lunes, 19 de marzo de 2012

Just like, magic; Cuarta parte - Capítulo: #7

Capítulo: #7

Fuera, llovía. Las bajas temperaturas jamás molestaron a Frank, es más, en esta ocasión, el sistema meteorológico jugaba de su lado.
Cogió el paraguas y dejó la chaqueta en una silla cerca de la puerta.
Sentía que al atravesar la puerta de su departamento, sus pasos estaban estrictamente planificados, podría haber esperado un tiempo para actuar de esa manera. Pero la impaciencia había hecho trizas a todos sus sentidos.

Salió del lugar con el paraguas en alto, fue a paso rápido por las calles concurridas de trabajadores mañaneros y con un suspiro, se encontró en el parque. Suavizó su andar, levantó el mentón y agudizó su oído, su “presa” debería estar por ahí cerca.
Entonces lo vio, Gerard y Mac estaban bajo el amparo del techo de un restaurante. Ambos sentados frente a frente se observaban a los ojos, él sonreía, ella parecía a punto de llorar. Tenían en las manos cafés humeantes.
Iero intentó no olvidarse del plan por la sonrisa de Way. Debía controlar sus instintos al menos por un día. Se acercó a ellos, deteniéndose a un par de pasos del techo de lona del local. Levantó la mano y antes de lo predicho el mago lo observó. Como supuso, se levantó de la mesa y se acercó. Seguido de la chica, que cogía apresuradamente los cafés y le dejaba dinero a la camarera.
Se aseguró que ambos estuvieran bajo la lluvia antes de hablar.
Pero espera ¿De qué hablaría?

- Hola – resolvió por saludar, las gotas comenzaron a rebotar en la galera del otro.
- Estás poco abrigado – observó Gee.
- No importa mucho – lo abrazó, algunos de los que pasaban, los observaron extrañados – tu calor es suficiente –

Way se echó a reír. Mientras lo rodeaba con su brazo. Iero entre abrió los ojos, Macarena los observaba y ¡GRANDIOSO! Estaba bajo la lluvia, su pelo empezaba a pegársele a la cara. Confiaba en que las defensas del mago y las de él sobrevivieran a ese aguacero, pero las de ella... era chica después de todo.
Comenzó a hablarle sobre cualquier cosa hasta que se aseguró que Mac estaba lo suficientemente empapada como para pescar una fuerte pulmonía. O mejor, que se muera.

Los dejó cuando esa parte del plan había culminado, saco un pañuelo, le secó los hombros a Gerard y la cara, luego lo hizo con la suya. A él lo necesitaba vivo. Se despidió sonriente, cuando vio que Mac estornudaba y el mago se percataba de su presencia alarmado por el agua que le corría por las piernas, brazos y cabeza. La cogió entre sus brazos y la llevo a paso rápido, supuso, al teatro.

En su cabeza, una lista mental tachó el primer paso: Resfriar a Mac.

Su mirada risueña era aún más brillante que de costumbre. Entró presuroso al edificio de M.K.publicitarios. Revisó en el estacionamiento si estaba el descapotable de Huse, pero no lo halló, ese era otro punto a su favor.

Sus ojos paseaban por la oficina, fingía trabajar cada vez que una sombra humana pasaba por el vidrio granulado de la puerta. Pero no tenía intenciones de avanzar nada en sus próximos proyectos. Especialmente en los que tendría que entregar al día siguiente. No había prendido la estufa, ese día se hallaba en camisa por más que el frío a veces, lo hacía temblar fuertemente.

- Señor Huse, buenos días – se escuchó fuera, Iero sonrió.
- ¡Muy buenos días Cristina, querida! –

Frank encendió la estufa rápidamente y se puso sobre los brazos el saco. Espero, paciente, observando a la puerta, mientras el típico cuchicheo femenino ante la llegada de Mikey se disipaba. Un mar de carcajadas se desató, al parecer el rompe corazones del edificio había hecho una broma. La puerta chirrió al abrirse.

- Le falta aceite a esta cosa, Iero – dijo, cerrándola tras de sí.
- Hummm – se limitó a decir, con una falsa nota de dolor en su voz.

Michael levantó la vista, al igual que lo hicieron sus cejas.

- ¡Dios! Frank, parece que has visto a un fantasma o a Gerard muerto. Estás demasiado pálido – se acercó a grandes pasos y puso su mano en la frente de este - ¡Estas más frío que mi abuela Clotilde cuando murió! – se alarmó, luego cogió sus muñecas y pareció calcular el pulso de su amigo – Dios… –
- No me siento muy bien – dijo, concentrándose con todas sus fuerzas en las cosas más asquerosas que podía imaginar para que las náuseas llegaran a su garganta, entonces recordó a Mikey partido en pedazos en esa caja y dejó de hacerlo, porque ya habían llegado.
- ¿Quieres que llame a tu casa? – preguntó su compañero, sacándose el abrigo y poniéndoselo a Iero en los hombros.
- ¿Para que responda Gard? – rió entre dientes – pediría permiso, pero hay mucho por hacer – llevó sus ojos color avellana a la fila de papeles a su derecha.
-¡No te preocupes por eso! – dijo Huse, cerrando el saco – yo lo haré todo, pero vamos, te llevo a casa, te ves muy mal –
- Gracias – suspiró, evitando echarse a dar vítores en ese instante.

En el camino le explico todo lo que quedaba por hacer, feliz al asegurarse que era demasiado y que eso lo mantendría ocupado hasta muy tarde. Le dio las gracias y cerró la puerta de su casa. Inmediatamente sonrió.

En la lista de su mente se tachó: Mantener ocupado a Mikey para evitar que vaya al teatro esa noche. Mantenerlo tan ocupado que sea imposible que hable con el mago y se entere lo de Mac o Gerard se entere de que él se “moría por una fiebre muy alta”.

Perfecto, perfecto. Encendió la música a lo máximo, se sirvió Vodka y mareado levemente, se quedó dormido en el piso esperando que se dé la hora de ir al espectáculo. Gard le lamió la cara antes de dormir y se sentó junto a Iero.
Pobre perro, tenía un dueño demasiado entrometido.


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