lunes, 12 de marzo de 2012

Just like, magic; Primera parte - Capítulo: #6

Capítulo: #6


El show se había dado por concluido.
La gran audiencia ya se comenzaba a dirigir a la puerta, todos menos uno, Iero.
Seguía ahí sentado viendo las cortinas borgoña, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.


- Algo... – su cerebro parecía crujir ante el esfuerzo que estaba haciendo. Lógicamente descubrir los secretos de un mago no es tan fácil, ni con la astucia e inteligencia de Frank.


Se levantó. Sin pensarlo dos veces o tres se dirigió a la parte trasera del escenario, un par de personas limpiaban las rosas y otras más limpiaban fuera.
Él las observó detenidamente, parecían estar viviendo en un sueño, con los rostros adormilados limpiaban y arreglaban el lugar sin tan solo emitir un ruido, ni la raspadura de las escobas ni sus mismas respiraciones se escuchaban.


- Hey... – dijo él al verlos.


Parecieron haber visto a un fantasma, todos abrieron los ojos al ver a Frank y algunos, dejaron caer las escobas


- ¿Qué hace aquí? – dijo uno.
- ¿Quién es? –
- ¡Échenlo! – gritó el mayor de ellos.
- No, no, yo solo vine para... – trató de explicar Frank, antes de que alguno de ellos, que por cierto, parecían monstruos salidos de un cuento de terror, lo echaran a escobazos de allí.
- ¡Este lugar está prohibido! – interrumpió otro.
- Yo solo... –
- ¡Debe salir inmediatamente de aquí! –
- ¡ÉCHENLO! – volvió a gritar el más viejo.


Unos seis hombres se abalanzaron contra él, Frank por unos minutos sintió que el mundo se le venía abajo.
Levantaron las escobas y cuando estaban a punto de casi asesinarlo...


- BASTA –


Aquella orden paró a todos, los atacantes se detuvieron en seco, voltearon de manera rápida hacia sus espaldas, dejando a Frank acurrucado contra sí en el piso, algo asustado. ¿Algo? Casi aterrorizado.


- ¿Qué hacen? –
- Un intruso – explicó uno de ellos.
- ¿En serio? – el tono de la voz pareció estar completamente divertido ante la situación.


Se apartaron, Frank había recobrado la compostura hace unos minutos y aún sentado en el piso se limpiaba el traje. Levantó la vista para ver a su salvador, el mago, sonriente, pareció observarlo. Esto último era muy dudoso, pues, como otras ocasiones sus ojos estaban cubiertos por el sombrero.


- Tú... –
- ¡TUS EMPLEADOS ESTÁN LOCOS! – chilló al levantarse.
- No tanto como tú al entrar aquí –


Se escuchó una leve risa. Mac apareció por detrás del mago y caminó de manera coqueta hacia Iero. Le tendió la mano y le ayudó a levantarse.


- La próxima vez que suceda esto... me avisan primero – dijo el hechicero a sus empleados.
- Pero usted dijo que... – exclamó uno.
- Si sé lo que dije – intervino – pero él no es un intruso, él vino con la intención de todos pero a diferencia de los demás, también está interesado en mí –su sonrisa se ensanchó.


Un silencio algo molesto se dio entre todos. Iero parecía haber pasado cuatro meses bajo el sol de lo colorado que estaba.


- Ven Frank, no te sientas avergonzado –


Los empleados entraron en su trance otra vez, con los ojos caídos siguieron con su tarea de dejar impecable el lugar.
Iero levantó la vista hacia el mago y suspiró.
Sí claro, su interés no era solo por sus trucos, sino también por él. Encontrar a alguien tan misterioso en esa ciudad era tan tentador como recibir millones dólares sin trabajar. La chica que le había estado sujetando la mano desde que se levantó se puso frente a él.


- Me llamo Macarena – le sonrió un instante, observándolo profundamente.
- Frank... Iero – su mismo nombre se había vuelto la palabra más extraña del mundo. Le estrechó la mano y esta sonrió radiante.


Ella le dio la espalda, fue hacia donde estaba el mago y ambos rieron.


- Ven Frank, te daré un café con leche o algún Martini– dijo el otro, apartándose hacia una de las salidas posteriores del teatro. Un pasillo largo y oscuro.


Él, dudoso, caminó atrás del protagonista, Mac rió otra vez e ingreso rápidamente a una de las puertas dentro de este.


- Ese es su camerino – susurró el mago con una suave e hipnotizadora voz.


Lo guió hacia la parte más lejana de aquel gran pasadizo, casi al fondo había una puerta diferente a las otras.


- Y ese es el mío – señalo mostrando ese portal.


La perilla chirrió al dar vuelta, el mago empujó a Iero dentro y una vez ahí...
Frank descubrió que si ya se había metido a este asunto, no podría volver a salir de él. Su cobardía se retorció dentro y estuvo a punto de correr.
Pero antes de reaccionar, la puerta se cerró de golpe ante sus ojos.
Sin que ninguno de los dos la tocara...

No hay comentarios:

Publicar un comentario