jueves, 15 de marzo de 2012

Extraño; Capítulo: #7

Capítulo: #7

Después de nuestro reencuentro... viene lo mejor.

Tomé el vaso que estaba enfrente de mí, en la mesita de centro que estaba a mitad de la sala, rodeada de sillones, con un montón de libros y hojas regadas por donde quiera. Un sorbo y mi garganta comenzó a arder, carraspeé un poco y noté que el se rió ligeramente. Su vista siempre estuvo puesta en mí… lo sentía. Aunque yo no podía ver sus ojos, se había puesto unos lentes de sol y su cabello negro, largo y enmarañado aún cayendo suelto por su cara. 

Yo había quedado embelesado con la simple y bizarra visón que había obtenido al encender la luz. Y ahora entendía el porque del que no le gustara que lo tuteara. Él se veía joven…, era joven. Su piel blanca, como la leche fría, visiblemente tersa, y tan sólo algunas líneas de expresión alrededor de su boca por la sonrisa que de vez en cuando mostraba. Aún no entendía porque alguien tan lindo se empeñaba en permanecer oculto, o en cautiverio por voluntad propia.

Yo estaba muy nervioso, mucho… demasiado, pero no se lo hacia saber a él. Y el alcohol no me ayudaba en mucho.

“Debes aprender a tomar tequila, Frankie” Me dijo burlonamente, yo sólo lo miré con desagrado.

Después de un rato, di otro sorbo, mi vaso número tres estaba a punto de acabarse, y yo ya estaba más mareado que nunca. “Todavía no entiendo bien,” Solté de pronto. 

Él movió la cabeza negativamente “Nunca entiendes nada, Frankie,” Se rió y dio un trago largo a su bebida

Lo miré con deje ofendido. “Sólo, estoy muy confundido, y yo… bueno, re-recuerdo muchas cosas que no sé si pasaron en verdad…” Lo miré y me pude ver reflejado en la mica de sus lentes negros, él me sonrió un poco tímido, ¡wow! Algo que no lo había visto hacer desde que prendió la luz; y después de algunos minutos de intercambiar miradas (porque yo sé que me seguía viendo), habló por fin.

“T-todo… todo lo que posiblemente recuerdas, pasó, Frankie,” Y sí, ahora tenía la maña de llamarme así, lo cual me volvía algo loco; no todos dicen mi nombre así, con cierto tipo de sensualismo en la voz. Tragué duro. “¿Qué recuerdas?” Me preguntó con el cigarro en la boca.

Desvié mi mirada hacia el suelo y torcí mi boca. “Muchas cosas, cosas que me confunden,” Lo volví a mirar, en ese momento estaba soltando el humo del cigarro. “Pero… e-es mejor que tú me digas l-lo que e-en verdad pasó.” Suspiré y sonreí ligeramente. “Pero quiero la verdad. Desde el principio.”

Se quedó pensativo por un momento y después se levantó del sillón “Bien. Pero es un poco largo, si es que quieres la verdad, Frankie,” ¡Aww, ‘Frankie’! “Y no sé c-como… como lo vallas a tomar.”

“Ya veremos,” Respondí tajante, pero divertido, bien, ya estaba casi ebrio ¿qué se supone que tenía que hacer o decir?

“Frankie,” Comenzó. “Fue desde ayer que te dije que me sentía atraído por los hombres… Luego, no lo sé, prendí la luz del departamento y te desmayaste y te golpeaste al brazo; creo que fue por algún mareo o algo… luego te lleve al sillón y… ya,” Dijo como si estuviera indeciso en decir algo o no.

Fruncí mi entrecejo. “Pero… ¿Cómo es que… llegué a mi casa, a mi cuarto? No recuerdo nada de eso.”

Él me miró un tanto asombrado. “¿En verdad no te acuerdas de eso, ni de lo que pasó antes?”

Repentinamente volvieron a mí imágenes de unos labios amargos, por el cigarro, sobre los míos, pero fui tan cobarde que no lo mencioné. Lo miré por el rabillo del ojo y negué con la cabeza.

“Frankie, yo te llevé a tu casa.” Dijo, seguro de sí mismo y al instante mis ojos se abrieron como platos, inmediatamente giré a mirarlo y él estaba parado enfrente de la ventana mirando por ella. “Tardaste mucho en despertar, tuve que optar por llevarte a tu casa,”

“¡¿Qué?!” Pregunté muy asombrado. “Pero… No te creo,”

Él soltó una risita. “Está bien si no me crees. Pero tengo pruebas, puedo decirte de que color es tu habitación: roja; de que eran los posters que estaban pegados: Misfits; puedo decirte cada uno de los libros que tenías en tu escritorio: un grandioso escritor por cierto, D. Way… y puedo decirte lo que tenías en el cajón de tu mesita de noche.”

El sonrojo su apoderó de mi rostro en ese mismo instante y agaché mi cabeza para tratar de ocultarlo, pero luego…

“Se supone que tú nunca sales de aquí… ¿Cómo rayos…?”

“Te he dicho que los milagros existen,” Rió como si le hubieran contado un chiste que no entendió; lo miré, ya me tenía atrapado, muy atraído hacia él, era como un imán, miré sin querer a sus labios, pero luego…

“¡Oye! ¿Y cómo carajo llegaste y entraste a mi casa?”

“Lo sé por la muchas veces que te he…” Se detuvo en secó. “Bueno eso no importa. Y entré porque estaba abierta, y me tomé la osadía de entrar. Además que querías, estás muy pesado y no despertabas. Y tu madre no estaba por si querías preguntar,” Dijo volteando e verme.

“No me sorprende, mi mamá nunca está,” Reí, moviendo mi cabeza negativamente. De hecho, ya no recuerdo alguna vez que mi madre haya estado en casa en la noche, pero eso ya no importaba. Después, me cayó el veinte. “¡Y tampoco tenías derecho a revisar mis cosas!” Le reproché.

Sonrió de medio lado, lo cual ante mis ojos fue realmente encantador y seductor, eso pasaba muy seguido, hacia pequeñas cosas que me ponían algo alborotado, como cuando pasaba su lengua por sus labios después de dar alguna calada a su cigarro.

“Tenía que saber un poco más de ti, saber que clase de personas meto a mi departamento.” Dijo serio. “Y mira con lo que me saliste, un depravado con pornografía en el cajón de su buró.”

Mi sonrojo aumento.

“Eso no es mío,” Dije, en mi defensa.

“¡Ah, está bien!, yo también tengo de eso”

“Pero no es porno, es… yaoi” Sonreí como lerdo.

“¡Bueno, es lo mismo!” Rió.

Sonreí de medio lado pensando en su expresión de su rostro cuando lo había encontrado.

“Así que-“ Lo volteé a ver. “¿Eso es todo? ¿No pasó nada más?” Pregunté algo preocupado, no sé si él lo notó porque al instante se puso nervioso.

“Emm… no. Seré franco con tigo, yo…”

“Sé que el beso no lo soñé, fue real ¿cierto?”

Bajó su rostro con pena, mientras volvía el cigarrillo a su boca y le daba otra calada más larga, soltó el humo lentamente y después sonrió como menso… y asintió.

“No me pude resistir.” Lo oí decir en un susurro que casi me tuve que acercar más a él para poder escucharlo. “Yo, Frankie, en verdad lo siento mucho, siento si te incómodo o algo, no volverá a pasar, es sólo que, bueno yo…”

Suspiré con una sonrisita más que idiota en mi cara, era el efecto del alcohol o en verdad comenzaba a emocionarme y alterarme mucho. ¿Las mariposas en mi estómago pudieron haber sido un signo de ello?

“Está bien,” Dije para tranquilizarlo un poco, o tal vez para tranquilizarme a mí, no sé cual era el peor de los casos.

“En verdad, Frankie, es que yo suelo ser muy…”

Reí hipando un poco. “¡Ya te he dicho que está bien! Además… supongo que lo disfruté,” Me acerqué más a él, hasta el punto en que lo tenía enfrente mío, de nuevo me vi reflejado en sus oscuros lentes y sonreí lo más sinceramente que pude. “¿Sabes? Siempre he querido ver… tus ojos,” Le dije, aún no sé si fue por voluntad propia o por estragos del licor. “Me gustaría verlos… verte a ti,” Llevé lentamente una mano hasta su mejilla y retiré un poco de cabello que ocultaba su pálido rostro y se lo coloqué detrás de su oreja.

Él se hizo a un lado lentamente y después me miró.

“¿Para qué? Así está bien… no obtendrás nada bueno al verme, estoy horrible, soy un tipo antipático e idiota… no le veo el chiste a ver mis ojos, son como todos los demás, comunes y corrientes,”

Me reí. “¡Obvio! Pero deben ser muy lindos,” En verdad el alcohol me hacia sacar mi lado feroz y aventurero que habitaba en mi interior. Para ese entonces ya comenzaba a ver un poco borroso y doble. Reí de nuevo y lo miré con detalle. Sería un verdadero reto y a la vez encantador poder descubrí el verdadero él, no el que se mostraba a diario o el que él intentaba ser, si no el verdadero, el que estaba oculto en su interior y exigía a gritos poder salir. ¡Ja! Algo así como salir del closet. Reí de nuevo. “¿Sabes que es lo que necesitas, Gee?” 

Él me miró algo confuso y extrañado, pero no dijo nada, me dio una seña con su cabeza para que siguiera hablando. 

“Hacer algo con ese cabello, no es por nada, peri podría estar mucho mejor.”

“Pero…, no, así estoy bien.”

“¿Dónde está tu baño?” Pregunté haciendo caso omiso a lo que había dicho.

“Uh, pues, por allá…” Me señaló la pequeña puerta azul que estaba al fondo de la desordenada sala. 

Lo miré por un momento, analizándolo de nuevo y después sonreí malicioso, me acerqué a él, lo tomé del brazo y lo llevé hasta el poco espacioso baño.

“¿Qué es lo que estás haciendo?” No le respondí, yo sólo buscaba algo entre todas esas cosas que tenía allí. “Te hice una pregunta. Y deja de revisar cosas que no te…”

“¡Ajá!” Exclamé victorioso al encontrar lo que tanto buscaba.

Él miró horrorizado, abriendo grande sus ojos. “¿Qué vas a hacer con eso?”

“Ya lo verás,” Sonreí, lo tomé del brazo y lo senté en el escusado. Lentamente quité sus lentes, se resistió, pero al final logré arrebatárselos y los arrojé lejos. Aún así sus ojos seguían escondidos detrás de sus mechones de cabello.

“Frank, su-suelta esas tijeras, p-por favor.”

Me digné a no prestarle mayor caso y mentalmente me divisaba lo que quería hacer. Mis manos sujetaron la tijera firmemente y comencé a acércalas a su cabeza.

“Eh, F-Frank, p-por fav-favor, suelta eso…” Él intento moverse y alejar mi mano, pero simplemente no lo dejé.

“¡¿Puedes quedarte quieto un puto momento?!” Le dije. ¡Woo! El alcohol me hace mucho daño, síp, definitivamente. “Vas a quedar muy bien, lo prometo,”

“¡Frank!” Chilló, ¡Ah! Debo admitir que sonó muy gay.

Mojé su cabello con mis manos y comencé a cortar un poco de aquí, un poco de allá; y mechones de cabello azabache comenzaban a caer al suelo de azulejo negro. Él todavía se quejaba y reprochaba en un principio, pero luego sólo cerraba sus ojos y abría uno de vez en cuando, mirando hacía arriba.

“Frankie, creo que ya es suficiente… así déjalo.”

Sonreí por su expresión de terror. “Ya c-casi,”

Creo que si corté demasiado, pero para que digan ‘¡We, no mames quedó pelón!’ ¡Neh! Más bien, fue todo lo contrario, se veía mejor, más ‘elegante’, pero no tan sobrio, sólo quedó perfecto. Sonreí ampliamente cuando vi mi obra maestra terminada, m aparté de él, aún tenía sus ojos cerrados, así que lo tomé de la mano, (¡ah! extrañaba su piel), y lo llevé hasta que quedara enfrente del espejo.

“Muy bien, Gee, abre los ojos.” Le dije. Él era ligeramente más alto y yo estaba parado justo detrás de él, parado en mis puntitas para ver sobre su hombro. ¿Por qué todo mundo tiene que ser más alto que yo? Bueno, no todo el mundo, pero la mayoría.

Gee abrió lentamente sus ojos y los clavó en la visión que tenía enfrente de suyo.

“Erh…” Fue lo único que pudo decir. 

“¿Qué pasa? ¿No te gustó?” Pregunté, obviamente preocupado.

No despegaba su vista del espejo. “No,” Dijo, como si estuviera hipnotizado o algo parecido, bajé mi mirada, después él volvió a hablar. “No, digo sí, o sea si, pero… es que, ¡wow!” Lo miré en confusión. “¡Genial!”

Entonces fue cuando una sonrisita volvió a bailar en mis labios.

“¿Si te gustó?”

“¡Claro, me queda genial! ¿Eres estilista o algo parecido?” Me preguntó después de un rato.

“¡Jajaja! No, pero yo corto mi cabello solito,”

“Tus manos son mágicas, aparte de escribir y dibujar, eres todo un experto con las tijeras,” 

“Y no sólo para eso sirven mis manos.”

La verdad es que no le había cortado mucho, sólo lo que sobraba, le quedó un poco más debajo de las orejas. Se acomodó un poco el cabello con sus manos y sonrió para si mismo, el reflejo en el espejo. Su cabello tan negro y revuelto, un poco húmedo aún, ¡hacia que se viera tan jodidamente bien! Después se viró para verme a mí, quedamos cara a cara.

“Gracias, Frankie,” Me dijo, mirándome fijamente.

Fue cuando por fin me encontré con sus hermosos ojos mirando fijamente los míos, como siempre lo ha hecho con migo Sólo sentí el irresistible deseo de besarlo…

Sus ojos eran hermosos, un hermoso color esmeralda que brillaba por efecto de la luz de baño, rápidamente caí cautivado. Sus orbes reflejaban lo que en verdad era, no lo que aparentaba ser, ese tipo gruñón y neurótico; sus ojos eran suaves, y hablaban por si solos, espesos pero a la vez tan trasparentes.

Sin pensarlo mucho, me acerqué más a él, al tal punto que su respiración la sentía chocar en mis labios, mi nariz choco contra la suya, magnéticamente mis manos viajaron hasta sus mejillas, por impulso impropio cerré los ojos y lo atraje hacia a mí. 

“¿Frankie?” Susurró, en mis labios, se oía confundido y un poco alterado. “¿Q-qué haces?”

Aspiré un poco su aroma, que era una mezcla exótica del olor del tabaco y alcohol, combinado con su perfume barato, pero para mí, en ese instante, era lo máximo.

“No sé,” Le respondí.

Nos quedamos así por un momento, cerca uno del otro, nuestras respiraciones chocaban y nuestras narices seguían juntas. Yo lo hacia sufrir un poco, lo quería volver loco, quería aprovecharme de él y de su estado, era obvio que estaba un poco tomado, al igual que yo; quería hacer que me rogara por un beso, hacerlo gruñir y quejarse, o lo que era mucho mejor… hacerlo gemir, gemir muy alto, gemir mi nombre como poseído… pero, bien, sí, estaba tomado, pero no tanto como para rendirme y perder mi virginidad allí mismo. Aunque la verdad para esas alturas ya no sabía lo que iba a pasar, ya estaba perdiendo el control, literalmente. ¡Y se sentía tan bien!

Éxtasis corría entre los dos.

“¿Frank?” Gimió Gerard, aún contra mi boca. 

Yo sólo me limitaba a hacer movimientos circulares con mi nariz en su nariz, de vez en cuando rozar sus labios con los míos, acariciar sus mejillas pálidas y terciopelo con las yemas de mis dedos. Nuestras respiraciones se volvieron más aceleradas y sin ritmo algunos, nuestros pechos bajaban y subían rápidamente… en una ocasión abrí mis ojos sólo para percatarme de que él ya los tenía igual cerrados, y una pequeña sonrisa apareció en mí.

“Tú no eres tan malo,” No sé porque carajo fue que dije eso, pero él soltó una risita ligera. Yo seguía con mis pequeños ‘juegos de seducción’, y en un determinado tiempo ya tenía sus manos sobre mis caderas y me atrajo más hacia él, trató de besarme un par de veces, pero yo me hacia para atrás. Sólo quería verlo sufrir un poco. Entonces recordé algo, y me aventuré a investigar, honestamente ya no me importaba lo que pasara después. “No me has dicho… cual es tu obsesión,” Dije, con una risita después.

Dio un suspiro de placer y su aliento dio directamente en mis labios, lo cual me hizo estremecer un poco. “¿En verdad hace falta que te lo diga?” Me preguntó lentamente y yo asentí sin pensar. “Tú, Frankie, tú. Desde que vi por primera vez tus hermosos ojos, desde que llegué aquí, desde aquél vendito día en el que por accidente tropezaste conmigo,”

Me sorprendí pero aún así no abrí los ojos. Rápidamente recordé ese día, hace dos años, cuando iba corriendo y tropecé con alguien, pero en verdad, en ese momento lo último que quería era recordar lo que había sucedido hace años, lo que me importaba más era eso que estaba pasando, con él, con Gee, y que sabía no era un sueño.

“¿Frank?” 

“¿Mhg?”

“¡Bésame de una maldita vez!”

Me reí despacito. “No, ‘GeeGee’”

Y después él rió. “¿’GeeGee’?”

Nuestros ojos seguían cerrados, cada vez más cerca, mis manos acariciando sus redondas mejillas, sus manos frotando mis caderas, nuestras respiraciones cada vez más alteradas y estábamos sumergidos en el mar del éxtasis… era como una droga.

“No me has dicho tu verdadero nombre,” Dije, con cierto reproche en mi voz.

“¡Te lo diré si me besas de una buena vez, Frankie! ¡Bésame, por favor!”

Entonces sonreí, mi propósito se había cumplido, ahora lo tenía rogando por un beso; pero antes de que yo pudiera hacer algo, él me tomó con más fuerzas de mi cintura y me llevo al deseo, me besó, tan salvajemente pero a la vez necesitado, respiraba dificultadamente en cada pausa pequeña que hacia y volvía a besarme, su lengua pasó la barrera de mis labios y la introdujo en mi boca, recorriendo cada rincón de ella, de vez en cuando mordía mis labios y jugaba con el aro en mi labio; yo ya había caído rendido ante él, así que lo único que podía hacer era dejarme llevar, dejarme hacer, él era el maestro y yo el alumno, él era el experto… sus manos viajaron hasta mí espalda y comenzó a frotar… Se separó de mi bruscamente y suspiró.

“Gerard, me llamo Gerard,” Volvió a besarme y mis manos las pasé por su cuello y lo ayudaba a que nuestros cuerpos se juntaran un poco más.

Se separó de mí y suspiró un poco para tratar de apaciguar su respiración. Sus labios rojos e hinchados brillaban por la saliva. “Va-vamos a un lugar más c-cómodo,” Me dijo con vos ronca.

Tragué con dificultad. Y yo ya no pude más. Caí rendido ante su voz y su mirada penetrante. Acepté...


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