martes, 27 de marzo de 2012

The dove keeper; Capítulo: #5

Capítulo: #5

Rojo.

Al otro día, una extraña sensación se filtró a través de mi cuerpo. No podía determinar de dónde venía, si era profundo dentro de mis entrañas y me mantenía agitado, al punto de no poder comer nada, o quizás venía de mi cabeza que corría a cien kilómetros por hora, pensamientos que solo hacían que mi cabeza diera giros y doliera. Tampoco podía precisar que emoción era exactamente. No sabía si era miedo de que Sam y Travis descubriesen a donde iba después de la escuela, o si eran nervios por ver nuevamente a Gerard. No podía darme cuenta de nada; todo lo que sabía es que seguía mirando el blanco reloj con números rojos y negros dispuestos a ir cada vez más rápido.

En todos mis años de preparatoria, he sido muy bueno haciendo que el tiempo pase rápidamente. Cuando los profesores te daban tareas difíciles mientras ellos dormían en sus escritorios, aprendes rápidamente a usar ese tiempo libre, o a desperdiciarlo. Y la mayoría de las veces, yo lo desperdiciaba. Me sentaba y miraba a la pared, contaba cuantos chicos que conocía en el salón que posiblemente se habían drogado, estaban jugándole un concurso a las manecillas del reloj. Me estaba volviendo muy bueno en engañarme a mi mismo con que el tiempo iba más rápido de lo que en realidad lo hacía. Extrapolaba con cuanto tiempo tenía que quedarme en clases, así que cuando la campana sonó finalmente, esa media hora-me dije- la había sentido como si hubiesen sido cinco minutos. Hoy no era una excepción a mis payasadas con el reloj. Y cuando al final, esa puta campana si sonó, salté de mi asiento y me dirigí hacia las secas calles de Jersey, encaminándome al pequeño apartamento de Gerard.

La mayoría de las veces, Travis o Sam me esperaban después de la escuela, junto al apoya-bicicletas para ver si quería hacer algo. Pero desde la llamada telefónica de anoche, donde me cortaron totalmente, los he estado ignorando. Me los encontré por la mañana (mera fuerza del acostumbramiento) donde nos dijimos nuestros “holas”. Los ojos de Sam aún estaban con unos bordes rojos y lagrimosos, podía notar que aún estaba semi-drogado por la noche anterior. Probablemente se había quedado dormido en donde estuvieron fumando, provocando que sus ojos aún retengan las características distintivas de una noche de fumar. Travis, como de costumbre, olía a la marihuana que había consumido y aún estaba usando la misma ropa que el día anterior. Nadie más que yo hubiese notado ese detalle, dado que Travis por lo general se solía esconder en el fondo, siendo distinguido por la multitud por su olor.

Los tres habíamos estado esperando en la galería, a que nuestros profesores vinieran a abrir las puertas de nuestros salones para el primer período, cuando nos encontramos. Instintivamente Sam se pasó al lado de Travis, sabiendo que de los tres, el sería quien lo salve. Travis era quien tenía la droga, era el amigo importante. Aún si Sam y yo nos conocemos desde que tenemos 5 años, Sam me tiraría al río por Travis, si eso significa que puede mantener su suministro vital de droga. Y honestamente, la mayoría de las veces me hubiese herido. No tenía muchos amigos y trataba de quedarme con los que tenía como una sanguijuela. Pero esa mañana todo lo que sentía era resentimiento, y un retorcijón extraño de esperanza mezclado a esto. Sam y yo puede que ya no seamos tan cercanos, pero eso no importaba. Ahora tenía planes para después de la escuela; no me era necesario lidiar con mi mejor amigo drogado y nuestro subordinado expendedor de drogas.
Tenía un trabajo para hacer. Iba a estar limpiando pinceles por alcohol gratuito en lo del artista maricón. No era perfecto, pero ningún trabajo que tuve antes lo era. Y me hacía sentir bien, el no tener que depender de mis amigos. Salí de la escuela con una confianza que no sabía que poseía.

De cualquier forma, esa confianza se desmoronó dentro mío cuando llegué el área grisácea donde estaba el apartamento de Gerard. Las calles siempre eran oscuras, por alguna razón, hubiese llovido el día anterior o no. Encontraba irónico, mientras miraba la desolación en esos callejones detrás de la licorería y hacia la dilapidada y aburrida fachada del edificio que dentro de sus apartamentos, dentro del último piso, en ese departamento vivía una vida de colores tan vívidos. No eran las sombras a las que estaba acostumbrado. Si no, colores de la vida real: rojos, púrpuras, verdes y naranjas. Colores que podía tocar y sentir, y que ahora estaban esperando por mí.

El apartamento de Gerard había tocado una cuerda en mi mente, el día anterior. Era tan brillante y lleno de vida; algo que Jersey carecía profundamente en casi todas sus áreas. La casa de Gerard era un escape al tedio que me rodeaba. Pero la parte más complicada era llegar a ese arcoíris de esperanza. Me sentía tan desubicado, cruzando la calle hacia el corroído y rojo edificio. Abrí el gran portón de acero, que era más pesado de lo que esperaba y comencé a abrirme camino lentamente hacia las ruidosas escaleras, solo para no dirigir la dirección hacia mí mismo. Había un portero eléctrico al frente del edificio, pero cuando intenté, ningún sonido surgió de este. Cuando intenté con los otros botones, me di cuenta que el sistema estaba roto hacía mucho tiempo y posiblemente no había funcionado en años. Conociendo a John, el encargado del edificio, y como eran sus hábitos para la bebida, no me sorprendía. Entonces continué, un poco asustado de la gente con la que me podría encontrar en las escaleras. Excepto por Gerard, tenía el presentimiento de que este edificio era frecuentado por muchos vendedores de droga y demás personajes turbios. En cuanto pasé la puerta de lo que creía era el segundo piso, oí un fuerte grito y varios pisotontes de borracho, chocando contra las paredes, acercándose. Me hizo cagar de miedo y me obligó a correr el resto del camino hasta arriba, hasta que finalmente llegué a la puerta verde oliva del departamento de Gerard, jadeando y esperando a que el abriera.

-“¡Bienvenido!”- Oí la distintiva alegre y profunda voz cantora entrar en mis oídos. Abrió la puerta con movimientos exagerados, abriendo sus brazos y dejándome entrar al pequeño apartamento, como si fuese una ciudad famosa. Y en realidad lo era, cuando lo comparabas con los otros pedazos de mierda ubicados en la misma área.

Asentí con un saludo y caminé por el apartamento lentamente. Miré a mi alrededor nuevamente, estudiando el área como si no hubiese estado allí el día anterior. Supongo que estaba esperando que algo hubiese cambiado, pero cuando fui recibido con los mismos lienzos dados vuelta y charquitos de pintura, ajusté mis pensamientos.

-“Ya te di el tour ayer”- comenzó Gerard, invadiendo mis raciocinios. Estaba vestido de negro, como de costumbre, sus pantalones ajustados abrazando el contorno de sus largas piernas y gruesos muslos. Esta vez, sin embargo, estaba usando un blazer en lugar de una campera, que colgaba de sus anchos hombros. Era negro, como el resto de su atuendo, pero recortes grises y blancos lo recorrían, puntadas cruzadas que creaban una interesante mixtura de colores. En cuanto entré al cuarto y me acerqué a él, noté una rara mancha blanca de tela blanca sobre la solapa izquierda del abrigo. Entrecerré mis ojos, tratando de descifrar que podría ser, pero no obtuve nada. Gerard debió notar mi confundida expresión porque agregó rápidamente.

-“Es una paloma,”- respondió, levantando sus cejas e inclinando ligeramente su cabeza. Recorrió con su dedo la línea de su solapa suavemente y la sacó lentamente; causando que el parche de la tela resaltara, prácticamente volara de su abrigo, dándome una mejor vista. Y una vez que me dijo lo que la mancha se suponía que era, supongo que eso era lo que quería.
El glóbulo blanco tenía otras 2 partes que se ramificaban de allí con bordes dentados, que yo asumí que eran alas. Era una representación dura y cómica de un ave tan milagrosa, no encajaba con nada, pero en cuanto me encontré con los ojos de Gerard, quien mostraba su parche con orgullo, me di cuenta que sólo encajaba con él.

-“Es linda”- dije, una media mentira sobre lo que había visto. Retrocedí de mi cercana inspección y comencé a mirar más a mí alrededor. Y fue ahí cuando mis ojos cayeron sobre algo que no había visto antes. Fuera, en la esquina del cuarto, donde el gigante ventanal se encontraba con el mural, había algo que yo había creído que era una vieja lámpara de pie. El pie era de un color bronce con una sombra beige sobre él. Pero ahora, la supuesta lámpara aún tenía ese pie color bronce, pero la sombra, no era una sombra en lo más mínimo, era una especie de jaula.

Comencé a acercarme al objeto, escuchando a Gerard acercarse detrás de mí, sus manos presionadas en su espalda. Oí como su respiración cambiaba a algo así como una risita, y supe que tenía esa enorme sonrisa en su astuto rostro. Finalmente, el objeto alcanzó mi punto focal y comencé a estudiarlo. En efecto, era una jaula y no una lámpara. Sus barrotes formaban una especie de nudo en la cima, luego descendían creando una cúpula en cuyo interior había una percha de madera con marcas de pequeñas garras. Había semillas en el interior, en todas partes menos en el plato donde se supone debería estar. Y en el centro de la jaula, descansando cómodamente con su cabeza inclinada hacia un lado, mirándome tan extrañamente como yo, había un pájaro.

Las plumas del ave eran suaves sobre su cuerpo. Manchando su piel como si fuese una chaqueta con capa esponjosa. Era de un color beige, cremoso blanco en algunas partes, como cerca de las plumas de la cola.
Había un pequeño anillo marrón alrededor de su cuello, asemejándose a un collar. Sus pequeños ojos brillantes me miraban y vi como su garganta vibraba cuando ese arrullo comenzaba a escapar de su pico y llenaba mis oídos. Honestamente fue lo más raro y hermoso que he visto. Y estaba justo ene l medio de la puta sala de estar de Gerard.

-“Veo que has conocido a mi posesión más preciada”- Dijo Gerard con aire de suficiencia. Estaba parado detrás de mí, mientras yo asomaba mi nariz dentro de la jaula del ave, meciéndose para atrás y para adelante sobre la punta de sus pies. Él estaba a punto de decir algo, pero lo interrumpí

-“¿Por qué diablos tienes un gorrión en tu sala de estar?”- A pesar de ser muy hermosa, no podía evitar el hecho de que esta ave se parecía demasiado al animal que la mayoría de la gente detesta y trata de deshacerse. ¿Acaso los gorriones no son las ratas del cielo? Y Gerard tenía uno en su sala de estar. Estaba en una jaula y estaba bastante limpio, pero aún así, no podía evitar que me fuese chocante las similitudes entre el animal que estaba viendo y los otros que veía todo el tiempo en el parque, rompiendo bolsas con comida.

-“¡Es una paloma!”-Exclamó Gerard, casi punzante, ofendiéndose bastante por mi malentendido para con el ave enfrente de mí. Gerard se adelantó, y pasó junto a mí metiendo sus dedos en la jaula, llamando a su pájaro. Dirigió su mirada hacia mí, quien todavía permanecía encorvado y con la boca abierta, y me dio una mirada sarcástica. Por primera vez parecía ofendido por uno de mis comentarios inocentes e ignorantes.
-“¿Creí que las palomas debían ser blancas?”-pregunté, tratando de explicarme.

-“No todas lo son”- replicó Gerard, su voz calmándose y volviéndose más comprensible. Parecía que debía seguir recordándose que yo era sólo un adolescente. Un adolescente que no estaba envuelto en artes finas. No todavía, por lo menos.

Gerard sacó su dedo del interior de la jaula y empezó a jugar con la pequeña puerta. Vi asombrado como abría la pieza y metía toda su mano, sujetando la pequeña ave entre sus suaves manos. Gerard sacó al pájaro de su ambiente seguro con tanta facilidad y elegancia que estaba maravillado. Si esta criatura realmente era una paloma, entones la forma en la que el ave se posó en sus manos luego de ser apartada de su jaula, moviendo su cabeza y arrullando hizo que todo pareciera diez veces más mágico.

-“¿Por qué tienes una paloma?”- pregunté lentamente, sin dejar de mirar al ave, como sus garras se apoderaban de la piel de Gerard. Parecía doler, pero la sonrisa de Gerard se agrandaba a medida que el ave comenzaba a caminar sobre su mano. La forma en la que los ojos de Gerard se iluminaban, mientras jugaba con su paloma hizo que mi corazón se salteara un latido. Parecía tan feliz, tan enamorado e infantil. Estaba jugando con un mito con el que todos querían tocar en algún momento u otro. Pero sólo Gerard tenía la suerte de tenerla en su mano y en su apartamento

-“¿Por qué no tendría una paloma?”- Gerard sonrió, quitando finalmente su mirada del ave y mirándome directamente a los ojos. Cerré mi boca abierta inmediatamente, oyendo mi mandíbula sonar por la velocidad. Él se limitó a sonreír nuevamente y colocó su dedo índice en su otra mano acariciando suavemente las plumas plegadas. La paloma ronroneó y arrulló, moviendo aún más su cabeza, pero nunca hizo el intento de volar. Pensaba que las palomas sólo se encontraban en la naturaleza, lo que hacía este acto aún más notable en mi cabeza.

-“¿Quieres sostenerla?”- Gerard preguntó de repente, extendiendo en su mano a la pequeña criatura que estaba sentada. Salté hacia atrás instintivamente. Por alguna razón, cuando era un niño le tenía miedo a las aves. Creo que mi madre me dijo una vez que la plaga se contagiaba a través de plumas de aves contaminadas y eso me marcó para toda la vida. Odiaba a los pájaros cuando era más joven y siempre me había asustado cuando alguien levantaba una pluma. Mi miedo había disminuido sólo un poco. Podía soportar estar rodeado de aves sin tener un ataque, pero agarrarlas era en general otra historia.

-“Umm, no”- Contesté, mordiendo ligeramente mi labio. Aparté mi peso de la criatura, intentando no ser ofensivo. Viendo como se apagaba el rostro de Gerard por mis acciones, me hizo agregar una mentira rápida para hacer que las cosas estuviesen bien de nuevo. –“Quizás luego”-

Gerard se encogió de hombros, superando mi rápido movimiento y comenzó a acariciar a su mascota nuevamente. “Te acostumbrarás pronto a ella” afirmó, sus ojos centrados nuevamente en sus opacas plumas blancas. Una disimulada sonrisa cruzó su rostro justo cuando una idea cruzó por su cabeza. “Después de todo, me ayudarás a limpiar su jaula, como parte de tus deberes aquí”-
-“¿En serio?”- pregunté torciendo mi cara en exasperación. Creí que había aceptado a limpiar solamente los suministros de arte. No había habido ninguna consulta sobre limpiar mierda de ave.

Gerard suspiró con un aire burlón, reprendiéndome con humor. “¡No te lo tomes tan a pecho Frank!”,bromeó golpeándome ligeramente con una de sus manos libres, mientras comenzaba a alejar a su paloma. Cerró la jaula, e hizo un gesto de beso con su rostro a su mascota antes de darse vuelta hacia su mural e inspeccionar algunos detalles insignificantes y luego continuar –“Muy pronto aprenderás que las palomas son criaturas maravillosas”-

Dirigí mis ojos nuevamente hacia la jaula. Vi al pequeño pájaro bajándose de su percha y comenzando a comer los pequeños trozos de semillas que había en el suelo de la pajarera. Levanté una ceja, fallando al tratar de ver lo maravilloso que este pájaro era. En mitos e historias, eran increíbles, pero en la vida real eran ordinarios.

“¿Cómo?”- Le pregunté a Gerard escéptico, estudiando aún al ave.

Gerard suspiró con algo de celo, antes de continuar “Las palomas son las guardianas de la paz de todos nosotros”-

-“Pero esas son las palomas blancas” argumenté. No era tan estúpido como para no saber ese detalle sobre las palomas. Había leído sobre la guerra y la paz, y la paloma con la rama de olivo. Conocía el mito y las leyendas. Pero esas eran algo especiales, algo inalcanzables. “Tu paloma es marrón”-argumenté una vez más- “se parece a un gorrión”- Y en mi cabeza, un gorrión no era algo de lo cual sentirse orgulloso.

-“Estás perdiendo el punto, Frank”- Intervino Gerard, sacudiendo su cabeza, su oscuro flequillo cayendo sobre su frente,-“Sólo porque sea marrón, más bien un color ceniza, por cierto, no significa que no sea una paloma. No todas las palomas son blancas. Eso es como decir que todos los diseñadores de interior son gays o que todas las brujas son malas”-

Miré a Gerard, con la mirada más confusa plantada en mi rostro. –“¿No es así?”-

-“¡No!”- Gerard expresó con entusiasmo. No estaba enojado porque yo no entendía, estaba feliz de estar enseñándome. Y aunque estaba completamente confundido, yo estaba feliz de estar aprendiendo.

-“¿No lo ves Frank? ¡Siempre hay una excepción! Esta paloma….”- Gerard se detuvo, moviéndose para colocar una mano sobre la curva superior de la jaula, -“Ella es una excepción, Al igual que tú y yo”-

Asentí con mi cabeza lentamente, partes y piezas de lo que me estaba diciendo, hundiéndose lentamente en mi. –“Espera”- pedí, mis ojos escaneando el suelo delante mío, mi cabeza tambaleaba con mis pensamientos. –“¿A qué somos nosotros excepciones?”-

Gerard sonrió ampliamente, mostrando sus pequeños dientes manchados. Las líneas alrededor de sus bocas se profundizaron aún más, mostrando cuanta alegría le ponía a la acción. –“Tendremos que esperar y ver, ¿No?”- fue todo lo que dijo, dejándome contemplándolo, sin palabras. Estaba empezando a pensar que a este hombre le gustaba confundirme en cada ocasión que tuviese. ¿A qué era yo una excepción? No era ninguno de los ejemplos que él había mencionado. No era un diseñador de interiores (Gracias a Dios) o una bruja. Y no era una paloma, en lo que me respecta. Entonces, ¿A qué podía ser una excepción? Y aún más importante, ¿A qué era él una excepción?

-“Además”. La voz de Gerard interrumpió mis pensamientos nuevamente. Su rostro era alegre y casi juguetón, girando ligeramente para añadir su último comentario, esta vez con un mínimo de amargura. –“¡Mi paloma no es un gorrión! Puede que vengan de la misma familia de aves, pero eso es decir que tu eres igual a tu padre”-

Lo miré a los ojos cuando dijo eso. El horror de la cena de anoche repitiéndose en mi mente, el tintineo de cubiertos y la voz profunda, áspera y barítona de mi padre. No había forma de que yo quisiera estar emparentado con ese hombre. Y cuando Gerard hizo esa observación, era casi como si supiera lo que sucedió la noche anterior. Empecé a entender a donde quería llegar.

-“Tienes razón”, afirmé seriamente. Mire hacía el ave marrón dentro de la jaula. La paloma dentro de la jaula.-“Es una paloma. Ni siquiera cerca de ser un gorrión”-

Gerard sonrió y asintió nuevamente, murmurando un “buen chico” y giró a inspeccionar su mural. Yo también asentí y mire a la paloma, estudiándola esta vez. Metí mis dedos, intentando olvidar mi infantil y tonto miedo de la plaga. El pájaro se acercó a mi sobre su percha y picoteó ligeramente mis dedos. Hacía cosquillas en lugar de lastimarme y metí otro dedo dentro para acariciar sus suaves plumas. Quería llegar al interior de la jaula como Gerard y sacar al ave, pero por alguna razón, creí que no estaba listo para eso aún.

-“¿Cuál es su nombre?”-pregunté, sin quitar mis ojos de ella. Si iba a limpiar su jaula y a estar con ella, era bueno por lo menos saber su nombre

-“Van Gogh”- Respondió Gerard.

-“¿Van Qué?”- Repliqué, arrugando mi cara en confusión. Ese debía ser el nombre más estúpido para un ave.

-“Van Gogh” repitió Gerard, girando su cuerpo en mi dirección, dándole la espalda a su mural. Sus rasgos se habían dado vuelta con gravedad cuando me miró, probando si era cierto mi malentendido. Y cuando Gerard se dio cuenta de que realmente no tenía una puta idea de lo que estaba hablando, revoleó sus ojos y suspiró. Nuevamente, iba a tener que enseñar a este pequeño adolescente de Jersey, un montón de cosas.

-“¿No conoces a Van Gogh? ¿El artista?”- probó Gerard. Me quedé mirándolo, frunciendo mis labios y sacudiendo mi cabeza. Gerard movió su cabeza también, pero por otras razones. “Pintó Crows in a Cornfield, Starry, Starry Night….? ¿Nada de esto suena una campana?”-

-“Nop”- Dije, encogiéndome de hombres.

-“¡Es un artista famoso!” Exclamó Gerard con aflicción, extendiendo sus manos como si estuviese intentando de agarrar alguna esperanza en que yo no fuese completamente analfabeto en el arte. Iba a aplastar sus esperanzas.

-“Puedo darme cuenta, por lo que estás diciendo” le contesté, inclinando mi cabeza al costado “Pero no conozco de artistas. Lo lamento…”-

-“¡No!”-Interrumpió Gerard nuevamente, su voz volviéndose más apasionada. Su voluntad de enseñarme algo que nunca había aprendido se arrastraba en su voz. Tenía tanta locura por su arte, en su trabajo que quería que otras personas lo entendieran. Si Gerard era capaz de incluso parecer desesperado, entonces este era ese momento. Pero por alguna razón, la forma tan fuerte con la que se llevaba a si mismo y su actuar arrogante nunca lo hacían parecer desesperado o patético, sólo muy seguro de si mismo. Continuó probándome. –“Tienes que conocer a este artista. Es uno de los más famosos…” Gerard intentó pensando. Puso su mano en su barbilla y la frotó pensativo. Yo me quedé ahí, esperando, mis manos metidas profundamente en mis bolsillos, y mis cejas elevadas, inseguro.

De repente Gerard tomó una gran bocanada de aire, y me miró con ese brillo en sus ojos que podía incendiar cualquier cosa. “Es el artista que se cortó la oreja”

Las palabras que dijo eran tan simples y claras, pero finalmente tocaron una nota en mí. Estaba empezando a recordar algo que hacía mucho tiempo había aprendido en la escuela primaria. Fue una de las pocas veces que había estudiado arte y estaba volviendo a mí en ese momento. La vieja bruja que tenía de profesora había estado mencionando nombres de artistas y mencionó al loco que se había cortado su jodida propia añadidura. Si, finalmente estaba empezando a hacer Click en mí, y lo dejaba ver para el deleite de Gerard.

-“¡Sí!”- Casi grité, tan feliz de que finalmente estaba entendiendo algo y haciendo feliz a Gerard. –“Ahora lo recuerdo”
-“¡Bien!” Respiró Gerard hacia donde yo estaba, revoleando sus ojos y pasando su mano por su oscuro cabello en un intento exasperado por calmarse. “Finalmente recuerdas algo de cultura”

Incluso con su comentario sarcástico no pudo borrar la sonrisa de mi rostro. Estaba tan orgulloso de mí mismo.

-“¿Sabes que encuentro gracioso?”- Gerard interrumpió una vez más, su sonrisa curvada en su rostro angelical. Asentí, haciéndole saber que podía continuar. –“Que sólo recordaste al artista, no por su nombre o su trabajo, si no por su mutilación”. Gerard movió su cabeza y miró hacia arriba, alzando sus brazos a un Dios desconocido. “¿Hacia dónde va a esta sociedad?”- Bromeó medio serio.
-“ Es como fui criado”- contrarresté, aún riendo a su naturaleza burlona. “ Fui criado entre violencia y miedo. Vivimos en Jersey, Gerard. No puede ser más oscuro que esto”-

La cabeza de Gerard volvió a su posición y me miró a los ojos, sorprendido ante las palabras que acababan de salir de mi boca. Aparentemente sus pensamientos profundos ya estaban teniendo un efecto en mí.

“Eres un chico inteligente, Frank” Gerard declaró francamente “Pero espero que poder demostrarte que no todo es oscuridad aquí. Hay algo de color”

Había algo en la cara de Gerard, en el aspecto que tenia, la manera en que sus ojos se trazaban sobre mí, me hacía sentir un algo incomodo. O tal vez solo era la colección de nervios en mi pequeño cuerpo, añadido a la sensación de triunfo que sentí cuando se me había ocurrido mi pequeña teoría. Solo me sentía extraño, como si el fondo de mi estomago se hubiese ido, dejándome sentir desnudo y expuesto, cuando estaba usando capas de ropa. Ni siquiera había dicho algo tan mordaz o en el punto. Solo había dicho una generalización, pero me sentía como si me hubiese tirado otro envase de pintura sobre mi y podía sentir como se endurecía. Justo como la pintura azul de hacía dos días, solo que Gerard no me la había tirado encima. Lo hice yo mismo, me estaba abriendo de buena gana y asustándome la vida fuera de mí.

Tuve que apartar la mirada de Gerard. Mire de nuevo dentro de la jaula, pero solo me encontré con los ojos pequeños y brillantes mirándome. No podía mirar ahí tampoco, así que me aleje hacia el centro de la habitación. Ahí vi un envase vacio de pintura, con huecos y grietas en el interior y su capa roja se caía. Ese era el nuevo color con el que me había recubierto, me dije. Rojo esta vez y no azul. De antemano el azul había sido una maldición, un juramento, un comienzo a algo nuevo. ¿Qué mierda significaba el rojo? ¿Había algún dicho francés, también? No quería saber. Solo recogí los pinceles que vi a su lado y comencé a mojarlas bajo el agua del fregadero de la cocina. Gerard todavía estaba en el mural, con una sonrisa socarrona plantada en su cara, no sabía porque sonreía de la manera en que lo hacía y me forcé a no pensar en ello. Me limite a empujar mis dedos a través de la pintura seca del pincel, viendo como se iba por el fregadero.

Minutos después, aun limpiando, mis pensamientos se mantuvieron dispersos y fuera de foco. Y aun cuando los colores de los pinceles eran de oscuros violetas y verdes penetrantes, todo lo que podía ver, era rojo.

“¿Sabes por qué Van Gogh se corto su oreja?” Gerard me pregunto en el medio de la habitación silenciosa llena de los olores de las pinturas.
“No...” Respondí, con voz apagada, no confiando realmente en mi para hablar. Necesitaba limpiar. Ese era el por qué yo estaba ahí.

“Se la corto para poder dársela a su amante” Gerard declaró, con mayor naturalidad. Lance un gruñido en reconocimiento, continuando con mi tarea. Pero Gerard aun no había terminado de hablar “Era un regalo morboso y retorcido, si me lo preguntas. Pero hermoso, sin embargo. No me puedo imaginar dar un pedazo de mi cuerpo a alguien más, literalmente, eso es. He dado otras formas muchas veces” Gerard pauso, riéndose para si mismo de su mal chiste. No dije nada. Hice lo que se suponía que tenía que hacer. Lavaba pinceles.

“¿Tienes un amante, Frank?” Gerard penetro el silencio de nuevo con su clara y gruesa voz. Casi tiraba lo que estaba tratando de limpiar, mientras que le pedía que repitiera.

“¿Qué?”

“Un amante” Gerard insistió, asintiendo con su cabeza “Una novia, ¿tienes una?” Gerard alejo su cabeza de su trabajo y me miró. Podía sentir sus ojos quemándome mientras lavaba en el fregadero, pero solo lo podía ver por mi vista periférica. Y se iba a quedar de esa manera.

“No” Respondí rápidamente. Una parte de mi me dijo que mintiera y dijera que si tenía una, pero no le vi el punto en eso. El solo pediría detalles de la relación (eso era lo que Gerard era, fisgón como la mierda) y yo no hubiese sido capaz de responderlas. Estaba algo resentido que nunca hubiese tenido una verdadera novia a pesar de mis muchos esfuerzos. Había besado a unas cuantas, pero que habían sido inducidos por estupores de borrachos o por juegos tontos de niños. Nunca había tenido en realidad un beso real. Un beso apasionado que signifique algo y que las dos personas se encontraran en el. Lo más cercano que tenia, fue besarme con una de las ex de Sam en una fiesta. Yo estaba borracho y ella también, y las cosas podrían haber llegado a algo más que besos si Sam no nos hubiese separado a los dos. Aunque ellos habían terminado hacia más de tres meses, Sam odiaba cuando las personas salían con quien él había estado. Se sentía como si estuviese compartiendo y Sam no era bueno en eso. En ese momento, estuve tan molesto porque Sam nos haya separado. Estaba borracho, caliente y medio duro y realmente había pensado que iba a tener suerte. Pero cuando estuve sobrio en la mañana le agradecí a Sam profundamente. Esa chica era promiscua y realmente molesta. Si hubiese perdido mi virginidad con ella, probablemente me hubiese ganados algunas ETS como también un camión de culpa.

En cuanto a novias, sin embargo, nunca había tenido ninguna. Le había pedido a algunas chicas salir, siendo rechazado la mayor parte del tiempo y solo teniendo una o dos citas con el resto. Estaba bien con mi falta de experiencia, hasta que alguien lo traía de vuelta. Como en ese momento con Gerard. Dado al hecho de que ya había suficiente tensión y raros sentimientos en el aire casi tan altos como los humos de las pinturas, no ayudaba demasiado. Casi esperaba que Gerard lo restregara en mi cara o preguntara el por qué (las acciones que la mayoría de mis amigos hacían) pero cuando el asintió ligeramente con su cabeza y volvió al mural con pintura secándose pensé que las cosas habían terminado.
Después, el tenía que abrir su gran bocota de nuevo.

“¿Novio?” fue todo lo que dije, pero las implicaciones se dispararon tan claras como el dia.

“¡No!” Respondí rápidamente, probablemente demasiado rápido, pero era esencial. No había ninguna maldita manera que fuera a decir otra cosa que el gran y gigante ‘no’ como respuesta a su pregunta. Ni siquiera quería pensar en ello. No había nada en que pensar. Nunca tuve un novio. Fin de la historia.

De nuevo, medio había esperado que Gerard lo restregara en mi cara, o algo peor, pero el asintió ligeramente con su cabeza de nuevo. En su mente, solo estábamos teniendo una conversación normal. No estábamos tratando de vencer al otro. Solo estábamos hablando. Si solo me pudiese relajar, entonces el aire no hubiese estado tan lleno de tensión.

“¿Qué hay de ti?” De repente pregunte de repente, sin darle a mi mente otro chance de dudar lo que acababa de decir. Si estábamos teniendo una conversación normal, entonces podría devolver la pregunta. Era algo normal. Completamente normal e indoloro. Me repetí a mi mismo una y otra vez.

Gerard rió un poco en su comentario “Nah”, declaro fácilmente alargando sus pasadas con el pincel. En un punto durante nuestra conversación, probablemente cuando me había llevado por mis pensamientos de relaciones fallidas, Gerard había tomado un pincel y estaba añadiendo verde al césped en su mural.

“Mi obra de arte es mi amante, es mi pasión en la vida y mi obsesión, básicamente me case con esta vida hace años, cuando recién comenzaba. Y hasta ahora, ha sido bastante bueno. Al menos no tengo que preocuparme sobre que me engañe” bromeo, mirándome. También sonreí y lo suficientemente valiente como para encontrar sus ojos. Ellos eran cálidos y atrayentes, como las sonrisas que siempre poseía en su cara. Cerró su boca de nuevo, encarando su arte, su amante, y comenzó a hablar una vez más “Pero, de nuevo, nunca he conocido a alguien que me haya volado, lo suficiente, de mis pies. Pero quien sabe, eso podría cambiar”

Me miró de nuevo, volteando su cabeza bruscamente. Nuestros ojos se encontraron a través de la habitación y se fijaron ahí. Los delgados parpados de sus ojos revoloteaban mientras hablaba, golpeando mi estomago. El agua fría corría por mis manos en el fregadero haciéndolas entumecerse. Desee que todo mi cuerpo se entumeciera mientras lo miraba, porque vi algo ahí que no creí que fuera posible. Juré que cuando veía sus ojos normalmente oscuros, vi un tono inconfundible de rojo que nunca podría ser lavado.

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