martes, 27 de marzo de 2012

The dove keeper; Capítulo: #6

Capítulo: #6

Llave a un enigma.

Los siguientes días no fueron tan agitados como el primero. Empecé a tener más noción de cómo funcionaban las cosas en lo de Gerard y prácticamente empezaba a limpiar ni bien ponía un pie en la puerta. Teníamos un par de conversaciones cuando recién llegaba; el típico “Hola, ¿Cómo estuvo tu día?” antes de que reuniera sus numerosos pinceles sucios y comenzara mi tarea. Gran parte del tiempo, Gerard estaba metido en su mundo, pintando furiosamente su nuevo diseño. Yo lo veía pintar a veces, mientras me paraba junto al fregadero de la cocina y dejaba que el agua y la pintura pegajosa correr por mis dedos. La forma en la que se movía mientras agregaba color tras color, me maravillaba; sus brazos estaban abiertos y robustos mientras lo hacía, moviéndolos como si fuesen ellos una pintura también. Tiraba algo, como si fuese nada, luego se alejaba y admiraba lo que acababa de hacer. Sin embargo, había veces en que se acercaba tanto a su obra de arte salpicando y tocando finas líneas con su pincel, completamente absorto por el arte mismo, o por los vapores a pintura que llenaban el cuarto. Sentía que iba a terminar drogado, la mayoría del tiempo con la fuerte esencia de todo lo que me rodeaba. Y había comenzado a beber más vino, la dura amargura ya no me hacía voltear, sino que me atraía. Me gustaba como el líquido se sentía entre mis mejillas, la forma en la que adormecía un poco mi lengua y hacía que mi boca se sintiese áspera horas después, aún si sólo había bebido un sorbo. No me emborrachaba tan a menudo, apenas terminaba un vaso de vez en cuando. A veces llegaba mareado a casa, pero creo que era más por los vapores de la pintura que por otra cosa. Cuando me quedaba a ayudar en lo de Gerard sólo era hasta las 5, cada tarde. Mi mamá me estaba esperando en casa para cenar para ese entonces, y no quería emborracharme antes. Además, sólo podía hacer la demasiada limpieza en esas 2 horas sin que mi mente se abrume con aburrimiento.

No limpiaba sólo sus artículos de arte, también su puta casa. Siempre tenía que lavar los platos, que sólo consistía de taza tras taza de café y platos con tomates aplastados, para poder usar el fregadero en orden de poder lavar los pinceles. Levantaba la cosas de la mesa de la cocina también, poniendo los periódicos a reciclar o sobre el sofá donde a veces lo encontraba durmiendo cuando yo llegaba. Dormía gran parte del tiempo, agarrando una botella de vino y colocándola junto a él mientras se acurrucaba en su putrefacto sillón anaranjado. Cruzaba sus brazos sobre su pecho mientras dormía, girando su cuerpo hacia el respaldar del desgastado sofá. Se veía tan lleno de paz en ese entonces; como un niñito tomando su siesta. Sus ojos se mantenían quietos la mayoría del tiempo., excepto cuando comenzaba a soñar, podía ver como sus pupilas se precipitaban hacia atrás y hacia adelante debajo de sus párpados. Su boca también se abría, su respiración entrando y saliendo profundamente. La mayoría de las veces, el estaba dormido cuando yo llegaba, siendo mi consistente golpear en su puerta lo único que lo sacaba de su sueño. Venía a la puerta con sus articulaciones aún rígidas y su voz ronca, el sueño aún visible en sus ojos verdes mientras me saludaba para que entrara antes de que regresara al sillón. Siempre debía mantener su puerta cerrada, considerando el área en la que vivía. Bromeaba sobre darme una llave de su apartamento, pero yo insistía en que no la necesitaba. No me importaba golpear la puerta para despertarlo, porque así por lo menos él estaría consciente aunque sea una porción de nuestros encuentros y yo podía tener algún tipo de interacción humana con él.

Sorprendentemente, Gerard no hablaba mucho. Cuando no estaba dentro de su propio mundo, pintando o durmiendo, estaba cantando una mala opera con toda la fuerza de sus pulmones. Vagaba por su casa mientras lo hacía, sin tener nada de vergüenza con sus habilidades (o la falta de estas). Ni siquiera parecía notar que yo estaba en el cuarto mientras cantaba. Tenía que forzar mi boca para que se quedara callada y no riera, mientras su boca libremente se abría ampliamente, tanto que podía atrapar moscas. Aún cuando nunca lo dijo, no creía que él apreciara que yo me burlara de sus habilidades para cantar. Conociendo como conocía a Gerard, posiblemente me retaría a que me subiera con él y cantara, para ver si lo podía hacer mejor. Entonces me quedaba callado y suprimía mis risas, especialmente cuando alcanzaba esas notas altas que podían hacer añicos al vidrio. Creo que lo más bonito de esto, es que él realmente creía que lo hacía bien. El hombre era un artista increíble, pero podía invertir en unas clases de canto, eso es seguro.

Durante mis días en la casa del artista, empecé a darme cuenta de una cosa; su vida parecía muy sencilla, en lo que a mí me concernía, especialmente desde que había conseguido que este adolescente lavara sus platos, limpiara sus pinceles, y sacara la mierda del pájaro de la vieja jaula. Todo lo que tenía que hacer era pagarme con vino y yo hacía casi todo por él, mientras se preocupaba por su musa creativa. Me dijo un par de veces, luego de unos encuentros en los cuales casi no había ocurrido una conducta verbal entre nosotras, que yo ya no tenía que ir, pero yo siempre negaba con mi cabeza y decía que lo vería el próximo día. Realmente no sabía porque seguía yendo. Mi ropa estaba manchada, mis uñas estaban permanentemente manchadas y casi siempre tenía una puta jaqueca por los vapores. Sin embargo, no parecía importar. No sabía que hacer con mi tiempo. Sam y Travis aún eran mis amigos, pero podía sentir una barrera entre nosotros. No habíamos salido juntos fuera de la escuela en una semana, y se volvía cada vez más claro que no necesitábamos hacerlo tan seguido. Nos veíamos en la escuela, intercambiábamos conversaciones viejas, regurgitábamos líneas, y almorzábamos juntos. Eso parecía ser suficiente. Ahora tenía planes para después de la escuela; tenía algo con lo que llenar mi tiempo. Y aún si era limpiar, servía como un propósito mejor de lo que pude tener en mi vida. Aún si Gerard ya no parecía tan conversador.

De cualquier forma, la naturaleza retirada de Gerard no era completamente su culpa. Él estaba pintando; creando, por lo tanto en su mundo. Otras voces hubiesen molestado a esto. Por eso yo respetaba su privacidad y mantenía mi boca cerrada. Aún cuando el mayor llegaba a mí en una conquista verbal, no respondía demasiado. Nuestras discusiones de antes, se seguían repitiendo en mi cabeza, y me ensordecían a todo lo demás. La mayoría del tiempo, Gerard podía hablar y yo simplemente no lo escuchaba. Veía a los colores unirse en frente mío, y luego drenarse en el fregadero. Frotaba con mi dedo la espalda de Vag Gogh y me miraba ante lo marrón que eran sus plumas.

Aunque no hablaba, no estaba completamente ajeno de que estaba con Gerard. Noté algunas cosas que me daban una pista al interior de la vida de este hombre. La cantidad de tazas de café que tenía que lavar me daban el indicio que no siempre estaba solo en su casa. Tenía invitados, y bastantes regulares. Sin embargo, no podía descifrar a esta misteriosa gente. ¿Quién podía venir a ver a un artista envejecido? Se me ocurrió que podían ser clientes comprando su arte, pero cada vez que volvía a su casa, la cantidad de pinturas parecía crecer en lugar de decrecer, así que tiré por la ventana esa presunción.

Había hecho muchísimas presunciones sobre Gerard, me di cuenta. No sabía demasiado sobre este hombre, y aún así él me dejaba entrar a su hogar cada día. Cuando pensaba así en la situación, parecía completamente espeluznante. Pero esa era sólo una presunción. Veía la forma en la que actuaba Gerard, la forma en la que pintaba y de la manera en la que era con su frágil ave. No podía hacer nada malo. No lastimaría a nadie, en especial a mí. Sólo estaba siendo amable. Y todas esas personas que no podía descifrar, probablemente estaban haciendo lo mismo; pasar el tiempo con un amable y gentil artista quien no lastimaría a nadie en absoluto. Cuando me di cuenta de eso, fue ahí, creo, que empecé a aflojarme un poco en el apartamento acostumbrándome al mismo. Todo el tiempo estaba observando y sacando mis supuestos. No había abierto completamente mis oídos y ojos para observar al verdadero Gerard. Aún así era un personaje difícil de observar; estaba lleno de cualidades y rasgos misteriosos. Él mismo era una obra de arte; un enigma cubierto en pintura. Él era desafiante a resolver, y a pesar que estaba intentando, me estaba concentrando en la persona equivocada.

-“¿Qué haces Frank?”- Me preguntó un día. Yo estaba bajo la jaula sacando los residues y desperdicios de la semana anterior y poniendo un nuevo forro para la delicada ave. La voz de Gerard casi me hace saltar de mi piel. Me había acostumbrado al arrullo silencioso de Van Gogh sobre mi oído; la clara, profunda y cantora voz era un cambio distintivo. Lo mire aún encorvado y tomando entre mis manos el revestimiento, mi rostro giró con algo de confusión. Para ese entonces, me estaba habituando a estar confundido la mayoría del tiempo que compartía con él.
-“¿A qué te refieres?”- pregunté lentamente.

-“¿Qué haces?”-repitió, yendo más lento, pronunciando cada palabra separadamente. Me miró desde los lienzos en los que trabajaba, levantando una ceja a mi dirección. Ese era uno de los gestos que noté, y que secretamente envidiaba. Tenía tanta movilidad con su rostro que me fascinaba. Había ido a casa un día e intenté hacer las cosas que él podía, practicando frente al espejo, pero lo único que conseguí, fue verme como un idiota. Se lo atribuí a algo que él había adquirido con la edad. –“Como, ¿Qué cosas te mantienen cuerdo? ¿Qué haces para pasar el tiempo?”-
Pensé su pregunta por un momento, tratando de comprender que era lo que en efecto hacía. Pasaba mucho tiempo solo, simplemente pasando el tiempo hasta que algo bueno ocurriese. Pero no podía decir eso, no a Gerard. No era lo suficientemente bueno para él, y lo sabía. Pasaba mi tiempo solo, y a pesar de que lo disfrutaba, cuando se lo contaba a otros, no parecía tan estelar. Sonaba como una pérdida de tiempo.
-“Vengo aquí”-contesté lentamente declarando lo obvio pero sin profundizar en mi tiempo personal. Gerard revoleó sus ojos ante mi comentario, pero realmente no sabía que más decir.

-“Si, eso lo sé”- comentó, descansando en su espeso sarcasmo. –“Pero ¿Qué más haces? Cuando llegues a tu casa esta noche, ¿Qué es la primera cosa que vas a hacer?”-
-“¿Cenar con mi familia?”-dije, declarando la respuesta como si fuese una pregunta. Y a pesar de que eso era lo que iba a hacer, sabía que era incorrecto en los ojos de Gerard.

-“No suenas completamente seguro sobre eso”- contrarrestó. –“¿Qué harás después de eso? ¿Qué no puedes esperar hacer?”-

-“Umm…”-comencé, pensando seriamente por largo tiempo. No hubo demasiado que quise hacer estas últimas semanas. Era como si mi vida se hubiese empezado a formar en una sucesión de eventos, repitiéndose meramente uno detrás del otro. Después de la cena, me iba a mi cuarto y desperdiciaba el tiempo hasta que mi papá se acostara. Entonces me ponía a ver TV hasta que mis párpados fuesen demasiado pesados, y retornaba a mi cuarto. A pesar de la falta de atractivo, le dije esto a Gerard sabiendo cómo iba a ser su respuesta.
-“La TV es el diablo”- dijo casi inmediatamente. Apretó los dientes en casi un gruñido, lo que sólo me hizo reír, sobre todo porque había una TV en su apartamento.

-“¿Gerard?”- pregunté, señalando el tan llamando demonio sentado en su sala de estar.
-“No funciona. La dejo ahí para recordarme cuantas horas he desperdiciado en mi vida, viendo a esa puta cosa”- Contestó, el amargo resentimiento hacia el objeto de metal y cables demasiado evidentes. Tenía su punto; en realidad no veía tanta TV. Los comerciales parecían succionar mi alma y mi tiempo, pero eso era lo que quería que me succione el tiempo hasta que pudiese volver a su apartamento. Si mi alma era capturada con el tiempo, era una necesidad casual.

-“Pero, ¿Qué más haces?”- presionó Gerard una vez más, cuando el silencio había consumido todo por mucho tiempo. Me comencé a preguntar por qué de repente le importaba hablar, cuando en los últimos días habíamos estado más callados que nunca. Quizás se estaba quedando sin operas con las cuales ensordecerme. Le seguí el juego, escuchándolo mientras continuaba. –“Dijiste que ‘desperdiciabas el tiempo‘hasta tu cita con la infernal TV. ¿Qué haces después?”-

-“Umm…” murmuré, tratando de pensar. Sabía lo que había estado hacienda. Sólo que no sabía si le quería decir a él, o a alguien, por lo que respectaba. A pesar de la prohibición de mi papá, había vuelto a tocar la guitarra. No era para nada bueno, pero las cosas estaban volviendo a mí. Estuve viendo las revistas viejas que encontré en mi closet, revisando las notas y tocando algo que sonaba como música. No podía tocar muy fuerte, por miedo a que mi papá escuche, pero estaba haciendo algo. Era sólo que no quería que Gerard supiera, porque sabía exactamente cómo reaccionaría.

-“¿Has estado tocando la guitarra como te dije?”- de pronto interrumpió, leyendo mi puta mente. Mi cuerpo se tensó y parecía que había dejado de respirar. Él tomó eso como mi respuesta y una astuta sonrisa se esparció por su regordete rostro.
-“Bien”- Dijo con orgullo, afirmando con su cabeza. Si no hubiese estado en lo correcto con todo, lo hubiese llamado un bastardo arrogante. Pero no podía hacer nada. –“Quiero que traigas tu guitarra algún día”-

Su enunciación me agarró con la guardia baja, más aún que la anterior. Tragué con dificultad, debatiéndome como proseguir.
-“¿Por qué?”- Pregunté temblorosamente.

-“Porque necesito algo de ruido para llenar este tenebroso silencio”- declaró, agitando el pincel a través de la página. Se detuvo por un segundo, admirando su trabajo y después mirándome desde el rabillo del ojo. –“Además, tu ya has visto mi medio creativo. Limpias lo que queda cada día. Es hora de que yo vea el tuyo”- levantó sus cejas hacia donde estaba, como abriendo un trato.

-“No lo sé…”- dije inseguro. Finalmente había terminado de limpiar el suelo nuevo para Van Gogh y ahora mis manos estaban a mis costados. –“No soy muy bueno”-

-“No importa”- insistió. Retrocedió un paso de su pintura y arrugó la nariz, haciéndose parecer a un conejo. Sacudió su cabeza antes de volver su mirada hacia mí. Entonces dijo con mucha franqueza, en respuesta a mi juicio sobre el talento-“Yo no creo ser un buen pintor”-
Mis ojos casi se salen de mi cabeza. –“¿Qué?”- casi grité. Debía ser una puta broma, él es jodidamente increíble. Si yo tuviese el talento que tiene en su meñique, estaría honrado. ¿Y él pensaba que no era bueno? Quizás estaba drogando por los vapores de la pintura. O borracho por el vino. Me dirigí hacia donde él estaba parado, en frente de su arte. Miré al lienzo y mi punto de vista sólo cobró fuerza.

-“Mira lo que acabas de pintar”- le dije, mis ojos yendo de su suave rostro a las rayas rojas y púrpuras, bañándose juntas en un atardecer en frente mío. –“Acabas de pintar algo que parece una puta fotografía. La forma en la que mezclaste los colores aquí, es jodidamente increíble. Me encantaría hacer algo así, ¿Cómo puedes decir que eres malo?”- Lo miré a él, y esta vez solamente a él, sin dirigir mis ojos a su obra. Mis ojos estaban abiertos y suplicantes, pero comenzaron a crecer en shock cuando él se echó a reír.

-“¿Qué es tan gracioso?”-

-“Acabas de probar mi punto”- Dijo Gerard con aire de suficiencia, sus brazos cruzados sobre su pecho en actitud desafiante. “Tu punto de vista sobre tu propia obra es inválido. Estás demasiado cerca a ella, no tienes ni la menor idea de si es o no bueno”- Gerard hizo una pausa, mirándome con esos profundos ojos color pardo. “Puedes pensar que eres malo, pero como acabas de probar aquí con mi trabajo, las cosas pueden que no sean tan malas. Estoy seguro que tocas bien la guitarra. Y quiero oírte para dar mi juicio final”. Inclinó su cabeza hacia un lado. “¿Qué dices?”-
Mordí mi labio y procedí a mirar el cuarto. No sabía que decir. Lo que me estaba pidiendo era realmente serio. Me estaba pidiendo que llevase mi guitarra y desnudase mi guitarra ante él. No lo he hecho por nadie en tanto tiempo, y no sé si puedo. Lo volví a mirar y tuve esa sensación de calidez en la boca del estómago.

-“Está bien”- consentí, asintiendo lentamente con mi cabeza aun manteniendo el contacto visual. No estaba listo para mostrarle algo, no todavía por lo menos. Pero tenía la sensación de que pronto podría confiar en este hombre de una manera en la que no había sido capaz de confiar en otras personas. Podría derramar mi alma a él y sabía que él no se quedaría mirándome desangrarme. Él me daría consejos de cómo hacer una mejor imagen con el contenido que estaba exponiendo. Podía confiar en él, pero había algo más que tenía que hacer primero.

-“¿Está bien…?”- Preguntó Gerard, sintiendo que había algo más en lo que estaba diciendo. Su cabeza se balanceó de un lado hacia el otro y cerró su puño sobre sus brazos cruzados.
-“Tocaré la guitarra para ti, si”- tomé una bocanada de aire, asustado y entusiasmado por lo que estaba por pedir, -“Me enseñas a pintar”-

Las palabras impactaron en el cuarto como una ola espesa, al igual que los vapores que consumíamos. La oferta se dispersó en el aire antes de finalmente llegar a los oídos de Gerard. No estaba seguro de cómo iba a reaccionar. La pintura era su arte, su habilidad y no estaba seguro de si quería compartirlo conmigo. Era distinto de cuando me alentaba a encontrar mi propia creatividad. Él enseñándome a pintar podía amenazar su apariencia arrogante. Pero esa era la razón por la que quería pintar, quería encontrar esa confianza que él tenía. Necesitaba ese empujón antes de que yo pudiese mostrarle mi propia habilidad. Quería que me enseñase a pintar, que me enseñase a ser como él, y en última instancia, que me enseñase a confiar. Esperé ansiosamente la respuesta, balanceando mi peso de un pie a otro, mirando el apartamento, antes de encontrar mi mirada con la suya. Sonrió en ese modo característico de él y asintió con su cabeza. Solté un suspiro de alivio.

-“Trato”- dijo, y luego tendió su mano para que la sacudiese. Lo hice y fue el final. Su apretón era fuerte, sorprendiéndome y haciendo que mi mano se sintiese inerte e inferior. Sus manos eran cálidas y reconfortantes, la calidez extendiéndose a través de sus dedos hacia mis manos y hasta la base de mi estómago. Sentí que mi mano pertenecía ahí, en su apartamento, ahora más que nunca. Me iba a enseñar a pintar, a derramar mi alma por primera vez, aún antes de hacerlo yo por mi cuenta.

Al día siguiente, Gerard me dio las llaves de su apartamento.

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