miércoles, 7 de marzo de 2012

Awww... Sugar; Capítulo: #4

Capítulo: #4

-... Así que si aceptan, tienen que ir a más tardar la próxima semana, por que después de esa fecha tenemos lo de House of Blues y después viene Año Nuevo- dijo Brian, viendo la pantalla de su agenda. –Hum... de hecho, podríamos ir desde pasado mañana y quedarnos tres días antes de irnos a Chicago... supongo que será tiempo suficiente. ¿Qué les parece?

Ray y Bob estuvieron de acuerdo de inmediato; Mikey también aceptó, aunque le lanzó una extraña mirada de soslayo a su hermano.

En cambio, Gerard no respondió. Frankie estaba viendo por la ventanilla, como si no hubiera escuchado nada o la pregunta no fuera para él.

-¿Y bien?- cuestionó Brian, viendo extrañado a los dos chicos -¿Qué pasa? ¿Alguna objeción?

-No- dijo finalmente Gerard. –Me parece bien.

-¿Y tú Frank?

El guitarrista se acomodó en su asiento.

-Claro, no hay problema- dijo con naturalidad.

-De acuerdo. Voy a desayunar algo decente para variar. Ya estoy harto de la basura que siempre comemos. ¿Alguien me acompaña?- preguntó Brian.

Todos aceptaron menos Frankie, quien dijo a último momento tener pereza de salir al frío. Se quedó preparándose una taza de café mientras veía a Gerard en la puerta del autobús, al parecer indeciso sobre si ir o quedarse. Frank le dio la espalda y se puso a hablar con el técnico de sonido, y cuando volvió a ver, Gerard ya se había ido.

“Mierda. ¿Por qué tenía que aparecer Bert justo ahora?” pensó el guitarrista, irritado, sin poner atención a lo que le estaba diciendo el otro chico.


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Estaba preocupado, jodidamente preocupado. Ni siquiera había pensado en Bert mientras pasaba todo lo que pasaba con Frank, pero ahora, inesperadamente, me encontraba ante una situación bastante incómoda. Frankie pareció evitarme durante el resto de ese día y el siguiente, y antes de que me diera cuenta, ya estábamos a bordo del avión rumbo a NY.

Lo observé mientras dormía en el asiento contiguo al de Ray. No solo deseaba a Frankie para follar; en verdad lo quería y sentía algo por él. Pero no tenía idea de que expectativas se había hecho respecto a la relación o lo que sea que tuviéramos. Todo había pasado muy rápido y aún no habíamos hablado para definirlo. Sin embargo, no me imaginaba teniendo algo convencional con él, predicándolo a los cuatro vientos o andando tomados de la mano por ahí. Simplemente, las cosas no eran así de fáciles. Yo seguía sin tener ganas de darle explicaciones a nadie sobre si me acostaba con hombres y con mujeres por igual, y ni siquiera a Mikey le había hablado sobre lo que estaba pasando entre Frank y yo.

Pero como dije, no sabía que era lo que Frankie esperaba de todo aquello.

Y Bert... bueno, Bert era cosa aparte. Las cosas con él se habían dado casi desde que nos conocimos. Terminé metido en su cama durante la primera borrachera que nos pusimos juntos, y a partir de allí nos convertimos en amantes de planta. Pasara lo que pasara y aunque las giras de las bandas se separaran, siempre que nos volvíamos a ver terminábamos follando en donde fuera. Nos entendíamos totalmente en el aspecto sexual; era una especie de cosa animal o algo por el estilo. Pero no era solo eso: Bert no solo era mi amante, sino también mi amigo. Nos llevábamos muy bien y entendía todo lo que pasaba por mi cabeza. A veces me daba cuenta de que actuaba demasiado efusivo con él cuando estábamos en público, pero no me importaba. De hecho, fue la primera vez que en verdad no me importo si la gente sospechaba algo, aunque cuando me preguntaban directamente, siempre terminaba negándolo todo.

Sin embargo, por mucho que nos lleváramos bien, nunca tuvimos nada a lo que se le pudiera llamar una relación. Casi sin hablar al respecto, llegamos al acuerdo mutuo de que íbamos a tener vidas por separado. Fue algo muy natural. Bert seguía acostándose con Quinn y con quien se le antojaba. Yo hacía lo mismo. Creo que simplemente, nunca tuvimos esa clase de sentimiento como para querer estar juntos en serio. Éramos amigos que se acostaban. Solo eso.

No obstante, después de tantos años de serlo, no sabía como se sentiría si le decía que no volvería a estar con él.

Y yo no sabía si deseaba dejarlo en realidad.



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-¡Gerard, cabrón!- dijo Bert con una sonrisa en cuanto entré por la puerta del estudio, y me abrazó, contento. Yo hice lo mismo, aunque no me atreví a ver a Frank, quien estaba saludando a los demás.

-¿Cómo estás?- le pregunté.

-En joda; los hijos de perra de la disquera nos pusieron fecha límite para entregar el disco. Cómo si hacer música fuera hacer waffles...-

Noté que Bert estaba algo pasado. A pesar de que le insinué un par de veces que debería desintoxicarse, no estaba dispuesto a dejar su estilo de vida desenfrenado. Eso me preocupaba mucho; no quería que tocara fondo como yo lo había hecho.

Frank se acercó y lo saludó como si nada.

-Hey, Bert, ¿cómo van?

-Pues espero que mejor, ahora que llegaron ustedes- dijo, sonriendo sinceramente. Frank se puso a hablar con él del nuevo material, y como al descuido, me pasó un brazo por los hombros; sin embargo, Bert no se dio por enterado. En eso llegó Bob.

-Y que, ¿hay algo para beber? ¿O van a dejar que sus invitados se sequen?

-¿Nos creen tan cabrones?- dijo Branden sonriendo y entrando con un montón de cervezas en los brazos.

Justo en ese momento sonó el celular de Frank.

-Diga... ¿Jamia?- dijo al contestar. En un instante me soltó y se alejó a seguir la llamada en la cabina de controles. Los demás ya habían tomado sus cervezas y empezaban a beberlas, y yo me quedé plantado ahí, con la sensación de tener diez kilos de ladrillos en el estómago.

Entonces Bert me pasó un brazo por la cintura y me dijo que me había extrañado, que había un club muy divertido a unas calles de allí al que quería que fuéramos, y no supe que más. Pero yo no podía sacarle los ojos de encima a Frank, quien estaba detrás del cristal de la cabina. No escuchaba lo que decía y estaba de espaldas, así que no podía ver su rostro. Tuve el loco impulso de ir, arrebatarle el teléfono y decirle a Jamia que se fuera a la mierda.

-¿Gerard? ¡Coño, que te estoy hablando!- Bert me sacó de mis pensamientos.

-Ah... sí, lo siento, ¿qué me decías?

Bert me observó con suspicacia, y volteó a ver a Frankie.

-¿Te lo estás cogiendo?- me preguntó sin más.

-¿Qué?

-Que si te estás tirando a Frank, ¿o por que te interesa tanto lo que hable con su mujer?

Joder. Parecía que Mikey y Bert eran capaces de leerme el pensamiento, y lo odiaba.

-No, como crees...- mentí, mientras veía como la conversación de Frank y Jamia se extendía más allá de un simple “Te dije que todo había terminado, no me busques más”.

Lo cual quería decir que aún seguían juntos.

-Ah, bueno... de cualquier forma, tú y yo amigo...- dijo Bert muy sonriente, apuntándome con su cerveza –Tú y yo estamos por encima de cualquier “relación”, je, je. Ya lo sabes.

Mire a Bert. Sí, lo había extrañado. Y si Frank seguía con Jamia, quería decir que no deseaba nada de exclusividades. Si él lo hacía, ¿por qué yo no?, pensé, aunque una vocecita dentro de mi cabeza me decía que eso sonaba más a despecho que a otra cosa.

-Dame una- le dije a Branden de repente, señalando las cervezas.

-¿Estás seguro?- dijo Bert.

-Sí, al diablo. No me voy a morir por una cerveza.

Así que tomé la botella, sin saber muy bien por qué. De momento me sentía enfadado, y casi vacié el contenido de un solo trago. Sentí como un latigazo en el cerebro al recordar la sensación del alcohol corriendo por mis venas, entumeciéndome y haciéndome olvidar, haciéndome sentir feliz...

Vi que Mikey, Bob y Ray estaban entretenidos hablando con el resto de la banda. Frank seguía hablando por teléfono, y en esos momentos, hice una de las estupideces más grandes de mi vida.

-Bert, vámonos.

-¿a dónde?

-¿a dónde crees?- le dije, arqueando una ceja. -¿Acaso tenemos que esperar?

Bert me miró con una sonrisita.

-Estamos en el Four Seasons; tenemos una suite. Seguro te va a encantar.

Yo solo sonreí y apuré el resto de la cerveza. Dejé la botella encima de una bocina mientras salíamos rápidamente de la habitación, sin que los demás se percataran de nuestra precipitada huída.


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Sexo. Como solo Bert y yo lo sabíamos hacer.

Y alcohol, litros de alcohol.

Y polvo.

De nuevo el bendito polvo, blanco como la nieve.



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-Maldito imbécil...

La conciencia volvió a mi lentamente. Noté claridad a través de mis párpados cerrados, y los abrí con dificultad. La luz del sol me deslumbró, y de inmediato sentí que todo me daba vueltas. Mikey estaba parado frente a mi, con el rostro crispado por la furia.

-¡¿Cómo pudiste?! ¡¡Eres un jodido pendejo!!- me gritó, jaloneándome y tratando de levantarme del suelo donde estaba tirado. Sin embargo, no me aguantó, así que me dejó caer de nuevo. Sentí que la cabeza me iba a explotar.

-Mikey...

-¡No digas ni una palabra! Levántate de una puñetera vez y vístete- dijo, recogiendo mi ropa y aventándomela a la cara. Me di cuenta de que me hallaba totalmente desnudo. –¡Nos largamos de aquí!

-Espera- murmuré, tratando de ponerme los pantalones. –No nos podemos ir... Bert... la canción...

-¡Al carajo con este pendejo!- exclamó Mikey, señalando hacia el sillón. Bert estaba ahí, aún inconsciente e igualmente desnudo. -¡No puedo creer que lo hayas seguido de nuevo! ¡Te vas a morir! ¡¿No lo entiendes?!

No dije nada. Acababa de ver que Frank estaba parado detrás de Mikey, observándome con una terrible expresión de reproche.



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Todos estaban furiosos conmigo, como era de esperarse, y nadie me dirigió la palabra mientras hacíamos los arreglos para marcharnos a Chicago. El productor y los chicos de la otra banda trataron de arreglar las cosas en cuanto se enteraron del incidente, pero todo terminó como una serie de gritos e insultos por parte de ambos grupos, y la relación tanto de trabajo como de amistad que habíamos tenido se fue al carajo.

Bert se deshizo en disculpas, pero no le guardaba rencor alguno. Solo yo había tenido la culpa de todo lo que había pasado. Nos despedimos tristemente, sabiendo que seguramente no volveríamos a hablar en un largo tiempo. Me sentí muy mal, pues los chicos de The Used estaban rabiosos con Bert; toda la culpa había recaído en él.

Y todo por un arranque de estúpidos celos de mi parte. Por que sí, finalmente había aceptado que eso era lo que había sentido cuando vi a Frank hablando con Jamia. Ni siquiera sabía de que coño habían hablado, eso era lo peor. Y aunque siguieran juntos, no tenía justificación para haber actuado del modo en que lo había hecho. Ni yo mismo estaba seguro de dejar a Bert en un momento dado, y ahora, de cualquier modo, ya no volvería a verlo.

Había actuado como un completo idiota. Quería volarme la tapa de los sesos.



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Los días que siguieron fueron los más tensos que habíamos tenido como banda. Nadie me hablaba más que para lo estrictamente necesario, a excepción de Brian, a quien tuve que convencer de que no necesitaba volver a la rehabilitación. No quería pasarme el año nuevo metido en ese lugar de porquería.

Nuestro último concierto del año fue en el House of Blues y de ahí viajamos a New Jersey a pasar Año Nuevo, a excepción de Bob, quien se quedó en Chicago con su familia. Íbamos en el avión y yo creí volverme loco al ver que las cosas no mejoraban. Extrañaba a Frank, pero no había tenido el valor de pedirle perdón por lo que había hecho. Ni siquiera sabía como acercarme a él, y al verlo ahí, hablando en voz baja con Mikey, me sentí más solo de lo que jamás me había sentido en toda mi puta vida.

En algún momento del vuelo, Mikey se levantó y se dirigió al sanitario. Frank se quedó solo, así que haciendo de tripas corazón, decidí hablar de una vez por todas con él. Me levanté, con la cabeza palpitante, y me senté a su lado. Él ni siquiera volteó a verme. Estaba abstraído viendo por la ventanilla.

-¿Frank?-

Mi amigo volteó a verme con expresión perezosa.

-¿Hum?

-Yo... – No sabía ni que decirle. Sus ojos verdes me estudiaban con frialdad, y eso me lastimó más que si me hubiera mandado al diablo en ese instante. Finalmente, le dije lo único que podía decirle:

-Lo siento.
Frank cruzó los brazos y suspiró casi inaudiblemente.

-Olvídalo. No hay problema.

Lo miré sin tratar de ocultar mi miseria.

-Lo arruiné, lo se... pero las cosas no pueden acabar así... joder, Frank. No se que decirte.

-Sí, lo se- me dijo. Parecía triste, con esa clase de tristeza que al final solo deja una sensación de profundo cansancio. –Pero en realidad no tienes que decir nada. Es cierto que lo arruinaste, pero... eres tú, ¿sabes? Eres Gerard. No te puedo culpar. Siempre he sabido como eres.

No le contesté. Mi orgullo se sintió herido por un instante, pero eso quedó opacado por la súbita certeza de que no iba a poder arreglar las cosas con Frank. Lo había lastimado demasiado. Un doloroso nudo se alojó en mi garganta. Aunque por supuesto, mi rostro no dejó entrever nada.

-No podemos seguir así- continuó. –No podemos dejar que la banda se acabe por algo como esto. Así que... solo hay que seguir adelante, ¿está bien? Déjalo ir. Tenemos mucho trabajo para el año que viene. Todo estará bien.

-No hay nada que pueda hacer, ¿verdad?- pregunté. Frank movió la cabeza en señal de negativa. Su rostro estaba serio y calmado.

Nos quedamos en silencio hasta que apareció Mikey. Mi hermano me observó con una expresión muy similar a la de Frankie, y me puso una mano en el hombro, apretándolo ligeramente.

-Duerme un poco, Gerard. Tenemos que estar frescos para cuando lleguemos a casa.



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Mis amigos hicieron las paces conmigo finalmente. Las festividades pasaron rápidamente y volvimos al trabajo; todo volvió a la normalidad, excepto mi estado de ánimo. Aunque parecía estar bien, lo cierto es que me sentía totalmente vacío. Y aunque pasaron un par de meses y esa sensación se fue difuminando, mi corazón entró en una especie de sopor que siempre me acompañaba allá a donde fuera. Y a veces, cuando charlaba con Frank, no podía evitar el pensar en lo que hubiéramos podido llegar a tener de no haber hecho lo que hice.

No obstante, decidí dejarlo en paz y no insistir en algo que pudiera dañarlo.

Finalmente, como él mismo dijo, yo era quien era. Y dudaba mucho que pudiera cambiar.



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Pasó el tiempo y entramos al estudio a grabar el nuevo material. Esa era una de las pocas cosas que me entusiasmaban en realidad; teníamos muchas buenas ideas, Howard volvería a ser nuestro productor y todo pintaba bien. Incluso el estar alejados de los escenarios nos sentaba bien; el estar asentados en NY por una temporada nos daba tiempo para salir y conocer la ciudad sin la presión de tener que movernos todos los días.

Mikey y Frank se habían hecho muy cercanos después de lo ocurrido conmigo. Una de las chicas del staff me había contado que Frank terminó con Jamia a principios de enero, y Alicia había botado a Mikey poco después por el guitarrista de la banda con la que tocaba. Así que al parecer, se habían hecho compañeros de desgracia, y no era raro verlos ebrios y maldiciendo su cochina mala suerte con las mujeres. Mikey en especial lo había pasado realmente mal, e incluso un día se apareció en el departamento que compartíamos los dos cayéndose de borracho y llorando por la chica. Me pasé toda la noche tratando de consolarlo hasta que se durmió. Al día siguiente no mencionó una palabra al respecto, y por consideración, yo tampoco dije nada.

Entonces, sucedió. Una noche especialmente frustrante en que ninguna de las notas parecía tener armonía, terminamos por desesperarnos y mandamos todo al diablo. Ray y Bob se fueron a un bar con el resto del equipo, pero en realidad yo no estaba de humor para acompañarlos. Me quedé en la semi oscuridad del estudio borroneando la partitura de una de las canciones, cuando el irritante timbre del celular de Mikey sonó en el pasillo. Yo odiaba el penetrante zumbido, principalmente por que siempre sonaba justo cuando grabábamos y había echado a perder más de una vez el trabajo de varias horas. Mi hermano siempre olvidaba apagarlo cuando entrábamos a grabar, y aunque le había insistido en que al menos cambiara el tono, se había negado.

Así que me dirigí hacia el pasillo dispuesto a tirar el maldito móvil por la ventana, cuando vi que Mikey y Frank salían del estudio juntos. No iban haciendo nada en particular, y sin embargo, algo en su actitud me disgustó, aunque no podría decir por qué. Ambos habían estado bebiendo algunas cervezas durante el día y vi que Mikey llevaba en la mano las llaves de su auto. Los observé mientras salían, indeciso sobre si dejarlos ir o no, pero al parecer estaban bien. Finalmente, volví al cuarto de controles y seguí trabajando.

Pasó media hora, pero me sentía incómodo. Me vino a la mente la imagen de mi hermano y mi amigo en medio de un accidente, así que para quitarme la idea, llamé al celular de Mikey. Nadie contestó. Marqué al departamento y solo habló la contestadora, así que llamé a casa de Frank. Nada. Me empecé a preocupar en serio, principalmente cuando me comuniqué con Ray y me dijo que los chicos no estaban con ellos en el bar.

Después de un par de intentos más con el móvil de Mikey, decidí ir a nuestro departamento, maldiciendo a Frankie por negarse a cargar con un teléfono para poder localizarlo cuando hacía falta. Cuando llegué, el lugar estaba vacío, y no parecía que nadie hubiera estado ahí desde la mañana. El piso que Frank compartía con Ray y Bob quedaba cerca, así que fui hacia ahí, repentinamente alarmado con las sirenas que se escuchaban a lo lejos. Alcancé a ver las ventanas del lugar desde la calle; no había luz en ninguna de ellas. Sin embargo, quise asegurarme. Me estaba empezando a asustar en serio.

El elevador pareció moverse en cámara lenta mientras llegaba al décimo piso. Toqué a la puerta pero nadie salió. ¿En donde diablos se habían metido? El sonido de las sirenas volvió a rasgar el silencio de la noche. ¿Y si en verdad habían estado muy tomados y algo les había pasado? Con el corazón palpitante, volví a hacer un último intento con el móvil de Mikey.

Y en el mismo momento en que mi teléfono sonaba, el penetrante zumbido del móvil de mi hermano sonó dentro del departamento. Confundido, pegué el oído a la puerta, y alcancé a escuchar el susurro amortiguado de Frank.

-¡Apaga esa mierda, coño!

Me quedé como piedra. ¿Qué diablos estaba pasando? Volví a tocar a la puerta, esta vez más fuerte. Escuché pasos que se acercaban.

-¡Joder, que carajo quie...!- dijo Frankie, abriendo la puerta de golpe. Al verme, palideció totalmente. Era obvio que ni siquiera se había molestado en ver por la mirilla. Llevaba solo los jeans desabotonados, con la cremallera abierta. Y una erección se evidenciaba a través de sus boxers.

El piso estaba a oscuras, pero supe que era lo que iba a encontrar adentro.

-¡Contesta el teléfono, cabrón!- le grité a Mikey, mientras empujaba al asustado Frank y entraba hecho una furia al departamento.

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