lunes, 19 de marzo de 2012

Just like, magic; Cuarta parte - Capítulo: #10

Capítulo: #10

Macarena caminó hacia él, esta vez con miedo. Llevaba entre sus manos y atrás de su espalda algo que sujetaba con una fuerza sorprendente. El corazón le latía a mil. Las manos estaban manchadas de sudor y esa extraña sustancia roja. Llegó a su lado y levantó una de sus manos. Gerard fue más rápido y dirigió sus verdes ojos hacia el reflejo de la chica, en el espejo que tenía de frente.

- ¿Mac? –
- Yo... –

Se mordió los labios. El mago apartó el ramillete de rosas que había estado oliendo, sintiendo, tocando y la observó atentamente.

- Encontré algo que podría cortarte esa expresión Gerard. Pero no soy lo suficientemente valiente como para cortarte la felicidad de esta manera – dijo, trabando palabras.
- ¿Frank? – a Way no le pareció extraña la repentina exaltación de su asistente, ella era así pero jamás lo demostraba.
- Exacto –

La silla giratoria de respaldo bajo giró para quedar frente a frente.

- Dices eso y aún así, llamas a Mikey a mis espaldas para evitar que Iero se acerque demasiado – plantó.
- Esto es diferente – dijo ella, de repente abochornada.
- Dispara –

La bolsa sonó cuando ella la hizo girar. La puso sobre una de sus manos y se la mostró al mago. Este no pareció sorprendido, mas bien, parecía decepcionado. Le hizo una mueca y esta recordó que él no lo sabía.

- Son las bolsas que escondemos bajo cada asiento – dijo, apresurada para impresionarlo – la encontré fuera de su lugar –
- Pues, regrésala y asunto arreglado – dijo, arrugando la nariz.
- No, estaba ahí cuando desperté de mi descanso “medicinal” – ella frunció el ceño - ¿No lo entiendes? La bolsa apareció de la nada justo cuando ambos nos dormimos, no crees que Iero... –
- ¿Por qué tendría que hacerlo? –
- ¡Él no te ama Gerard! ¡Él solo quiere tu gloria! – gritó, sus ojos estaban cristalizados – todos lo notan, menos tú -
- Te equivocas de persona, Mac. El que tú dices es Michael – lo defendió.
- Te estoy dando pruebas obvias, la bolsa en el piso y las manchas en el pasillo izquierdo... –
- ¿Manchas en el pasillo? – Way le tomó más atención.
- EXACTO, estaban debajo de la caja con estrellas y la plataforma... –
- ¿La plataforma qué? –
- El botón que la activa tiene una mancha de sangre falsa – ambos dejaban ese lugar impecable, ambos estaban dormidos ¿Qué sucedió?
- ¿Qué pretendes Macarena? – dijo, serio de pronto.
- Es más que obvio Gee – suspiró – algún intruso entró al pasillo, la noche anterior ambos nos dormimos y Huse no se presentó en el teatro. Al despertar la bolsa estaba ahí al igual que las manchas y Iero... estaba exaltado –
- ¿Lo culpas a él? Estuvo durmiendo conmigo en ese sillón todo el tiempo – el comentario pareció dañar a la chica, que se mordió los labios, incapaz de quitar su mirada sobre esa almohada - ¿No consideras que Mikey mintió y se metió ahí? –
- ¿Para qué? – defendió ella, sabía que Michael estaba de su lado – él sabe muy bien que tu terminarás mostrándole todos tus trucos, conoce casi todo el pasillo ¿Qué sentido tendría? –
- ¡Frank no pudo ser! Él es... –
- El amor te está cegando – le cortó ella, tirando la bolsa rellena de arena y manchada de sangre sobre el mago – no sé si el sentimiento será correspondido, pero lo dudo. Él es peligroso en la situación en la que te encuentras, Gee. Es muy curioso y perfecto – se estremeció – yo te hubiera ahorrado el trabajo –
- ¡AHORA SON CELOS! – gritó Way, viéndola mientras abría la puerta y se perdía hacia su camerino - ¡Ya te lo dije un millón de veces, Mac, eres como mi hermana! – respiró hondo - ¡Y no culpes a Iero! ¡Yo lo amo y él a mí! ¡PUNTO! –

Se tiró al sillón para calmar su respiración. Incluso antes de que Macarena entrara, él ya estaba peleando consigo mismo. La extraña exaltación que llevaba Frank impresa en los ojos la noche anterior lo había perturbado, las rosas, el hecho de que se había quedado dormido... que se había despertado de un salto por sentir que algo se movía... para encontrar a Frank dormido a su costado, sudando como si fuera verano.

Estaba algo perturbado, pero se negaba a aceptar la idea de que sospechaba que Iero había hecho cosas que no se le permitían...


- ¡IDIOTA! – gritó Mac, en el pasillo. El mago supuso que se lo decía a él, por lo que la ignoró - ¡Eres mi peor pesadilla, imbécil! –
- ¿Ah? – su voz lo despertó del ensueño, la chica no le gritaba a él, si no, a alguien más, se levantó presuroso y se puso la galera sobre los ojos mientras salía.

Macarena estaba con un par de lágrimas resbalándole por las mejillas, a su costado, Mikey le sujetaba los hombros para evitar que se abalanzara sobre Frank que se encontraba frente a ella, pegado a la pared y con el maletín como escudo protector.

- ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! – repetía, mientras peleaba contra Huse para ir y darle el golpe que tanto deseaba propinarle hace un buen par de meses.
- ¿Yo que hice? – preguntó el agredido.

De repente, ella comenzó a reír, como si no lo hubiera hecho a lo largo de su vida.
Dejó de temblar y luchar contra el que la sujetaba, para dirigirle una mirada de dorados ojos centelleantes hacia Iero.

- Olvidaste algo debajo del asiento uno – suspiró – creí que eras perfecto, Iero

Este palideció, tanto, que parecía que se iba a desmayar en ese instante. Sus pies temblaron levemente y el maletín se retorció entre sus manos. Parpadeó un par de veces, mientras la chica dibujaba una sonrisa triunfante en su joven rostro.

- No sé de que hablas – negó.
- Lo sabes muy bien... – dijo ella entre dientes.

El mago pensó que era hora de intervenir y lo hubiera hecho si no fuera porque tenía los pies pegados con cemento al suelo. Tal vez... la teoría de Mac fuera cierta.
Sus ojos se humedecieron al instante. Había confiado tanto en Iero...

- ¿De qué hablan? – dijo Huse, interviniendo de pronto.
- El día que tú no viniste, Mikey. Tu compañero adorado traspasó los límites de nuestra confianza – rió ella – uno le da la mano y él se sujeta del hombro –
- ¿Qué? – profirió Michael, con los ojos abiertos.
- No le creas, yo estaba durmiendo con... – dirigió su mirada al fondo del pasillo, Frank se detuvo al ver al mago parado frente a la puerta de su camerino.

El trío volteó hacia él. Way se arrepintió de no haber entrado antes y pasar desapercibido.

- Gee... – dijo Mac, soltándose de los brazos de Mikey. Sus ojos volvieron al acostumbrado color, ya no centelleaban dorado.

El aludido se dio cuenta que tenía las mejillas húmedas y se volvió a maldecir por no haber entrado al camerino antes. Sin decir nada, arrastró los pies, entró a la habitación y cerró la puerta con el pestillo tras de sí. No quería oír a ninguno de esos tres imbéciles.

- Lo traicionaste, ya es tu problema – dijo la chica, en un murmuro. Mientras el mago se dejaba caer al piso, perdiendo el conocimiento.


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