lunes, 19 de marzo de 2012

Just like, magic; Cuarta parte - Capítulo: #9

Capítulo: #9


El pasillo, más largo que el otro que ya conocía, tenía las paredes cubiertas por una tela extraña parecida a la gamuza. Aparte, era muy estrecho.
Entró con los oídos y los ojos muy atentos. Si lo atrapaban con las manos en la masa, probablemente le desterraran de Jersey… tal vez exageraba un poquito.
Buscó a tientas un interruptor de luz en las suaves paredes. Pero demoró mucho, para cuando lo encontró ya se encontraba casi a la mitad del camino. Encendió la luz y lo primero que logró divisar fue dos cajas, con pequeños malvaviscos encima. Iero frunció el ceño preguntándose porque demonios tenían tanto dulce encima de esos cuadrados de madera en el pasillo secreto.
Pero al acercarse, se dio cuenta que no eran malvaviscos. Eran botones.
Observó con detalle las dos cajas, que una junto a otra, no tenían ninguna diferencia, excepto por pequeñas marcas encima de cada botón blanco.
Entrecerró los ojos y se acerco a las descripciones para leerlas bien.
En la primera caja eran tan solo números: uno, dos, tres... Pero en la segunda había marcas extrañas. Las ignoró, seguro de que eso no importaba mucho.

Siguió caminando y sorprendido, se topo con la caja donde habían hecho el truco a Mikey, donde lo descuartizaban. La curiosidad pareció acelerarle el pulso.
Se dirigió a esta, la acarició suavemente con los dedos, sintiendo las ranuras para meter las láminas delgadas de acero. Llevó su mano a los esquineros, tocó las estrellas que adornaban la caja, encantado por la delicadeza del tallado.

Sus dedos, sin querer, presionaron una estrella y esta, se hundió.
Sucedieron muchas cosas a la vez. Unos sacos de arena cayeron del techo de la caja hasta el suelo y produjeron un ruido parecido a cuando la cabeza de Mikey había caído sobre su torso. Iero vio como de la parte de atrás se abría una abertura y salía un espejo de doble cara. En forma de triángulo.

Su cabeza comenzó a maquinar cosas. Levantó los sacos de arena con un poco de esfuerzo y los regresó a su lugar (escondidos tras las paredes elevadas del techo de la caja, que la hacían ver más grande de lo normal) Tomó el espejo entre sus manos y recordó el truco paso a paso.

Metió la lamina por la rajadura horizontal que presentaba la caja. Se oyó como es que esta cortaba algo y todos vieron que el filo salía por el otro lado. Pero no como había ingresado, sino que estaba manchado con un poco de sangre. Alguien vociferó un “¡Lo ha cortado!” Mientras otros reprimían gritos en sus gargantas. Una niña comenzó a gemir algo parecido a “Dile que deje de gritar”, mientras su hermana gemela decía con la misma voz apagada “Solloza”

Sangre, sangre. ¿En serio lo habría cortado? O es que simplemente...
Sus dedos ingresaron a la oscura caja, repasando las ranuras, entonces sintió pequeños bultos al pie de los huecos, los apretó levemente y una sustancia, roja y mocosa le manchó los dedos. Abrió los ojos, sorprendido. Se llevó la mano hacia la nariz y percibió un leve olor a mercurio, alcohol yodado y algún tipo de hierba.
Ingenioso – pensó, limpiándose en los pantalones. Su cerebro ató cabos al instante. Las láminas no cortaban a la víctima y lo hacían sangrar. La sangre ya estaba ahí. Solo cortaban los pequeños bultos rellenos de esa extraña combinación.
Por eso Macarena no tenía miedo de que se levantasen a oler, era perfecto para una creíble sangre.

Siguió los pasos del mago, buscó las famosas láminas y las metió, comprobando que efectivamente estas se manchaban de la extraña sustancia. Que al parecer era reemplazada luego de cada acto. Aunque seguía sin explicar cómo se escuchaba el horrible sonido de los músculos siendo cortados...
Aparte ¿Qué sucedía con la víctima si no estaba siendo cortada?

Iero casi gritó cuando se dio cuenta. ¡La trampilla! Sonrió de oreja a oreja, mientras metía las demás láminas y manchaba todo con sangre falsa, como aquella ocasión.

Comenzó a quitar las láminas verticales. El sonido que hicieron estas era desgarrador, sentías inevitablemente como es que el metal cortaba la carne y se separaba de esta con brusquedad. Pero lo que vino después fue peor, luego de quitar estas y ponerlas totalmente ensangrentadas sobre la mesa, se dispuso a sacar las que estaban en posición horizontal que sujetaban los pedazos de cuerpo. El mago sacó la que estaba más arriba. Se hoyó un golpe sordo, como si la cabeza de Mikey hubiera caído sobre sus otros miembros. Muchos se estremecieron cuando sacó la segunda lámina y el sonido incrementó, el tórax y abdomen habían caído sobre las piernas.”

Apretó la estrella como lo había hecho hace unos segundos y los sacos de arena volvieron a caer de una abertura del techo, siendo retenidos por las láminas de metal, que aunque delgadas, eran resistentes. Las comenzó a sacar como Way, regocijado, porque efectivamente los sacos creaban un increíble efecto.
Pero el sonido de la carne siendo cortada. ¿Dónde estaba eso?

Abrió la caja, expectante. Dentro solo estaban los inocentes sacos de arena que por lógica también desaparecerían del mundo por la trampilla del suelo.

Reposó la gran tela negra en el suelo, en el cual sorprendentemente se formo un bulto algo grande."

¿Un bulto? ¿Qué bulto? ¿La cabeza de Mikey sobresaliendo de la trampilla? ¿La abertura entreabierta? ¿Los mismos sacos de arena? Iero optó por la última opción, era la más lógica.

La pequeña pareció desmayarse al notar que ese no era tan solo un bulto, si no que eran los miembros destrozados del chico. Su madre la sujetó y evitó que se cayera. Lo que causaba más perturbación no era la palidez de la niña, si no los ojos de su madre, que parecía hipnotizada.
El mago se puso tras el bulto y levantó las manos, este empezaba a moverse levemente. Comenzó a temblar, era sorprendente: crecía.

La tela resbaló. Y frente la sorprendida mirada de todos, Mikey estaba parado ahí, con los ojos descubiertos, mientras la gran tela negra resbalaba por sus piernas muchos soltaron suspiros, pero cuando esta llegó a sus pies. Algunos gritaron.


El bulto no había crecido, era Huse que comenzaba a salir lentamente de la trampilla. Seguro que subía con sigilo, haciendo una lógica muestra de que tenía grandes dotes para el teatro. Pero ¿Por qué habían gritado? No lo recordaba.

La cabeza, pecho, brazos, abdomen y cadera de Mikey estaban intactos, pero a su pierna derecha le faltaba la pantorrilla y parecía flotar sin ella.

Parecía flotar sin ella... parecía. ¡EL ESPEJO DOBLE CARA!
Frank corrió y lo recogió del suelo. La cara delantera del espejo mostraba lo que reflejaban sus costados, tenía forma de triángulo, por lo tanto, si vieses a Mikey desde atrás observabas su pantorrilla, pero desde adelante solo veían las cortinas...
¡Todo parecía aclararse ahora! ¡Estaba todo retorcidamente calculado!

Observó que efectivamente una pequeña bolsa negra estaba reposando en el suelo. La cogió con algo de asco y corrió hacia el plató y le entrego esta al mago.
Volvieron a cubrir a Mikey con la tela y puso la bolsa entre sus pies, concentrado en lo que hacía, volvió a elevar los brazos. Luego de un rato de espera, quitó la tela de un tirón y Michael volvió a aparecer, esta vez completo.


¿Cómo terminó esa bolsa en su sitio? ¿Estaba todo planeado? ¿Habría estado esta siempre ahí? ¿Cómo sabían donde se sentaba él? De repente habían enumerado los asientos y...

Luz, los ojos se le abrieron. Corrió hacia la caja con los malvaviscos enumerados y apretó el número uno. Un golpe sordo le llegó desde afuera. Salió corriendo, sin importarle ahora el ruido. Y notó, complacido que una bolsa rellena de quien sabe Dios qué cosas estaba bajo el asiento número uno. Regresó al pasillo saltando de la emoción. Ellos solo se habían dado el trabajo de contar los asientos y apretar el botón. La maldita bolsa podría tener manchas de sangre falsa para ser creíble.

¡PERFECTO! Todo encajaba, excepto el sonido de la carne al cortarse...

Alguien vocifero un "¡Lo ha cortado!" Mientras otros reprimían gritos en sus gargantas. Una niña comenzó a llorar silenciosa, gimiendo algo parecido a "Dile que deje de gritar", mientras su hermana gemela decía con la misma voz apagada "Solloza, solloza."

Tal vez él...

La pequeña pareció desmayarse. Su madre la sujetó en un movimiento guiado por la inercia y evitó que se cayera. Lo que causaba más perturbación no era la palidez de la niña, si no los ojos de su madre, que parecía hipnotizada.

Pero...

Volvió a cubrir a Mikey (que parecía muerto) con la tela y puso la bolsa entre sus pies.

Sus dedos se quedaron congelados.

Son sus ojos, son sus ojos...

La bombilla se encendió y hubo una especie de explosión que solo los oídos de Frank sintieron. La sonrisa no se la borraría nadie.
Los había hipnotizado. Los había estado hipnotizando todo ese tiempo.

Hipnotizó a Mikey para que bajara y subiera por la trampilla, no era un teatro. Hipnotizaba a todos para que oyeran sufrir a la víctima. Con gritos, llantos y los horribles sonidos del músculo siendo cortados. ¡Los hipnotizaba siempre! ¡La mayoría eran tan solo trucos de las propias imaginaciones de los espectadores!
¿NO ES ACASO EL MEJOR TRUCO DE MAGIA DE LA HISTORIA?

Iero no dejó de sonreír mientras limpiaba las láminas, rellenaba las bolsas de sangre falsa y regresaba los sacos a su sitio. Limpió y dejó todo quieto, como si nada.
Cuando se aseguro que todo estaba en su lugar, dejó el pasillo y se dirigió a la trampilla que ya había descubierto. Esta vez, se dio el trabajo de buscar el truco maestro en la caja de botones – malvavisco. Encontró uno con un “TP” escrito, lo presionó y la trampilla se abrió silenciosamente. Camino rápidamente hacia ella. Se sentó en el borde y se dejó caer.

Dentro de esa pequeña prisión habían ciertos objetos: mantas, espejos y más sangre falsa. Por supuesto que ahí abajo, con un trance causado por la mirada del mago, te podías arreglar de acuerdo a la ocasión.
Iero palmoteó las cuatro paredes del disminuido espacio. Echando siempre una mirada hacia arriba, temiendo ver de pronto los ojos de Mac o peor aún, los del mago.

La pared que daba directamente con la salida del teatro tenía otro extraño desnivel. Iero empujó y sorprendido se topó con un pasillo que se dirigía hacia la calle. Lo quiso seguir pero...

Una puerta sonó arriba. Los músculos de Frank se quedaron entumecidos, había dejado de respirar por la sorpresa. Escuchó los tacones de Mac caminar hacia algún lado. Luego de interminables minutos, escuchó el correr de mucha agua. Suspiró.
Ella tan solo se había ido al baño. Sintió otra vez sus tacones dirigirse a su camerino, abrir la puerta y cerrarla tras sí.
Por primera vez en toda su euforia, miró el reloj. Habían pasado dos horas. El mago despertaría en cualquier segundo. Cerró el pasillo secreto y subió por la escalera de mano. Se quedo ahí un segundo intentando tranquilizar los latidos de su corazón, se secó el sudor pegajoso de la frente y caminó hacia el camerino del mago silenciosamente.

Abrió la puerta, agradecido porque no chirriara. Encontró a Way con los labios totalmente abiertos y una de sus piernas chorreaba hacia un lado. Frank pensó que por eso no dormía frente a él, se veía muy extraño. Como si hubiera roto esa mascara de perfección que llevaba siempre encima. Aunque de todas maneras lo comería en ese instante por la ternura que irradiaba.

Se acerco mientras se sacaba los zapatos. Saltó de manera intrépida hacia donde estaba echado antes, quito la almohada y se acurruco junto a Gerard, que susurraba.
Lo abrazó, complacido por su descubrimiento y por estar ahí junto a la persona que más quería en la tierra.

Sorprendentemente, pudo dormir. Estaba sumido en una tranquilidad extraña. Pero había olvidado algo. Dejó la bolsa falsamente ensangrentada en el suelo, bajo el asiento numero uno. Visible para todos. Error, error. Enorme y tonto error.

Refresquemos las memorias: El perfeccionista Iero encontró una piedra en su camino, antes despejado.
El mago, es el único que puede romper esa coraza de Frank y hacerlo sufrir y delirar, después de un tiempo, ellos dos se enamoran, creando una obvia enemistad con la chica del grupo: Macarena, que junto con Michael, su eterno enamorado, prácticamente son el grupo "Anti Iero"
Todo va viento en popa hasta que un buen día, el ya casi enterrado deseo de Frank de destruir su debilidad renació al ver una trampa en el teatro: la trampilla.
Este, haciendo un plan logra descubrir como a su mejor amigo lo habían partido en pedazos semanas atrás... pero comete un error, que no es ni el primero ni el último de la lista.



Y continuamos...


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