lunes, 19 de marzo de 2012

Just like, magic; Cuarta parte - Capítulo: #11

Capítulo: #11

Dudaba qué hacer, había metido la pata al cometer el mínimo error de dejar la maldita bolsa debajo del asiento. Pero tenía que haber alguna forma de hacer olvidar a todos ese pequeño detalle y enmendar sus errores.
Primero, porque no quería perder al mago.

Lo observaba, en ese momento, este sacaba innumerables cosas de un pequeño sombrero mientras sonreía y la gente aplaudía al ver salir de ese disminuido espacio las cosas menos esperadas. Sospechó que la trampilla estaba abierta bajo la mesilla donde reposaba el sombrero.

Ese día Way había llorado, silenciosamente, pero lo había hecho. Él mismo había parecido sorprendido ante esto cuando se dio cuenta. Frank se arrepentía de tan solo haberlo hecho sufrir. Cuando se metió en el camerino golpeó la puerta, pero el mago se negaba a abrirle. Macarena le dijo que le dejara en paz y decidió irse a sentar en algún lado a esperar que salga de ahí, no podía quedarse para siempre encerrado, después de todo tenía que dar un espectáculo dentro de unas horas.

Cuando pasaron dos largas horas, la puerta chirrió y se abrió. La chica fue más rápida que él y se acercó a Gerard a paso lento. Este le susurró algo mientras se sujetaba la cabeza, ella se exaltó y corrió al baño para traer un vaso de agua y una lámina de pastillas azules. Le dio dos y se las hizo tragar rápidamente. Le midió la temperatura con la palma. Entonces Frank se acercó.

- ¿Llamo al médico? – preguntó ella en un susurro.
- No – negó Way – solo fue... un ataque de nervios – sonrió – aunque me golpeé fuerte la cabeza contra el piso –
- ¿Seguro que no quieres que llame? – volvió a susurrar, sin notar a Frank, aunque el mago ya lo había visto.
- No, Mac, estaré bien. Pero necesito algo de azúcar –

Ella salió disparada hacia su camerino y trajo consigo una barra de chocolate, la quitó del envoltorio rápidamente y le puso el dulce entre las palmas.

- No sabía que te quedaban estos – suspiró mordiendo la punta, su cuerpo se apoyaba precariamente en el margen de la puerta. Esto a Frank le dio un escalofrío
- Sabes que no me gusta el chocolate italiano, Gee – sonrió, solo tenía ojos para él.
- Mac, déjame con Frank un momento ¿Sí? – pidió, comiendo más del dulce.

Ambos dieron un salto ante tal cambio abrupto de tema. Macarena notó la presencia del otro, mientras sus ojos se bañaban de ese extraño color dorado malicioso. Este sentía que tenía que sonreírle, pero por alguna razón no pudo.
Le dio un beso a Gerard en la mejilla y se fue hacia su camerino dando pasos fuertes. Frank pensó que rompería el piso.

El mago dio la vuelta débilmente e ingresó al lugar directamente hacia el sillón. Se acostó con el chocolate dándole vueltas en la boca.

- ¿Qué sucedió? – le preguntó Frank, quería romper el silencio.
- Me desmayé – respondió sonriendo – vaya debilucho –
- No... – se arrodilló junto a su cabeza – lo siento
- No te disculpes. Tu no mandas sobre mis nervios – suspiró, partiendo un par de cuadrados de chocolate de la parte sin babear y dándoselos a Frank – esto te hará tan bien como a mí –
- Igualmente, Gerard – dijo, aceptando el dulce.

Ninguno dijo más, apoyó su mentón junto a la cabeza del mago mientras chupaba la barra, dándose cuenta de lo deliciosa que era. Un minuto después ambos habían terminado el dulce y estaban perdidos en sus pensamientos.
Way dio la vuelta para quedar cara a cara con Iero, le sonrió despacio, como si le doliera y apoyó su mano en su cabeza para acariciarle.

- Lo siento, lo siento, lo siento – repitió cerrando los ojos ante su tacto.
- Yo te perdono todo… confío en ti más que en mí mismo… - dijo, callándolo con un siseo.

Continuó con la caricia hasta que Mac ingresó al lugar para decirle que el público ya estaba llegando. Se paró lentamente, luego Iero se fue a sentar fuera.

El espectáculo continuaba, sinceramente, esperaba que el mago no sonriera tanto, pero este se veía tan feliz como siempre. Como si nada hubiera pasado... Aunque sabía que no iba a olvidar ese pequeño incidente tan rápido.
El mago, escondido tras su sonrisa se repetía: “¿Ahora qué?

Se sentía confundido y más que nada, traicionado, sucio y malherido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario