Capítulo: #21
¨ Las noches con sus amaneceres, dejaron de ser míos
Cada cavilación de cada hora, de cada día.
Un suspiro eterno del alma que es más tuya que mía.
Mas el llanto y el dolor, los reclamo solo míos.
No debe tu alma sufrir por mi ausencia,
Pues cada pensamiento, en todo respiro
Reclamo tu nombre y lo llevo conmigo
Y me proclamo dueño de tu fría presencia.
¿Es eterno el amor de quien duerme?
¿Es su corazón mío, como mi corazón es suyo?
Y de tan fatídicos pensamientos huyo
Mientras mi alma por su amor se muere.¨
Dejé a un lado de su cama la libreta con mis miedos impresos por mi puño y letra, temo, infinitamente, dolorosamente temo perderlo, me estremezco ante el solo pensamiento que su alma se haya muerto llevándose consigo este amor que me juró eterno.
¨ Frank, sus ojos parecen la fuente misma de donde proviene toda la dulzura del universo ¨
Fueron esas las primeras líneas que escribí en mi libreta, aquella vez que plasmé su nombre en el papel, mi alma moría de deseo por él, mientras el arriesgaba todo por hacerse un lugar indispensable en mi vida.
Lo ha logrado.
Frank es mi oxígeno, es la luz que ilumina mis días, es inspiración, aflicción, cada dolor y cada alegría, es mis noches de pasión, es mis días de sonrisas, satisfacción y hastío, es mi muerte... es mi vida.
¿De dónde saca valentía el hombre cuando se le pide dejar lo que más se ama, abandonar aquello que se juró velar?
Del amor se debe buscar la fuerza para proteger al mismo amor.
Mi cuerpo se encontraba inmóvil a un lado de la cabecera de su cama, mis manos cruzadas atrás en mi espalda, mis ojos estáticos mirándolo sin ver, negándose a procesar el dolor que me causa ver la razón de mis días dormir, como un ángel de piedra, cuya belleza es apreciada de lejos, porque su contacto es gélido, como un rumor de muerte, una promesa de soledad eterna.
Mis pies se movían según la voluntad de mi cerebro, porque al alejarme el corazón se despedía de mi pecho y buscaba abrigo el pecho mismo de mi amor dormido.
Cerré la puerta de la habitación, cual enterrador arroja tierra sobre el sepulcro, una lágrima se desprendió de mí, cayendo al suelo cual rosa marchita por el dolor y el desasosiego.
Sentía despedirme para siempre, aunque unas pocas horas fuesen, pero mi alma solo comprende, un segundo sin Frank es una eternidad de muerte.
Vagué sin sentido por las calles hostiles, rostros indiferentes se cruzaban en mi andar, aquellos que no conocen lo que es amar, esos que no han sufrido el calvario del amante que ve impotente el brillo de su estrella, extinguirse sin piedad, inclemente.
Me encontré solo entre miles, de ellos tan diferente, mis ojos pueden contarles a todos y cada uno sobre el hermoso padecimiento que atormenta mi alma, mis lagrimas son testimonios de los segundos padecidos, de los deseos no concedidos, de las sonrisas no escuchadas, del desfiguramiento de esa voz “Te amo Gerard”, cada vez más lejana como un eco que se pierde entre las montañas de su ausencia.
¡Te necesito conmigo!
Gritaba en medio del parque, aquellos que no conocen mi identidad me miraban como a un loco más, pero aquellos que hacen parte de mi pasado seguían de largo, no se atrevían a detenerse, a reconfortarme, saben que no hay forma, no existe nada en el mundo que me pueda arrancar este dolor del pecho, solo que el ángel de piedra despierte y me reclame como suyo...
Arrancar una a una las hojas de un calendario que solo cuelga en la pared para recordarme que el tiempo es cruel conmigo, uno, dos, tres, siete...
Siete meses impresos en el blanco papel del calendario arrojado a la basura, noches enteras de solo recostar mi cuerpo moribundo junto a su cuerpo, cada vez menos constantes, aquellas lunadas que no pasaba junto a él, las dormía bajo el sereno del dinner frente al hospital, Frank no lo sabe, pero he optado por no estar más de una cuadra lejos de él, siempre deambulando cerca, espiando entre puertas y ventanas abiertas, sentado en el suelo del pasillo, de espalda a la pared de su habitación, escuchando el lejano pitar de su monitor cardiaco, entrando en la habitación cuando lo considero necesario, cuando siento que es suficiente mi falsa ausencia, acaricio su rostro de tersa piel, bebo de sus labios el dulce néctar, le hablo, le cuento trivialidades, le recuerdo cada minuto que lo amo más que a mi vida, que lo extraño más de lo que extrañaría el aire mismo.
- No hay cambios Gerard, Frank simplemente no quiere despertar –
Cada resultado es igual, todo está normal, no saben que pasa, el estado de coma es un misterio, el paciente presenta un cuadro digno de investigación y publicación, para esta fecha debería estar en vigilia, es el letargo menos profundo, pero más duradero que en tenido en mis años de experiencia médica.
- El solo duerme a voluntad –
¿Es eso lo que quieres Frank? Dormir a voluntad, ¿Lo disfrutas, mi dolor, mi angustia, el maldito miedo a perderte para siempre?
Me acerqué hasta su oído, respiré profundamente llenando de aire mis pulmones, alistando mi garganta para que la voz saliese con el máximo volumen posible
- ¡Despierta! –
Ni se estremeció, ni si quiera su piel respondió al golpe del aire que salió violentamente por mis labios, rozando su rostro, su cuello, su oído, es como si su piel fuera de plata, fría, insensible
- ¿Para qué me quieres aquí Frank? –
Respiros profundos, los pulmones llenos de aire, las venas en mi cuello a punto de estallar por la fuerza impuesta en cada grito
- ¡Te complace verme sufrir, Te complace saber que muero cada segundo que no estás junto a mi! –
Fragmentos de pintura de la pared caen al suelo en cada uno de mis puñetazos infringidos contra ellas, me duelen los nudillos, me duelen los pies de tanto patear su cama
- ¿¡No me oyes!? ¿No me sientes, no te das cuenta que agonizo sin ti? –
De un salto me trepo en su cama, arrancó irresponsablemente la manguerilla del oxígeno, apretando entre mis puños el cuello de su camisa, lo sacudo con fuerza, una y otra vez, contra mi rostro, contra su almohada
- ¡Lo juro Frank, te lo juro si no despiertas ya mismo me voy a largar para siempre de tu lado! –
¡Es mentira! No puedo, no podría, tan solo acomodó el respirador sobre su rostro y me alejo de él, atravesando los pasillos del hospital, corriendo como un animal salvaje huyendo de su predador, no encuentro refugio, no hay manera alguna de acallar los gritos desesperados de mi alma que reclaman su presencia, oscuridad, la bella penumbra de una habitación me invita a entrar, justo en el fondo lo veo, la representación del ser en quien Frank tanto cree, sus brazos extendidos sobre el tronco de madera, clavados en este, su rostro en total sufrimiento y aun así tan lleno de amor y esperanza, no se como hacerlo, no se como hablarle, me dejo caer de rodillas frente a él, el aroma del incienso me relaja, el crepitar de las velas consumiéndose por el fuego me distraen un poco del dolor constante en mi pecho, elevo mis ojos hacía el, no se como hablarle, pero mi corazón bien lo sabe y el habla por mi
- Nunca he recurrido a ti, un cuando mis padres murieron, nunca te he negado, pero tampoco te he alabado –
Las lagrimas no me dan tregua, ellas solas abandonan mi rostro, deslizándose por mi cuello
- Lo amo, lo amo más de lo que debe estar permitido, lo necesito conmigo, por favor, haz que despierte, devuélvele su risa al mundo, mi alma se extingue en la más penosa agonía, y ya no se que hacer... –
Mis ojos se clavan sobre la estatua de yeso, sonrío tontamente, ¿qué hago aquí?, pidiéndole a una figura que me ayude, llorando entre bancas de madera, entre terciopelo púrpura, levantando mi voz a algo que me escucha menos de lo que Frank puede oír.
- No se ni por qué te hablo, nada puedes hacer pegado a esa cruz de madera –
Me levantó del piso, buscando la salida de ese pequeño templo del hospital, alguien toca mi brazo, es una señora de edad avanzada, me sonríe cálidamente
- No pierdas la fe –
- Nunca he tenido tal cosa –
Reanudo mi camino, pero ella me hala nuevamente
- Joven, dejó caer esto –
Miró su mano extendida hacía mi, en su palma descansa el pin que Frank y yo encontramos sobre la tumba de mis padres, no lo comprendo, yo no lo he sacado de casa, si mal no estoy lo dejé en la misma gaveta en que Frank lo guardó
- Gracias –
”¿Cómo se puede llorar sin lagrimas?, si mi llanto escucharas, Gerard, Oh! Mi Gerard, estoy aquí, estoy contigo, luchando cada segundo por mantenerme aferrado a la esperanza que algún día despertaré, que tus olivos ojos voy a ver, no he dejado de luchar en esta guerra en contra de un enemigo que no conozco, no es falta de voluntad, eso te lo puedo jurar mil veces, créeme, te escucho llorar en silencio, siento el gusto salino de tus lagrimas en mis labios, quiero estar contigo, quiero levantarme de esta cama y hacerte rabiar, encenderte, amarte, sacarte risas en el momento menos propicio, abrazarte en las noches cuando hace mucho frío, terminar tus frases, reírme de las tonterías que a veces haces solo para entretenerme.
No Gerard, no disfruto verte sufrir, no siento placer en saber que has detenido tu vida por mi, ¿Qué no entiendes que me duele dejarte sin mi?.
No amenaces más con dejarme, cada vez que te escucho decirlo, susurrarlo en mi oído o gritarlo con violencia en mi cara siento que el corazón deja de latir, y pienso por un segundo que debo dejarme envolver en la oscuridad de la muerte.
Si tu sufres pudiendo verme y tocarme a tu antojo, imagina mi sufrimiento de no poder ver tu rostro ni poder tocar tu piel cada vez que siento el profundo deseo de hacerlo”
Hace tantos meses no encontraba refugio en el ardiente líquido de una botella, pero no debo descuidarme, solo unas copas, y regresar al lado de mi ángel dormido, he pasado un par de noches lejos de él, sin entender aun lo que pasó en esa capilla, es el mismo pin, no comprendo como pudo llegar allá, estoy seguro que no lo saqué de casa, veía el corazón rojo sobre el fondo negro, y las letras blancas “Para siempre”, será una de las señales de las que Frank tanto habla, ¿acaso algo me quiere decir que Frank se quedará así para siempre?.
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