lunes, 16 de junio de 2014

It ends tonight; Capítulo: #1

Capítulo: #1

When Darkness Turns To Light

“Hola” Le dijo y se quedo parado tras él. El otro chico giro un poco el cuello, pero no tuvo valor para verlo a la cara.

“Hola. ¿Y cómo está?” Sacó la cajetilla de su bolsillo y puso un cigarrillo en sus labios, como si lo hubiera presentido de inmediato Frank le pasó el encendedor y se paro a su lado. Volteó a verlo y se quedo observándolo, él fijaba la mirada en la lejanía del atardecer que tenía frente a sí.

“Fue lo mejor.” Lo dijo más para convencerse de que había hecho lo correcto, que para responder al objeto de su afecto. Y volvió sus ojos avellana a ese cielo rosa.

Se sentía tan culpable que ni siquiera estar ahí con él, en la libertad de perderse haciéndole el amor, alejaba la escena que acaba de vivir de sus pensamientos.

*****

Su delgada figura parecía tan frágil que le hacía creer que de un momento a otro se desvanecería, pero ya no podía sostenerlo, y un abrazo sería como hundir el cuchillo aún más profundo. 

Bajo la mirada tratando de articular alguna palabra que mitigara la pena de la que él mismo había sido responsable. Pero simplemente no existía tal cosa, le resultaba que era algo imperdonable. 

Ambos estaban frente a frente, separados y en silencio. En esa habitación en la que tantas veces habían sido felices, ahora solo podía sentirse la desolación del rencor.

El guitarrista no quería herirlo más, no hubiera querido nunca causarle el mínimo dolor, pero este sentimiento había rebasado sus fuerzas y su sentido común. Cada que el motivo por el que terminaba con él cruzaba por su cabeza se sentía el ser mas despreciable sobre la faz de la tierra. No sólo era una inmunda traición, no. Sino que lo traicionaba con su propia sangre.

Sabía como ese hecho desgarraba el alma de Mikey. Cuando lo miró de nuevo supo que esa imagen lo acompañaría para toda la vida. 

Cambiaba a un ángel de luz por uno en tinieblas.

Era un riesgo que el tremendo encanto de Gerard Way lo arrastraba a tomar. Lo hacía, porque sentía amarlo y él le había pedido que lo dejara, cómo negarse ante esa sonrisa hechicera, cómo resistirse a su cuerpo, cómo privarse de ese amor adictivo. Si, Gerard era una droga adictiva que corría ya por sus venas envenenándole la sangre y que lo elevaba al infinito erigiéndolo en un trono rodeado de toda su excitante presencia y maravillosa atención, y que luego lo arrastraba al éxtasis cuando le hacía el amor como un Dios.

Todo ese delirante placer opacaba al sencillo amor que su hermano le daba. Sabía que con Mikey jamás sería tan feliz como con Gerard. Y para qué, sino para ser feliz, se está en este mundo. El remordimiento, aún así, era enorme porque sabía que no era justo.

Ahora que contemplaba la miseria del despecho en Mikey, le parecía que ese Gerard tal vez era irreal. En ese instante se cuestionó si alguna vez sería verdaderamente feliz, si dejaría de sentir esta culpa que ahogaba todas sus sonrisas. 

No se explicaba cómo alguien podía sentirse culpable por estar con la persona que se ama. No podía estar en paz y satisfecho como debía estarse cuando al fin ningún obstáculo le impedía estar libremente al lado del ser amado. ¿Por qué? 

Se consolaba pensando que era sólo el remordimiento por ser egoísta y lastimar a ese hombre que lo único que le había dado era amor, lo mejor de si y, sabía que no había palabras para remediarlo, por lo menos no unas que fueran ciertas. Rogaba que Mikey alguna vez lo comprendiera y le dijo:

“Siento que pasara esto. En verdad, sabes que yo te…”

“¡Cállate Frank!”

¿Cuán herido se sentía?

Mikey no podía evitarlo. Las lágrimas peleaban por dejarse ver mientras se encontraba frente al hombre que amaba, y el resentimiento se convertía en furia y se plantó tan cerca para gritarle en su cara: “Jódete maldito Iero.”

Luego se dio la vuelta alejándose de Frank, quien apenas y tenía el coraje para permanecer ahí. Lo enfurecía el pensar en que lo hacía por consideración, como si fuera un maldito niño desamparado: ‘No me tengas lástima Frankie’ Pensó y vio como él se debatía entre el irse o seguir ahí.

“¿Por qué no te largas de una vez?”

Frank lo miró como si doliera poner sus ojos en él. Y Mikey no podía reprimir su coraje: “Seguro te estará esperando” 

“No hagas esto Mikey.”

“¡Qué te largues cabrón!” 

Frank le dirigió una última mirada: Mikey trataba con todas sus fuerzas de contener el llanto mirando al piso como si este le fuera a dar algún consuelo.
Entonces Iero se dio la vuelta y salió de la habitación. Era cierto, qué más quería hacer si se había dejado vencer por sus pasiones.

Todo terminaba esa noche.


*****

“Frank, ven amor.” Gerard salió de ese estado contemplativo en el que se encontraba arrojando por la ventana la colilla del cigarro, giró el cuerpo hacia él y lo atrajo tomándolo de la cintura. Frank se le quedaba mirando con una tristeza que helaba su corazón. Way deslizó sus dedos acariciando suavemente su mejilla. Sus ojos trataban de expresarle todo su amor, querían que supiera que el dejar a su hermano por él no sería en vano, que él nunca lo abandonaría, que él sólo viviría para hacerlo feliz.

Por él y gracias a su amor había matado al demonio de hombre que había sido, él lo valía.

“Gerard, ¿alguna vez nos perdonará?”

“Frankie.” Y se inclinó para besar su cálida boca. Sus labios se entregaban a esa deliciosa caricia lentos, disfrutando de cada roce, mientras sus manos se deslizaban sensuales por su espalda.

Ese beso concluyó en un fuerte abrazo. Frank recargaba su cabeza en el hueco del cuello de Gerard y él lo sujetaba como si se tratara de un pequeño ser que necesitaba ser protegido. Un ser tan sensible que necesitaba de alguien para estrecharlo con fuerza, de alguien que tomará su mano para que los remordimientos no lo hundieran.

“Nunca creí encontrar vida en este miserable mundo. No podía dejarla morir por nada, ni por nadie. Así es el destino”

“Gerard, ¿Me amas?”

Gerard volvió a aferrarse a sus labios cuando vio cuánta desesperación había en los verdes ojos llorosos de su Frank.

“Te amo Frank. Te amo.” Y en un nuevo abrazo se devoraban con vehemencia, queriendo llenarse del calor del otro, del contacto de sus cuerpos. Frank necesitaba saber que se pertenecían, que así tenía que ser. Que no había porque estar triste ahora que eran libres para amarse. Y Gerard necesitaba que él sintiera que su amor era lo más real, que dejara de recriminarse por terminar con Mikey y que no dudará de que él lo haría feliz, que no temiera.

La ropa les estorbó: Frank le sacó la chamarra y playera a Gerard y luego se quito su sudadera. Y se detuvieron por un momento. 

Frank se pegó a su pecho desnudo rozando su cara contra el blanco y terso cuello como si fuera un perezoso gato. Las manos de Gerard recorrían con cuidado su espalda hasta llegar al cuello donde con sus dedos delineó el escorpión, no pudo resistirse a besarlo una y otra vez. 

El guitarrista dejo escapar un ahogado gemido. Way se separó un poco para mirarlo: su piel se erizo cuando vio su cabeza ligeramente ladeaba, sus ojos cerrados y se quedo como hipnotizado saboreando su aliento que desde su boca entreabierta inundaba sus sentidos.

Pasó la mano por los tatuajes del brazo de Frank como si nunca los hubiera visto siquiera, mientras él lo observaba dejándose hechizar por esa expresión de adoración en su rostro.

Frank se acercó, su boca entreabierta rozaba la de Gerard. Se complacía torturándolo, porque veía como él ansiaba que sus labios lo poseyeran en ese instante. Y así se quedo respirando sobre su boca anhelante por unos momentos.

El beso que siguió fue salvaje, lleno de pasión, fue como una válvula de escape para liberar su culpa.

Al separarse Gerard se llevó un dedo a sus labios, y luego los miró: era sangre. El piercing de Frank había rasgado sus labios.

Frank tomó los dedos de Gerard y los lamió limpiando la roja sangre, después de saborear ese sabor quiso llenarse de él y volvió a aferrarse a sus labios ahora más rojos que nunca.

Con desesperación se dirigieron a la cama y Frank lo aventó mirándolo con la lujuria dibujada en el verde de sus ojos, comenzó a desbrocharse el cinturón, pero antes de que se quitara los jeans Way lo jaló sobre él y los enardecidos y furiosos besos los perdieron en la pasión.

De nuevo sus cuerpos desnudos uno sobre el otro deliraban sintiéndose envueltos en el calor tibio del amor, que se incrementaba a cada momento. Gerard estaba como fuera de sí dejándose amar despiadadamente por Frank, quien parecía no poder controlar tanta pasión. Desconocía ese brillo perverso en sus ojos y eso lo tenía fuera de sí, dejándolo a él con todo el control.

Sobre su cuerpo, Frank mordisqueaba sus pezones mientras sus manos se deslizaban con fuertes caricias entre sus muslos. Y murmuraba su nombre con entrecortada voz, escuchando los gemidos incontenibles de su amante, del hombre que le debía dar todo, por que por él dejo todo lo que tenía. ¿Acaso no lo amaba? Entonces porqué sentía la necesidad de que él se lo retribuyera, no lo sabía, pero no le importaba y seguía tomando cada fibra de su ser sin consideración.

“Vas a amarme siempre.” Le susurró al oído mirando luego su rostro ausente, perdido en el éxtasis que le provocaban sus caricias: sus ojos cerrados, su respiración rápida se colaba por la boca entreabierta y las pequeñas gotas de sudor por todo el sonrosado rostro.

“Frank.” 

El guitarrista al verse dueño del que en sus cinco sentidos era implacable, se deslizo hasta sus caderas y no le pareció suficiente, lo quería poseer por completo. 

Nunca lo había hecho y en ese estado de lujuriosa perversidad lo único que quería era egoístamente tener total control sobre él. Él se lo debía, por hacerlo pasar por ese maldito trago amargo: pedirle una exclusividad. La que sin saber porqué lo hacía sentirse enfadado ¿Qué diablos significaba eso?

Cuánta confusión sentía y en ese momento la pasión que lo invadía no lo ayudaba.

Nuevamente vio su rostro y una fuerza extraña hizo que quisiera herirlo. Y lo tomó de una vez sin contemplaciones.

Gerard se estremeció, su cuerpo se arqueó dolorosamente al verse invadido en su interior tan repentinamente. Abrió los ojos y a pesar del dolor la tremenda ola de pasión que lo invadió al verlo entre sus piernas, al sentirlo dentro de su cuerpo lo hizo empujar sus caderas contra él, una y otra vez hasta que el mismo ya no supo de su propio cuerpo, no le importaba herirse se dejo ir en ese torrente de electricidad llenando sus entrañas.

Frank se movía dentro de él sin piedad, sin perder de vista cómo ese hombre enloquecía de placer entre sus brazos, lo veía moverse con urgencia pidiendo más, gimiendo con desespero, apenas pudiendo pronunciar su nombre, pero aún así no paraba de llamarlo. 

No veía el gesto de dolor contenido que había en su rostro, la tensión en sus labios con cada salvaje acometida.

Lo único que le importaba era que en ese momento un vulnerable Gerard Way era de su propiedad. Y eso, sólo eso podía quitar la carga de sus hombros. Tenía que terminar esa noche, era demasiado tarde pelear por lo pasado.

Tal visión era jodidamente excitante, y aumentó su ritmo empujando más y más fuerte, mientras los gemidos de Way se convertían en ahogados gritos de dolor. Pero eso no lo detuvo, se inclinó un poco y hundió su lengua en su boca acallándolos.

“¿No me amas?... Ámame.” 

“Te amo.” Gimió fuerte. Y Frank sintió como el peso se aligeraba. Tal vez si se pertenecían y así al menos no caía solo, los dos eran responsables.

Gerard seguía entregándose, le daba todo su ser, sus manos lo tocaban en un recorrido interminable al igual que sus labios lo besaban sin parar. Ese dolor se convirtió en placer pronto, el frenesí del amor de Frank venció la resistencia de su cuerpo.

Frank sintió como su cuerpo se contraía sin poder resistir más y se apretó al cuerpo de Gerard y él lo recibió sujetándolo tan fuerte como ese potente orgasmo lo dejaba. Ambos se dejaron ir en ese delirante placer y sentían sus cuerpos unidos moverse febrilmente.

Poco a poco los alucinantes efectos del amor pasaron.

Siguieron abrazados en silencio, tenían lo que habían anhelado, pero para estar juntos habían tenido que herir a una de las personas más importantes en sus vidas: para uno su hermano, para el otro su amigo y amante. ¿Por qué el destino jugaba tan cruelmente con las personas?

“Nunca.” La voz de Gerard sonó tan apagada contestando aquella pregunta que le hiciera Frank. Mikey nunca los perdonaría. Frank levantó el rostro de su pecho para verlo.

“Tal vez sería mejor si me dejaras.” Esas palabras lo sorprendieron tanto como a Gerard que lo volteó a ver incrédulo. 

Y un sentimiento que le dolía lo hizo apretarlo con más fuerza, no lo entendía y necesitaba que esas palabras fueran dichas. Pero Frank no las dijo.

“Nos amamos. Yo estaré ahi. Te juro que esto no fue en vano.” Le dijo besando su cabello y Iero se quedo inmóvil sintiendo el calor de su regazo, que más para su culpa, no lo reconfortaba como antes.

Habían decidido ser egoístas y la culpa los ahogaba con cada minuto que compartían juntos. Pero esa noche había terminado todo y al fin eran libres. No sería fácil, pero nada en la vida era fácil.

La luz del amanecer los encontró dormidos uno en los brazos del otro.
Cuando la oscuridad se convierte en luz pareciera que se tratara del fin, pero cada rayo de luz tiene miles de matices.


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