Capítulo: #4
"... ¿Gerard?"
Gerard no necesitaba que Michael
le dijera que su cara estaba horrible; siguió limpiándosela inútilmente con el
pañuelo, el cual se llenaba cada vez más de lágrimas y maquillaje, mientras él
trataba en vano de recuperar la compostura. Estaba aún medio vestido, con el
vestido desabotonado y apretado en su cintura así Michael podía ponerse a
desatar el corsé.
"¿Qué fue ese sonido?"
preguntó Michael de repente, deteniéndose.
"¿Qué sonido?" preguntó
Gerard, y esnifó.
"Creo que acabo de oír algo
en la ventana," dijo Michael, y Gerard estaba a punto de preguntar cómo
sonaba cuando hubo otro sonido, éste mucho más audible.
Sonaba como alguien gritando y
golpeando contra un cristal, y tuvo su explicación un momento luego cuando
Frank entró tambaleándose por la ventana abierta a la habitación de Gerard.
Gerard quedó tieso como un conejo
deslumbrado, mirándolo con un horror incrédulo. Frank se levantó del suelo,
miró aturdido a su alrededor, y entonces quedó paralizado cuando vio a Gerard,
sus ojos abiertos en asombro.
Michael fue el primero en hablar
o moverse. "Frank—" comenzó, caminando hacia su amigo, y Frank lo
miró, luego de nuevo a Gerard, y luego de nuevo a Michael. Por un momento, no
había nada más en su cara que confusión, pero entonces su expresión comenzó a
transformarse en rabia.
"En el nombre de Dios, ¿qué
es esto?" demandó.
"Te lo dije," dijo
Gerard, y entonces se acobardó cuando la mirada de Frank impactó en él de
nuevo. Cruzó sus brazos sobre su pecho, como si eso de algún modo pudiese
ocultar la manera en que estaba vestido, y continuó. "Te dije que no querrías saber la
verdad."
Frank lo miró, sus ojos
escudriñando la cara de Gerard por un largo rato. "¿Fuiste tú todo el
tiempo?" finalmente preguntó, en voz baja. "¿Cada vez?"
Gerard cerró sus ojos, incapaz de
mirar a los de Frank, y asintió.
"Bastardo," dijo Frank, y los ojos de Gerard se abrieron de
golpe otra vez, pero Frank estaba mirando a Michael.
"Yo me senté y te conté todo
sobre mi corazón idiota, y tú sólo—"
se interrumpió, empuñando sus manos. "Los dos se carcajearon bastante
sobre esto después de todo, supongo."
"No," Gerard lo
interrumpió. Dio un paso adelante, sus brazos aún cruzados incómodamente, su
falda casi cayéndose, sintiéndose evidentemente absurdo y como si estuviese
atrapado en un mal sueño. "Piensa lo que sea sobre mí, pero Michael quiso
decirte la verdad desde el momento en que supo que estabas involucrado."
"¿Por qué debería creer
cualquier cosa que digas?" demandó Frank, y Gerard se contrajo ante el
veneno en su tono. "Incluso si fuese verdad, él debió habérmelo
dicho."
"Frank..." Michael se
acercó a él, sus manos en un gesto conciliador. "Tienes razón. Lo ayudé
cuando no debí hacerlo, y no puedo excusarme por eso."
"Entonces por qué—"
"Es mi hermano," dijo
Michael simplemente.
"Tu... ¿tu hermano?" Frank resonó incrédulo.
Miró entre los dos, entonces pasó una mano por su cabello, riéndose impotente.
"Esto es una locura."
"Frank—" Gerard se
estiró cautelosamente, sus dedos tocando su brazo.
Frank se alejó de su toque, sus
brazos se alzaron como para golpear a Gerard. "No lo hagas," dijo, y
hubo una peligrosa cantidad de rabia en su voz. "No me toques."
Gerard se estremeció más por las
palabras de Frank que por su mano alzada, tambaleándose unos pasos hacia atrás,
y entonces Michael estaba entre los dos, empujando a Gerard hacia atrás un poco
más.
"Creo que tal vez deberías
irte, Frank," dijo llanamente.
Frank bajó su brazo, aún enojado,
pero haciendo un visible intento de componerse. "Quizás estás en lo
correcto," aceptó por un momento, y entonces se volvió hacia la ventana,
sólo para que Michael lo agarrara del brazo.
"Por la puerta, por amor a Dios. No voy a dejarte salir por esa ventana
mientras estás así de enojado, seguramente te romperías el cuello."
Frank frunció el ceño, pero dejó
que Michael lo guiara fuera de la habitación sin protestar. No volvió a ver a
Gerard otra vez mientras se iba.
Gerard se contuvo hasta que la
puerta se cerró detrás de ellos dos. Entonces, como una marioneta a la que le
cortaron las cuerdas, simplemente colapsó, hundiéndose en el suelo. Ya no
estaba llorando, pero estaba temblando por completo, y cuando se sintió capaz
de moverse otra vez, todo lo que hizo fue encoger sus piernas y rodear sus
brazos al rededor de sus rodillas, enterrando su cara en la seda arrugada y
tratando de recordar cómo respirar.
Gerard podía pensar en otras
cosas que pudieran hacer de su noche más como una pesadilla, pero escuchar la
voz de su madre ciertamente calificaba.
Por un momento, consideró
simplemente quedarse como estaba y pretender que no la había escuchado, y lo
habría hecho si hubiese tenido esperanza de que funcionara. En lugar de eso,
respiró profundo, y alzó su cabeza.
La señora Way estaba de pie en el
marco de la puerta en bata y pantuflas mirando a su hijo con una mezcla de
perplejidad y preocupación.
"Escuché voces," dijo
ella, y agregó, con una ceja alzada, "Y supongo que debe haber alguna
razón para la manera en la que estás vestido, pero estoy poco segura que sea
una que pueda inquirir después."
"Eh." Gerard se estiró
hacia su espalda, tratando de desatar el corsé y sólo logrando enredar los
cordones. "Puedo explicarlo—"
Su madre cruzó la habitación
rápidamente para pararse detrás de él, moviendo su mano. "Déjame esto a
mí. Tú comienza a explicar."
*****
Para el momento en que Gerard ya
estaba libre del corsé, se ocultó para terminar de desvestirse y ponerse un
camisón de dormir y una bata, se lavó los restos del maquillaje corrido, y lo
guardó todo en el cofre debajo de su cama, toda la historia salió a la luz. Su
madre escuchó pacientemente, incitándolo a continuar de vez en cuando cada vez
que dudaba, y alzando una ceja pero sin hacer comentarios cuando vio los otros
vestidos guardados en el cofre. La única interrupción que hubo fue cuando
Michael volvió de haber visto a Frank salir y meterse en un carruaje que lo
llevara a casa. Regresando a la habitación de Gerard para encontrar a su madre
allí, se había dividido entre un gran horror y una carcajada inevitable, y
mansamente aceptó sus instrucciones de "ir a la cama, antes que encontrara
la manera de ayudar a su hermano en cualquier otro disparate".
Cuando Gerard alcanzó el final de
la historia, con el descubrimiento de Frank de la verdad y su reacción, su voz
tembló y sintió las lágrimas acechándolo de nuevo. La señora Way lo miró y declaró
que lo que él necesitaba era una fuerte taza de té, y lo llevó a la cocina para
preparárselo ella misma en lugar de despertar a uno de los sirvientes.
No fue sino hasta que los dos
estuviesen sentados en la mesa de la cocina, una humeante taza de té frente a
cada uno, que ella habló.
"Siempre he sabido que tú eres...
diferente," dijo, en tono cariñoso. "Especial, diría, y tu abuela lo
habría dicho, también. Creo que ella siempre te amó un poquito más por
eso."
Gerard bajó la cabeza ante eso,
sonriendo con un poco de tristeza mientras rodeaba con sus manos la taza de té,
aún muy caliente para beberse. Su madre continuó.
"Nunca te pediría ser algo
que no eres, pero el resto del mundo no es tan comprensivo. Tú deberías saberlo
tanto como yo, sino más."
"Lo sé," protestó
Gerard. "Lo sé. Yo sólo... quería pretender que las cosas eran diferentes.
Por un rato, al menos."
"Entiendo eso," dijo su
madre, añadiendo en voz baja, "quizás mejor de lo que crees. Pero no todos
los impulsos, por más entendibles, deben ser consentidos." Ella lo miró,
con severidad en su mirada. "Has engañado terriblemente a ese jovencito, y
eso es suficientemente malo. Pero el problema que le has causado es nada
comparado a lo que él podría hacer para vengarse, si él quiere."
El corazón de Gerard dio un
brinco de nuevo cuando entendió a qué se refería. Ni siquiera había pensado en
eso antes; temprano, parecía que no podía haber algo peor que la rabia en los
ojos y la voz de Frank y la manera en
que se había alejado del tacto de Gerard.
"Tú sabes que tu papá y yo
nunca le hemos prestado mucha atención a los chismes, o nos hemos preocupado
mucho por la reputación de nuestra familia," continuó la señora Way.
"Pero existen los chismes y la reputación, y entonces está lo que podría
ser de ti—de todos nosotros, pero de ti más que todo—si esto se sabe."
Gerard tomó un gran sorbo de té,
quemándose la lengua, y luego asintió. "Debí pensar en eso antes. Veré si
Michael podría hablar con él al respecto; Dios sabe que él tiene más
oportunidad de convencer a Frank de mantener esto en secreto que yo."
Su madre asintió de acuerdo,
bebiendo de su propio té, y le dio una mirada larga y considerada. "No es
que eso haga tus acciones menos reprobables, pero... te encariñaste con él, ¿no
es cierto?"
"Como si eso
importara," dijo Gerard despectivamente, y entonces, cuando ella continuó
mirándolo, él cerró sus ojos y lo admitió, "Sí."
La escuchó levantarse, y entonces
sintió su mano sobre su cabello, acariciándolo dulcemente, como solía hacerlo
cuando él era un niño.
"Pasará," dijo él con
suavidad, tratando de pretender que sus ojos no estaban húmedos. "Siempre
ha sido así antes."
Había aprendido, encariñándose
así como él lo hacía, que si no podía cambiar su manera de ser, por lo menos
podía dejar que el enamoramiento muriera si era lo suficientemente paciente.
Desde el primer chico al que se sorprendió a sí mismo admirando, hasta el
compañero de clases que se había metido mano con Gerard en la oscuridad
voluntariamente, pero no lo besaría o le hablaría en público, sus sentimientos
siempre se habían pasado con el tiempo.
La señora Way emitió un sonido
bajo y comprensivo, pasando su mano por su cabello otra vez. "No voy a
decirte que está mal sentirte como te sientes; no te daré sermones que sé has
oído antes. Pero sí me preocupo por tu felicidad."
"Estoy lo suficientemente bien,"
respondió Gerard. Era una mentira y ambos lo sabían, pero las razones de su
infelicidad iban más profundo que sus inclinaciones, y no eran nada que
estuviese entusiasmado por discutir con su madre, especialmente esta noche.
"Como digas." Ella
sonaba menos que convencida, pero no lo presionó. Se devolvió a su silla, y
bebieron su té en silencio por algunos minutos.
"Tengo algunas cosas
guardadas," dijo ella. "Joyería, un abanico, algunos accesorios para
el cabello—Había pensado en guardarlas para mis nietas, si tú o Michael alguna
vez me daban una. No te sugeriría usarlas fuera de casa, pero si te
gustan..."
Gerard sonrió, negando con la
cabeza. "Gracias, pero creo que mi momento de usar accesorios de damas ha
terminado."
*****
Decir que Frank estaba de mal
humor al día siguiente habría sido una gran subestimación. Había llegado tarde
a casa, totalmente confundido por cómo había terminado la velada, pensó en ir a
la cama y dejar de pensar en eso hasta la mañana. Pero no pudo parar de pensar en eso, retorciéndose y
moviéndose por horas antes de finalmente caer dormido, cerca del amanecer.
No había mejorado; se despertó
mareado y confundido por sueños que iban y venían entre enojo y deseo, entre la
hermosa, misteriosa mujer que había pasado tanto tiempo anhelando las últimas
semanas, y el hombre que había visto la noche anterior: brazos cruzados
haciendo nada para ocultar el corsé, ojos avellana abiertos en asombro y con
delineador corrido, de una vez mucho más obsceno y más vulnerable que si
hubiese estado simplemente desnudo.
Nublado por la falta de sueño y
la rabia hacia sí mismo, ahora, se había quedado en su habitación, caminando de
un lado a otro tratando de darle sentido a algo que parecía desafiarlo
completamente.
Michael lo llamó secamente pasada
la tarde.
Los padres de Frank sin duda
hubiesen encontrado curioso si se hubiese lanzado a Michael y lo hubiese
golpeado, así que no hizo nada, juntó sus manos fuertemente detrás de su
espalda y sin decir nada los dos se retiraron hacia la privacidad del cuarto de
Frank.
"Hay cosas que necesitan ser
dichas," comenzó Michael, antes que Frank pudiera hablar. "Después
que las diga, puedes golpearme, o decirme que me vaya y nunca vuelva, lo que
gustes, pero escúchame."
Frank lo miró por un momento, su
boca cerrada en una simple línea, pero entonces asintió. "Muy bien.
Supongo que será mejor que te sientes."
Se sentaron en sillas una frente
al otro, y Michael colocó sus codos en los brazos de la silla y entrelazó sus
dedos, mirando hacia sus manos por un momento antes de comenzar.
"Puedo ver por qué pensarías
que todo esto es un chiste a costa tuya, pero sinceramente nunca fue nuestra
intensión que te involucraras en esto. Gerard simplemente quería ver si podía
salirse con la suya vistiéndose como lo hizo, al principio, pero entonces te
conoció, él no tenía idea de tu conexión conmigo. Como dijo la noche anterior,
yo quería que te dijera la verdad, o que al menos dejara de verte. Pero aún así
alenté sus acciones, y lo único que puedo hacer es pedir tu perdón por
eso."
Frank negó con la cabeza, su
expresión aún obstinada. "Digamos que acepto lo que me dijiste acerca de
cómo todo esto empezó. Muy bien, yo también he hecho tonterías en nombre de la
curiosidad o la diversión. Pero entonces, seguirme la corriente como él lo hizo—por
amor a Dios, Michael, me besó. ¿Cómo
se supone que debo ver eso, sino como un chiste que no encuentro
particularmente divertido?"
Michael suspiró. "Vas a
golpearme," dijo, en un tono seco, antes de continuar. "Frank,
Gerard... prefiere la compañía de otros hombres."
Frank se le quedó mirando por un
momento, y entonces sintió cómo se ruborizaba. "...Oh. Y—ya veo."
Michael asintió. "Te
aseguro, no hubo nada gracioso en eso para él tampoco."
La única respuesta de Frank fue
agitarse, dejándose caer un poco en su silla y evitando los ojos de Michael.
Era más fácil pensar de esto como una broma que había salido mal, pero
recordando la noche anterior, eso no encajaba. O el hermano de Michael era un
actor muy hábil—o los sentimientos que Frank creyó detectar de hecho habían
estado allí.
"Yo—" balbuceó después
de un momento."Yo no—yo nunca—"
"Nunca creí eso," dijo
Michael secamente. "Gerard sabía que era una tontería... sentirse atraído,
por así decirlo."
"¿Entonces por qué me lo
dices?" inquirió Frank. "Para que sepas, esto podría ofenderme aún
más que ser el blanco de una broma."
Michael lo miró. "¿Lo
hace?"
Frank alzó sus manos al aire.
"No lo sé. Pensé que me estaba enamorando de una mujer aún cuando apenas
la conocía, y resultó ser tu hermano.
Ya no sé qué pensar."
"Lo siento, Frank,"
dijo Michael. Dudó seriamente, entonces agregó, "Pero ya que preguntas, te
digo esto porque creo que mereces toda la verdad, y porque si vas a juzgar a
Gerard por sus acciones, prefiero que al menos entiendas cuáles fueron y no
fueron sus motivos reales."
"Muy bien," dijo Frank
hoscamente. "¿Eso es todo?"
Michael mantuvo sus labios
cerrados por un momento. "No realmente. No tengo derecho a pedirte nada,
lo sé, pero—"
"Pero quieres que mantenga
esto en secreto, supongo," culminó Frank por él. "No necesitas preocuparte."
Michael lo miró un poco escéptico.
"¿No le dirás a nadie?"
"Michael, estoy enojado,
pero eso no significa que quiera traer esa clase de problema a tu hermano.
Francamente, estaría perfectamente contento con olvidar lo que pasó."
"Está bien," dijo
Michael, añadiendo incómodamente, "Gracias."
"¿Hay algo más?"
inquirió Frank cortante.
Michael soltó un pequeño suspiro.
"Supongo que disculparme de nuevo serviría más para irritarte que para
lograr que nos perdones a alguno de los dos."
Frank pasó una mano por su
cabello con un gesto frustrado. "Michael... dame más tiempo antes que me
pidas eso."
Michael miró hacia abajo,
mordiendo su labio inferior por un momento. "Por supuesto." Se
levantó, asintiendo. "Gracias por escucharme, al menos."
*****
Una semana pasó.
Gerard estaba desanimado, por
supuesto, pero intentaba no ponerse muy melancólico. Volvió a sus viejos
hábitos—reanudó los estudios que había descuidado, haciendo viajes más
frecuentes a su librería favorita—y en general intentando volver al estilo de
vida que había tenido antes de apegarse a la idea que tuvo de vestirse de
mujer. Antes de haber conocido a Frank.
Estaba en su cuarto una tarde, leyendo
un libro como hacía usualmente, ocasionalmente escribiendo algo en un diario
(había tenido una vaga noción de escribir un día, su podía algún día convertir
sus desastrosos cuadernos en un manuscritos coherente), cuando un sonido atrajo
su atención. Miró hacia arriba, con el ceño fruncido, y fue capaz de
identificar el sonido un momento después—pasos y voces, acercándose.
"—no creas que puedes
simplemente irrumpir en él." Ése era Michael, sonando irritado.
"Si él no desea hablarme,
debería ser perfectamente capaz de decírmelo," vino una segunda voz, y el
corazón de Gerard dio un salto hasta su garganta cuando la reconoció.
Un momento después, se abrió la
puerta para revelar a Frank parado ahí, Michael revoloteando sobre su hombro.
Gerard se levantó, apoyando sus
manos en el escritorio detrás de él. "Señor Iero," dijo, manteniendo
su tono cuidadosamente natural. "Debo confesar, que esto es una
sorpresa."
Frank se le quedó mirando por un
momento—sin acostumbrarse aún a ver a Gerard así, tal vez—entonces enderezó sus
hombros y habló. "Me disculpo por mi abrupta llegada, pero quería hablar
contigo." Mirando a Michael sobre su hombro, añadió, "en
privado."
Michael le dio una mirada fría,
vacía, y entonces miró a Gerard, alzando una ceja en una pregunta silenciosa.
"Está bien," le dijo
Gerard. "Déjanos solos, por favor."
Michael se encogió un poco.
"Muy bien. Llámame si cambias de parecer."
Gerard asintió, y mientras Frank
entraba a la habitación, Michael atrajo la puerta—pero no la cerró y la dejó un
poco abierta, notó Gerard.
Y entonces estaban ellos dos
solamente, mirándose incómodamente a cada extremo de la habitación.
"...Dijiste que querías
hablarme." Incitó Gerard finalmente, cuando Frank continuó mirándolo sin
decir nada.
"Sí," dijo Frank, pero
parecía distraído. "Lo siento, estaba... eres tan diferente así. Tu voz,
la forma en que te paras... pero tu cara es la misma."
Gerard miró hacia abajo, más
nervioso que nunca con la atención de Frank sobre él. "¿Viniste acá a
decirme que mi cara se parece a mi cara, Frank?"
"No." Gerard oyó a
Frank moverse, acercándose. "No, vine acá porque parece que no soy capaz
de dejar de pensar en ti."
Gerard alzó la vista ante eso,
atorándosele la respiración en la garganta, mientras Frank se acercaba más.
Estaba nervioso, Gerard notó, y temblaba un poco mientras caminaba hacia él.
"Solía soñar contigo,"
continuó Frank. "Pensé que eso acabaría en cuanto supe qué eras,"
(Gerard se estremeció un poco ante esas palabras, pero Frank continuó sin pausa),
"pero no fue así. A mis sueños no parece importarle."
"Estás ebrio," comentó
Gerard. Incluso si las palabras y el comportamiento de Frank no habían hecho
eso evidente, estaba lo suficientemente cerca ahora como para que Gerard oliera
el licor en su aliento.
Frank no era el único adecuándose
a alguien que lucía familiar, pero inquietamente diferente; éste no era el
mismo Frank que Gerard conoció en Vauxhall, no era el joven despreocupado que
coquetearía con una jovencita y sobrepasaría los límites que la sociedad
permitía, pero se alejaría instantáneamente ante una sola palabra de ella.
Frank había sido un caballero en ese entonces—uno travieso, tal vez, pero un
caballero. Ahora estaba borracho y posiblemente enojado y solo en una
habitación con el hombre que lo había ofendido, y Gerard no estaba seguro en
contar con ningún tipo de caballerosidad.
"Estoy muy ebrio," Frank corrigió. "¿Sabes qué soñé
anoche?"
Parecía una pregunta retórica,
pero él hizo una pausa, como esperando por una respuesta. Gerard negó con la
cabeza.
"Soñé que te besaba,"
le dijo Frank. "Fue como cuando estábamos juntos en Vauxhall—no la primera
vez, la segunda. Cuando me besaste. Pero en mi sueño, estabas como estás ahora.
Sin vestido."
Gerard se sintió sonrojar,
incómodamente consciente de lo cerca que Frank estaba. "La gente sueña
muchas cosas. Muchas de ellas no tienen sentido cuando despiertas, o son cosas
que nunca harías—"
"Eso es exactamente lo que
me dije, cuando desperté," lo interrumpió Frank. "Pero aún así no
pude dejar de pensar en el sueño. Y mientras más pensaba en eso, más pensaba que quizás la razón por la que
seguía soñando y pensando en esto es porque alguna parte de mí quiere besarte
de nuevo."
Gerard quedó inmóvil ante eso,
con sus ojos muy abiertos. Frank alzó una mano, y por un momento Gerard pensó que le pegaría luego de eso—pero la mano de Frank simplemente se posó en su
mejilla, un poco torpe, pero no muy tosca.
"Así que me emborraché, y
decidí venir aquí, y besarte, y ver qué pasaba," culminó Frank, y se inclinó
hacia adelante.
Gerard no habría tenido tiempo de
alejarse incluso si no hubiese estado aún inmóvil por la sorpresa. Antes que
pudiera parpadear, Frank lo estaba besando, su boca sabiendo a licor, mucho más
atrevido y tosco que cuando le robó un beso bajo los árboles de Vauxhall. Subió
su otra mano para enredarla en el cabello de Gerard, y Gerard cedió ante él sin
poder evitarlo, queriéndolo, cerrando sus ojos y llevando sus manos hasta los
hombros de Frank.
Frank se alejó luego de un largo
rato, y Gerard inconscientemente se inclinó hacia él, con sus labios separados.
Entonces se estabilizó a sí mismo, abriendo sus ojos para encontrar a Frank
examinándolo de cerca.
"Pensé que se sentiría más
extraño que eso," murmuró. "Sabiendo que estaba besando a otro
hombre."
"¿Cómo se sintió?"
preguntó Gerard sin aliento.
Frank dudó, con el ceño fruncido.
"Es extraño, si pienso en eso.
Pero fue más fácil de lo que esperé dejar de pensar, y al hacerlo... se sintió
bien."
Gerard dejó salir un pequeño
suspiro. "Frank—"
Frank se inclinó de nuevo,
interrumpiéndolo. Sus labios se rozaron, y Gerard no quería nada más que
quedarse ahí parado y dejar a Frank besarlo tanto como quisiera. En lugar de
eso, colocó sus manos en los hombros de Frank y lo empujó un poco, rompiendo el
beso.
"No," dijo, casi sin
poder creer lo que estaba diciendo.
Frank frunció el ceño, luciendo
confundido. "¿No?"
"Estás ebrio y
confundido," Gerard apuntó. "Esto no está bien."
"Oh, ¿y de repente estás tan
interesado en lo correcto?" respondió Frank, con un tono amargo en su voz.
Su mano estaba aún en el cabello de Gerard, enroscada a la parte de atrás de su
cabeza, y lo jaló un poco, tratando de atraer a Gerard hacia él.
Los ojos de Gerard se
entrecerraron, y se enderezó a sí mismo a su completa estatura, unos pocos
centímetros más alto que Frank. "Y si dejo que esto continúe ahora, ¿qué
pasará cuando estés sobrio otra vez y te des cuenta de lo que has hecho? Debí
negarme a bailar contigo, la noche que nos conocimos. No debí alentar tu
atención cuando nos encontramos otra vez. No debí dejar que me besaras la
primera vez, y ciertamente no debí besarte la segunda. Toda nuestra relación ha
consistido en que no soy lo suficientemente fuerte para decir que no cuando
debí. No de nuevo, no esta vez."
"Déjame a mí preocuparme por
lo que pase cuando esté sobrio," contrarrestó Frank. "No entiendo,
¿no es esto lo que quieres?"
"Lo que yo quiero es quieras besarme sin pensar que
soy una mujer o sin estar hediondo a licor," protestó Gerard, con amargura
colándose por su voz. "¿Cuáles son las posibilidades para que eso ocurra,
lo sabes?"
"Lo consideraré," dijo
Frank despectivamente, e intentó de nuevo atraer a Gerard hacia él.
Esta vez, triunfó en juntar sus
bocas—si quiera por un momento. Entonces Gerard colocó sus manos en el pecho de
Frank, reunió sus fuerzas, y lo empujó con fuerza. De los dos, Frank estaba en
mejor condición física, compacto y bastante fuerte, pero también era más bajo,
inestable en sus pies, y claramente no estaba esperando tanta fuerza de parte
de Gerard. Se tambaleó hacia atrás y casi se cayó sobre una silla, tomándola y
estabilizándose contra ésta en el último momento.
Sin esperar que Frank se
recuperara, Gerard caminó hacia la puerta, abriéndola toda.
"¿Michael?" llamó. "¿Puedes venir acá, por favor?"
Dado a lo rápido que apareció,
Michael estuvo caminando lo suficientemente cerca como para escuchar. Miró
entre los dos hombre—Frank aún sosteniéndose de la silla, el cabello de Gerard
sobresaliendo en diferentes ángulos donde las manos de Frank estuvieron, ambos
sonrojados—y alzó una ceja, pero sin decir nada.
"Creo que sería lo mejor que
Frank se fuera a casa," dijo Gerard, manteniendo su voz estable con algo
de esfuerzo. "¿Lo acompañarías a la puerta?"
"Por supuesto," dijo
Michael, moviéndose para tomar a Frank y sacarlo de la habitación. Frank
colaboró lo suficiente, pero se estiró mientras pasaban por la puerta,
agarrándose del brazo de Gerard.
"Gerard—" comenzó, y
Gerard tembló un poco al escuchar a Frank decir su nombre por primera vez, pero
se alejó con determinación.
"Ve a casa, Frank. Piensa
sobre esto."
*****
Frank se tropezó una vez mientras
bajaba las escaleras, Michael sosteniéndolo. Normalmente él manejaba el alcohol
bastante bien, pero no era solamente el licor lo que lo afectaba esta noche.
"Sabía que no debí dejarlos
a ambos solos," murmuró Michael.
"Sí, bueno, esperaba que
saliera mejor," respondió Frank hoscamente.
"Ahora suenas como
Gerard," dijo Michael secamente. "O ustedes tendrán que comenzar a
usar sus cabezas, o yo tendré que cuidarlos mejor."
Frank se quedó en silencio hasta
que estuvieron afuera, y entonces dijo, tranquilamente, "No sé qué hacer,
Michael. Nunca antes me había sentido así."
Michael negó con la cabeza, con
su expresión comprensiva. "No tengo ningún consejo que darte, Frank.
Excepto..." se detuvo, dudando.
"¿Qué?" preguntó Frank.
"No le hagas creer a mi
hermano que lo quieres a menos que realmente sea así," culminó Michael, y,
antes que Frank pudiera responder, estiró su brazo para detener a un carruaje
que pasaba.
Ayudó a Frank a subirse al taxi e
intercambió algunas palabras con el conductor. Con su cabeza dando vueltas,
Frank la dejó caer atrás en el asiento acolchado y cerró los ojos, las últimas
palabras de Michael haciendo eco en su mente.
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