miércoles, 30 de enero de 2013

A lovely apparition; Capítulo: #2

Capítulo: #2

Era poco más de una semana después de la mascarada cuando Gerard compró su segundo vestido.

Iba camino a una de las librerías que frecuentaba cuando lo vio a través de la ventana de la tienda. Era de un azul rico, profundo y más moderno en estilo que el primer vestido que había comprado, con una forma más simple y mangas más largas. Gerard se detuvo para mirarlo por un momento, y luego apresuró el paso. Varias horas más tarde, pasando por la misma tienda a su casa, se detuvo de nuevo, por más tiempo esta vez.

Al día siguiente, volvió a la tienda y se encontró con que el vestido seguía ahí. Y, después de unos momentos de debate interno, entró a preguntarle al tendero sobre el vestido, explicando que tenía una prima joven a la que podría gustarle.

No hubo baile de máscaras esa noche—no había excusa para usar una máscara, ningún tabú para quién pudiera llegar hacia Gerard preguntándole su nombre u otros detalles personales. Pero Vauxhall seguía siendo Vauxhall, donde se podía ir sin invitación o anuncio, y negarse a responder a las preguntas, si uno quisiera.

Michael suspiró un poco, pero ayudó a Gerard a vestirse de nuevo sin más comentarios.

*****

No era, precisamente, que Frank estuviera buscando a la mujer de ojos color avellana. Expresado de esa manera implicaría que él había asistido a Vauxhall esa tarde específicamente para buscarla, el cual no era el caso en absoluto. Frank solía pasar al menos parte de su noche en Vauxhall, y había bailado con (y tal vez robado un beso o dos) varias mujeres muy bonitas allí desde la noche de los disfraces. Y si también hubiese estado echando un ojo para encontrar a la dama de la mascarada, bueno, ¿qué?

Aún tenía que verla de nuevo, y estaba empezando a preocuparse de que ella podría no ser tan fácil de reconocer como él había esperado, entonces se dio la vuelta y vio a una mujer con un vestido azul. Estaba de pie, apartada de la multitud, volteada de manera que Frank vio su perfil, y entre todas las cosas, fue su nariz respingada lo que reconoció primero.

Se acercó, mirándola mientras observaba a la multitud, viendo el movimiento de sus pestañas cuando parpadeó, la forma en su cabello negro estaba recogido y suelto en la nuca, la elegante línea de su cuello, rodeado por la cinta de seda de la vez anterior, el suave oleaje de sus pechos bajo la seda de su vestido.

Mientras Frank se acercaba, ella se dio la vuelta, y vio sus ojos abiertos al reconocerlo.

"Hola," dijo él, sonriendo. "Nos hemos visto antes, ¿no es cierto?"

"Me sorprende que se acuerde, señor", respondió la mujer.

"Oh, usted fue ciertamente memorable", dijo Frank. El color inundó las mejillas de ella, y él se apresuró a añadir: "Quiero decir que, por supuesto, de la manera más grata."

"Por supuesto", repitió ella, con una sonrisa irónica. "Usted mismo fue bastante memorable también, señor."

"Me alegro de oír eso", respondió Frank, y le tendió una mano hacia ella. "Y me alegraría aún más presentarme ante usted correctamente."

Ella pareció vacilar por un momento, y luego puso su mano en la suya. Frank se inclinó, rozando sus labios en sus nudillos. "Frank Iero, a su servicio."

"¿Iero?" Repitió ella, con un tono curioso.

"Mi familia es siciliana, dos generaciones atrás", explicó. "¿Y usted, mi dama?"

Ella alejó su mano de la de él, presionando sus labios por un momento antes de responder. "Le ruego que me disculpe, señor, pero prefiero no decírselo".

Frank arqueó una ceja. "¿De veras? Como quiera, pero debo confesar que sólo me provoca aún más curiosidad en usted."

"Espero que pueda vivir con su curiosidad insatisfecha, entonces," contestó ella de manera uniforme.

Frank dio un exagerado suspiro y extendió las manos. "Voy a hacer mi mejor esfuerzo. Pero si quisiera, podría hacer más llevadera mi decepción bailando conmigo."

"No estoy segura que deba llamar su atención, señor Iero", dijo. Su tono era ligero, pero había una expresión protegida en sus ojos.

"Me comprometo a mantener mi curiosidad para mí mismo", le dijo solemnemente. "Usted puede dirigir la conversación, si lo desea."

Ella se le quedó mirando un rato más, y luego le dio una leve sonrisa. "Muy bien, señor, pero tengo la intención de mantener su palabra."

Frank sintió, y le tendió la mano para llevarla al baile. "¿De qué vamos a hablar, entonces?", Preguntó. "¿Moda? ¿Literatura? ¿Política?"

"Nada de política", dijo ella al instante, con una mirada de disgusto, y él rió.

"Muy bien, nada de política. ¿De qué le gustaría hablar?"

Ella pensó por un momento, siguiéndolo en el baile con un poco más de confianza de la que mostró en la mascarada, y luego miró a través de él. "Dígame, señor Iero, ¿va al teatro a menudo?”

*****

Gerard realmente no esperaba ser reconocido, no había pensado que el joven hombre—Frank—recordara a una mujer con la que había compartido un (bien torpe) baile en una mascarada, o que mostrara algún interés en bailar con ella de nuevo.

Tal vez debería haber rechazado, pero por el momento, Frank parecía lo suficientemente dispuesto a dejarlo (o, más bien, "dejarla") seguir siendo un misterio. Y fue sorprendentemente fácil, bailando con Frank, manteniendo una cortés y ociosa conversación con él, olvidar por qué todo esto era en absoluto una mala idea.

Bailaron dos veces hasta que Gerard notó lo adoloridos que estaban sus pies, apretados en esos tacones altos.

"¿Vamos a sentarnos un rato?", Sugirió.

"Si usted quiere", dijo Frank, mirando a su alrededor. "Mira, ahí hay un banco."

Sentarse en un vestido aún tomaba un poco de paciencia—no era difícil, realmente, no en comparación con los zapatos y el corsé y todo lo demás, pero Gerard tuvo que estar conscientes de las faldas, y no simplemente desplomarse en la silla como lo habría hecho en otro momento.

"Es una linda noche", dijo. Más como conversación cortés, pero también era cierto, el cielo estaba despejado, y había una brisa suave que impidió el desagradable calor.

"Lo es", coincidió Frank. "Y aún mejor por haberla encontrado de nuevo."

Gerard bajó la vista, sintiendo el calor en sus mejillas. "Usted parece decidido a hacerme sonrojar, señor Iero."

"Bueno, usted se sonroja de una manera muy atractiva", dijo Frank.

"No tiene que halagarme así", dijo Gerard suavemente. Aparte del hecho de que lo hacía sentir peor por engañar Frank, él no estaba ni remotamente acostumbrado a recibir tales elogios; se le subieron a la cabeza al igual que un vino fuerte.

"Es en serio cada palabra que digo", dijo Frank, en un tono de sinceridad.

Gerard sintió un aleteo rápido en su estómago, agradable y desagradable al mismo tiempo. Este juego iba más allá de lo que nunca se había propuesto, más rápido de lo que su ingenio pudiera detener.

"Debo irme", dijo, recogiendo sus faldas para ponerse de pie.

Frank estuvo allí con él, una mirada de consternación en el rostro. "¿He dicho algo malo?"

Gerard negó con la cabeza. "No, de verdad—he disfrutado de su compañía, mucho, pero no tenía intención de quedarme tanto como lo he hecho."

"Muy bien." Frank tomó la mano de Gerard y se inclinó sobre ella, y no la soltó de inmediato. "Si se me permite preguntar—¿puedo verla aquí de nuevo, alguna otra noche?"

Gerard miró hacia otro lado, su labio inferior atrapado entre sus dientes. "Yo—yo no lo puedo asegurar", balbuceó al cabo de un momento, sabiendo que su respuesta debería ser un simple no pero viéndose a sí mismo incapaz de decirlo.

“Entonces sólo puedo esperar, supongo”, dijo Frank con resignación, dando un paso atrás.

*****


Después de haber bebido una copa de vino para calmar sus nervios al llegar a casa, (y luego otra para ayudarlo a dormir, y una tercera al ver que la botella estaba casi vacía y podría terminarse fácilmente), Gerard no salió de su habitación hasta muy tarde al día siguiente. Su familia y los sirvientes estaban acostumbrados a sus hábitos, por lo que les prestaban poca atención; pasó a la cocina para tomar un desayuno tardío, luego entró en la sala para encontrar a Michael leyendo un periódico.

"¿Estás pensando en hacer de esto un hábito, entonces?" Le preguntó Michael ociosamente, sin levantar la vista del periódico.

Gerard dejó escapar un suspiro, dejándose caer en una silla. "No lo sé. Sé que no debería hacerlo."

"Pero quieres", finalizó Michael por él.

"Sí", admitió Gerard, después de una breve pausa.

Michael levantó la vista, mirando a su hermano sobre los cristales de sus gafas. "¿Crees que puedes seguir haciéndolo sin ser atrapado, honestamente?"

Gerard pensó en el hecho de que al parecer nadie lo había mirado de reojo en el Vauxhall, y en Frank, que por un lado no parecía sospechar algo, pero por el otro lado había mostrado un nivel de interés que podrían hacer que sea difícil seguir engañándolo si se volvían a ver.

"Yo... no lo sé", dijo con sinceridad.

Michael se encogió de hombros ligeramente. "Bueno, piénsalo. Si realmente crees que puedes manejarlo, confiaré en tu juicio. "

Gerard sonrió con ironía. Sabía que no debería depender demasiado de Michael para el asesoramiento sobre la conveniencia o no de continuar; su madre siempre decía que si su hijo mayor se lanzaba de un acantilado, Michael lo seguiría.

Un golpe en la puerta se anticipó a cualquier discusión. Michael llamó, "Adelante", y entró el mayordomo.

"Hay un señor Iero aquí para verlo, señor", dijo, hablándole a Michael, y por lo tanto sin darse cuenta de cómo Gerard se sentó de golpe, todo el color drenándose fuera de su cara.

Michael sí se dio cuenta, y alzó una ceja curiosamente hacia su hermano, pero luego se volvió hacia el mayordomo, asintiendo con la cabeza. "Muy bien; hazlo pasar."

Tan pronto como el mayordomo salió de la habitación, Gerard se levantó rápidamente, golpeando su rodilla contra la mesa de la sala en el proceso.

Michael se volvió hacia él, parpadeando. "¿Gerard?"

"Me tengo que ir," dijo Gerard, apresurándose hacia la única otra puerta de la sala. "Tengo… cosas por hacer."

"¿Qué diablos te pasa?” Michael lo llamó, pero Gerard ya estaba cerrando la puerta detrás de él.

*****

Frank había tenido la intención de llamar a Michael desde hacía algún tiempo; había pasado enteramente mucho tiempo desde la última vez que se vieron.

"¿Qué diablos te pasa?" Michael estaba diciendo cuando Frank entró en la sala, al parecer a nadie en absoluto, ya que estaba solo.

"Hola, Michael," dijo Frank, sonriendo. "¿A quién le estás hablando?"

"Mi hermano, que estaba aquí hace un momento", respondió Michael, levantándose de su asiento. "Hola, Frank."

"Todavía no puedo creer que en realidad tengas un hermano", dijo Frank burlonamente mientras se estrechaban las manos; la existencia, la no-existencia, o posible invisibilidad del solitario hermano de Michael era un tema de tanto debate y diversión entre su círculo de amigos, y los pocos que afirmaban haberlo visto antes eran a menudo acusados por ser co-conspiradores en algún chiste extraño de Michael.

"Si hubieses llegado un poco más temprano, lo hubieses visto", protestó Michael (si se puede protestar sin cambiar el todo de voz en lo absoluto). "Salió corriendo como si hubiese visto un fantasma."

"Ah, bueno, voy a tener que ser más rápido la próxima vez. Agarrarlo por sorpresa." Frank se sentó, estirando las piernas hacia fuera delante de él. "Así que. ¿Se puede decir que has estado bien? "

Michael regresó a su asiento, asintiendo. "Bastante bien. ¿Y tú? "

Frank se encogió de hombros. "Como siempre. Mi padre quiere que yo haga algo más útil conmigo mismo y mi madre quiere que me case, pero ninguno de ellos lo quiere tanto como para quitarme mi herencia.”

"¿Y aún no hay posibilidad que quieras casarte por cuenta propia, debo suponer?", Preguntó Michael.

Frank soltó una risa corta y seca. "Teniendo en cuenta que la chica más interesante que he conocido últimamente ni siquiera me ha dicho su nombre, yo diría que mis perspectivas son menos que espectaculares."

Michael arqueó una ceja. "¿Desde cuándo tomas interés en una chica y no puedes conseguir su nombre?"

"Bueno, la primera vez que nos vimos fue en una mascarada,” le explicó Frank. “Y la segunda vez, ella simplemente… no me lo dijo. Estuve preguntando por el lugar, pero nadie parecía conocerla.”

“¿Oh?” Michael se inclinó hacia el frente un poco, apoyando sus codos en sus rodillas. “¿Dónde la conociste?”

“Vauxhall,” le dijo Frank, y se rió de nuevo, moviendo la cabeza. “Yo… es absurdo, Michael, no sé nada sobre ella. Y aun así no puedo sacármela de la mente.”

Michael lo miró por un momento, su expresión tan ilegible como siempre. “Háblame de ella,” dijo, agregando. “¿Cómo lucía?”

*****

Gerard seguía escondido en su habitación, cuando Michael entró buscándolo, se inclinó hacia un libro que estaba fallando en conseguir su atención tan bien como estaba intentando aparentar.

“Entonces,” comenzó Michael, cruzando sus brazos y acercándose al borde del escritorio de Gerard. “Frank estuvo contándome acerca de una dama misteriosa que captó su atención. Una que conoció en el Vauxhall.”

Gerard se alzó de hombros, sosteniendo el libro a menos de una pulgada de su nariz pensando que podría esconderse detrás de él.

Gerard seguía escondido en su habitación, cuando Michael entró buscándolo, se inclinó hacia un libro que estaba fallando en conseguir su atención tan bien como estaba intentando aparentar.

“Entonces,” comenzó Michael, cruzando sus brazos y acercándose al borde del escritorio de Gerard. “Frank estuvo contándome acerca de una dama misteriosa que captó su atención. Una que conoció en el Vauxhall.”

Gerard se alzó de hombros, sosteniendo el libro a menos de una pulgada de su nariz pensando que podría esconderse detrás de él.

"¿Gerard?" insistió Michael.

"Yo no sabía que él era amigo tuyo," dejó salir Gerard, tirando el libro sobre el escritorio. "Si alguna vez me lo mencionaste, no lo recuerdo, y sólo El Señor sabe que no he conocido a toda la gente que tú conoces, y no tenía ni idea de que iba a venir a nuestra casa sin avisar, por el amor de Dios."

Michael sacudió su cabeza, la menor insinuación de una sonrisa estirándose en su boca. "Bueno. Ahora lo sabes."

"Sí," Gerard concordó hoscamente. "… ¿Qué tenía que decir, exactamente?"

"¿Acerca de su misteriosa dama, quieres decir?", Preguntó Michael, el sarcasmo matizando sus palabras. "Que piensa en ella con frecuencia, y espera que si se vuelven a encontrar que puede saber su identidad, pero que estaría encantado con sólo volverla a ver de todas formas."

"Oh," dijo Gerard en voz baja, mirando su escritorio. "Ya veo."

"Gerard". Gerard no levantó la vista, pero podía sentir la mirada de su hermano sobre él.

"¿Michael?", Respondió él, con tono modesto.

"Gerard. De todas las malas ideas que has tenido—"

"¿Quién dijo algo acerca de tener ideas?" Gerard respondió alegremente, levantando el libro de nuevo.

Le tomó unos días a Gerard para trabajar en su resolución, y otros pocos para engatusar a Michael para que lo ayudara otra vez.

("No es como si fuera a hacer algo además de bailar con él", discutió Gerard. "No soy tan tonto como para imaginar que algo más va a salir de esto.")

Compró el tercer vestido mientras tanto, éste en satín gris perla, y un par de zapatos nuevos para que combinen mejor. Qué iba a hacer con su creciente colección de ropa de mujer y accesorios si llegara a dejar de usarlos, por el momento, era una pregunta a la que había declinado en darle mucha consideración.

*****

Era posible, pensó Gerard mientras salía por la puerta, que estuviese caminando a Vauxhall más nervioso esa noche de lo que lo había estado la primera vez que fue con un vestido. Estaba haciendo todo lo posible para dominar su ansiedad, nada inquietante iba a ocurrir esa noche, era algo de lo que se tenía que asegurar, hasta que vio a Frank de pie a una corta distancia.

Frank se volteó y vio a Gerard, y toda su expresión se iluminó, una sonrisa floreciendo en su rostro. Gerard sintió esa sonrisa provocar un tirón en su corazón, como si su estómago hubiese caído hasta sus pies. Pero ya era demasiado tarde para dudar, Frank ya se estaba moviendo hacia él a través de la multitud.

"Tenía la esperanza de volverte a ver", dijo al llegar hasta Gerard, y debajo de todo el encanto fácil y modales de sociedad, había algo dulcemente serio en su tono. "Me alegra que hayas venido esta noche."

Gerard le devolvió la sonrisa, incapaz de hacer otra cosa. "Me alegro de volverte a ver, también."

Frank le ofreció el brazo, Gerard lo tomó, y caminaron juntos hacia El Huerto.

"Tenía la esperanza de volverte a ver", dijo al llegar hasta Gerard, y debajo de todo el encanto fácil y modales de sociedad, había algo dulcemente serio en su tono. "Me alegra que hayas venido esta noche."

Gerard le devolvió la sonrisa, incapaz de hacer otra cosa. "Me alegro de volverte a ver, también."

Frank le ofreció el brazo, Gerard lo tomó, y caminaron juntos hacia El Huerto.

"¿Quieres bailar?", Preguntó Frank. "¿O algo de beber?"

Gerard lo consideró. Por un lado, ciertamente sentía que le vendría bien un trago. Por otro lado, lo mejor sería mantener su ingenio sobre él, y también tenía que considerar cómo se vería una mujer sin acompañante bebiendo mucho. Los nervios le ganaron; un trago seguramente no sería demasiado.

La copa que le entregó Frank era pequeña, pero el ponche servido en Vauxhall era bien conocido por su potencia, así que Gerard sorbió lentamente. Frank extendió su brazo otra vez, y Gerard se dejó conducir sin prestar mucha atención a donde iban. Cuando miró de nuevo, se dio cuenta de que habían dejado El Huerto. Su camino estaba todavía bien iluminado, linternas colgadas de los árboles a intervalos regulares, y la música era todavía audible, pero por el momento, estaban solos.

"¿Debería estar preocupada acerca de sus intenciones, señor Iero?", preguntó Gerard. Por el momento, al menos, no estaba—no estaban tan lejos y la música no estaba tan fuerte como para que un grito no fuera escuchado, si se trataba de eso.

"Podemos devolvernos, si lo desea," dijo Frank, sonando perfectamente sincero. "Pero pensé que sería bueno hablar sin tanto ruido alrededor." Guió a Gerard debajo de un árbol y se volvió hacia él, estando muy cerca. "Te ves hermosa esta noche."

Gerard se sonrojó y tomó un sorbo de ponche, usando eso como una excusa para evitar los ojos de Frank por un momento. "Gracias", murmuró las palabras sintiéndolas incómodas en su lengua.

Frank llevó una mano a la garganta de Gerard, rozando con los dedos la cinta de seda. "Siempre usas esto. ¿Hay alguna razón para ello?" Sonriendo, añadió, "alguna razón que vayas a decirme."

Gerard dio un rápido paso hacia atrás, levantando la mano para cubrir la cinta protectoramente. "No hay ninguna razón en particular."

"Eres todo un misterio", dijo Frank, su sonrisa irónica de vuelta. "He pensado en ti a menudo desde la última vez que nos vimos, ya sabes. Sé que prometí controlar mi curiosidad, pero no puedo evitar preguntarme por qué eres  tan reservada."

"¿Oh? ¿Y cuál crees que podría ser la respuesta?", preguntó Gerard, manteniendo su tono tan casual como era posible.

"Tengo algunas teorías," Frank le dijo. "Tal vez usted está casada, y de vez en cuando coloca drogas en el vino de su esposo para así escabullirse por una noche. O tal vez es una princesa extranjera en el exilio, y debe mantener su identidad en secreto para proteger su vida. ¿Supongo que no me dirá si estoy acertando en cualquier lugar cerca de la marca?"

Gerard le dio una leve sonrisa, mirando hacia abajo. "Si alguna de ellas fuera cierta, no sería muy probable que lo confirme, ¿o sí?"

"Supongo que no", coincidió Frank.

Gerard tomó un sorbo de su bebida, manteniendo la mirada baja. "Señor Iero—Frank—si pudiera hablarle sobre mí, lo haría. No puedo explicar más que eso, pero… Me gustaría que las cosas no tuvieran que ser de este modo."

Frank dio un paso más cerca, tocando la mejilla de Gerard suavemente, y no hubo ningún rastro burlesco en el tono de voz que usó. "Yo también, mi dama."

Gerard levantó la vista, mirándolo a los ojos. Se quedaron así, juntos al aire de la noche suave y la luz cálida y tenue de las linternas, y cuando Frank se inclinó hacia delante, Gerard lo vio pasar como en un sueño.

Y entonces la boca de Frank estaba contra la suya, suave y dulce, y Gerard dejó que sus ojos se cerraran y que Frank lo besara dejando que el momento se alargara tanto como se atreviera hasta alejarse.

Frank lo soltó de inmediato, dando un paso atrás él mismo. "Perdóname."

"Está bien", dijo Gerard suavemente. Frank tomó un medio paso hacia delante de nuevo en eso, y Gerard levantó una mano para protegerse. "Pero perdonar una impropiedad no es necesariamente alentar otra."

"Por supuesto", murmuró Frank. Tomó la mano de Gerard y le dio un breve beso en su lugar. "Le pido perdón".

"Tal vez deberíamos volver, después de todo", sugirió Gerard. Su cara estaba caliente todo el camino hasta la punta de las orejas, y el corazón le latía con tanta fuerza que parecía increíble que pudiera oír su propia voz por encima.

Frank asintió en silencio, ofreciendo su brazo, y fue sólo por la fuerza de voluntad que Gerard evitó que su mano temblara mientras la metía por la apertura del codo de Frank. Ninguno de los dos habló hasta que estuvieron en El Huerto una vez más, a salvo en medio de la multitud. Entonces Frank se volvió hacia Gerard otra vez, tomando su mano.

"No voy a presionarla para decirme algo, pero quiero que sepas—si yo pudiera cortejarla debidamente—"

"Por favor no diga eso", interrumpió Gerard rápidamente, incapaz de mirarlo a los ojos.

Frank miró hacia otro lado, mordiéndose el labio inferior. "Lo siento."

"No es tu culpa", dijo Gerard, tirando de su mano para liberarla. "Nada de esto es tu culpa."

De repente, sintió la necesidad de irse, se sintió incapaz de continuar con esta farsa. Recogiendo sus faldas, pasó a Frank, ignorando su "Espera, por favor—" y alejándose lo más rápido que pudo sin tropezarse. Gerard echó un vistazo sobre su hombro mientras huía, y vio a Frank de pie como si estuviese congelado, con la mano estirada y una mirada afligida en su rostro.

2 comentarios:

  1. Es interesante, un poco diferente, pero bueno. Siguelo y gracias

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  2. Me encanta este fic y la traducción es sublime (sacando las repeticiones de algunas frases que hubo xD) pero ciertamente esto me encanto. Debes seguirlo por favor ;__;

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