martes, 27 de marzo de 2012

The dove keeper; Capítulo: #4

Capítulo: #4


Asfixia.

Oí el distintivo ruido metálico de los cubiertos contra los platos de cerámica. Oí a mi madre suspirar y a mi padre aclararse la garganta, su puño cerrado apretado contra su cara con severidad. Oí como la comida entraba en sus bocas y era masticada suavemente con los labios bien cerrados y luego tragada, consumida por el acto mismo de la consumición. Oía todo, y eso era lo único que podía hacer: oír. Mantuve mi mirada fija en el plato sin comer los frijoles verdes, la rebanada de jamón glaseado o el arroz. Se veía horrible y sabía tan malo como parecía. Había una lata de refresco sin abrir, junto al lavatorio que ni siquiera me había molestado por abrir. Por lo general, para cuando estaba en la puerta y era hora de cenar, agarraba una lata de refresco e incluso a veces terminándola justo cuando mi mamá servía la comida para nosotros. Pero no esta vez. Ni siquiera tenía hambre. Y no quería limpiar los restos del fuerte vino que había consumido en lo de Gerard ese mismo día. Todavía sentía el extraño y cosquilleante sabor de ese amargo jugo cuando movía mi lengua tratando de ver si podía descubrir alguna sensación diferente. Había odiado el sabor de la bebida que me habían servido, pero ahora la encontraba creciendo en mí. Igual que como Gerard lo hacía.

Era completamente obvio para los dos, cuando estaba en su puerta con mis pies suspendidos en la oscuridad del hall, que iba a volver de nuevo mañana. Cuando Gerard lo sugirió antes, con pocas palabras en la conversación, me puse tan nervioso. No sabía si realmente quería ir a la casa de un artista para ayudarle a limpiar, mientras bebía su lujoso vino. Simplemente no se sentía muy bien para mí. No obstante, cuando él había apartado la opción, diciendo que todo dependía de mí; me encontré aún más vacilantes. Antes él había casi ordenado que yo volviese nuevamente. Era una enunciación declarativa que no me daba opciones; eso fue lo que me puso nervioso. Necesitaba estar a cargo, al menos en algo. Necesitaba saber que era lo que iba a pasar porque no lo entendí cuando Gerard insistió en el acto. Sin embargo, cuando él me dijo que no tenía que regresar a su casa, encontré a mi corazón dando un vuelco. Se quería quedar. Mi corazón sentía que pertenecía a ese sucio apartamento lleno de pintura. No me di cuenta de lo mucho que lo quería, hasta que me lo quitaron. Y ahora yo estaba en cargo. Podía decidir si quería ir o no. Y sí, quería. Pero aún estando en control, no tenía idea de lo que iba a suceder.

Ir mañana a la casa de Gerard, me hacía cagar de miedo. No tenía idea ni de por qué exactamente, pero apenas pensaba en eso, sentía como mis manos comenzaban a sudar, como la sangre golpeaba violentamente en mis venas y como mi cabeza daba vueltas. Estaba preocupado por algo, pero no era como si pudiera tomarlo y arrojarlo a basura junto con todas las imágenes que giraban en espiral en mi mente. Sabía que tenía miedo de que alguien se enterara. Esa era una preocupación mayor. Si alguien –especialmente mis amigos, se enterasen de que estaba yendo a la casa del artista maricón, inmediatamente yo sería etiquetado como gay. No sería la primera vez que pasara, pero no quería traer viejos recuerdos. Pensaba que la escuela primaria y la incomodidad de la pubertad habían terminado para este punto. Tenía diecisiete años y no necesitaba conseguir algo de diversión porque alguien tuviese una erección en el medio de la clase de gimnasia de los hombres. Ya había superado todo eso, pero no todo el mundo. El simple hecho de estar hablando de una persona gay, y además una mayor, era lo suficientemente malo. De repente me empecé a preguntar si alguien nos había visto juntos en el parque, sentados y hablando. Salvo que alguien se hubiese escapado de la escuela y me hubiese seguido hasta el parque. Era imposible. Estaba a salvo por ahora.

Había otro aspecto referido a todo el asunto gay que yo apenas había tocado en mi cabeza. Yo sabía que si me juntaba con Gerard, la gente asumiría automáticamente que estábamos haciendo cosas juntos. O que él se estaba aprovechando de mí. Era el caso clásico de pedofilia. Él estaba en sus 40 rodeándose de un estudiante de secundaria que ¿“se ocuparía” de sus suministros de arte? Cuando me repetía la línea en mi cabeza una y otra vez, no sonaba para nada bien. E incluso me hizo que me retorciera sobre mi asiento, sobre todo cuando pensaba en Gerard mirando y dibujando a los niños de la guardería en el parque. A primera vista, podría ser muy mal interpretado. Pero incluso si la situación se veía mal, yo sabía que Gerard no era así. Había conocido a este hombre por solamente 2 días y en los primeros cinco minutos nos había revestido a mí y a mis amigos con pintura, a pesar de todas las palabras que pudiesen entrar en conflicto, sus emociones y gestos no concordaban con las de un pedófilo.

Ese día en el parque, el no había estado estudiando a los niños para obtener placer y luego masturbarse pensando en ellos, él los estudiaba, por estudiarlos. Quería conocer a los niños y cuando lo hizo, pudo incluso salvar a uno. Pensé en Billy y la forma que agitaba sus brazos, como si estuviese tratando de luchar contra una fuerza invisible. Gerard lo dibujó nuevamente, dándole la luz real y se lo dio al supervisor. Tal vez ahora Billy estaba siendo rescatado y deben agradecer al supuesto pedófilo. Este hombre también me dejó entrar en su casa. Apenas me conoce, y me ofreció un lugar donde estar. Por lo que él sabía, yo podía ser un delincuente juvenil listo para robarle su dinero. Solamente me había visto frente a la licorería. No es la mejor primera impresión, pero no le importó. Me abrió la puerta de su hogar y vi donde vivía. Era un mundo multicolor de sentimientos, interpretaciones y de belleza. Estaba empezando a ver a este hombre con una luz verdadera, algo que la gente no se atrevería ni a darle una chance para hacerlo. Y en realidad, realmente parecía un tipo decente. Un poco demasiado él mismo, en algunas áreas, un poco amanerado en lo que respectaba al arte, pero dentro de todo, un tipo muy amable. Y ´él me estaba ofreciendo una oportunidad de una vez en la vida, un escape.

Por supuesto, mi fuga consistía en limpiar y degustar vino de baja calidad, pero era algo. Y secretamente esperaba muy en el fondo que él también me enseñe a pintar.

Después de caminar a casa desde su apartamento, fui directo a mi habitación. Mi madre había murmurado un lejano “hola” y me dijo a qué hora iba a estar lista la cena, pero yo apenas la oí. Quería y necesitaba llegar a mi habitación y encontrar esa guitarra de mierda que había odiado por tanto tiempo. Busqué en mi armario, tirando ropa vieja de la escuela y mi sucia (y posiblemente llena de hongos) bolsa de deporte de mi camino, hasta que la vi, apoyada sobre uno de sus lados, la madera dorada medio anaranjada opaca, ahora me miraba fijamente. La agarré bruscamente, oyendo las cuerdas hacer un ruido agudo todas desafinadas, y la coloqué sobre mi cama. Pero ahí fue donde se detuvo toda la acción. Me senté en mi cama sin poder hacer nada, por lo que pareció ser una eternidad, sosteniendo solamente el mástil de la guitarra entre mis manos y de vez en cuando recorriendo las cuerdas con mis dedos. Vibraron, emitiendo un ruido raro que dañó mis oídos. Mi guitarra no había sido tocada por años, y esto quedaba ahora demostrado. Todo estaba fuera de tono y algunas cuerdas estaban sueltas y amontonadas. La madera, que una vez fue brillante, ahora tenía un aspecto gastado y parecía ser frágil al mismo tacto. Debía recordarme a mi mismo que era vieja, que era de cuando mi padre estaba en la secundaria. Pero de alguna manera, mis recuerdos de cuando tenía trece años y tocaba acordes sin rumbo, cuando Sam no estaba por ahí para pasar el rato, eran mucho más brillantes en mi mente.

La guitarra no lucía igual, parecía jodidamente enferma. Y además en ese momento me dí cuenta que no podía tocar nada. Puse mis dedos sobre las cuerdas (las que aún estaban sanas) e hice un rasgueo. El sonido que salió hizo que mi interior diera un vuelco. No era que sonó tan mal, pero no era algo que reconociera. El miedo a lo desconocido se apoderó de mí, y tuve que bajar el instrumento. Sabía que aún no había terminado con él, había algo que me intrigaba en todo el asunto, pero solamente no podía hacerlo en ese momento.
En lugar de eso me acosté en mi cama, con la guitarra a mi lado, el cuello del instrumento tocando el mío, las cuerdas sueltas golpeando mis hombros. Mi mente comenzó a divagar, en pinturas color pastel que había visto en lo de Gerard. Reviví las imágenes vívidamente en mi cabeza una y otra vez; y me volaban los sesos cada vez. La cantidad de creatividad, imaginación y sentimiento me deslumbraba. No podía creer que Gerard pudiese dejarse sangrar a través de un pincel y luego verlo salpicado por toda la pared para que todos lo vean. Yo nunca podría hacer eso, ni la pintura ni poder compartir mis emociones de manera tan compleja. Me asustaba el que hubiese una grieta en mí y que todo el mundo pudiese entrar. No podía hacerlo por mi cuenta. No quería desmenuzar mis sentimientos, separando lo que amaba de lo que odiaba y luego ponerlas en papel. El simple hecho de la gente lo viera me hacía cagar de miedo. Y si hubiese hecho ese trabajo, de separar cuidadosamente esos sentimientos, sería como si estuviese eligiendo que parte de mí quería que vieran. Cuando en realidad no quería. Esas poesías o desahogos o tonterías como Gerard decía que escribía- era sólo para mí. No escribía o hacía otra cosa para complacer a otros. Ni siquiera lo hacía para complacerme a mí mismo. El simple pensamiento de que alguien leyera esa mierda me aterrorizaba. Nunca he sido una persona que tenga miedo, viviendo en Jersey uno aprende a suprimirlo, pero Dios. Era la peor pesadilla para mí. No quería que la gente supiera lo que estaba pensando. ¿Cómo se los permitiría, si ni siquiera yo lo sabía?

El hecho de que Gerard pudiera hacerlo eso, e incluso con una gran jodida sonrisa en su rostro, me maravillaba. Y que pudiera hacer algo tan hermoso solo con lápiz y papel me dejaba atónito. Yo quería ser como esa parte suya. Quería dibujar y pintar cosas, objetos de la vida real, nada de esta mierda de sentimientos abstractos. Personas y objetos sólidos estaban bien. Quería ser capaz de poder hacer algo tan hermoso. Y tal vez Gerard me podía ayudar. ya estábamos teniendo buenas conversaciones, quizás podamos extenderlo algún día. Y probablemente, si muestro interés en todo lo que él hace, posiblemente me enseñará. Él quería compartir su amor por el arte. Quería compartir sus sentimientos. Quería compartir y ser feliz. Quería tantas cosas y en realidad, yo también, pero yo solamente estaba listo para el arte. Y eso era todo lo que iba a hacer.

Mientras escuchaba el tintinear de platos y bocas en la mesa, me di cuenta de por qué mi estómago se había doblado casi sobre sí mismo cuando había rasgado la guitarra. Había hecho ruido. Casi nunca hago algún tipo de ruido cuando estoy en mi habitación. Si quería escuchar música me ponía los auriculares y me aislaba del mundo. Pero cuando toqué la guitarra, aunque sólo haya sido por una fracción de segundo cuando los acordes golpearon mis oídos, había cambiado la situación. He tenido antes a la música golpeando mis oídos, encerrándome y dejando a fuera a los demás... Cuando yo tocaba la guitarra, estaba golpeando a la música en los oídos de otras personas, haciéndolos escuchar y encerrándolos en mi mundo. Y aunque sólo haya sido por unos segundos, comencé a notar las secuelas. Mi madre me había llamado para preguntarme qué estaba haciendo. Ella notó el ruido, el sonido, el cambio que estaba haciendo. Y de repente en la mesa, en lugar de tener miedo del ruido que había hecho, me gustó. Me gustaba el poder que tenía. Hacia que la gente prestara atención, aunque haya sido a mi y el ruido que hacía no podía ser considerado música. De repente me gustó esa sobrecarga de energía que sentí mientras lo hacía. Aún me hacía cagar de miedo el hecho de sentirme expuesto, pero por lo menos no leían mis tonterías.No pensaba ponerle letra a nada. Sería solamente mi guitarra y yo. Sería sólo yo y mi guitarra. Solamente jodido ruido. Pero me prestarían atención, y joder, me escucharían. Al fin

-“Quiero tomar un curso de música” dije de pronto en medio de la inexistente conversación durante la cena. A pesar de ser la familia feliz que siempre se sentaba para cenar juntos, nuestras conversaciones eran siempre sin brillo. Estaría el forzado “como estuvo tu día” y la ocasional mención de algo de cierta importancia, pero fuera de eso todo lo que estaba presente era ese puto tintineo de cubiertos contra platos vacíos. No quería escuchar esos ruidos, quería hacer los míos.

Mi madre casi se ahoga con su agua, sus ojos abriéndose de más durante el proceso de beber. No sabía si era por la celeridad de la oración, o si solo la agarré con la guardia baja (era una fanática de los momentos de tranquilidad), o si realmente las palabras que había pronunciado le habían afectado. Mis dudas fueron disipadas cuando mi padre aclaró su garganta.

-“¿De dónde diablos salió eso?”- casi grito, su voz profunda resonando en la habitación. Mi padre es italiano y su voz podría ocupar un cuarto por si sola. Es un hombre alto, pero no demasiado pesado, recargado con musculos y espesor. En sus últimos años había adquirido una especie de panza de cerveza, pero la ocultaba bien bajo capas y capas de camisetas. Por el modo en el que su voz sonaba, la forma en la que hacía eco parecía que tragaba entero, y que todo lo que él dijese sonaba como un insulto. Y en realidad, no estaba muy errado.

-“Quiero tomar un curso de música” dije nuevamente, tratando te mantener fortaleza en mi pedido casual. La mayoría de las personas se sienten intimidados por mi padre, incluida mi madre gran parte de los días. Normalmente encajo en esta categoría, pero necesitaba plantarme firme por esto. Y tenía la sensación de que sabía su punto débil. “quiero aprender guitarra”.

Vi la endurecida expresión de mi padre suavizarse, pero fue tan sólo por un parpadeo. Era nuevamente el duro Anthony Iero el duro en nada de tiempo.

-“Ya tienes suficientes clases en la escuela” afirmó rápidamente, apartándo su mirada de la mía y comenzando a cortar su jamón. Clavó el cuchillo con fuerza adicional en la carne, provocando un ruido agudo que llenó la habitación junto con su voz una vez que el filo tocó la cerámica del plato.

-“tengo una libre” le informé a mi padre, suprimiendo el encogimiento que sentí en mi oído por el ruido demoledor. Tenía que ser serio si quería esto.

-“¿No es demasiado tarde en este semestre querido?” interrumpió mi madre, cruzando sus manos juntas e inclinándose. Su voz era suave y preocupada, sólo que no estaba preocupada por mí. Sólo por mi padre que aún estaba cortando su carne en pequeños pedazos

-“No, no lo creo” contesté, cruzando mi mirada entre ambos. Soy hijo único y siempre he odiado esta parte del juego. Dos padres, un niño. Las probabilidades nunca estaban a mi favor. No tenía suficiente gente en mi equipo. aún si tuviese a un hermano que odiase, tenía el presentimiento que nos uniríamos solo para joder a nuestros padres. Pero estaba solo. Y tenía que seguir hablando. “ incluso si es muy tarde, estoy seguro que podría ponerme al día. Podría tomar un curso de guitarristas principiantes en la escuela. Estaría estancado con grupos de chicos de noveno, pero supongo que valdría la pena.”

Crucé mi mirada nuevamente, pero nada había cambiado, excepto por mi padre que se había quedado sin carne para cortar y mi madre que apenas apretó sus labios y parecía pensar demasiado. Acerca de mi padre, nada menos.

-“No lo sé cariño…” ella pronunció, sus ojos encontraron los de mi padre al otro lado de la mesa. Quién se metió un trozo de carne en la boca, dándome una chance de continuar.

-“No tengo que tomar un curso en la escuela” salté en búsqueda de algo en mi mente.-“Probablemente haya cursos en el centro comunitario. No debe costar demasiado dinero…”-

Mi padre interrumpió, hablando con el pedazo de carne medio masticada en su boca. –“Si cuesta dinero, entonces no cuentes con que lo pague. Menos aún si puedes conseguirlo gratuitamente”-

A pesar de mi enojo por que me haya interrumpido y rechazado mi idea, usé lo que dijo a mi favor. –“puedo tomar uno gratuito en la escuela, si me dejas tomar esa clase”-

Los movimientos de mi padres se detuvieron y pude sentir como su cuerpo se ponía rígido, liberando tensión sobre la mesa hacia donde estaba mi madre y transmitiéndola hacia donde yo estaba.

-“Cariño, no creo que sea una buena idea”- informó mi madre en voz baja, una de sus manos cayendo sobre el mantel blanco. –“tú debes usar ese tiempo libre para estudiar. Queremos que obtengas buenas calificaciones y consigas un trabajo-“

-“y tocar la guitarra no te conseguirá un buen trabajo. Solo mala reputación y un montón de años perdidos”- la voz de mi padre se cortó tan rápido, que dejó un escalofrío en su lugar. Yo no podía parar de reír del comentario de mi madre- no había forma de que usara mi tiempo libre para estudiar; sino que durante este me metía en más problemas. Pero me dejé indignarme más por las palabras de mi padre. Tanto así que las mías propias se atoraron en mi garganta y me hicieron ahogar.

-“Pero, pero….”- Yo respiraba aceleradamente, mi mano sobre mi cuello. Sentía como si me estuvieses asfixiando, pero no había nada allí. –“Solías tocar la guitarra, papá”-

-“Entonces tomalo de alguien que sabe de que está hablando”- fue todo lo que dijo al respecto. Y aparentemente esa era toda la respuesta que necesitaba. Mi mamá interrumpió queriendo calmar a sus “muchachos”. Y aunque ella colocó sus manos hacia abajo y una sonrisa de satisfacción en su rostro por la negociación que había llevado a cabo. Sin embargo era claro que ni mi padre ni yo éramos los felices excursionistas que ella nos concebía. Mi padre devoraba su comida en una bruma de gruñidos y respiración áspera mientras yo miraba la comida que no quería comer. Aún saboreaba el vino en mi boca y eso me enojó aún más. ¿Cómo podría ser creativo si mis padres no me apoyaban?

-“No entiendo porque…”- empecé a hablar nuevamente, sin saber a donde iba, pero no fui capaz de descubrirlo. Mi padre volvió a cortarme, girando su cabeza desde su comida hacia a mí, lanzando una mirada de muerte.

“La conversación ha terminado, Frank”.

Mi boca cayó abierta. Las palabras silenciadas, pero mis pensamientos viniendo aún con fuerza. Por primera vez, mi padre estaba en lo correcto. La conversación había terminado. Era porque yo no pensaba recibir más de esta mierda. Puse firmemente las manos sobre la mesa, miré a mis padres antes de murmurad un duro y sarcástico “Disculpen”-

No esperé por su respuesta a mi semi-educada salida y simplemente les dí la espalda y caminé hacia mi habitación. La comida fría en el plato, al igual que el corazón de mi padre lo era.

Cuando fui a mi habitación, vi a mi guitarra yaciendo inútilmente en mi cama, tan enferma como estaba antes. Sentí a mi estómago agitarse y repentinamente quise arrojar la maldita cosa por la ventana, sólo para sacarla de su miseria. Estaba gravemente enferma, de muchos años de no ser tocada ni cuidada. Y en ese momento, a pesar de que sabía que podía ser el que la salvara, sentía como si sólo estuviera matándola más por elevar sus esperanzas. Parecía una mejor idea sólo arrojarla por la ventana de mi habitación y observarla romperse en mil pequeños pedazos que observar la ya aburrida madera desvanecerse día a día. Pero en vez de eso, metí mi ira muy dentro de mí y pateé la primera cosa que vi. Fue mi bote de basura de un amarillo pálido y su contenido salió en espiral por toda mi habitación. No era nada más que papel, plumas inservibles y las ocasionales latas de refresco pero se esparcieron por toda mi habitación como la primera nevada. El desastre sólo me hizo suspirar aún más, sintiendo a mi ira hincharse dentro de mí.

La única cosa que seguía dando vueltas en mi mente una y otra vez de Nuevo, fue como había decepcionado a Gerard. Podía seguir viendo la cara de excitación del mayor cuando le dije acerca de cómo solía tocar la guitarra. Sus ojos se habían iluminado. Él era feliz. Siempre estuvo feliz, pero esto fue diferente. Estaba feliz conmigo, feliz por mi. Éramos muy parecidos entonces. Él tenía su arte y yo mi música. Pero ahora, mi fantasía con la guitarra fue arrebatada. Y yo no siquiera quería mirar el jodido instrumento, mucho menos el triste rostro de Gerard mañana cuando lo viera. Si es que lo veía. Estaba incluso comenzando a dudar sobre eso.

“Joder,” fue todo lo que pude decir o pensar. No había comido ni bebido nada desde el vino en la casa de Gerard, y usualmente cuando no tenía suficiente comida en mi, el patrón de mis pensamientos saltaba por todo el lugar. Ninguna otra palabra venía a mi y todos los sonidos alrededor mío eran apagados. Habría tomado años calmarme si no fuera por el sentido de la lógica de la información que tenía dentro de mi mente. Cada vez que estoy en estados de ánimo como éste, cuando podía estar tan enojado que podría salir humo de mis oídos, necesitaba hablar con alguien. Necesitaba salir de la casa e ir a caminar. O necesitaba comer algo. Pero desde que las dos últimas envolvían salir de la zona aislada de mi habitación, opté por la última.

Tomé el teléfono blanco que estaba a un lado de mi cama y marqué el número de Sam. Mastiqué la uña de mi dedo mientras escuchaba los tonos resonar en mi oído una y otra vez. Estaba a punto de darme por vencido y arrojar el teléfono por la ventana (seguido por la guitarra) cuando finalmente escuché la voz de Sam. Sólo que no fue exactamente Sam; el octavo nivel más bajo y mucho más letárgico. Escuché otras voces en el fondo e incesantes risas seguidas de vibraciones.

“¿Hola?” Dije a través del tubo, hacia el receptor. “¿Sam?”
“¡Hey!” arrulló la voz en el otro extremo del teléfono. Estaba emocionado y ebrio con todas esas cosas incorrectas. “Claro… es Sam.” Hubo un sonido apagado en el otro extremo del teléfono, más risas y Sam callando a alguien. “¡Tienen que compartir esa mierda!” Y después lo comprendí; se estaban drogando. Y drogándose sin mí.

Sentí una pizca de celos, sumándole la reverente ira que le tenía a mi papá. Sam y Travis (reconocí la incesante plática y su constante balbuceo al hablar) se estaban drogando sin mí, y parecía como si tuvieran a alguien más ahí. ¿Me estaban reemplazando? Alrededor de medio año atrás decidimos dejar la constante ingesta de la bendita hoja, sólo porque nos estaba haciendo jodidamente idiotas y estábamos olvidado mierda todo el tiempo. Pero parecía que yo fui el único que realmente dejó de hacerlo, y ellos seguían olvidando cosas; como invitándome. No era porque realmente quisiera la marihuana tanto, no me gustaba la manera en la que me sentía después de consumirla; estúpido y gordo porque usualmente comía tres veces el peso de mi cuerpo cuando lo hacía. Pero odiaba como ellos ni siquiera se molestaron en preguntarme. Y cuando yo llame, ellos estén hablándome (cuando lo hacen) como si el olvido no fuera nada. La mayor parte, mientras intento preguntarle cosas a Sam y todo lo que obtengo es una risa apagada.

“Sam, ¿por qué no me invitaste?” Pregunté alrededor de la sexta vez. Mi control sobre el teléfono colocó a mis nudillos en un tono marfil que hacía juego con el objeto que estaba sosteniendo con la vida en ello. O la certeza de muerte de mi vida social.
“Creí que ya no hacías más está mierda,” contestó Sam, respirando pesadamente. Dios, podía olerlo por el teléfono.
“Lo hago,” mentí, apretando mis dientes. “¿Puedo ir también?”

Hubo silencio por un momento en el sentido que Sam no me dijo nada, pero murmuraba con la gente en el fondo. Sonaba como si estuvieran teniendo un debate sobre mi simple pregunta. La mayor parte del tiempo, yo solo tenía que decir las palabras y Sam venía o yo podía ir. ¿Pero ahora ellos estaba debatiendo? Joder no.

“Realmente necesito hablar contigo, Sam,” dije serenamente en el teléfono y no estaba mintiendo. Usualmente cuando mi papá me jodía, Sam estaba ahí. Su papá tampoco era un ángel perfecto; había vivido la guerra y cumplido su servicio en el ejército. Sam y yo nos entendíamos en los dilemas con nuestros padres. Pero ahora él estaba cambiando sus maneras y yo también. A pesar de que mi voz era dura mientras hablaba, presentaba un exterior duro, podías escucharme quebrar. Y aparentemente Sam no me oía del todo. Regresó después de unos segundos después, las drogas seguían ensuciando y jodiendo con su voz.
“No,” fue todo lo que dijo. Hubo una conmoción de ruidos, sonando como si el teléfono hubiera sido arrojado. Después sólo murió.

No podía creer lo que me dijo hasta que escuché el tono de marcación en mi oído. Arrojé el teléfono en mi desordenada cama y me puse de pie de nuevo, encontrando nada para patear y en vez de eso corrí mis mans por mi cabello, tirando de algunos mechones, sintiendo cómo la raíz se desprendía de mi cráneo.

Jódete, Sam. Jódete, Papá. Jodánse todos malditos. Los pensamientos y maldiciones se virtieron en mi mente. Había estado teniendo realmente un día decente y había sido disparado a la mierta. Me sentía tan atrapado en ese momento, caminando alrededor de mi cuarto, mis manos agitándose inseguras de a dónde ir o dónde concentrarse. Estaba atrapado en éste cuarto de cuatro paredes alrededor de mí, sofocándome. No podía irme, no podía moverme. No tenía ningún lugar al que ir. Mis ojos se movieron violentamente alrededor de la habitación – y después lo vi.

Mi playera y pantalón que había tirado el día anterior. Los que estaban rayados y manchados con la pintura azul que Gerard nos había arrojado desde su balcón. Habían estado en mi bote de basura y cuando la pateé, no me percaté de dónde cayeron. Pero ahora los veía. Eran más que ropa entonces, eran obras de arte. Y las palabras de Gerard vinieron a mi cabeza de nuestra conversación en la banca del parque. Debes de mantenerlos.

Gerard sabía que esas piezas de ropa eran una obra de arte. Él sabía que la guitarra era una salida creativa. Y él sabía que somos muy parecidos. Me quedé viendo a la ropa, al arte, la salida creativa que me faltaba. Y supe que tenía que ir con Gerard al día siguiente. Supe que si no iba, entonces mi habitación, mi familia, mis amigos e incluso yo mismo, eventualmente se iría doblando todo alrededor de mí, sufocándome por completo.

Me agaché y cogí la camisa del suelo de donde descansaba. La sostuve en mis manos, sintiendo los grumos de la pintura seca en la tela de poliéster. Sentí todo lo que representaba y supe que no pertenecía al bote de basura, así como mi guitarra no pertenecía al armario. Y yo no pertenecía a ésta casa. Ésta camiseta necesitaba ser mostrada, ser conocida y necesitaba decir un gran “Jódete” a todos quienes no entendieran.

Tomando lo poco de coraje que me quedaba, caminé hacia adelante y clavé la playera en mi puerta.

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