lunes, 12 de marzo de 2012

Just like, magic; Primera parte - Capítulo: #7

Capítulo: #7

Frank seguía observando la puerta con los brazos quietos a sus costados.
No sabía si era su incesante deseo de correr de ahí lo que las había cerrado, si había sido una colada brisa de aire o alguna telepatía del mago, que en ese instante estaba a sus espaldas.

- Fue de mala educación, cerrar la puerta de esa manera tan brusca, pido que me perdones... –

Sin duda, había sido el mago. Y esa era la opción que más temía Iero.

- También fue mala educación no presentarme... –

Frank dio la media vuelta, tras él, sentado en una silla giratoria de respaldar bajo, el mago descansaba.
Vio a su alrededor, con la esperanza de encontrar alguna excusa para largarse del lugar, pero al contrario, ver el lugar le provocó una gran admiración.

Las paredes estaban forradas por recortes de periódico, imágenes e incluso un par de cuadros. El espejo del tocador, donde el mago descansaba y ponía sus cosas esenciales, le reflejaba su atemorizado rostro. En las paredes, imágenes de circo, payasos, trapecistas. Recortes de reconocidos magos del mundo, de monumentos como la muralla China y la torre Eiffel. La pared casi no se veía.
En uno de los cuadros que se encontraba justo a su derecha, estaba un retrato del mago, con el sombrero de siempre y el traje tradicional, de sus manos escapaban chispas de colores...
Se quedó observando la pintura por interminables minutos, parecía haberse hecho con extrema prisa, pero aun así, la mano del pintor había sabido captar con perfección todos los rasgos del teatro, del mago e incluso de su rostro. Que al menos para Iero, era la parte menos visible de su cuerpo.

- Esa la pintó un amigo... – explicó el otro en susurros – hace unos años... lastimosamente él murió dos días después de pintarla. No imaginas el aturdimiento que me causó saber la noticia, él era muy bueno pero era muy entrometido también... –
- ¿Y de que murió? – dijo Frank, volteando para verle.
- No lo sé, su esposa se fue de la ciudad el mismo día y lo enterró en Texas, no tuve tiempo de pedirle explicaciones –

Iero levantó ambas cejas, observó la esquina frente a sí, había un perchero y en él descansaban diversidad de sombreros de copa.
Caminó hacia ahí, llevado más por la curiosidad que por otra cosa.

- Estás obsesionado con los sombreros – dijo, mientras seguía caminando por la habitación.

Su risa causó un escalofrío en Frank, no lo había escuchado reír, pero en sí, era un sonido melodioso y demasiado contagioso.

- Me lo dijeron muchas veces... –
- ¿Y esta? – pregunto, señalando la otra pintura colgada en la pared.
- Se llama “Gerard Way, producto de tus pesadillas” – dijo el mago parándose de pronto – es una historia muy interesante... -

En la pintura, sobrecargada y abstracta, estaba la silueta del mago, con una sonrisa que rompía con lo negro de su dibujo. A sus pies, sentada en el piso, Macarena, sujetaba una caja negra entre sus brazos y de ella surgía un montón de colores vivos, como si fueran olas cuando la marea es alta. Entre este destello de colores habían siluetas de personas que se ahogaban, algunas gritando, otras ya muertas por la marea...

- Es algo... tenebrosa –
- Macarena la pintó, significa de algún modo retorcido que a fin de cuentas la magia le da algo de miedo a todos... – sonrió satisfecho.

¿Miedo?
¿Eso era lo que sentía Frank? O ¿era tan solo que se sentía limitado ante la increíble aura y poder del mago?

- ¿Y quien es Gerard Way? – preguntó.
- Mucho gusto Frank... – el mago, el cual ya había recibido un nombre, extendió su mano hacia él.

Se estrecharon.
Mientras que en la mente de Iero, de alguna manera masoquista, él se sentía como uno de esos ahogados. Y la marea se lo estaba llevando... eran sus ojos, sus ojos.

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