lunes, 19 de marzo de 2012

Just like, magic; Cuarta parte - Capítulo: #2

Capítulo: #2

La tenue luz plata significaba el fin de un nuevo día y el comienzo de la oscuridad. La luz pública de la ciudad ya estaba prendida hace unos minutos, por lo que, esta no se sumergió en una temible penumbra. Casi todos los empleados del edificio levantaron la vista hacia el reloj de agujas y sonrieron, a sabiendas de que su hora de salir de esa tortura diaria se acercaba.
Incluso el más perfecto de ellos, que no solía efectuar ese acto, levantó la vista y en sus labios una sonrisa se dibujó.

Frank se levantó con mucha paciencia y le estrechó la mano a Mikey. Este no levantó la vista para observarlo, estaba demasiado ocupado.

- ¿Al teatro? – preguntó, haciendo líneas sobre un papel color piel.
- Si – respondió cortante, abrió la puerta notando ese nudo en la garganta.
- ¿Podrás llevarle esto a Gerard? Por favor – preguntó Michael, sacando un papel enrollado cuidadosamente – es la publicidad, pregúntale si le gusta y que lo apruebe –
- Sí, claro – lo cogió y levemente golpeó a su compañero en la cabeza con este, ambos rieron - ¿vas? –
- No, no – dijo, negando con la mano – tal vez más tarde... no sé –
- Está bien, nos vemos – cruzó el umbral y salió dando pasos torpes.

Aunque era día de semana y la mayoría de espectadores tenían que ir a trabajar temprano a la mañana o bien, despertarse para llevar a sus hijos a la escuela, el teatro estaba lleno. Fue un poco dificultoso ingresar a este sin dañar el papel que llevaba en las manos. Había mucha gente de pie y todos los asientos estaban llenos hasta su límite. Iero se puso tras el mar de gente y apoyó su espalda en una pared, suspiró. No le importaba mucho ir parado, pero le molestaba el hecho de que desde el lugar donde estaba no se veía el escenario muy bien ¿Y si el mago no lo miraba?
Ignoró el sentimiento de claustrofobia que comenzaba a molestarlo por estar en un espacio tan pequeño con tanta gente.
Iero alargó el cuello y notó que las cortinas se movían un poco, el espectáculo iba a comenzar. El público explotó en vítores.
Sus ojos, sus ojos verdes, como un par de piedras preciosas, verdes como el musgo en el bosque, verde, verdes. Y su piel que parecía echa de mármol, de piedra de mar, de arena y sal del mismo, tan brillante, tan tensa, tan suave.
Sus labios se estiraron, sus mejillas se arrugaron, el mundo se quedó en silencio, las nubes bajaron a la tierra, el sol se coló por entre las sucias ventanas. Los colores le habían subido al rostro y su sonrisa, era imborrable. Era feliz, muy feliz.

La chica registró el público y sonrió radiante al no notarlo. Iero era un punto negro entre todos esos y su presencia era insignificante. Macarena estaba satisfecha de no verlo ahí.
El mago tampoco lo había visto y un extraño sentimiento agobiante lo embargaba.

No sería tan fácil hipnotizarlos a todos, había mucha gente y no alcanzaba verlos en su totalidad. Pensó en la probabilidad de echar a algunos o bien ordenarlos adecuadamente.
Pero se sentía poderoso, siempre lo fue. Pero más ahora que sabía que Frank lo amaba. Ahora sí que era invencible, era inquebrantable e indomable.
No quería perderlo, jamás…


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