lunes, 19 de marzo de 2012

Just like, magic; Cuarta parte - Capítulo: #1

Cuarta parte: Advertencias (Octubre - 1999) 



Capítulo: #1

Y ahí estaba él, Frank Iero, aún con su aire perfeccionista sentado en el suelo del escenario, sonreía como si todo le saliera bien y tenía razones para hacerlo.
Su vida, hasta ese punto era la más perfecta de todas.
En breves instantes el mago comenzaría su función y aparte de poder verlo como casi a diario lo hacía, esta vez podría darse el lujo de observarlo desde el pasillo derecho.
Era como una película en 3D. Sonrió, feliz de estar ahí.

Por el pasillo izquierdo, la nariz de un pequeño conejo se dejaba notar, este, estaba en el margen, como preguntándose si salir o no. Frank se dejó caer al suelo y gateó hasta este. Lo cogió entre sus manos, le acarició el suave pelaje y luego lo soltó. El conejo dio un gran salto y se metió a una caja, que estaba un poco más adentro.
Volvió a gatear, quería saber si había más de estos. Llegó hasta la caja y cuando levantó la mano...

- ¡Gerard! – gritó una voz femenina.

Iero dio un salto, el chillido se había escuchado demasiado fuerte y muy cerca. Volteó hacia los lados y con el corazón paralizado, comprobó que el mago estaba ahí, a sus espaldas. Macarena apareció por detrás y sonrió de forma maliciosa.
Él estaba sin sombrero y sus ojos mostraban una chispa extraña.

- ¿Qué haces aquí? – le dijo, ofreciéndole una mano para ayudarlo a levantarse
- Un conejo se estaba escapando... – logró decir, con el poco aliento que le quedaba.
- No te preocupes por ellos, están adiestrados – dio un puntapié a la caja y se oyó un golpe sordo – no debes entrar nunca aquí
- Perdón – dijo, levantándose a la altura de sus ojos.
- Está bien, nunca te lo dije – aferró su mano más fuerte y le sonrió.
- Pero... – dijo Mac, poniéndose entre los dos, como queriendo separarlos – él pudo... –
- Pero no lo hizo – la interrumpió Gee, observándola.

Ella dio un quejido y bajó la vista.

- Te estás poniendo débil – susurró antes de salir hacia el escenario con Iero de la mano.
- ¡Es tu culpa! – gritó ella, antes de perderse por el pasillo.
- No deberías tratarla así - dijo Frank, cuando la vio correr.
- No pretendas corregir los errores que no son tuyos – murmuró.

A veces sucedía, Iero se quedaba callado, no porque no tenía nada que decir, si no, porque le daba miedo responder. Era como si el tono de su voz le causara estragos en la cabeza. O lo enloquecía.

El mago le soltó la mano cuando cruzaron el umbral del pasillo derecho. Unos tacones de escucharon, Mac regresaba con la cabeza gacha. El mago hizo un par de señas y Frank se quedó quieto en su sitio consciente de que el show comenzaría.

Entonces Way, dio la media vuelta y puso expresión confundida. Algo le faltaba. ¡Oh sí! El sombrero. Iero salió a la carrera, sacó el que él le había regalado y volvió al trote hacia el mago. Le apoyó la galera en la cabeza y se la inclinó a la derecha levemente. Ambos sonrieron. Estaban encantados.
Frank sintió que una enfermiza adrenalina le subía por la garganta. Hizo las señas que solía hacer el mago, volvió al pasillo y grito: “¡Las cortinas!” Moviéndole la mano al chico que sujetaba la cuerda, que con cara de sorpresa y desprecio, pareció sentirse ofendido. Observó a Gerard, que había soltado una carcajada.

- Háganle caso – dijo, tratando de soportar su risa.

Frank sonrió mientras levantaba ambas cejas. Las cortinas se abrieron.
Y este, se confundió entre la negrura que escondía los secretos del mago, ahí atrás de las telas borgoña.
 


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