martes, 27 de marzo de 2012

The dove keeper; Capítulo: #3

Capítulo: #3


Seguridad.

Gerard habló mucho en el trayecto hasta su apartamento. Su lengua se encendía y golpeaba su boca mientras enunciaba las palabras, pronunciando también otros dialectos como si nada. Tenía esta extraña fascinación con el francés e incluso a veces hablaba con su acento al soltar ocasionalmente una o dos palabras de su lengua. Su expresión favorita al parecer, sin duda era Sacré Bleu, la misma que nos había gritado antes de arrojarnos el tarro con pintura. Cuando finalmente llegamos a la grisácea puerta de acero de su edificio, del mismo que lo vi saliendo el día anterior, fuimos saludados por la acera salpicada con brillantes colores. Gerard soltó una profunda y gutural carcajada y volvió a despedir la frase de sus rosados labios.

-“¿Qué significa eso, de cualquier modo?”- Le pregunté mientras mantenía la puerta abierta para mí. Entré al oscuro corredor del edificio primero, dándole la espalda mientras él ingresaba, sintiéndome vulnerable. Esperé en la tenue luz a que él caminase delante de mí y me hiciera sentir menos nervioso, pero él se quedó bajo el umbral de la ahora cerrada puerta. Se detuvo mirándome, ofreciéndome su ahora más reconocible rostro de “¿Qué estás esperando?”. Sus cejas estaban elevadas y tenía una sonrisa plantada en sus labios mientras me veía balanceando nerviosamente mi peso de lado a lado en el oscuro pasillo. No sabía a dónde mierda ir. ¿Por qué me hacía guiar? Agarré el interior de mis bolsillos y comencé a apretar con fuerza, sintiéndome demasiado susceptible estando en la oscuridad con un tipo de cuarenta y pico.

-“Gira a la izquierda y toma las escaleras hasta el final”- dijo en un suspiro sacudiendo levemente su cabeza. Sabía que había comenzado a asustarme, solo un poco, pero aún así tenía que morder su labio para no seguir burlándose de mí. No obstante su lucha no tuvo éxito y dejo que sus pensamientos tomaran la delantera.

-“A veces eres tan gracioso”-

-“¿Qué? ¿Por qué?”- Pregunté. Aún parado en el mismo lugar pero ya no balanceándome con nerviosismo. Comencé a moverme, encontrando las escaleras en el lugar exacto que él dijo y subiendo cuando hizo un gesto con su mano y me dio otra de sus miradas.

-“Porque,”- Comenzó Gerard, tomando los escalones de a 2 y casi venciéndome en nuestra no declarada batalla. Sin embargo, yo no estaba apurado y lo dejé ganar por una nariz. Por lo menos yo ya no guiaba. Siempre odié hacerlo, especialmente en casa de otros. Nunca me sentí cómodo con mi entorno, así que no quería hacer mi camino en ellos primero. Mientras tuviese huellas para seguir, yo estaba bien.

Me tomó un tiempo darme cuenta que Gerard no había respondido a mi pregunta, no con algo más que una conjunción. Había estado demasiado ocupado intentando mantenerme una pulgada por detrás del hombre que subía las escaleras con confianza. Lo próximo que supe fue que estábamos frente a su puerta y estaba buscando las llaves en sus bolsillos. Las paredes del Hall alrededor mío eran de un verde oliva oscuro excepto por el picaporte y la mirilla de la puerta que estaban grabados en un tímido bronce, ahora manchados con una fina película de vejez y deterioro. Todo lo que me rodeaba era tan brillante y vívido aunque la iluminación no había cambiado desde la oscura escalera donde todo lo que podía ver era metal y concreto.

-“No has respondido a mi pregunta”- le informé a Gerard. Me quedé detrás de él con mis manos cruzadas sobre mi pecho mientras oía el tintineo de sus llaves.

-“Sacré bleu”- afirmó con su acento francés empujando las palabras. –“Azul sagrado. En referencia a la virgen madre. Es una mala palabra, como puta madre aquí”.

Fruncí el ceño, sintiendo mi cuerpo tensarse nuevamente. Me había olvidado completamente que había preguntado eso. A pesar que sólo podía ver la parte trasera de la cabeza de Gerard, podía decir que estaba sonriendo. Estaba tratando de apartar mi atención de porque me había llamado “Gracioso”. No me iba a rendir tan fácil.

-“No, la otra pregunta”- Corregí. Mi voz grave y fuerte. Incluso especifiqué mi reclamo, para que no pudiese hacerse el tonto. Y Gerard, yo sabía que él tenía que hacerse el tonto, porque en realidad no lo era. –“¿Por qué me llamaste gracioso?”-

Gerard había puesto la llave en la cerradura, pero a diferencia de mi otra pregunta no mantuvo su atención ahí. Mientras giraba la llave dentro de la cerradura, posó su mirada en la mía y me sonrió.

“- Algunas preguntas no tienen respuestas”-

Estaba a punto de responderle (qué cosa, no lo sé, pero algo para defenderme y obtener una respuesta a por qué me había llamado divertido). Pero fui sorprendido por el apartamento de Gerard. Había abierto la puerta y el aura había penetrado por toda la alfombra, distrayéndome por completo.

No sabía que era precisamente lo que esperaba encontrar, pero sé que no se comparaba en nada con lo que vi cuando él sostuvo la puerta para mí, abierta de par en par. Con todos los rumores y hechos bien documentados sobre que el edificio era una basura, este lugar realmente rompía con los esquemas. No era lujoso, y de hecho tampoco estaba limpio, pero tampoco era una inmundicia. No estaba sucio como si hubiese tierra e insectos en cada rincón, las pertenencias de Gerard no estaban cubiertas en suciedad, pero tampoco estaban organizadas. En la cocina, a la izquierda de la puerta de entrada, había platos sucios en el fregadero y en la mesada, folletos e imanes colgando de un viejo refrigerador, y un periódico en la pequeña mesa redonda. Cruzando la cocina estaba la sala de estar con mantas desplegadas y arrugadas sobre un sillón color naranja oscuro y un tv con orejas de conejo con su pantalla quebrada que se notaba que no funcionaba hacía años y que sólo estaba para ocupar espacio. Estantes se alineaban en la pared del lado de donde la TV estaba. Cada estante se llenaba hasta el tope con libro tras libros encuadernados en cuero, con esculturas al azar al final, manteniendo en su lugar al material de lectura. Era como una mini- biblioteca en el medio del apartamento de Gerard. De hecho se veía mejor que la biblioteca pública, porque los libros aquí parecían guardar un cierto orden y no tenían polvo como una segunda piel. En realidad parecía ser que Gerard los leyera, o al menos los sacara de los estantes para ver las fotos. Sin embargo lo que realmente llamó mi atención fue la parte trasera de la vivienda. Había grandes ventanales que se alineaban en la pared de fondo, dos pasos por arriba del suelo. Había una mini-escalera que conducía a la parte superior del apartamento, donde había un puerta que se dirigía a un balcón. Al otro lado de la puerta, entre las ventanas, había una pequeña banca que se elevaba del suelo para que alguien pudiese sentarse y observar el horizonte, cuando el clima era demasiado malo para salir al balcón. Pude ver un cenicero posado allí, su contenido desparramándose sobre un almohadón amarillo. También había una taza vacía que antes había contenido café.

Cerca de la cocina había otra puerta, sin contar los armarios esparcidos al azar. Asumí que era el cuarto de Gerard. No obstante, la puerta estaba cerrada. Así que no pude corroborar el estado de suciedad que tenía. De cualquier forma, eso no era en lo que mis ojos se enfocaban, o se preocupaban… estaba paralizado con el centro de la sala, donde Gerard creaba todo su arte. Había caballetes con lienzos de diversos tamaños. Algunos eran pequeños, del tamaño de un ordenador, o de la pantalla de una TV, mientras que otros eran enormes, casi del tamaño de la puerta misma. Algunos estaban en blanco y otros cubiertos, como pintados sólo por el placer de pintar. Con una violenta línea naranja y nada más en una de los más pequeños lienzos; o había algo en ellos como un atardecer a medio terminar en una pintura mediana. Había tarros de pintura abiertos por todas partes y en todos los colores excepto, claro, por el azul. Había pinceles y rodillos para pintar y esas mágicas herramientas en cada rincón. Cerca de los materiales había un cubo con agua sucia. Asumí que ahí lavaba los pinceles. Estaba sobre la elevación que había a nivel de los ventanales junto con otros artículos. Al ver toda esta vasta exposición de cultura artística, entré al apartamento de Gerard sin importarme si yo iba primero. Ya no me sentía tan extraño entrando a la casa de este tipo. Algo en la forma en la que estaba estructurado el apartamento, el desorden casual y el hermoso arreglo de los objetos me habían dejado en trance y casi me arrojaban a un foso. Y no era incómodo. Después de todo él me había invitado, y estaba sosteniendo la puerta abierta. No le importaba que estuviese allí y que estuviese disfrutando. Aún cuando haya sido sólo 3 segundos.

Fue cuando entré a su apartamento que me fijé en las paredes. Eran jodidamente raras, pero en un buen sentido. Todas ellas eran distintas. Las paredes de la cocina aún tenían color original del dueño anterior: un amarillo parecido a la mantequilla. Era suave y cálido, pero cerca de la parte superior del techo de estuco, podías ver donde el amarillo dejaba ser manteca y comenzaba a ser nicotina. Parte de la pintura estaba astillada y se veía salpicada por los años de daño causado por el humo y las fugas de agua. En las paredes de la sala de estar, sin embargo, podías apenas notar este tipo de pintura ensombrecida. Era casi invisible debido a la cantidad de piezas de arte que estaban colgadas en los muros. No era un collage completo, ya que no había una pulgada de distancia entre las pinturas, pero estaban en todas partes y de todos los tamaños. La mayoría eran paisajes de atardeceres, montañas o campos. Algunos bosquejos de personas hechos en lápiz. Otros eran objetos que fueron deformados de su forma original, haciéndolos parecer salidos de un sueño. Unos pocos eran caricaturas, llamativas representaciones de celebridades o familiares con orejas gigantes y nariz de gancho. Había luego figuras mucho más random salpicadas sobre las líneas conformando algo completamente abstracto; algo que la gente podía estudiar por horas y tratar de descifrar su significado. ¡Dios!, las pinturas estaban por todas partes. Todo cubierto. Pero no fue hasta que vi la pared más cercana a la zona donde pintaba, donde estaba la puerta de su habitación, que supe el verdadero significado del porque estaba cubierta.

Fue en ese muro, el de mi derecha, el que bordaba la longitud del apartamento. Aparte de la cocina que estaba escondida y aislada en la esquina, ese muro guiaba directamente desde las ventanas al cuarto de Gerard. Y estaba absolutamente cubierto con pintura. Algunas partes estaban tan cubiertas que se veían más gruesas y sobresalientes de la pared misma. En la parte inicial, cerca de las ventanas, el mural comenzaba como un paisaje, una colina con un camino cuesta abajo. Pero en cuanto comenzabas a seguir el camino a lo largo de la pared, la pintura comenzaba a cambiar. Eras llevado a un paisaje urbano de una calle con una sombra solitaria parada en el medio, mientras gente desdibujada pasaba por su lado. La gente se difuminaba en la nada, eran ahora un mar negro. El resto de la pared estaba pintada de negro, incluyendo la puerta del cuarto de Gerard. De cualquier manera parecía como si un tarro de pintura hubiese sido arrojado por encima de todo al final. Incontables gotas de azul, rosa, amarillo y anaranjado por todas partes… pequeñas manchas y luego grandes salpicaduras. Había impresiones de manos, pies y lo que yo rogaba a Dios, fuese la impresión de un rostro. Todo sobre lo negro que seguía después de la escena de la calle. Lo único que se mantenía negro e intocable para la delicada pintura era la puerta del cuarto. Era un negro más allá del negro; un abismo brillante que nadie podía atravesar con la vista. Y a pesar de la gloriosa pintura de las paredes, fue la puerta la que llamó mi atención. No los detalles puestos sobre cada brizna de hierba en la colina, no la figura ensombrecida en la calle, no las huellas de manos azules y rosas superpuestas que creaban una mancha púrpura con forma de corazón en el centro. Sino esta puta puerta negra que no tenía nada. Quizás la razón de por qué no tenía nada, era la razón por la que me intrigaba así. Quería saber por qué no estaba pintada, por qué Gerard había hecho algo en apariencia tan tonto y falto de creatividad. Todo debía tener un significado para Gerard; recién lo conocía y ya me había dado cuenta de eso. Él nos arrojó la pintura por una razón, y había dejado la puerta intacta por algo.

Era un abismo oscuro, y yo quería entrar en él.

Comencé a adentrarme un poco más, empujado por la puerta de entrada, antes que las palabras de Gerard me retornaran a la realidad, sacándome del foso negro ante el cual voluntariamente me estaba rindiendo.
-“Sabes, antes que pasemos a mi cuarto, quizás deba saber tu nombre”. A pesar de la evidente connotación sexual en voz, podía decir por la forma en la que me miraba con sus brazos cruzados sobre su pecho y apoyando su peso sobre uno de sus lados, que él no quiso implicar nada con eso. Es solo una de esas cosas que tienes que decir, especialmente si tienes una mente podrida.

-“Es Frank”. Le dije alejándome de la pared lo más rápido que pude. Sabía que Gerard estaba bromeando, pero aún así no quería darle aperturas a otras bromas. Era algo incómodo. Podía sentir mi rostro arder y mi estómago retorcerse. Yo era quien generalmente hacía las bromas sexuales, pero nunca era parte de ellas. Especialmente con un tipo de 40 años. Nada de habitación, ni ahora ni nunca. –“Estaba viendo, no quiero entrar.”-

La sonrisa permanente de Gerard se amplió y puso los ojos en blanco. Estaba a punto de discutir, pero él me ganó de mano.
-“Entonces, vamos...”- me dijo haciendo un gesto las manos. Se había quitado la chaqueta mientras yo estaba absorto por el apartamento, habiéndole dado tiempo suficiente como para ponerla en el perchero de atrás de la puerta. Estaba usando una camisa negra abotonada, pero empezó a abrir los puños mientras hablaba. Se volvió hacia la cocina y entro a ella aún hablando, arremangándose hasta los codos. –“Sirvámonos un poco de vino”-

“. Oh….está bien”- respondí colocando mis manos a mis costados. Habían estado extendidas hacía un momento tratando de tocar la pintura que parecía saltar hacia mí desde el muro. Me acerqué a la pequeña cocina y vi como Gerard abría la pequeña nevera. El interior estaba casi desértico. Todo lo que pude ver eran unas cuantas botellas de vino tinto, una hogaza de pan francés y queso. Los frascos y tubos que estaban abajo no parecían muy comestibles. Tenía la esperanza de que Gerard fuese más extraño de lo que parecía ser y guardase sus suministros de pintura en la nevera. Eso explicaría la apariencia de esos extraños frascos. Seguramente no comía eso…

Gerard sacó una botella, la abrió y sacó unos vasos de la parte superior de un armario, mientras yo lo miraba con torpeza en la entrada de la cocina.

-“Si quieres, puedes entrar”- afirmó. Me estaba dando la espalda y pensé que no podía ver mi inquietud, pero al parecer me había equivocado.

–“Siéntate. Quédate por un rato”-

Seguí su consejo, poniendo un inestable paso hacia adelante y sacando una de las sillas. Giró al mismo momento, colocando 2 vasos altos con un líquido rojo oscuro, casi púrpura, en frente nuestro. Tomó la silla que estaba en frente mío y colocó el vaso cerca de su rostro, oliendo el fuerte aroma procedente del vino. Mi vaso estaba frente a mí, y aún así podía sentir el aroma. No sabía si yo podría tenerlo tan cerca de mi cara como Gerard lo tenía, sin ahogarme. Pero aparentemente él parecía disfrutarlo.

-“Lamento no tener copas para vino”- se disculpó. Su voz carente de simpatía. –“Creo que los rompí. Probablemente se los arrojé a alguien desde el balcón. De cualquier forma no contienen mucho vino”- me sonrió, luego sin romper el contacto visual tomó un sorbo gigante de la bebida.

-“Está bien”- insistí. Se sentía raro tomar vino en los vasos en los que normalmente se toma el jugo por las mañanas. Y en realidad, eso parecía: jugo. Jugo realmente aromatizado, pero no obstante, jugo al fin.

-“Bebe un poco”- instó Gerard, inclinándose hacia adelante y levantando las cejas con alegría.

Tragué con dificultad, aún antes de posar mis labios sobre el vaso. –“Está bien”- Asentí lentamente. No sabía porque quería que lo probase con tanta insistencia. Probablemente porque este era su vino y su marca, y quería apartarme de mi “cerveza de mierda.” Y además era alcohol, iba a probarlo eventualmente. Traté de taponar mi nariz aguantando la respiración mientras el fuerte olor se acercó a mi cara, pero fracasé estrepitosamente. En especial cuando traté de tragar. Me atraganté un poco, el líquido intentando bajar por mi tráquea. Pensé que eso era lo peor de todo, hasta que comencé a ser consciente del gusto amargo que dejó en mi boca. Quería sacarme las papilas gustativas de mi lengua, tenía un gusto tan horrible. Pero no podía, no con Gerard mirándome en la forma en la que lo estaba haciendo.

-“¿Te gusta?”- preguntó tímidamente, sabiendo ya la respuesta.

-“Es genial”- mentí. Mi voz ronca y áspera, mientras ponía el vaso en mis labios nuevamente, pero esta vez solo pretendiendo beber.

-“’ ¡Eres terrible mintiendo!”- sacudió su cabeza, tomando otro trago pero saboreando la bebida antes de tragar, casi como si estuviese presumiendo. Luego se rió de su propia broma personal. Traté de sonreír, pero mi garganta estaba seca y mi boca aún era un desorden.

-“Crecerá en ti con el tiempo”- me aseguró Gerard, agitando la mano en el aire mientras se reclinaba en la silla. Asentí mansamente, inseguro de qué decir. No quería demasiado que creciera en mí. Sabía horrible y amargo, era demasiado abrumador. La cerveza tampoco había sido de lo más delicioso la primera vez que la probé, de hecho ninguno de los licores que consumía lo había sido. Pero siempre había aguantado esperando sacar algo antes de vomitar el horrible sabor. Quizás pasara lo mismo aquí.

-“¿Cuántos años tienes?”- preguntó de repente, aún saboreando su vino.
-“Diecisiete”- tosí, mejorando levemente mi voz. Me hallé mordiendo mi lengua, temeroso de su respuesta. La edad siempre era tema de discusión con la gente y tenía varios recuerdos –malos en su mayoría- de la reacción de la gente hacia mi edad.

Cuando tenía cerca de ocho años, estaba pasando el tiempo en la tienda de comics, sólo mirando y tratando de encontrar sobre cierto tema que me interesaba. Estuve con otros chicos mientras estaba allí. Ellos estaban buscando lo mismo. Hablamos por siglos y parecía como si nos conociéramos desde siempre. Pero cuando supieron mi edad, estaban shockeados y asqueados. Ni siquiera tenía mis dos dígitos. Ellos tenían doce años. Me miraban como rebajándome y viéndose así mismos altos y fuertes observando hacia abajo, donde estaba yo. Me borraron por completo ese día y nunca más me hablaron. Eran 4 años de mierda de diferencia. No era como si ellos fuesen las mejores personas del mundo, pero aún así el incidente me enfureció. Y había pasado hace casi una década pero la verdad yo aún estaba enojado por esto. Odiaba y amaba mi edad, ambos al mismo tiempo. La amaba porque era joven y eso significaba que aún no tenía que crecer. La idea de crecer y envejecer me asustaba. Sobre todo por lo de las decisiones y responsabilidades. Amaba ser joven y no tener que decidir, pero también odiaba el término. La gente etiquetaba el ser joven como ser malo. Y por algún motivo no quería que Gerard odiara mi edad. Él ya sabía que era joven, por lo menos más que él (que sin embargo no era decir mucho) Pero cuando se enteró del número real, se limitó a asentir con la cabeza. El conocimiento entrando en él. Suspiré.

-“¿No deberías estar en la escuela?”- me preguntó. Ambas cejas levantadas y una sonrisa torcida posada en su rostro.

-“Uh…” titubée. Tal vez no iba a ser tan indulgente con mi edad.

-“¡Hey! No te preocupes”- soltó aire en una carcajada, agitando la mano y desvaneciendo así mis preocupaciones. –“No te voy a delatar”-.
Era mi turno de asentir. –“Gracias”-.

-“¿Qué clases tomas en la escuela?”-preguntó después de un tiempo, demostrando un genuino interés. Había recibido ya esa pregunta por parte de mi familia y amigos, pero la mayoría de las personas parecían estar buscando un tema de conversación o simplemente algo con que llenar el aire muerto. Gerard puso su vaso en la mesa y se inclinó hacia adelante, esperando por mi respuesta, de verdad quería saber. Y eso me ponía me puso nervioso; me estaba apartando de mi entorno normal. Estaba acostumbrado a que a la gente no le importe.

-“Ummm…- “comencé tratando de pensar. Utilizábamos el sistema semestral en mi escuela, y con el fin de las vacaciones de invierno, habíamos comenzado un nuevo período. Estaba luchando por recordar que estaba tomando, mi viejo horario saltaba en mi memoria, cagándolo todo antes de que pudiera tenerlo correctamente. –“Tengo matemáticas aplicadas, química básica, un curso de computación y uno libre”-.

-“Ugh”- Gerard suspiró audiblemente mostrando su claro descontento. Incluso se estremeció un poco ante el nombre de mis materias. –“No es de sorprenderse que te hayas escapado. Todo es tan frío y estéril. ¿Matemáticas? Odio los números. ¿Computación? Detesto la tecnología. La química puede ser divertida, pero dudo mucho de que te enseñen de esa clase.”- me guiñó ligeramente el ojo haciéndome que le sonriera antes que continuara. Levantó los brazos antes dse terminar con su pregunta –“¿Dónde está la creatividad?”-

Sonreí ante su dramatismo, pero honestamente no podía responder su pregunta. No tenía creatividad en mis materias. Matemáticas y química eran puros números, fórmulas y escribir datos. Y computación era lo mismo, sólo que trabajando con códigos y programas especializados. No tenía creatividad en lo absoluto. Y no la tenía hacía mucho.

-“Nosé donde está”- respondí con franqueza. Mi rostro cayó sobre la mesa de la cocina donde procedí a pasar el dedo por una pequeña grieta que había encontrado.

-“Pobre alma”- pronunció Gerard, sacudiendo su cabeza y suspirando. –“¿Haces algo para ayudar a tu producción creativa? ¿Algo? ¿Lo que sea? Y por cierto, pararse frente a la licorería no cuenta”-

-“Umm”- dije buscando en mi memoria la última vez que hice algo creativo. No he pintado o dibujado nada desde la escuela primaria y realmente no tenía ganas de retomar. Aunque mirar el apartamento de Gerard me hizo dar cuenta de lo hermosa que una obra de arte puede ser. Nunca fui bueno, así que no había ningún punto en intentar. Busqué por otra cosa creativa para hacer. A veces escribía algunas cosas cuando estaba aburrido y sentía que mi cabeza iba a explotar, pero dudo mucho que sea la gran cosa. Le dije eso sin darme cuenta, esperando su respuesta.
-“Eso es maravilloso”- prácticamente gritó, levantando sus brazos al aire. –“Escribe más. Incluso si son puras tonterías. La mayoría de los poetas lo hacen, de cualquier forma”- sonrió a su propio comentario. “Yo lo sé”-.

Arrugué el rostro ante su sugerencia ¿lo que yo escribía era poesía? No rimaba y no era hermoso. Tan solo era angustia de adolescente. ¿Pero un poeta? Eso era demasiado cursi para mí. El único poeta que se me ocurría era Shakespeare y aunque no me importaban sus obras, no tocaba sus poemas ni con un palo de 10 pies. Ellos eran tan floridos y románticos. Tonterías, como dijo Gerard. No algo que yo pudiese escribir. Cuando escribo soy contundente y directo y con frecuencia no tiene sentido. No pueden valerse por sí mismos. Tenía que haber algo más que los acompañase. Entonces me golpeó como una pila de ladrillos.

-“Oh!”- pronuncié captando inmediatamente la atención de Gerard, como él había hecho con la mía. –“Solía tocar la guitarra cuando era más chico”-
-“Eso es incluso mejor”- el hombre mayor sonrió, mostrando sus pequeños y amarillentos dientes. Extendió sus brazos, tratando de abrazar el aire que había entre nosotros.

-“Sin embargo no he tocado en muchísimo tiempo”-seguí hablando, mis recuerdos volviendo a mi como si fuesen una inundación. Mi papá tocaba la guitarra cuando estaba en la universidad, pero dejó cuando tuvo que abandonar la universidad y conseguir un trabajo. Aún tenía su guitarra porque se negaba a deshacerse de ella. Era un trozo de nostalgia hecho de madera que le recordaba quién era, o quién pudo ser. Siempre decía que la retomaría cuando tuviese más dinero y más tiempo. Pero después me tuvo a mí. Y eso arruinó todo. No puedo evitar el sentirme medio responsable por esto, especialmente cuando se presento con la gastada guitarra acústica en mi decimotercer cumpleaños. Su voz se había apagado y llenado se sombras, me advirtió que no me compenetrase tanto con la guitarra, que tan solo era algo para hacer en lugar de estar metiéndome en problemas por ahí. Sam y yo realmente nos estábamos comportando muy mal ,quedándonos afuera toda la noche y robando pequeñas mierdas de los comercios. Mi papá ,e dio la guitarra en lugar de un castigo, pero en realidad era una penitencia muchísimo peor, porque yo sentía culpa cada vez que miraba el instrumento. Había hecho que mi padre renunciara a sus sueños, y ahora estaba tratando de salvarme. Así que empecé a tocar, aprendiendo todo lo que podía de revistas que Sam robaba para mí. Era bastante bueno tocando cosas como Home Sweet Alabama, y con acordes sencillos, pero para el momento en el que entré al secundario, sobre todo para cuando conocimos a Travis, la guitarra quedó enterrada en una esquina bajo un montón de ropa y promesas incumplidas. Con el tiempo, mi padre dejó de preguntarme por ella y yo dejé de fingir que la tocaba. Al final ambos nos dimos por vencidos con sueños y nos conformamos con nuestra vida mundana. Sin embargo, al parecer, lo mundano no era lo suficientemente bueno para Gerard. La luz que salió de sus ojos, tan pronto como le dije que tenía una guitarra había sido fenomenal.

-“Quiero que vaya a casa esta noche y la toques”- me dijo como si no existiese otra opción. Y en lugar de debatir con él por años, como hacía con mi padre, me encontré asintiendo con mi cabeza. Incluso sentía a mis dedos comenzando a bailar sobre la parte superior de la mesa, como preparándose para estar sobre esas cuerdas que hacía años que no tocaban. La sensación que recorría mi cuerpo era tan extraña. La emoción, la motivación y la esperanza, ni yo podía comprenderla. Pero lo acepté como el trago de vino que había tomado. Esta cosa era tan diferente de lo que estaba acostumbrado. Obviamente estaba alterando mis sentidos.

Y ni siquiera me importaba.

-“Estoy tan contento de que tengas música, Frank”- me dijo de la manera más casual. Ya nos habíamos calmado de la conmoción inicial de encontrar una medida creativa, y ambos nos comenzamos a recostar cómodamente en nuestras sillas. Antes de que pudiera preguntarle por qué estaba tan emocionado por mí, me contestó. –“La música y el arte son tan parecidos. Hacer canciones, acordes y melodías que la gente pueda escuchar y seguir, pero también interpretar. Yo tomo fotos, hago dibujos y esculturas que la gente puede ver, sentir e interpretar también. Nos parecemos, Frank.”- Me dijo asintiendo con su cabeza. –“Nos parecemos mucho. Espero que vengas por aquí más seguido”-

Mi estado inicial de relajación por estar con Gerard, cambió repentinamente con la mención de su última línea. Sentí que mi respiración se aceleraba. Debo haber oído mal, me dije una y otra vez mientras jugaba con la tela de mis jeans. No podía ser que haya oído bien. No había manera de que él me haya invitado ¿Qué podría querer un hombre de mediana edad con un adolescente? La idea hizo que mis manos comenzaran a sudar, pero mis emociones colisaron. Ya no podía decir nada. Pero sabía que tenía que hacerlo, y rápido antes de que él me pregunte algo de nuevo. Él me miraba inmóvil, con sus profundos ojos directos en mí.

“ Así que..eh…como..”- Empecé, tropezando con mis propias palabras, como de costumbre. Me froté las manos con fuerza contra mis pantalones, provocando una ligera quemadura que hizo que mis pensamientos se concentrasen en una tangente. –“¿Eres uno de esos artistas que se muere de hambre?”-

Se rió de mi comentario, o quizás del hecho de que había apartado su atención a un asunto tan estúpido. Tal vez ambas. Pero de repente, decidió jugarme una broma. Se recostó en su silla, colocándola sobre dos patas y comenzó a acariciar su vientre revestido en negro. –“No tan muerto de hambre”- Frunció el ceño y asintió con la cabeza, agarrando y moviendo un poco su cintura. Si no hubiese estado tan tenso, me hubiese reído. Su acción era realmente graciosa y linda. Pero en lugar de eso, continuó respondiendo a mi pregunta.

-“En una forma, Sí”- continuó, inclinándose nuevamente hacia adelante, observándome con oscuros ojos. –“Mi única forma de “trabajo” es mi pintura. Puedo pintar, dibujar, esculpir si tengo la oportunidad. Prácticamente nada. A veces tengo shows, donde la gente me contrata por pintar. He pasado meses sin trabajo, pero otras veces he vendido cinco cuadros en un día. Todo depende. Sobrevivo, o algo así. Tan sólo hago lo que me gusta”- Me volvió a sonreír, mostrando sus diminutos dientes. Para alguien que básicamente no sabía si lograría pagar todo a fin de mes, era jodidamente feliz y siempre sonriente. No podía entender ese tipo de felicidad. Era una forma diferente a la que mis padres poseían. Mis padres tenían de la felicidad que venía con la seguridad. Ellos sabían que no iban a ser desalojados de la casa, o que nos iba a faltar agua para bañarnos. Pero Gerard tenía algo mucho mejor: Él hacía lo que amaba y aquello que lo hacía feliz. No tenía seguridad, pero si felicidad. Y ahí me dí cuenta que estas no eran lo mismo. Todo lo que mis padres sabían era que ellos iban a sobrevivir, si querían o no era realmente la pregunta, algo que yo no podía contestar – ni siquiera sobre mí mismo. Había seguridad de que mis padres se levantarían cada mañana y vivirían, tenían seguridad en eso. Si tenían algo por lo cual vivir, era completamente diferente.

Pero Gerard, ¡Mierda!, podía ver en sus ojos lo mucho que quería sobrevivir. Quería levantarse por la mañana solamente para pintar. Quería vivir donde pudiese para poder seguir viviendo. Todo el proceso aturdía a mi mente y me pregunté si yo podría vivir así. No tenía felicidad de antemano, ni seguridad alguna. Mis padres se hacían cargo de eso, yo no tenía nada para cuidar. Solamente la escuela y mis amigos. Y a estos dos, si bien les faltaba lo suficiente como para echarme, tenían lo justo como para molestarme todo el tiempo. Me pregunté entonces, si retomaba con la guitarra, como Gerard me había dicho, si podría alcanzar la misma felicidad que él tenía. Nunca sé por qué me levanto de mi cama cada mañana, yo sólo pienso que tengo que hacerlo. En cuanto a Gerard verlo en ese momento, la forma en la que sus dientes de bebé me sonreían todo el tiempo, y como se iluminaban sus ojos cuando le mencioné la música o el arte , hizo que me pregunte…tan sólo que me pregunte ¿Qué haría ahora? ¿Me levantaría todavía por la mañana ahora que sabía que no tenía un por qué? ¿Podría encontrar algo con lo que llenar ese vacío? ¿Tomaría la guitarra y me gustaría? No lo sé, pero quiero averiguarlo. Quería capturar la felicidad de este hombre y embotellarla y guardarla para cuando me sintiera tan jodidamente solo que pensaba que me rendiría a mí mismo. Quería esto, de alguna manera. Y parecía posible estando con Gerard. Todo parecía posible con él.

-“Así que, en definitiva”- Gerard finalmente llegó a la conclusión, rompiendo el silencio y el trance en el que me encontraba. –“No hago mucho dinero, pero me las arreglo”-.

-“Genial”- Asentí con la cabeza rápidamente. Era una absoluta subestimación, pero no sabía qué más decir. Mis pensamientos se había desviado nuevamente, y una de sus palabras sin relación alguna con el tema llamó mi atención. Dinero. No tenía mucho y estaba ocupando una parte de él en mí ofreciéndome su vino. O la mitad de la bebida. Había tomado quizás 2 tragos durante toda nuestra conversación. Fue creciendo en mí, pero no rápido. Y me sentí mal por tomar lo poco que tenía.

-“Gracias por el vino”- le dije muy rápido, mis palabras tropezando entre sí. –“Pero déjame que te page por él, o algo así. No quiero ser grosero”- me levanté un poco para poder buscar en mis bolsillos un arrugado billete de 5 dólares que había agarrado por la mañana. Gerard también se puso de pie, agitando sus manos en el aire y sacudiendo su cabeza.

-“No”- insistió. Se acercó a mí y tomó mi brazo, agarrando la mano de mi bolsillo. Se quedó allí aún sujetando mi antebrazo y mirando directo a mis ojos. Mostrándome que no era amenazante, ni sexual, sólo amistoso y de una preocupación profunda. –“No me pagues nada”-

-“Pero yo quiero”, mentí un poco. Por lo general le pago a la gente que entra a la licorería, por lo que para mi era un procedimiento normal el tener que pagar. Podía sentir el calor de su cuerpo junto a mí, haciéndome retroceder un poco. Se quedó ahí, aún invadiendo mi espacio personal mientras yo terminaba mi pensamiento en voz alta –“Me siento culpable”-

“- La culpa es una emoción inútil”- disparó él. Su rostro cada vez más serio.

“-Aún así…”- ensayé, encontrando mi mirada con la suya. Traté de moverme nuevamente, y esta vez el entendió mi punto. Retiró su mano de mi antebrazo, dejándolo más frío que antes.

-“Está bien”- empezó, haciéndome creer que había ganado esa batalla. –“No tienes que pagarme nada, no tengo un uso para el dinero”. Ese fue el eufemismo del año, pensé antes de que continúe. –“Pero si tengo un buen uso para una buena conversación. Y para alguien que limpie mis pinceles de pintura. Sigo comprando nuevos, porque soy terco y perezoso y siempre termino dejándolos afuera por demasiado tiempo y se endurecen”-

Asentí con la cabeza siguiendo su tangente de pensamientos pero no queriendo responder, por si acaso estaba equivocado. Afirmó mi validez con sus siguientes palabras.

-“Si te doy más vino, ¿Quieres venir a limpiar mis artículos de pintura?”-

Mordí mi labio y asentí con la cabeza, sin saber bien qué otra cosa podía decir. Tenía muchísimas ganas de pagarle, me parecía mucho menos personal e invasivo. Y menos peligroso. No era que no me sentía seguro con Gerard, pero la idea de lo que estaba haciendo tenía un gusto amargo de peligro. Pero si limpiar los pinceles era lo que quería como acuerdo, entonces me parecía bien. Dijo que quería una buena conversación y, honestamente, yo también. Nunca había hablado tan expresivamente con Sam, o con Travis antes. Excepto que estemos peleando. Cuando Sam y yo hablábamos con toda esta pasión, gritábamos con toda la fuerza de nuestros pulmones. Generalmente por algo estúpido y tondo. Los sentimientos afloraban a la superficie y debían ser tratados inmediatamente. Pero ese tipo de conversaciones no son buenas, sino que son puro drenaje. Esto era lo contrario a drenar. Era jodidamente edificante estar aquí. Pero todavía me sentía incomodo, sobre todo porque sabía que diría la gente sobre esto. ¿Yo iba a ayudar al artista puto con su trabajo? Eso no sonaba nada bien. Por lo menos me estaba dando licor gratis, en algún sentido, pero aún así….Mi estómago se sentía algo débil.

En ese momento llegué a la conclusión de que nadie iba a saber sobre esto, en lo absoluto.. Mi vida, mi cordura y mi estómago, dependían de ello.

-“Seguro”- aseveré. Asintiendo con mi cabeza con más fuerza, como para que sea final.

-“Excelente”- Susurró Gerard. Alzando sus brazos en el aire, una vez más y abriéndose camino hacia mí. Antes de que supiera qué estaba pasando, mi cara estaba en su cuello y él me estaba abrazando. Todo lo que podía oler era su colonia y los cigarrillos. Me abrazó por unos segundos, antes de dejarme ir. Volvió a su nevera a conseguir más vino. Me quedé en el mismo lugar, la sensación cálida aún alrededor mío.
Hacía mucho tiempo que nadie me abrazaba. Y los pocos que había tenido, eran de mi familia. Eran rápidos y carentes de sentido. Los abrazos de Gerard no eran carentes de sentido. Me presionó mezclando su cuerpo con el suyo, como si fuésemos una sola persona. No lo hizo porque se suponía que nos debíamos abrazar. Él quería abrazarme; estaba feliz de que habíamos hecho un acuerdo y quería mostrarme su felicidad. Y se sentía bien. Sus palabras de minutos antes, acudieron a mi mente.

Nos parecemos Frank, Nos parecemos mucho.

Tal vez sí.

Se sirvió más vino y yo traté de terminar lo que quedaba del mío. Miré a mi reloj. Eran casi las 5 y debía estar en casa pronto. Gerard parecía un poco triste por esto, dejando caer su rostro un poco, pero fue amable y me acompañó hasta la puerta. Incluso se ofreció a llevarme en su auto o incluso acompañarme hasta afuera del edificio. Pero me negué. Necesitaba la caminata para poder pensar. Antes de irme, sin embargo, sentí su fuerte mano sobre mi hombro, girándome para una última declaración.

-“Ven mañana, después de la escuela y puedes empezar a trabajar, para saldar la deuda de hoy”- Bromeó, sonriendo tímidamente. Provocando que las arrugas de alrededor de sus ojos se profundizaran.

-“Si, claro”- Asentí con la cabeza, mi voz sonando un poco lejana. Él suspiró al oír eso, pero me dí cuenta de que había cierta seriedad detrás de su queja.

-“Mira Frank”- comenzó lentamente. Mirándome con cierta inquietud. –“Es obvio que te quiero aquí. Pero si no quieres venir mañana, o nunca más. Tan sólo házmelo saber. Entenderé.”- Me miró con esos profundos ojos, tan profundos que me podría cagar ahogando, Pero aún no había respondido nada. No sabía que decir.

-“Entonces…”- rompió el hielo nuevamente, en busca de mi respuesta. “¿Te estaré esperando mañana?”

Me quedé allí durante un tiempo, pensando en algo que decir. Yo sabía cuál era mi respuesta, pero era tan intensa que no se podía resumir con un sí o un no. Por primera vez estaba entrando en esa zona gris que tanto odiaba. O tal vez no era tan gris, sino que era o demasiado negro, o demasiado blanco. No estaba seguro, pero todo lo que sabía es que no podía decir ni una sola palabra. De pronto, su propia expresión me golpeó como un punto muerto en mi pecho.

-“Algunas preguntas, no tienen respuestas”-

El sonrió, su ego abultado por el hecho de que lo cité, e hinchado de orgullo, porque era capaz de entender i respuesta. Gerard me entendía entonces, y no era la primera vez. Éramos demasiado parecidos.

“Y algunas de esas preguntas, no necesitan respuestas”- Agregó con picardía antes de cerrar la puerta y dejarme ir a casa.

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