahora más que nunca, y por eso fue que me descargué en una página. No lo podía evitar; debía escribir sobre él antes de que mi cabeza explotara. Y una vez que lo tuve, editado en algunas partes, y en otras haber gritado, me había quedado con esto que estaba interpretando en frente suyo, junto con los pensamientos de fondo de mi subconsciente.

Necesitaba que le gustase esto. Había una pequeña parte en mí, en lo profundo de my psyché que aunque no quería aventurarme dentro de eso, tenía una alta noción preconcebida de todo esto. Si le gustaba mi canción sobre él, entonces yo le gustaría. Él ya me gustaba; me daba cuenta, pero no sabía si era del modo en el que quería. Y para ser honesto, no sabía en qué modo quería gustarle. Él era el maestro, el mayor, el más inteligente en la situación. Él tenía las respuestas. Yo era el adolescente ingenuo, que siempre iba a él por esas respuestas. Y mi canción, bueno, esa era mi forma de preguntar que finalmente era pronunciada. Necesitaba hablar con música, porque usar palabras real era demasiado peligroso para que ambos pudiésemos manejarlo.

Durante las lineas inicales, mi voz se quebró un par de veces por el puro nerviosismo. Tampoco estaba completamente seguro de como ajustar mi tempo, pero logré hacerlo. Mis dedos se deslizaron sobre las cuerdas solo un par de veces, y hubo una pausa incómoda en la cual me olvidé la letra por la ansiedad misma. Luego de unas cuantos momentos dolorosos en los que mi estómago se retorcía en agonía, se había terminado. Simple como eso.

Había terminado mi canción, las letras desparramadas en el piso en frente de donde Gerard estaba. Mantuve mi cabeza gacha, alivio recorriéndome queriendo que la sensación no acabara. Gerard no dijo nada, y cuando finalmente levanté mi cabeza; aún estaba callado y pensando, su mano tomando su mentón. Era incapaz de decir si esta actitud pensativa era algo bueno o malo. Realmente quería saber su opinión. Llevé mi guitarra porque me lo pidió, y volví a tocar por él. Me había beneficiado también, manteniéndome sano mientras pasaba el tiempo solo en mi casa. Pero él era mi única inspiración. Esperaba que lo supiera, porque estaba jodidamente seguro que no se lo iba a decir. Y aunque quería que supiese la pregunta que le hacía, y obtener a cambio una respuesta, no quería que mis sentimientos fuesen muy obvios en las palabras que había escrito. Todos los adolescentes hablaban de amores no correspondidos, de sentimientos de confusión. No tenían que ser sobre él.
-“¿Qué piensas?”- rompí finalmente el silencio, mi voz cortando todo como un cuchillo. Gerard había estado mirando hacia abajo, a uno de sus pies extendido, pero ahora había levantado su rostro para encontrarse con el mío. Inhaló profundamente y echó la cabeza hacia un lado.
-“¿Quieres honestidad? ¿Pura y completa honestidad?”- preguntó seriamente, apretando sus labios.

Mi corazón dio un vuelco. Sabía de experiencias previas que eso nunca era una buena línea de entrada. Tenía el presentimiento de que si no decía que Sí, igual Gerard iba a darme la brutal verdad. Asentí, solamente para hacerme pensar que poseía algo de control sobre el dolor que estaba por sentir.

-“Bueno,”- comenzó Gerard, asintiendo con su cabeza y tragando, aclarando así su garganta
-“Creo que lo haces muy bien – para un princinpiante. Sin embargo esa fue mi principal preocupación. Todo parecía demasiado elemental. Demasiado redundante y simplista. Hiciste las cosas muy apurado y tus palabras no coincidían. Eran demasiado apresuradas, mientras que la música no lo era. Había muchas frases amontonadas en la música. Necesitas mucho trabajo…”- dijo Gerard, mirándome de arriba hacia abajo, luego a mi costado, mi guitarra en su foco visual –“Pero eres bueno para recién comenzar”-

Mordí mi labio y tragué con dificultad, sus palabras bañándome como agua salada y punzando la herida abierta que había creado. Me tomó un momento para que cada connotación, significado e importancia me golpease, pero cuando lo hicieron, me derribó el peso. Si hubiesen sido balas, probablemente estaría sangrando y muerte sobre su piso, sin importar si tenía chaleco o no. Punzaban. Lastimaban.
Lo que más me dolía es que yo no estaba empezando a tocar. Había tocado antes, parado y continuado, desde hacía años, desde que era un niño. Ya sabía lo básico –ese conocimiento elemental que Gerard pensaba que recién adquirí, lo sabía por años. Esencialmente no había mejorado desde que había recogido el viejo instrumento y había recomenzado. Mis noches en casa, con la guitarra en mi regazo y las revistas abiertas en frente mío, habían sido un desperdicio. Un absoluto y completo desperdicio. Había intentado tanto –todo por él- pero aparentemente no era lo suficientemente bueno. Yo no era lo suficientemente bueno. Yo no estaba intentando lo suficiente y yo había estado desperdiciando mi tiempo. Estaba inseguro de que era lo que dolía más: si el hecho de que no era bueno, o que Gerard lo dijo.

¿Se suponía que mi inspiración me diera la espalda de esta manera? Me encontré preguntándome mientras la sangre drenaba de mi cuerpo. No sabía la respuesta a mi pregunta interna, pero podía sentir como mi interior se desmoronaba. Mi estómago revuelto y mis músculos desprendidos de los huesos. Casi dejo caer mi guitarra, la esquina golpeando el suelo y haciendo un sonido que hizo eco en todo el apartamento, trayéndonos a ambos a la realidad.
-“Bueno…”- fue todo lo que pude decir.

Permanecí inmóvil en mi posición en la que me había desgarrado, de repente me di cuenta de que tenía que moverme. Aún estaba desnudo y expuesto en frente suyo, y ya no tenía la guitarra para esconderme. Necesitaba moverme y girar rápidamente, antes de que hiciera algo igualmente vergonzoso. Retrocedí y comencé a ocuparme con algo detrás de mí, yendo hacia mi mochila.
-“Oh, Frank”- Gerard llamó detrás de mí.

Oí el cojín en el que estaba sentado volver a su forma mientras su cuerpo se alejaba, yendo hacia mí. Caminó detrás de mí y puso una mano sobre mi hombro y gentilmente me hizo dar la vuelta. Mi rostro estaba rojo, la sangre encontrando su camino de regreso a mí, a través de la vergüenza y el dolor, filtrándose bajo mis mejillas.
Odiaba que me viera así; era aún peor que la crítica misma. Sentía a mis ojos arder, pero sabía que no iba a llorar. El aire de golpe se sentía más seco, el polvo siendo agitado a mi alrededor luego de que me atacase. Tampoco ayudaba el hecho que me estaba volviendo pésimo en mentirme a mi mismo.

-“Frank, ¿A dónde vas?”- preguntó. Sus ojos profundamente suplicantes ante los míos. Miré a mi alrededor, dándome cuenta de que estaba tomando mi mochila y sacando mis llaves.

Realmente no tenía idea de a dónde iba; solo lejos de la crítica y la vergüenza que sentía, pero realmente no tenía un lugar a donde ir. El apartamento de Gerard era mi único santuario. No podía ir a casa, y no quería. Todo lo que tenía ahí era a mi madre y padre, sus sueños siendo aplastados, en especial si me veían llegar cargando mi guitarra. Ya había sido lo suficientemente dañado ese día, no necesitaba ir a casa y tenerlo de nuevo. Sam y Travis ya se habían ido, a drogarse o a encontrar alguna forma de conseguir licor. Ya no tenía deseos de adormecerme. Aún cuando me dolía tanto la paliza verbal de Gerard, quería sentir este dolor. Parecía esencial y necesario, porque a la larga, sabía que estaba tratando de ayudarme. Sabía que de cualquier forma, me quedaría aquí, en su lugar. Además, como se retorcía su rostro cuando hablaba hacían parecer que realmente estaba apenado.

-“No estaba yendo a ninguna parte”- dije, mintiendo a medias. Arqueó una ceja escéptica mientras volvía a guardar mis llaves. Bajé la guitarra, apoyándola con más fuerza de la necesaria. El sonido hueco hizo eco en el apartamento y no pude evitar el preguntarme si mi corazón había caído también, haciendo el mismo ruido.

-“Bueno, entonces ven y siéntate en el sofá conmigo”- intervino Gerard, comprándose mi mentira. Movió su mano hacia mi hombro hasta la palma de mi mano y la agarró con sus dedos. Comenzó a caminar y arrastrarme, su cálida mano entrelazada con la mía. Lo seguí con rodillas remblorosas y mis articulaciones trabadas, agradecido porque me guiara.

-“Fui honesto contigo Frank “confirmó tan pronto como llegamos al sofá. Soltó mi mano, y juntó las propias, colocándolas con diligencia sobre su estómago –“Y la honestidad duele”-

No me jodas Sherlock. Dije amargamente en mi cabeza. Odiaba cuando decía lo obvio; se sentía como si me estuviese subestimando. No confiaba en mi como para responderle algo. Por lo menos, no todavía. Quería ver si Gerard tenía un punto para esto, o si solo estaba intentando de hacerme sentir más mierda.

-“Sin embargo puedes continuar luego de esto, Frank. De hecho, debes continuar”- habló claro y conciso, señalando con fuerza con su dedo índice para enfatizar su punto.

No había planeado dejar de tocar la guitara per se, sólo por sus observaciones, pero ciertamente no iba a tocar con recuerdos tan amorosos. No me molesté en hablar, dándole a Gerard la oportunidad de continuar, de finalizar su pensamiento.
-“Si continúas y te importa una mierda lo que la gente piense, entonces es eso lo que te hace un verdadero artista.”- sonrió ante la profundidad de sus palabras, pero yo solo podía ahogarme en su significado.
-“¿Cómo?”- pregunté perplejo –“Si la gente lo odia ¿Cuál es el punto?”-

-“¿A ti te gusta Frank?”- preguntó, sus ojos indagando profundamente. La respuesta era obvia: si me gustaba. No quería dejarlo. Realmente me había ayudado en los últimos días, canalizando mis pensamientos y sentimientos en algo concretos. Antes de que pudiese dejar salir la verificación por mis labios, Gerard vio la respuesta en mis ojos.

-“Entonces vale la pena”- concluyó, asintiendo su cabeza con una sonrisa de satisfacción.
Débilmente aprobé, encogiéndome de hombros mientras miraba la habitación.
-“¿Te conté alguna vez de la primera vez que me rechazaron?”- preguntó, cortando nuevamente mis pensamientos.
De ante mano, no había pensado en la opinión de Gerard y lo que había pasado usando una terminología. Simplemente me había lastimado como la mierda. Solo me concentraba en los sentimientos. Sin embargo cuando él la etiquetó usando la gran palabra con R, encontré mi estomago cayendo nuevamente debajo mío.

Gerard me había rechazado. En ese momento me di cuenta de la respuesta a la pregunta hecha con acordes y melodías era un No. Era un No al gustarle mi canción, un no a que yo le gustase y por lo tanto todo aquello que pasó por mi cabeza durante los últimos días y semanas, no era más que producto de mi imaginación hiperactiva. No le gustaba a Gerard. No podía gustarle. Mierda, él era un adulto, y en su presencia yo era apenas un niño. Enamorándome de tantas formas de su gracia. Un adolescente ingenuo en el verdadero sentido de la palabra.

Darme cuenta de esto hería más que el exponer mi alma y tener sus palabras contra ella. Podía sentir a mi cuerpo entregandose inútilmente, mientras miraba al hombre al que había leído completamente mal. Encontraba tan ironico que él pasara tanto tiempo enseñandome, usando una lección tras otra y al final todo era inútil. Había reprobado el exámen más importante a la fecha.

Negué con mi cabeza a su pregunta, queriendo una distracción. Aún estaba mínimamente curioso de ver a donde iba con todo esto. Estaba seguro de que no estaba intentando de hacerme sentir peor…

-“Fue en mi primer año de secundaria”- comenzó, inclinándose sobre el sofá, adentrándose en su historia. El pasado llegaba con facilidad a él en este tipo de situaciones, principalmente porque estaba probando un punto, y no deteniéndose en él. Me iba a enseñar algo con esto, y nunca dejaba pasar una oportunidad para hacerlo.

-“Reprobé un proyecto de arte porque la profesora no “entendió” lo que había hecho”- hizo una mueca sarcástica ante la observación, uso aires de citas antes de continuar –“Estaba devastado. Había trabajado por horas en esa pieza y ella me reprobó porque no podía entender por qué había dibujado gente caminando sobre el césped, en lugar de sobre la acera que estaba a su lado. ¡Era una declaración sobre la naturaleza!”- levantó sus manos, muy metido ya en su narración. Me miró y me sonrió, siendo exitoso en tener una respuesta positive de mi parte.

-“Fui a casa con la obra y la quemé. No quería ver mi fracaso una y otra vez. Pero fue cuando miré las cenizas que me di cuenta de que no estaba equivocado. Y tampoco lo estaba ella. Teníamos nuestras interpretaciones diferentes del arte. La suya no era como la mía, y por eso me había reprobado –pero por lo menos siempre recordaría mi pintura. Porque causó una respuesta en ella, incluso si fue una negativa. Noté que eso era lo que se suponía que el arte debía hacer, y ya no me importaba una mierda si a la gente le gustaba o no. Si lo veían, era suficiente”- Gerard pausó por un momento, burlándose de si mismo. –“Ahora quemo mi arte por la pura diversión de hacerlo. No porque estoy siendo rechazado”-

Aprobé con mi cabeza lentamente, tomando su historia y su consejo, incluso sonriendo un poco con él en la última línea. Esta situación era absolutamente buena para él, pero una guitarra y música no eran lo mismo que el arte. Podías interpretar más al arte, en mi opinión. Oías la música y eso era todo. Algunos lo amaban, otros lo odiaban, pero eso no era por sus interpretaciones. No era porque causaban una reacción en ellos. Estaba determinado por alguna peculiaridad que tenían en sus intereses sobre los cuales no tenía control. No me gustaba ese aspecto, y el consejo de Gerard, por más agradable de oír que fuese, no se aplicaba para mí. Principalmente porque no me importaba si le gustaba o no a alguien más, esto que había escrito. Quería que le gustase a él.

Y no le gustó. Fin de la historia, estaba comenzando a ser algo inútil insitir en esto una y otra vez. –

“No lamento lo que dije”- dijo Gerard de repente cuando ambos quedamos en silencio sobre el sofá, luego de su historia.
Había estado respirando con incomodidad desde que me había sentado, y esta declaración no ayudó. Sus palabras me cortaron nuevamente, pero para ese momento, estaba bastante seguro de que estaba adormecido. Y definitivamente confundido. Cuanto más tiempo pasaba ahí, más parecía que Gerard se preocupaba por mí. Pero en ese momento sentía que era mi padre, destrozando mis sueños con sus dedos índices.
Solo que Gerard iba a ser un show de arte con mi destrucción porque eso era lo que él hacía.
-“Era mi opinión”- aclaró sus pensamientos, viendo que sus palabras no estaban hacienda nada por ayudarme. –“Y nunca debes disculparte por tu opinión, aún si es erróneo. Si aún puedes respaldarla, entonces es tuya. Y tiene sentido, aún si lo tiene solo para ti”
Asentí, mirando a la television rota en frente mío. No quería mirarlo. Necesitaba espaciarme y quizás escuchar ocasionalmente para ver si reconstruía un poco mi espíritu. Era desear mucho, pensándolo mejor.

-“Es como pintar…”- continuó Gerard comparando sus pensamientos con aquellos del arte en el que era tan bueno.

-“¿Podrías parar por un segundo?”- grité, sorprendido de mi propio tono. –“Gerard no todo tiene que ver con el arte. Algunas cosas se pueden sostener por si solas”- le disparé una última mirada, antes de descansar mi rostro sobre mis manos, inclinándome hacia adelante en mis rodillas.
No tenía idea de que esas palabras estaban siendo construidas en mi interior. En el pasado siempre me había maravillado con sus teorías; comiendo cada palabra y bebiendo cada vaso de vino. Pero supongo que solo amaba sus teorías cuando me causaban algún beneficio, no cuando me lastimaban. Mi opinión había cambiado, y como la nueva teoría de porquería de Gerard, no me iba a disculpar.
-“¿Sabes qué?”- preguntó Gerard, no afectado por mi explosión, pero tampoco demasiado contento con ella. –“Tienes razón. Algunas cosas pueden sostenerse por si solas. Como tus letras ¿Puedo verlas sin nada de fondo?”-
Mi cabeza se levantó a una velocidad vertiginosa, clavando mis ojos con los del artista. Su mano estaba abierta, esperando que le diera el pedazo de papel arrugado en el que mi corazón había sangrado por él. Sus cejas estaban elevadas y sus ojos bien abiertos; le iba a dar a esto (y a mi) una segunda oportunidad.

-“um…”- murmuré, buscando en mis bolsillos y sacando el elemento solicitado. Se lo di lentamente, actuando como si el papel se fuese a romper en millones de pedazos si se manipulaba incorrectamente, como los sentimientos que solía tener. Se comenzó a formar cierto pegamento sobre las grietas con esta segunda oportunidad de Gerard, mientras rogaba mientras él leía, acercando el papel a su rostro para poder entender mi garabateada letra, que tratara con cariño lo que quedaba de mí.
Sus labios se movían cuando sus ojos rozaban las palabras que yo ya conocía. Era algo corto y simple, pero Dios, en ese momento, lo decía todo.

El sol baja
Con tu rostro pintado en lo alto
En lo alto de los árboles, donde deberían haber montañas
Y abajo donde crecen los fuegos del infierno
Vi tu rostro en un líquido ámbar
Y tu nariz es la cresta de una cueva.
Bailaría con tus ágiles dedos
Si pudiera ser más que solo un salario mínimo
El día se vuelve más cálido
La Tierra en la que nos recostamos florece
Pero el sol aún se pone sobre las montañas
Y en las cuevas donde los árboles deletrean los nombres de otros
Y mi corazón aún está atascado
En esos fuegos infernales de ese sol.

-“Esto”- dijo Gerard finalmente luego de momentos de espera e incertidumbre, las uñas de mis pulgares clavándose en mi piel con fuerza de tanto presionar mi puño. –“Esto puede sostenerse por si mismo. Esto es algo que leería, amaría y quizás citaría. Como…”- calló, llevando nuevamente su nariz al papel. Había solo unas cuantas frases en la página, pensé que encontraría alguna dificultad en elegir algo, pero aparentemente, no era así. –“Bailaría con tus ágiles dedos. si pudiera ser más que solo un salario mínimo- eso Frank, es absolutamente hermoso. Tu analogía de una vida de pobreza y felicidad en la libertad del baile me maravilla. Amo bailar; es realmente hermoso, al igual que esto. Y todo esto tiene potencial”-
Me miró e intentó sonreír, deseando haber mejorado algo. Su interpretación no tenía sentido para mí. –eso no era para nada lo que intentaba decir. Odiaba bailar y tampoco era pobre. No sé exactamente que había estado insinuado, solo estaba ahí. Pero ese era el punto con el arte, me dije, recordando sus palabras y citándolo en mi mente, como él había hecho conmigo. Diferentes interpretaciones para diferentes personas. Por lo menos estaba encontrando algún significado en algo que escribí. Por lo menos me estaba citando. Mis sentimientos de enojo estaban mejorando, sus palabras sanaban algunas heridas, pero la sal que había esparcido antes aún ardía en otras.
-“La guitarra…”- mencioné tranquilamente, mirando hacia donde había posado el instrumento.

-“La guitarra”- repitió Gerard, juntando sus labios. –“Eso necesita trabajo. Y estas palabras no van con ella. No necesitan música para poder destacarse”- volvió a sonreírme animándome con su sonrisa manchada. –“Sigue practicando Frank. Sigue trayéndola, y yo te escucharé”-
Volví a abajar mi cabeza, asintiendo solemnemente. Había practicado. Había hecho todo lo que me dijo. Y aún así no era lo suficientemente buenp. No podia ver como llevar mi guitarra a su apartamento ayudaría. Solo me haría ser más consciente, porque lo sentiría juzgándome cada cinco segundos. Suspiré, declinando su oferta en silencio.

-“Vamos Frank”- dijo acercándose a mí y colocando su brazo alrededor de mis hombres. Me encogí y lo aparté. No quería que me tocase en ese momento. Aún me sentía muy débil. Gerard tomó la indirecta y con un suspiro, ahora propio, deslizó su brazo por mi espalda, dejándolo a centímetros de mí. Centímetros que eran muy lejanos y a la vez no tanto.

-“¿Frank, Qué puedo hacer para mejorar las cosas?”- preguntó de repente en mi oído.

Su voz era tan clara y pura. Realmente estaba intentando de hacer que me sintiera mejor. Realmente quería que las cosas estuviesen bien. Ese era un inicio para el artista que conocía hace semanas, que me había degradado por mi falta de cultura y conocimiento. Iba a salir rengo de esta, y era por mí.

Llevé mis ojos a encontrar los suyos, y vi esa sombra oliva algo perturbada por la molestia que me había causado. Sabía que era por mi propio bien, como él me había informado en su lección del rechazo, pero aún así dolía. Y él lo sabía. A diferencia de las otras veces en las que él quería que me cociera en mis propios jugos y pensara en lo que había hecho, esta vez quería salvarme de ellos. O por lo menos tirarme una línea para hacer las cosas más fáciles.
-“Lo que quieras Frank”- agregó, sabiendo que tenía mi atención. –“Considéralo un favor. Tú has hecho muchísimo por mí”-
Aprobé con entusiasmo, luego volví a mi semblante serio para pensar que quería de Gerard. Y tan pronto como abrí el portón de mi mente, fui bombardeado con imágenes tras imágenes, sonidos tras sonidos.
Vi a Vivian sobre el mismo sofá en el que estábamos sentados, su cuerpo desnudo extendido en frente de Gerard. Vi el modo en el que sus manos se movían cuando la dibujaba, tomándola con cada característica y deseo. Vi la forma en la que admiraba su cuerpo como una obra de arte, y que tan hermoso era. Oí como me decía cuanto la amaba y como habían sido tan íntimos. Pero más que nada, sentí celos rotando en mi interior, anudándome y luego cortándome una y otra vez.

Sabía lo que quería de Gerard.

Era un favor al que debía encomendarse, a pesar de su previa oposición. No le había gustado la canción que le canté, pero aún me gustaba él, e igual como el tocar la guitarra, iba a seguir. Gerard me dijo una vez que hay algo en tu sangre que te hace ser un artista. Quizás ese mismo principio e aplicaba aquí. Había algo en su sangre, y en mi sangre y estaba convencido de que se estaban uniendo. Ciertamente no había elegido que él me gustase tanto como lo hacía, pero ahora, era capaz de elegir una cosa. Gerard quizás dijo que no a mi pregunta, pero iba a darle una prueba final. Y esta vez, no iba a aceptar nada sin pelear. Quizás intentaba enseñarme, intentaba ser amable y tierno, pero iba a obtener lo que quería de él. Finalmente iba a ganar este juego, esta batalla que él había iniciado en el momento en el que me arrojó pintura desde su balcón, mostrándome algo que nunca antes había conocido.

Giré para encararlo y hablé sólidamente, mi mente llegando a una decisión. –“Quiero que me dibujes aquí, en este sofá, mañana, Como lo hiciste con Vivian”-

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