lunes, 12 de marzo de 2012

Just like, magic; Primera parte - Capítulo: #10

Capítulo: #10


Gerard se puso uno de los doce sombreros sobre la cabeza. Lo inclinó un poco hacia la derecha. 


- Ese está bien – Macarena le sonrió. 
- Gracias – 

Se posó frente al espejo, acomodó un poco su pelo y dando la media vuelta comenzó a poner en orden el traje de su asistente. 
Ella siempre se vestía igual, solo que de diferentes colores. Una falda de seda le cubría las piernas hasta un poco más arriba de sus rodillas, una remera sin mangas le cubría el pecho y dejaba al descubierto su delgado cuello y hombros, los zapatos sin taco y parecidos a los de las muñecas, amoldaban delicadamente sus tobillos. 
Esa era Mac, menuda y hermosa como solo ella podría serlo. Parecía salida de un pequeño capullo. Tan frágil como un papel, tan misteriosa como la oscuridad. 

Mientras Gerard le echaba pequeñas cantidades de polvo cosmético en la nariz y frente, ella recordó las razones por las cuales estaba ahí. 
No recordaba el rostro de su padre y mucho menos el de su madre, solo recordaba al mago. Toda su vida, desde que tenía memoria había pasado aferrada de su mano. 
Había comenzado a vivir a los seis años, cuando se vio a sí misma sola en un orfanato. Pero entonces llegó él, siendo ambos un par de niños ingenuos. Su magia le había encantado, pero su constante curiosidad hizo que se acercara antes que alguien más. - Obsérvame a los ojos y te haré algo de magia – dijo él, pero nada sucedió, Way se puso nervioso, ella ansiosa. Entonces lo descubrió, Macarena era la única que no podía derretirse ante su mirada. 
La adoptó apenas cumplió la mayoría de edad y en un cerrar y abrir de ojos, esta se convirtió en su asistente y su diario. Aunque separados por un par de años y nada más, él solo la veía como su tesoro. Ella en cambio, lo veía como un héroe, un ángel caído del cielo y temo aceptar que Gerard no era, ni es, ni será un ángel jamás. 

Le terminó de cepillar el pelo, le puso una cadena de oro en el cuello y cubrió sus muñecas con pulseras metálicas. 

- Ya ha pasado un día – recordó Mac 
- Estoy seguro que hoy vendrá – el mago se puso tras las orejas un par de mechones. 
- ¿Por qué quieres que venga? – él se preocupó un poco, Mac jamás le había preguntado algo tan personal como eso. 
- No sé – respondió en tono bajo – solo es que... – 

No dijo más, creyó no encontrar las palabras necesarias. 

- Solo que... – ella intentó que continuara. 
- Solo que me siento confundido ¿ok? No es más, no sucede nada – titubeó. 

Ella no le creyó. Se acercó y lo abrazó, temía perder su soporte, su salvación, su mayor ídolo. El mago besó la frente a su asistente y le ordenó que vaya al escenario. Que saldría en un par de minutos. 
Gerard observó como desaparecía por la puerta, entonces se dio cuenta que sentía un hueco en el pecho. Retorció las manos y sorprendido se sonrió a sí mismo. 
Estaba nervioso. Era ese chico y Way lo sabía.

Salió al escenario con un nudo en su garganta, se paró alado de Macarena y suspiró. 
Ese era el momento decisivo, las cortinas se abrirían y él podría calmar sus nervios o bien, podría empeorarlos. Todo dependía de esas telas borgoña. 

- Ahora – la orden se escuchó solo por los trabajadores, uno de ellos jaló una gran cuerda al costado derecho y las cortinas se abrieron. 

Como siempre, los aplausos rompieron los tímpanos. 
No pudo evitar sentirse decepcionado. Volvió a registrar al público con un vistazo rápido, los labios se le separaron levemente, algo desesperado, hizo que sus ojos recorrieran con detalle a toda la multitud frente a él. 
Pero no estaba. Su invitado estrella no estaba

No pudo evitar sentirse decepcionado

Macarena sonrió, alegre, Gerard se despejó la garganta. 
En el mismo instante en el que su mente lo hacía sentir el hombre más desdichado del mundo, la puerta doble se abrió en un movimiento lento. Dos figuras entraron al teatro silenciosamente, temiendo romper la magia que se sentía al entrar a ese ambiente. 
El mago permitió que las comisuras de sus labios se estiraran formando una leve sonrisa. Mac por otra parte hizo una grotesca mueca. 

Sus nervios se fueron, se sentía como en la cima del Everest. 
Completo y tranquilo comprendió que su paz se encontraba en ese muchacho de negro cabello. 

[...] 




Ambos se escabulleron a los asientos más cercanos. Evitando hacer ruido con sus pasos. 

- Te va a gustar, ya verás – Frank susurró al oído de Mikey, sin quitar la vista del escenario. 
- Nos está mirando... – un tono de miedo rompió con su relajada voz. 
- ¿Qué? – observó atentamente a su amigo, parecía tener una horrible pesadilla con los ojos abiertos. 

Entonces volteó la cabeza para ver al mago. Este, bajo la sombra del sombrero parecía observarlos. Pero Iero dudaba de eso. 

- No lo está haciendo... – 
- ¡Sí! Siento sus ojos sobre mí – 

El otro negó con la cabeza, Mikey estaba paranoico. O tal vez él era el relajado. 

- Bienvenidos – dijo Mac en voz alta, esta resonó por todo el lugar como si estuviera siendo amplificada. 

Inmediatamente las luces se apagaron, la imaginación de Frank le permitió ver como es que en la oscuridad corría al escenario y en un frenético beso hacia ese par de hermosos y misteriosos ojos verdes al fin suyos. 
La luz regresó, sacudió la cabeza para sacarse esa fantasía. Sin antes darse explicaciones, dejó el tema de lado. 

Pero cuando observó el escenario, creyó estar otra vez alucinando. En vez de ver su figura junto al mago era otro hombre quien lo acompañaba. Su boca se abrió en un gesto de sorpresa. 









Mikey observó a Gerard a su lado, luego al público y con sus pequeños ojos claros vio a Frank por entre este, tan sorprendido como él mismo. 

- Denle la bienvenida a la estrella de hoy – el mago estrechó la mano de su víctima y este casi gritó cuando los aplausos empezaron. 

Frank estaba atontado. En un parpadear, su amigo había huido de su cómodo asiento junto a él y fue escogido para ser el conejillo de Indias del mago. Como llevado por una fuerza sobrenatural sonrió. Mientras el pobre Michael no podía darse explicaciones del por qué sentía tanto miedo.



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