lunes, 19 de marzo de 2012

Frankie karma; Capítulo: #2


Capítulo: #2

Caminé a su lado, íbamos en silencio, no tenía nada que decir, Frank parecía con miedo de hablarme, la noche estaba fresca, la brisa jugaba con nuestros cabellos, trayéndome una y otra vez el aroma suave y frutal del cabello de Frank, me concentraba en aspirarlo con entusiasmo, y en la última bocanada lo que vino a mi olfato fue la mezcla de olores de carne asada, marihuana, y pasteles dulces.

- ¡Dios! Que es eso –

Dije cuando volteamos la esquina y en medio de la calle se desarrollaba lo que parecía una fiesta renacentista, llena de toldos con gente vendiendo comida, adornos, artesanías, disfrazados con trajes del renacimiento, bebiendo como marineros y comiendo como cerdos

- Eso, es mi familia... eso es la cuadra donde vivo... eso es la vida de la que quiero escapar –

Me indicó con la cabeza que lo siguiera, caminé detrás de él, viendo como movía sus caderas al caminar, tiene unas maneras muy masculinas que se funden con ese bello rostro tan femenino, su espalda es redonda, con pequeños cúmulos de grasa que se asoman por encima de la pretina de su caído pantalón de jean azul, su trasero no es muy grande, es apretado, de nalgas tiernas, ¡m!$rd@! Que ganas tengo de apretarlo entre mis manos

- ¡Gerard! –

Gritó mi nombre para que lo escuchara entre tanto bullicio, estaba concentrado viendo su cuerpo que no noté que me hablaba con el rostro girado hacía atrás

- Dime –

Contesté tratando de disimular mis acciones, y actuando de la manera más fresca posible, aunque por dentro no aguantaba mas las ganas de empujarlo contra la pared, desnudarlo allí en plena calle, frente a su familia, y penetrarlo como jamás nadie lo había hecho antes.

- Esta es mi casa, ven –

Abrió la puerta invitándome a entrar, la decoración era demasiado bizarra, muebles rústicos, como los que se usan en las fincas, cabezas de animales disecados colgando de las paredes, antigüedades de esas sin valor monetario, y en lugar de focos de luz tenía lámparas de gas en cada esquina.

- Vamos a mi habitación –

Sonreí, subiendo las escaleras detrás de él, es obvio que sentía por mí el mismo deseo que yo por él, abrió la puerta de su habitación, era diferente al resto de la casa, decorada de forma “habitual” con una cama doble, muy grande, buen tamaño para maniobrar sobre ella, relamí mis labios, pensando en el próximo paso, desnudarlo.

- Siéntate en esta silla –

Sacó una silla plegable de un rincón, obedecí su pedido, Frank tomó una guitarra acústica, y se sentó en otra silla frente a mí

- Se que también cantas, ¿te parece si tocamos algo? –

- Como quieras –

Respondí algo desilusionado, Frank empezó a rasgar las cuerdas de su guitarra, con tanta pasión en cada nota que la piel se me erizó, nunca había escuchado algo igual, nunca había visto alguien que tocara la guitarra con el alma, no pude cantar, sentía que violaba algo sagrado al ponerle mi voz a ese sonido


- No me digas que no te la sabes, es Don´t look back in anger –

Me lanzó una profunda mirada de desaprobación, meneando la cabeza, poniendo de nuevo los dedos sobre las cuerdas


- Si sé cual es, solo que no me apetece cantar por ahora –

Acomodó la guitarra en el piso junto a su silla, apoyando los codos sobre sus rodillas, inclinándose hacía mi

- Qué quieres hacer entonces –

Creo que la expresión lasciva en mi rostro lo dijo todo, sonreí, mirándolo con los ojos entrecerrados, mientras relamía mis labios, girando finalmente mi rostro hacía la cama

- Contéstame, y deja de mirarme como si quisieras violarme, ni en esta vida ni en ninguna otra me voy a meter en la cama contigo –

Me sorprendí por su forma fría y segura de decirlo, sentí un fuerte rechazo hacía mi en sus palabras, quería levantarme de esa silla y salir de su casa en ese momento, pero mi curiosidad era mayor

- ¿Por qué? –
Pregunté con una risa nerviosa, Frank se estiró en la silla, levantando sus brazos, mientras bostezaba

- No me atraes, no de esa forma –

Regresó a su posición inicial, inclinado hacía mi

- Te admiro, te respeto mucho, el primer libro que leí en mi vida fue la compilación de poemas de Skilines and Turnstiles, me cambió radicalmente la visión del mundo –

Se levantó de la silla, sacando de un baúl debajo de su cama una cantidad de libros, los reconocí con solo ver la portada, estaban todos mis libros de poemas, Drowning lessons con su asqueroso diseño que nunca me gustó, el negro con letras rojas de Early sunsets... Todos mis libros los tenía guardados, en muy buen estado, tomó en su mano derecha uno de tapa blanca, con un anagrama rojo sobre esta

- Mira, es Demolition lovers, mi libro favorito, lo se de memoria, cada poema, cada reflexión... – Bajó la mirada, esquivando la mía que se había tornado un poco aterrada – No podría meterme en la cama contigo, te respeto y te admiro demasiado, aunque te haya dicho cosas feas sobre tus pinturas... pero es que, ¡me tienes decepcionado con eso! –

Me regaló un cristalina sonrisa al terminar de hablar, mi cabeza apenas si podía procesar la información, por eso me conocía tan bien, yo era como su ídolo, o algo así, sentí pena, me acerqué a él, con mi rostro rojo por la vergüenza, él era algo así como mi “fan” y yo desde que lo vi solo pensé en como meterlo en mi cama, no supe que decir, me sentía bajo, sucio, solo opté por tomar el libro en mis manos

- De todo lo que he escrito, es también mi favorito –

Ambos sonreímos, pactando implícitamente dejar ese tema ahí, le pedí que tomara de nuevo la guitarra, y comencé a cantar con él, pasamos más de 2 horas cantando, inventando canciones, transformando las baladas en punk, hasta que su madre nos interrumpió


- Frankie, no me dijiste que tenías un amiguito nuevo –

Nos miramos cómplicemente, tratando de disimular la risa

- Linda, el es Gerard, Gerard Way –

Me pareció extraña la forma en que Frank le hablaba a su madre, como si fuera cualquier persona

- ¡Oh No lo puedo creer, Gerard Way en mi casa! –

Lo que pasó después aun esta confuso en mi cabeza, me tomó de la mano sacándome de la habitación, llevándome hasta la calle, gritando mi nombre, toda la gente se congregó a mi alrededor, todos hablando de mis poemas, de mis pinturas, preguntándome, acosándome, alabándome, fue extraño, me tocaban y me besaban la cara como si me conocieran desde siempre, yo buscaba a Frank con la mirada, esperando que llegara a sacarme de esta multitud, pero el se quedó recostado contra la pared de su casa, riéndose al verme tan encerrado por las personas, lo miré de forma suplicante, y el solo sonrió meneando su cabeza, como queriendo decirme “nada puedo hacer”


Me quedé toda la noche en esa fiesta con ellos, a eso de las 5 a.m. la madre de Frank me arregló una habitación para dormir, no pude hacerlo, solo podía pensar en él, estaba acostado en su cama, en su habitación, a dos puertas de la mía, y yo acá solo, muriendo de deseo, de ganas de meterme en su cama y llenarlo de mi.

El sol empezó a colarse por la ventana, me cubrí con la manta la cabeza evitando que los rayos lastimaran mis ojos, el cansancio de la noche me venció, quedando profundamente dormido.

Me desperté al medio día, el bullicio en la parte baja de la casa interrumpió mi sueño, me levanté algo desorientado, lavé mi rostro en el baño y bajé.
El salón del comedor estaba dentro de la cocina misma, era un lugar enorme, pero parecía menor gracias a la cantidad de gente que se apiñaba dentro

- Buenos días Sr. Way, ¿quiere tomar desayuno? –

La madre de Frank me saludó con familiaridad, invitándome a tomar asiento en la mesa de comedor que constaba de 12 puestos, me senté entre toda la gente que desayunaba con calma, entre bromas, canciones marihuana y alcohol ¡Por Dios!, ¿nunca se cansan?. Tomé la taza de chocolate caliente entre mis manos, sorbiendo despacio, levanté mi mirada hacía las escaleras que venían del segundo piso, Frank estaba bajando despacio, aperezado, con el hermoso cabello negro completamente revuelto, los ojos aun somnolientos, su bello torso descubierto, perdí la cuenta de cuantos tatuajes le adornaban, solo estaba en ropa interior, un bóxer azul claro, ceñido remarcando su masculinidad, quemé mis labios con el chocolate caliente ante semejante visión de perfección, se acercó a mí, sonriendo dulcemente, sentándose frente a mi, sobre la mesa del comedor

- ¿Dormiste bien? –

¡Cómo demonios puede una criatura tan pequeña ser tan absolutamente hermosa y seductora!

- Si, ¿tu? –

- Yo siempre duermo como roca –

Sonrió, se inclinó sobre mí llenándome nuevamente con su aroma, acercó su rostro hacía mi oído

- Me voy a bañar, termina pronto, para que salgamos de este infierno –

Intentó abandonar la cocina, pero su padre lo detuvo antes de salir



- Frank, en la tarde movemos la feria al centro de la ciudad, ¿ya terminaste de tallar las figuras? –

- Aun no –

Respondió con desinterés, tratando infructuosamente de alejarse del lugar

- Entonces que vas a vender en tu toldo –

- Te he dicho mil veces que no quiero hacerlo, no quiero vender no quiero andar con ustedes, ¿Que m!$rd@ tienes en la cabeza, que no puedes entender? –

Me congelé, que forma más brusca de contestarle a su padre, esperé paciente a que le rompiera la boca de un golpe, pero no fue así, el padre de Frank tan solo retrocedió, recostándose en el mesón de la cocina

- Solo te estoy procurando un medio de vida, es mi deber como padre prepararte para que puedas valerte por ti solo –

- Me habría servido más una educación formal –

- ¿De qué te quejas? A nadie le gusta ir a la escuela, te educamos en casa, entre juegos, enseñándote lo que de verdad importa en la vida –

- Lo que de verdad importa... – Frank hizo una corta pausa, moviendo sus labios, levantó una ceja con su mirada enfocada en el vacío – Lo que importa dices, aprender a tallar estúpidas figuras en madera, a hornear puerco con salsa de manzana, las mil y una formas de cultivar y armar cigarros de marihuana, canciones folclóricas que nadie escucha, a fabricar zarcillos y collares con semillas naturales... – Levantó los brazos en el aire, gesticulando efusivamente – ¡Me enseñaste a ser un Hippie!, de qué me vale esa m!$rd@, no la quiero, odio mi vida, odio esta familia, ¡TE ODIO A TI! –

Fue una interesante demostración de rebeldía juvenil, no importa como seas criado, siempre odiaremos a nuestros padres, sonreí para mi, habría matado por la vida de Frank, no escuela, solo libertad, arte, ferias constantes... cultivar mi propia marihuana, la verdad aunque se que es normal que siempre odiemos nuestra vida, no entendía como Frank no disfrutaba del paraíso en que creció.

Salió de allí corriendo escaleras arriba, en menos de dos minutos bajó, completamente vestido, con su guitarra al hombro, cruzando la puerta de salida sin mirarme, dejándome en su casa.

Me despedí de todos rápidamente, lo menos que te puedes tardar en decirle “adiós” a 20 personas que te preguntan cuando regresarás, corrí por las calles, buscándolo sin suerte de hallarlo, regresé a mi apartamento algo molesto por su huída, me tumbé en la cama, aspirando de nuevo el nauseabundo aroma de mi “hogar”, no se porque tenía energía de sobra, bueno si lo se, tenía deseo sexual reprimido, así que por primera vez en más de 6 meses me propuse dejar mi apartamento limpio.

Tardé todo el día, pero a la media noche el lugar parecía como nuevo, acomodé el cuadro de Frank frente a mi cama, me senté a verlo, me había quedado exacto, capté como nunca la esencia de un ser humano, por momentos parecía hablarme, pedirme que lo arrojara en mi cama y violentara su intimidad.
Apreté los puños, ese maldito Frank “ni en esta vida, ni en ninguna otra me meteré en la cama contigo”, ¡cómo se atreve! Si yo tuviera a mi ídolo frente a mí eso sería lo primero que le haría, follármelo hasta quedar ciego. El bulto duro en mi pantalón no me dejaba en paz, no lo soportaba más, debía descargarme de alguna manera, saqué de la mesita de noche mi libreta de teléfonos, leyendo los nombres, pensando en quién sería lo suficientemente bueno en la cama para sacarme esta espina, repasé cada nombre descartando hombres y mujeres a quienes les conocía el cuerpo de memoria, estaba desesperando, hasta que llegué a la W, ¡Pete Wentz!, no hay pe&&@ más complaciente que él.


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