miércoles, 7 de marzo de 2012

Awww... Sugar; Capítulo: #2

Capítulo: #2


-No, nosotros no salimos- dijo Gerard con una sonrisita nada convincente, mientras observaba a Bert; este lo miró con otra sonrisa similar, y después de una pausa, ambos estallaron en carcajadas.

“No, no salimos, follamos pero no salimos” pensó Frankie con sarcasmo, mientras observaba detrás de cámaras como se desarrollaba la entrevista para el canal Fuse. Gerard y Bert, algo colocados por un papel que habían consumido hacía un rato, estaban dejando ver más información de la que se suponía tendrían que haber dado... en más de un sentido. Si no hubiera sido por que Ray, siempre sensato, les había insistido en que se pusieran las gafas oscuras antes de salir al aire, todos habrían podido ver que ambos vocalistas estaban volando.



Frank siguió observando a la pareja hacer desfiguros mientras se fumaba un cigarrillo, bastante molesto. Aunque no sabía que le fastidiaba más: si el que Gerard hubiera accedido a dar la entrevista en semejante estado, o el que prácticamente estuviera predicando, no con palabras, sino con su actitud, que se estaba tirando al vocalista de The Used.

A decir verdad, eso último era lo que más lo molestaba.

Frankie no lo sabía en ese momento, pero mucho tiempo después habría terminado por admitir que Gerard había pasado del estatus de amigo al de algo más, aunque eso lo turbó bastante. Al principio ni siquiera le había puesto mucha atención a los sentimientos que empezó a tener por su compañero; sinceramente, estaba demasiado ocupado como para darles importancia. Además, siempre tenía a su alcance una cantidad impresionante de groupies dispuestas a todo, ñam, chicas hermosas y fáciles, así que se limitó a alejar esos pensamientos cual si fueran molestas palomillas. Se la pasaba bien, jodidamente bien, y luego llegó Jamia, con su rostro sensual y sus exuberantes artes amatorias, y por un tiempo, borró cualquier otra cosa de su cabeza.

Sin embargo, la novedad pasó y cuando Bert entró en escena, con todo y el click instantáneo que tuvo con Gerard, Frank se sintió invadido por algo muy cercano a los celos. Demasiado cercano, en realidad. Aunque el vocalista de la otra banda no le caía mal, le chocó ver como Gerard cayó rendido ante sus encantos casi instantáneamente. Lo sentía como una especie de usurpador, por decirlo de alguna forma. Y ni Jamia logró que su cerebro dejara de pensar en ese hecho.

Además, Bert era una terrible influencia para su amigo: el chico era un adicto de tiempo completo al que le importaba más la diversión que la creciente adicción de Gerard, y a decir de Frank, su compañía le hacía más mal que bien. Desde que empezó su amistad, Gerard y Bert se la pasaban casi permanentemente ebrios o drogados.

Después vino la escena del bar; Gerard había salido fatal de esa, y se la había pasado terriblemente deprimido durante casi una semana. Había salido a cantar porque estaba obligado a ello, pero el resto del tiempo se la pasaba medicado y durmiendo. Frank se sentía muy mal al ver a su compañero en ese estado, y los pensamientos de que lo que sentía no era una simple compasión de amigos volvieron a acosarlo. Lo cuidó durante ese periodo, incluso más que el resto de la banda, siempre guardando las apariencias, claro, hasta que salió del bache. Aunque no le causó extrañeza, ni a él ni a nadie, que al día siguiente Gerard amaneciera junto a Bert en el autobús de The Used, totalmente empastillado.

Frankie se debatía entre el coraje y el cariño que le tenía a su amigo. Incluso, un día en que fumaba un poco de hierba, se sintió con el valor de reclamarle a Gerard el por qué no quería que se acercara a él en el escenario cuando siempre andaba dando la nota con Bert. Después se desdijo, pero ese fue el punto en el que se tuvo que plantear de verdad que coño estaba pasando con lo que sentía por Gerard, por muy estúpido que le sonara hasta a él mismo semejante cuestionamiento.

La historia sobre lo que hacían en el escenario había empezado de forma muy inocente, dijeran lo que dijeran las malas lenguas. Simplemente le había parecido un juego ingenioso y lucrativo. El morbo siempre vende, eso lo sabía todo el mundo, y no quiso desaprovechar ese hecho. Además, siempre terminaba haciendo lo que le pasaba por la cabeza, para deleite de algunos y molestia de muchos más. Punto.

Pero todo el montaje que había armado en plan de coña se le había terminado por escapar de las manos, y de un tiempo para acá, empezó a sentirse sumamente turbado cuando tenía a Gerard cerca; siempre había sabido que su amigo era una de esas personas a las que simplemente no se les puede sacar la vista de encima, pero ahora era él el que no podía dejar de mirarlo. Y el vivir prácticamente las 24 horas en su compañía no hacía las cosas más fáciles. Un día se descubrió pensando en que no conocía a nadie que tuviera una sonrisa mas encantadora que Gerard, y al darse cuenta de lo que acababa de pensar, se sintió con ganas de tirarse del jodido autobús en movimiento. ¡¿Por qué coño estaba pensando eso de otro tipo?!

Se cansó de repetirse a si mismo durante semanas que era obvio que notara que su amigo era bastante atractivo pero que eso no significaba nada, hasta que un día, mientras hacía el amor con Jamia, se empezó a imaginar que la espalda que ondulaba ante sí y que el rostro que volteaba por encima del pálido hombro no era el de la chica, sino el de Gerard.

Esa noche fue una de las más apasionadas que Frankie hubiera tenido nunca, aunque al terminar, cuando su amante dormía profundamente a su lado, la confusión casi lo volvió loco.

Al día siguiente, cansado y ojeroso, se había desplomado en el incómodo sofá del autobús, sorbiendo una taza de café y pensando en que era hora de dejar de hacerse tonto él solo. Había dejado a Jamia en la habitación del motel donde habían pasado la noche. Ni siquiera se había despedido de ella. El ajetreo matutino de los tramoyistas que preparaban el escenario le retumbaba en la cabeza y ni siquiera se percató de que Matt acababa de despertarse hasta que este se sentó a su lado, con el cabello de punta.

-Que nochecita, ¿eh?- le dijo el baterista con una sonrisita taimada.

-Ni que lo digas- contestó Frank, sintiendo un inminente dolor de cabeza.

¿Y que pasaría si de verdad se diera algo entre Gerard y él?, pensó Frankie, mientras veía a Matt revolviendo en la cocinita en busca de algo de comer y a Ray saliendo de su pequeña litera. Estaba seguro que a nadie le importaría demasiado. Si de algo se alegraba, era de que toda la gente con la que trabajaba nunca se metía en asuntos ajenos. Siempre habían sido así, y eso era algo que agradecía de sobremanera.

“Un momento”, pensó. ¿Eso quería decir que de verdad, DE VERDAD, estaba aceptando que Gerard le... gustaba?

Maldición...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Mikey y Alicia, su novia, entraron al autobús. Detrás de ellos llegó Brian para darles el programa del día.

-¿Y Gerard?- preguntó el manager.

-Está afuera con Bert- dijo Mikey. Frankie se asomó rápidamente por la ventanilla y efectivamente: el vocalista estaba tomando café y fumando un cigarrillo en compañía del otro chico, riéndose por quien sabe que cosa. Como cada vez que estaba con Bert, Gerard se veía resplandeciente.

Frank se volvió a sentar y dejó de prestar atención a los demás. Independientemente de que si aceptaba o no lo que fuera que pasara por su cabeza, estaba el pequeño gran detalle de que no tenía ni puñetera idea de lo que sentía Gerard. Además, ¿qué se supone que haría con una persona tan inestable como lo era su amigo? Las cosas eran lo suficientemente difíciles como para venir a complicarlas aún más con algo de esa naturaleza. Frankie había tenido suficientes relaciones tormentosas como para querer meterse a otra más sabiendo de antemano lo que le esperaba. Y estaba el asunto de que era meterse con Gerard, precisamente. Cualquier problema entre ellos terminaría afectando a toda la banda, eso lo tenía muy claro. ¡Y por todos los infiernos, se estaba planteando una relación con un HOMBRE! Frankie jamás había estado antes con otro tipo, ni siquiera por experimentar. Se tendría que sentir... extraño. ¿Y su familia? Ni siquiera quería imaginarse el ataque que le daría a su abuelo si se llegara a enterar que la niña de sus ojos (léase: Frankie) se estaba acostando con otro tipo. A pesar de todo, la opinión de su familia aún pesaba sobre lo que hacía o dejaba de hacer.

No, eran demasiadas cosas en contra, demasiados problemas, demasiado todo
Así que decidió dar el asunto por concluido aún antes de empezarlo.

El tiempo pasó y Frank no dijo una palabra sobre todo aquello. Siguió actuando como siempre, y cuando Gerard tocó fondo a mediados del 2004, lo apoyó incondicionalmente mientras se desintoxicaba. Finalmente, volvieron a enrolarse en el tour, ahora con Bob como baterista, y con un Gerard totalmente aterrorizado ante la idea de salir sobrio al escenario.

Pero a pesar de todos los pormenores de los últimos tiempos, se sobrepusieron y las cosas salieron mejor de lo que esperaban. Se acoplaron a la perfección con Bob y se volvieron a enfrascar en la interminable lista de presentaciones y entrevistas con un nuevo y renovado ánimo.

Frankie estaba muy contento de que la marea por fin había bajado y, aunque no lo expresara de la forma en que hubiera querido, también estaba orgulloso de Gerard. Había demostrado más valor del que nadie esperaba, y aunque el día a día era difícil, el chico estaba empeñado en lograrlo. Al verlo sobrio, contento y en sus cinco sentidos, Frankie empezó a sentir que, por mucho que se resistiera, se avivaba la pequeña flama que él mismo había apagado hacía unos meses.

Sin embargo, seguía sin animarse a hacer nada; había pensado en tal vez concebir algún movimiento cuando Gerard dejó de ver durante un tiempo a Bert, debido a que la gira que compartieron había terminado. Pero cuando empezaron con el Taste of Chaos Tour, ambos vocalistas volvieron a tener la misma estrecha relación. Simplemente, nunca parecía ser buen momento.

Así que Frankie mantuvo el silencio, tratando de ignorar esos locos momentos en que sentía que lo mejor era mandar al diablo todas sus dudas y lanzarse sobre Gerard como una jodida groupie. No se entristeció cuando la gira terminó y se embarcaron en una larga serie de conciertos en solitario, sin Bert interviniendo todo el tiempo. Eran capaces de llenar grandes estadios por si mismos. Las cosas iban cada vez mejor y él podría haberse dado un tiro de felicidad si no hubiera sido por esos inquietantes pensamientos que tenía acerca de Gerard.

Hasta que aquella noche, en el momento más inesperado, su perfecta mascarada lo había traicionado. La música, la adrenalina y la visión de Gerard gimiendo sensualmente en el suelo hicieron que su sentido común se evaporara sin previo aviso. Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, casi se había follado al otro en pleno escenario. Si no hubiera sido por la intervención de Mikey, se habría venido allí mismo. Así que terminó el concierto maldiciéndose a si mismo por semejante indiscreción, aunque su muy ensayada actitud de “Aquí No Pasa Nada” lo libró de los cuestionamientos sin palabras de Gerard, si bien por un pelo. El líder de la banda se había marchado con una expresión indescifrable en el rostro, y allí fue cuando la cabeza de Frankie empezó a dar vueltas.

El pánico lo había embargado después de ocultarse por tanto tiempo y de repente ponerse en evidencia, pero, ¿en realidad había hecho lo correcto? Era obvio que Gerard quería saber qué había pasado encima del escenario. ¿Y si había dejado escapar la oportunidad que había estado buscando?

“¡Soy un maldito imbecil!” pensó Frankie, mientras veía a Gerard caminando muy tieso al salir de la habitación.






>>>>






Los días de cómodas habitaciones de hotel y comidas decentes se habían ido cuando las presentaciones por Europa terminaron. Y en su lugar, quedó el conocido traqueteo del autobús al regresar a los Estados Unidos y meternos de lleno en una gira promocional para una compañía de video juegos.

Habían pasado casi dos semanas desde aquel extraño concierto, y Frankie y yo no habíamos dicho ni una palabra al respecto; aunque era una especie de silencio tenso, por llamarlo de alguna forma. A pesar de los intentos que llevé a cabo por hacer menos el incidente, sinceramente no me lo podía sacar de la mente. Y Frank se estaba comportando de manera extraña. No había vuelto a hacer nada de lo habitual en el escenario, y se había tornado extrañamente meditabundo, cosa rara en él. Me pregunté si tendría algo que ver con lo que había pasado, pero era demasiado pedir. Además, no quería quedar como un completo imbécil si la cosa no iba por ahí y Frankie estaba preocupado por alguna otra cosa. Decidí quedarme con mis paranoias y no mover un dedo.

Llego el invierno, y con ello, un frío endemoniado. Encima de todo, la calefacción del autobús decidió averiarse justo cuando pasábamos por una de las zonas más frías del país. Todos insultamos y gritamos, como era de esperarse, pero el punto era que no había tiempo para reparar el desperfecto hasta tres días después, así que tuvimos que seguir adelante con el itinerario.

Una de esas madrugadas, cuando el autobús avanzaba rápidamente por la autopista hacia la siguiente ciudad, me encontraba en mi litera, maldiciendo al puto frío que me calaba hasta los huesos. Todos estaban dormidos o al menos eso creía, hasta que la cortina del compartimiento se abrió y vi a mi hermano envuelto en una manta.

-¿Qué?- le pregunté.

-Hazme un espacio, que no aguanto el jodido frío- me contestó, tembloroso.

Así que me recorrí y nos apretujamos en el reducido lugar. Mikey se revolvió y sacó algunos libros, latas vacías y demás cosas de debajo de su espalda.

-Coño, no se como puedes dormir con tantas porquerías clavándosete en el culo- dijo, mientras tiraba todo al pasillo. Me reí entre dientes. Mikey siempre había sido mucho más ordenado que yo.

-Cállate y agradece que no vas a pasar frío. Ya quisiera ver que Bob te diera posada en su cama.

-Nah, no te sientas tan especial. Preferiría que Alicia calentara mis noches en lugar de mi apestoso hermano.

-Claro, mira quien habla. Ya perdí la cuenta de los días que llevas sin bañarte. Cuando Alicia regrese se va a desmayar, y no precisamente de la emoción.

Ambos nos reímos hasta que escuchamos un “¡Shhh!” molesto de alguna parte. Mikey se acurrucó y me compartió su manta, como cuando éramos pequeños. Sonreí al recordar las ocasiones en que mi hermano dormía conmigo cuando hacía demasiado frío, justo como ahora. Aunque yo era el mayor, él siempre se preocupaba de que yo estuviera suficientemente tapado con las frazadas antes de hacerse un ovillo junto a mi. Y a pesar del paso del tiempo, Mikey había conservado ese instinto protector que yo jamás tuve. Sabía que había heredado el carácter generoso de nuestra abuela, y aunque nunca se lo había dicho, cuando ella murió, fue un consuelo para mi el saber que algo de ella seguiría viviendo en mi hermano.

Le di un cariñoso beso en la frente, aunque él ya estaba roncando profundamente.






>>>>






Escuché voces y pasos entre sueños. Entreabrí los ojos y me di cuenta de que ya había amanecido, pero estaba tan amodorrado y calientito que no quería levantarme. Mikey seguía durmiendo a pierna suelta, con un brazo sobre mi pecho y la nariz clavada en mi cuello. Volví a cerrar los ojos y me adormilé de nuevo. Al diablo...

No supe cuanto tiempo pasó. De repente, un flashazo de luz me despertó.

-¡Awww, miren que ternura! ¡Esto va a valer oro para los tabloides!- dijo Bob, quien traía una cámara en la mano. Ray y él se estaban desternillando de risa, y en la litera de enfrente, Frank veía a Mikey y a mi con una mezcla de risa y ... ¿avidez?

-¡Púdrete, Bob!- dije, tratando de hacer a un lado a mi hermano, quien al parecer, había entrado en estado comatoso.

Mis amigos se fueron carcajeándose. Traté de despertar a Mikey, pero este seguía durmiendo como tronco; así que opté por pasar por encima de él y casi me parto el cuello al salir de la litera. Frankie me observaba mientras se ponía los calcetines.

-¡¿Qué?!- inquirí, medio cabreado por el brusco despertar.

-No, nada... es solo que se veían... lindos- dijo, con una sonrisita en los labios.

Resoplé enfadado y lo dejé por causa perdida. Me dirigí a la cocina con el plan de meterle la cámara por el culo a Bob.

Pero por alguna razón, Frankie volvió a ser el de antes después de ese día. Incluso regresó a hacer sus acostumbradas locuras en el escenario, con todo y los acercamientos y besos que hacían que los fans se quedaran con la boca abierta.

Yo estaba tan contento que me la pasaba con una sonrisa idiota en la cara durante todo el día. Me sentía como un escolar soso.






>>>>








En navidad hicimos un intercambio de obsequios, y para mi sorpresa, Frank fue mi Santa Secreto. Aunque pensé que nadie me había puesto atención, me regaló justo lo que yo había mencionado hacía un tiempo, un juguete estúpido que me había llamado la atención. Me sentí muy halagado por ello, y por la noche, cuando todos estaban durmiendo la mona después de la fiesta, me acerqué al sillón donde Frankie estaba despatarrado. Levantó su vaso hacia mi, en señal de brindis.

-Tú ya no puedes, pero yo lo disfruto por ti- me dijo, ebrio y feliz. Tenía las mejillas encendidas y el cabello revuelto. Estaba radiante. El recuerdo del escenario en Inglaterra me vino a la mente mientras me sentaba a su lado.

-Será mejor que vayas a la cama. Está haciendo frío.- le dije, mientras le apartaba el cabello de la frente. Como al descuido, dejé que mis dedos rozaran su mejilla al retirar la mano. Me sentía un poco ebrio, aunque no había tomado una gota de alcohol desde hacía meses.

El autobús estaba silencioso y en penumbras, pero pude ver que Frank me estudiaba con sus ojos claros. Entonces, sin más, se acercó a mi y me besó, ligeramente, entreabriendo los labios solo un poco, como si se estuviera conteniendo apenas. Sentí su tibio aliento pasando a través de mi. Me había quedado congelado por la sorpresa.

Unos instantes después se separó y me observó con los ojos muy abiertos, como si estuviera sorprendido de si mismo. Pero entonces fui yo quien, sin poder contenerme, enredé mis dedos entre su cabello y acerqué su rostro hacia el mío. Lo besé con total abandono, como hacía mucho tiempo no lo hacía con nadie, y sentí como su cuerpo se iba relajando y se fundía con el mío. Acaricié su rostro, su cabello, su espalda, y cuando mi lengua se enredó con la suya, escuché como un gemido escapaba de su garganta y apretaba su cuerpo contra el mío aún más. Sus manos se colaron por debajo de mi camisa y los besos se estaban volviendo cada vez más ansiosos. Me sentía arder por dentro. Bajé la mano hasta su cinturón y comencé a desabrocharlo, sin pensar, solo sintiendo, solo escuchando su respiración acelerada junto a mi oído mientras me trataba de sacar la camisa.

Pero de repente, algo helado se derramó entre nosotros y el ruido de cristal roto nos devolvió a la realidad. El vaso del que había estado bebiendo Frankie se había volteado y caído al suelo.

-¡Coño!- exclamó, poniéndose de pie de un salto. Se pasó las manos por los pantalones empapados de licor, pisando accidentalmente los restos de vidrio. -¡Mierda, mierda, mierda!

-Cálmate, es solo un vaso- dije, levantándome también, con la respiración aún agitada. Mi corazón latía como si hubiera corrido un maratón.

Ambos nos quedamos parados ahí, como idiotas, sin atrevernos a decir nada, ni siquiera a mirarnos. Frankie se pasó la mano por el cabello nerviosamente.

-Yo... estoy muy borracho, mejor me voy a dormir- murmuró, y pasó apresuradamente junto a mi.

Yo me dejé caer de nuevo sobre el sillón, sin importarme que estuviera empapado, con la cabeza dándome vueltas.

¿Ahora que diablos iba a pasar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario