martes, 20 de marzo de 2012

Frankie karma; Capítulo: #9

Capítulo: #9

” Me senté en el suelo, recostando la espalda contra el enorme horno de leños que ocupa la mayoría de espacio en la cocina de mis viejos, sonreía al ver mi amado ser recibido de forma cálida por mis padres, mi mamá estaba feliz de tener a Gerard Way en su familia, siendo el novio de su hijo, ¡Ja! En cualquier familia habría drama si se enterasen de golpe que tienen un hijo bisexual, y que además tiene un novio de su mismo sexo, pero en mi caso, nada es como se supone, nada es como creí que sería.
Leía los libros de Gerard, y fantaseaba con él, con ese Gerard que siempre creí que era, un tipo incapaz de amar y ser amado, un poeta fatalista que hablaba de la amargura de la vida, soñaba con ser su amante preferido, aquél a quien Gerard llamaba cuando necesitaba descargar sus energías sexuales, ser algo “necesario” para él, pero lo que estoy viviendo ahora es más que un sueño perfecto, sus hermosos ojos verde oliva, verde avellana, verde indefinible... ¿ya estoy hablando como él?, bueno el que anda entre la miel algo se le pega, y Gerard es la miel más dulce que se pueda encontrar en el universo, algunas veces me quedo en silencio, perdido entre las facciones perfectas de su rostro, esa nariz que parece esculpida por Miguel Ángel, esos labios que son entre delgados y gruesos, tan carnosos, tan expresivos, siempre tienen una mueca para cada ocasión, me pierdo en su piel, en los pequeños lunares que la adornan, y no puedo creerlo, ¡Dios! Aun no puedo creer que ese hombre perfecto me ame, a mí, a Frank, un niño perdido que aun no sabe
Lo que quiere hacer con su vida... Bueno, si lo se.

Solo quiero amarlo, amarlo hasta que el último respiro abandone mi cuerpo."


Siempre me hace lo mismo, cuando su familia se abalanza sobre mi como si yo fuese un animal muerto y ellos aves de rapiña, se queda en un lugar aparte, riendo divertido con la escena de mis anhelos por tener algo de calma y los de su familia por succionar hasta la última de mis palabras

- No creo que deban vivir en tu apartamento Gerard, mejor vengan a vivir en esta casa, aquí hay mucho lugar –

Frank se rió a carcajadas, levantándose del suelo, pasó las manos sobre los hombros de su madre

- ¿Mucho lugar?, ja ja ja esto parece un albergue atestado hasta el techo, no Mamá, no te preocupes, estamos bien en el apartamento –

Se notó la frustración en el rostro de mi suegra, no se porque me aprecian tanto, solo soy un escritor de cuarta y un pintor de quinta!, Frank se aferró de mi brazo, llevamos ya dos semanas de relación y aun siento cosquillas en mi estómago cuando se me acerca, es imposible para mi cansarme de su piel, es la más bella sensación del universo, apretó los labios mirándome con la frente inclinada, recordándome que le dijera a sus padres lo que habíamos venido a pedir

- Necesitamos discutir algo con ustedes –

Me prestaron toda su atención, invitándonos a compartir una taza de café en el comedor, respiré profundamente y comencé a hablar

- Frank quiere la emancipación, yo ya busqué un abogado para arreglar los asuntos legales, pues, ya saben él es menor y no está muy bien visto que viva conmigo –

El padre de Frank meneó su cabeza pensando en la petición, y ciertamente lo que respondió tenía más sensatez


- Gerard, es mejor que no se emancipe, veras, al ser menor de edad, teniendo una relación homosexual con un adulto, las autoridades te podrían acusar de pederasta, y si no tiene nadie que responda por él, te pueden meter en la cárcel, en cambio si Frank sigue bajo nuestra tutela, podremos convencer a quien sea que tiene todo nuestro apoyo y consentimiento, ¿no creen que es mejor así? –

Yo se que Frank así lo pensó, pero el quería emanciparse más que todo para alejarse de su familia, para no tener que rendir las pocas cuentas sobre sus actos que ellos le pedían

- Está bien, pero ustedes me juran aquí mismo que aceptan que Gerard es mi familia ahora, y que él y yo decidiremos como vivir nuestra vida, no más ferias renacentistas para mi, ni reuniones obligadas en esta casa –

Sonreí, amo esa rebeldía juvenil, esa anarquía de Frank es el motor que mueve su alma, por eso se que jamás me cansaré de amarlo, es imposible aburrirse, no creo que exista el día en que diga ¡Por fin conozco perfectamente a Frank!, no, con el cada segundo es una experiencia nueva, es como andar en una montaña rusa, y amo el vértigo y la velocidad que la montaña rusa que es Frank producen en mi.

Salimos de su casa, prometiéndole a sus padres que iríamos dos veces al mes a cenar con ellos, Frank caminaba conmigo, tomado de mi mano, aferrándome con fuerza, según él porque tengo problemas de equilibrio y me la paso cayendo al suelo, pero la verdad, es que por momentos cuando estamos juntos solo lo miro a él, no veo más, no veo aceras, calles, ni piedras ni huecos, lo único que alcanza mi campo visual es su hermoso cuerpo.

Me dejé guiar por él, desde que Frank llegó a mi vida no tengo que pensar que calle tomar, que esquina doblar, tan solo dejo que el nos lleve a donde le de la gana, esa tarde me percaté que estábamos en el cementerio solo cuando leí mi apellido en la lápida

“Don y Donna Way, amados padres, descansen en paz”

- ¿Qué hacemos acá? –

Pregunté con algo de descontento

- Ya vimos a nuestros padres, nuestra relación tiene su bendición, ahora falta la de los tuyos –

Mi boca comenzó a temblar, para mi este tema está prohibido, no me gusta hablar de ellos, aun me duele, aun los extraño... esto no he podido superarlo

- Están muertos Frank, nada pueden ver, nada nos pueden decir –

Me miró tiernamente, acariciando mis mejillas con sus manos delgadas, empinándose un poco para alcanzar mi nivel

- Necesito hacer esto –

Y sin más se arrodilló frente a la lápida, hablándole al prado verde que cubría la tumba donde estaban los restos incinerados de mis padres
- Me llamo Frank Anthony Iero, pero bueno eso ya lo deben saber –

No pude contener una risilla al escucharlo, giró su rostro hacia mi

- Los espíritus lo saben todo, así que no te rías –

Me arrodillé junto a él, tomando su mano entre la mía

- Perdón, es que no creo en eso –

Retiró su mirada de mí con algo de ira, yo me tragué la risa, y permanecí en silencio

- Estoy aquí, en el lugar que testimonia su paso por la tierra, porque tengo algo importante que decirles, estoy loca, profunda y eternamente enamorado de su hijo mayor, y quiero que ustedes desde el cielo cuiden nuestro amor –

La tentación de risa que tenía se esfumó, cambiando mi ánimo radicalmente, forzándome infructuosamente en contener el líquido salino que se derramaba a borbotones por mis ojos, sentí mi corazón encogerse por el sentimiento, giré mi cabeza, hundiendo mi rostro en el cabello de Frank, deslizándolo hasta plantarlo en la curvatura de su cuello

- Te amo demasiado Frankie –

Me acarició suavemente la mejilla, sin dejar de mirar la tierra

- Y como pueden ver suegritos, el me ama, ¡Demasiado!, y en este lugar sacro, les juro que cuidaré, amaré y estaré a su lado para siempre, Gerard no estará solo y sin familia, nunca más, ahora me tiene a mi –

Movió su cabeza, empujando un poco la mía, buscando mis labios, se los regalé, de nuevo, como siempre, no existe posibilidad alguna que le niegue mis besos a Frank, dejamos que nuestras bocas se pegaran con ansiedad, pero con ternura, Frank se aferró de mi torso y yo apreté su cabello entre mis dedos, nos besamos por muchos minutos, allí sobre la tumba de mis padres, Nos separamos finalmente, el lamió los restos de mi saliva sobre sus labios, saboreándola con placer, no quiero ser engreído, pero aseguro que Frank me siente como el ser más delicioso del universo, tal como yo lo siento a él.

- Y, ¿cómo sabemos que mis padres aceptan nuestra relación, veremos a un espiritista o que? –

- Gerard, a veces me caes mal –

Lo dijo con rabia, ¡que bueno! Por fin soy yo quien lo hace enojar y no al contrario

- Podemos esperar por una señal –

- Hum, ¿como que las nubes formen u “si”, o venga una paloma mensajera con un papel en sus patas que diga “si” y se pose sobre la lápida? –

Frank no me respondió, se sentó en el prado frente a la lápida, sin mirarme, pude notar que una lagrima se resbalaba por su mejilla, me senté tras él, acomodándolo entre mis piernas, pegando su espalda de mi pecho, lo rodeé con fuerza entre mis brazos

- ¿Qué tienes mi amor? –

- ¿Tu crees que es un juego? –

- Frank, yo simplemente no creo en cosas sobrenaturales, bueno creo en el destino... ese que me llevó al parque ese día que te conocí –

- Pero eso no fue destino, yo sabía que era uno de los lugares que frecuentabas y me fui ese día para allá esperando encontrarte, lo mágico de ese día es que estaba tan nervioso al verte, que le supliqué al cielo que fueras tu quien me hablara, y así fue –

Rocé mi mejilla con la suya, apoyando después mi barbilla sobre su hombro

- ¿Quieres decir que yo te hablé por intervención divina, y no porque a penas te vi sentí ganas de devorar tu hermoso cuerpo? –

Rió, posando sus manos sobre las mías, acariciándome constantemente

- Gerard, tu no me habías notado antes, y créeme, estuve frente a ti, justo en tus narices 7 veces –

Hice memoria, nunca antes lo había visto, estoy seguro que no olvidaría a alguien como él

- No lo recuerdas –

- No, ¿estás seguro? –

Rió con más fuerza, mi cuerpo se movió a causa de su risa

- ¡Completamente, era casi un acechador! Hasta te chocaste conmigo una vez, pero seguiste de largo... ¡ni disculpas me pediste!... – Giró su rostro un poco hacía mí – Maleducado –

- Lo siento –

- Bah, no hay problema, estamos amándonos, eso es lo único que importa –

Lo acomodé de lado entre mis brazos, para que nuestros cuerpos no estorbaran, y empecé a besarlo, apretando esos labios de terciopelo entre los míos, acariciando su rostro, revolcando los mechones largos de su cabello, estremeciéndome al sentir sus manos metérse entre mi camisa para acariciar mi espalda, de nuevo nos perdimos en el placer que nuestros labios unidos crea, tuvimos que separarnos a causa de las pequeñas gotas de lluvia que comenzaban a caer sobre el cementerio

- Oh! Frankie, ¿será esta tu señal? –

- Deja de burlarte de mis creencias –

Retrocedí para que Frank se pudiera levantar, puse mis manos sobre el prado apoyándome para levantarme, sentí que algo pinchaba mi mano, me quejé levemente, tomando el objetó

- ¿Qué pasó? –

- Me herí con esto –

Abrí la mano enseñándole a Frank el objeto, el lo tomó y comenzó a asentir con su cabeza, sonriendo lleno de felicidad

- Ajá! –

- ¿Qué? – Pregunté mirando el objeto en su mano

- ¡Es la señal! –

- ¿Un pin? –

Frank lo levantó en el aire, mostrándome el lado opuesto a donde está el gancho, era un pin circular, negro con un enorme corazón rojo donde se leía con letras blancas “Para Siempre”

- Amor, eso es cualquier cosa, alguien de seguro lo perdió –

- ¿Justo sobre la tumba de tus padres, justo el día que vinimos por su bendición? –

Sus ojos brillaban, su rostro se veía completamente iluminado, dejé de luchar contra lo que Frank quería creer, extendí mis brazos hacía él, Frank de un saltó se aferró a mi

- Bueno, amor, creo que tienes razón, esa es nuestra señal –

Frank me soltó, inclinándose cerca de la lápida “Gracias” susurró, y regresó a tomarme de la mano, corriendo juntos de huída de la lluvia que cada segundo arreciaba con más fuerza, salimos del cementerio, y nos refugiamos bajo el techo de un hogar geriátrico, pegué mi espalda contra el frío vidrio de la ventana, y Frank se abrazó a mí

- Esto es cruel –

- ¿Qué cosa? –

- Un ancianato justo a una cuadra del cementerio, es como que les indican que de acá salen acostados hacía allá –

Reí divertido, tiene razón, es cruel los pobres viejos se asoman a la ventana para divisar el único lugar en el que tienen asegurada una estadía permanente, me quedé pensando en como sería mi vida con Frank, cuando pasemos los 80 años, nos imaginé acostados en una cama, cubiertos hasta el cuello con la misma manta, quejándonos de los dolores propios de la vejez, yo renegando por que la reuma no me deja escribir ni pintar, y Frank calmando mis rabietas con sus besos, ¡Creo que para esa fecha compraremos viagra por toneladas!

Sentí una corriente helada en mi espalda, y es que estaba tan concentrado imaginando nuestra vejez que pasé por alto que Frank me levantaba la camisa, y empezaba a hacer círculos con la punta de sus dedos sobre mi piel, gimió profundamente, buscando mis labios, empecé a besarlo, disfruto tanto cada contacto y más cuando Frank exhala sexo por cada poro de su piel, besaba su cuello, acariciaba sus hombros, su espalda, el mi miró sonriendo pícaramente, me desabrochó el pantalón, yo miré a cada lado de la calle, no había más que agua cayendo con furia del cielo, bajó mi ropa interior un poco, mis nalgas se estremecieron al sentir el frío del vidrio de la ventana, empezaba a calentarme cada segundo más, desaté su pantalón, tomando su pene endurecido en mis manos, masturbándolo así como él lo hacia conmigo, deslizó una de sus manos entre mis nalgas, queriendo alcanzar mi interior

- ¡No Frankie acá no... me estas enloqueciendo, no vamos a llegar a nada... y estamos en plena calle! –

Exclamé entre jadeos, él se mordió los labios, estaba lleno de deseo, y la verdad, yo también, pero ese no era el lugar, lo empujé suavemente lejos de mi, Frank miró hacía la ventana y sonrió, se paró de frente a esta, con su pantalón desabrochado y su hermoso miembro erecto afuera, sonreía, señalaba su entrepierna y asentía con la cabeza, pensé que se había enloquecido al fin, pero al girar hacía la ventana me di cuenta que había una docena de ancianos sentados en la sala viendo el espectáculo de mis nalgas blancuzcas pegadas en el vidrio de su ventana, sentí tanta vergüenza, y miedo a la vez, ¿qué tal si llamaron a la policía? Me acomodé a toda prisa el pantalón, luchando con Frank, que no me dejaba componer su ropa

- No seas corta leche Gerard, míralos, están felices con el show –

- ¡m!$rd@! Frank déjame arreglarte la ropa, por Dios pareces un loco –

Se quedó quieto por fin, mirándome con lujuria mientras yo acomodaba su pantalón

- Aww! Que lindos somos Gerard, ambos tenemos una evidente erección en nuestros pantalones –

Maldito loco, lo tomé con fuerza de la mano, arrastrándolo en la fría lluvia, huyendo con temor que algún viejo de esos hubiera llamado a la policía, entramos a un bar a cinco cuadras del cementerio, directo al baño...

Es que ni el agua fría puede calmarnos las ganas que nos tenemos.


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