viernes, 9 de marzo de 2012

Extraño; Capítulo: #3

Capítulo: #3

Segundo encuentro.

Tropecé unas dos o tres veces cuando iba subiendo las escaleras, pero nada grave, seguro eran mis nervios. ¡Carajo! Estaba más nervioso que la primera vez que entré a fútbol.

Llegue justo a la puerta, jadeando, y no era porque hubiera corrido o algo parecido. Estaba nervioso. Toqué después de suspirar para darme valor. Pero la puerta no se abrió, ni siquiera se escuchaban signos de vida. Toqué de nuevo, más recio… pero nada. Me di por vencido, y acomodando mi mochila en mi espalda me di la vuelta para retirarme, pero algo sujeto mi brazo y tiró de mí hasta que sentí que había chocado contra el suelo, aunque el golpe lo amortiguó, por lo que pude ver, un montón de hojas, después se oyó la puerta cerrarse.

“Sólo tenía que decir ‘Adelante’ y yo entraba solito…” Dije mientras me ponía de pie y sobaba mi trasero. Miré a mi alrededor, pero lo único que mis ojos pudieron observar fue una total y feroz oscuridad. “¿Qué no ha pagado la luz?” Pero ninguna respuesta llegó a mis oídos. Esperé, pero nada. Suspiré. “¿Sabía que es de mala educación dejar hablar solos a sus invitados?... ¡Oiga me está esc-!” En ese momento mi brazo, de nuevo, fue presa de una mano pesada y fría, que me sujetó con fuerza de la muñeca y me sentó en una silla con un cojín acolchado, lo cual agradecí mentalmente. “¡Hey, no soy su títere!”

“¡Calla y comencemos!” Ordenó el hombre con voz fría y rasposa.

En ese momento, la luz de la lámpara del escritorio se encendió, vislumbrando mi vista. “¡Ah, mis ojos!”

Se bufó el hombre. “¡Delicado!”

“¿Se puede saber qué es lo que se supone que vamos a comenzar?” Pregunté, aún lampareado tratando de enfocar la vista hacia donde suponía que venía la voz, ya que lo único que alumbraba la pequeña lámpara era parte del escritorio y un poco de mi propio rostro. Llegué a sentirme como en un interrogatorio.

“¿Cómo que qué ‘vamos a comenzar’?” Preguntó el otro con voz dura y recia. “¡Pues tus ‘clases’!”

“¿Clases?”

Se escuchó un suspiro ronco “Mira, niño… tienes talento, pero la verdad… ¡eres un asco!”

“¡Oiga!” Me quejé, con el ceño arrugado. “¡¿Por qué no da la cara?! ¡¿Qué esconde?!”

“¡No me tutees!”

“¡Al diablo!” Me levanté de la pequeña silla, pero de nuevo algo se apoderó de mi cuerpo, más específicamente de mi hombro. “¡Me quiero ir! ¡Lo acusaré de secuestro!”

“No te vas ir…” La otra voz ya no sonó tan dura. Eso lo noté, no soy tan tonto.

“Pero-“

“¡Cállate!”

“Pero-“

“¡Cállate!”

Suspiré. “Bien, si me va a tener aquí en contra de mi voluntad, por lo menos debo saber el nombre de mi secuestrador ¿no?”

“¿Para que quieres saberlo?”

“No quiere que lo llame señor, ni que lo tuteé, ni nada…” Me quejé con cierto sarcasmo.

“Pues…” Creo que meditó un poco, porque sólo escuché un ‘Mmm’ “Sólo G ¿bien?” Aclaró la otra voz.

En mi rostro apareció una sonrisita burlona y mi entrecejo se arrugó. “¿G? ¿Suena cómo Gee? ¿Qué clase de nombre es ese?... ¿Gee?”

“No, sólo G… en español.”

“Muy bien, G en español…” Repetí burlonamente. “Pero me gusta más Gee, G en español…” Me reí, pero en ese entonces mi cabeza sufrió de un arrebato de enojo, un golpe llegó a ella. “¡Au!”

“¡Sólo una maldita letra! ¡G! ¡Dios!” Gritó exasperado, casi en mi oído, lo que hizo que se me pusiera la piel de chinita, y no precisamente por el miedo… sentir su aliento cerca me ponía un poco…

“¡Bien, bien!” Decía aún sobando mi cabeza en la parte ‘afectada’ “¿Y ahora qué?”

“Comencemos. Haz-”

“Pero,” Lo interrumpí “Quiero que me explique como es esto ¿qué tengo que hacer exactamente?”

El otro suspiró y de repente ya tenía una carpeta con hojas limpias enfrente de mí. “Te voy a dictar algunas cosas.” Me dijo, muy cerca, más de lo que lo había sentido antes.

“¿Q-qué co-cosas?” Pregunté con evidente nerviosismo, y creo que hasta él lo notó, porque se alejó de inmediato.

“¡¿A caso tengo que explicarte todo?!” Me dijo con irritación.

“¡Pues claro!” Levanté mis manos del escritorio como su fuera obvio lo que yo trataba de decir. “Como diario me encuentro a un loco maniaco secuestrador que de la nada me dice que me va a dar clases de 'sabiondez'…” Dije sarcástico y con el tono de mi voz alto. Meneé la cabeza con un poco de enojo. “Sólo… ¿qué tengo que hacer? Pero… sepa que no me gusta que me den ordenes.”

“Muchacho insolente.” Dijo, completamente calmo, como si de repente y de la nada se le acabaran las fuerzas de la voz y el cuerpo entero. No sé lo que fue, pero en ese estado de relajación su voz me pareció mucho más jovial. “¡Qué no me tut-“

“Pensándolo bien,” Interrumpí, como creo ya era costumbre los últimos minutos “No te oyes tan grande ¿Cuántos años-?”

“Eso no es de tu incumbencia.” Dio un suspiro, su voz seguía igual de calmada, sin ese tono irritado. Suena raro pero… hizo que me sintiera cómodo. “Bien comencemos.” Ordenó. Aunque yo seguía un poco aturdido y confundido.

En verdad que no sé cuanto tiempo pasó, pero supongo que fue más de lo debido. Algo raro pasó… cuando estaba sentado en ese escritorio tambaleante, con mi mano apurada tratando de escribir lo que escuchaba, escuchándolo a él… tuve la sensación de… una total y gratificante confianza, como si lo conociera de años… y es como si ya lo hubiera oído en alguna otra parte, el como se expresaba, su forma de ver las cosas… además, su voz me dejo confundido, simplemente era liviana, suave y encantadora cuando no se cargaba toda esa tensión.

“¿Se supone que debo pagar por las clases particulares?” Pregunté cuando me ordenó parar y guardar mis cosas.

“¡Irrespetuoso!” Gruñó. Bien creo que el hechizo no duró mucho, su voz se oyó de nuevo ronca y tensa. “Todavía de que te hago un favor…”

“Sí esto va a estar así, prefiero no aceptar caridades… ¡Auu!” Otro golpe llegó a mi cabeza “Me gustaría por lo menos que avisara cuando va a llegar el golpe, por lo menos para estar prevenido… no es justo que se esconda entre la oscuridad…” Dije, retadoramente. “¿Por qué no prende la luz o algo?”

“No quieres eso… en verdad.” Y cuando creí que lo imposible era imposible, su voz cambió de nuevo, aunque esta vez la noté… triste. “Mañana te espero otra vez.” Eso fue una orden y no una pregunta.

“¡Woo, woo, woo, espere… espera! ¿qué?” Pregunté aturdido. “Tengo más cosas que hacer… cosas más importantes.”

“¿Cómo la estupidez esa del fútbol?” Rió bajito, pero lo oí con toda claridad, fruncí mi ceño. “Yo sé que lo odias…”

“¡Espere! ¿cómo sab-?... ¡ah, claro! Leyó mis cosas, se me olvidó.” Dije irónico. Y otro golpe… creo que para ese paso quedaré dañado o algo... de por si.

“¡N-o… m-e… t-u-t-e-e-s!” Dijo entre dientes y despacio, como su se lo tratara de explicar a un niño pequeño.

“Okay, pero sigo confundido. No me quieres decir tu edad.”

El rió… y sorprendentemente no era de burla, sarcasmo o algo parecido, si no una risa natural… como de cualquier ‘gente normal’. “Pues no te lo diré…” Rió de nuevo, despacito. ¿No he mencionado que me gusta más ese tono de voz? Mucho más.

“Bien.” Acepté sonriente. “Entonces mañana regreso.” Mmm, no sé que fue lo que me hizo decirlo, pero lo dije… y me sentí bien con ello.

“Bien.” Concluyó él, serio. AL menos no fue con tono repulsivo o mucho menos.

Salí corriendo de su departamento. Aún no sé, pero iba con una sonrisa. Todo el trayecto hasta abajo iba así.

Al llegar a la calle me encontré con alguien que en verdad no me esperaba encontrar ahí ¿Me habrá visto salir de ahí?

“Oh, hola…” Lo saludé lo más casual del mundo. Lo que recibí como respuesta fue un beso en los labios, fue rápido. “¡Billie Joe…!” Lo miré mal. ¿Qué quién es? Mi ex-novio. Sí, ex-novio, bien soy bisexual y nunca lo he ocultado. Orgullosamente de serlo, por cierto. Hasta mamá sabe.

Él muy desgraciado me sonrió con suficiencia. “¿Qué hacías allá dentro?” Me preguntó en forma sugerente.

No supe que contestarle, en ese momento sólo quería ahorcarlo, pero la única reacción que tuvo mi cuerpo fue la de voltear a ver la ventana de… G. Él miraba, y por alguna extraña razón me sentí mal de que hubiera visto eso.

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