miércoles, 21 de marzo de 2012

Just like, magic; Quinta parte - Capítulo: #2

Capítulo: #2

Las cosas habían cambiado. Iero lo sabía. Lo notaba y lo sentía.

Way no se cansaba de repetir que todo estaba bien, que las cosas seguían igual, que él podía perdonarlo y que todo andaba viento en popa.
Pero Frank lo sabía, sabía que no todo estaba bien, había cometido un error y aunque bien podían pretender que no había pasado nada, no podían huir de la realidad.
Se insultó por haber salido del camerino del mago con una excusa, solo para aclarar su mente, solo para sentarse en el medio de ese oscuro escenario a soñar que lo tragaba la penumbra; eso había empeorado las cosas. Los segundos que perdían equivalían a agrandar más ese considerable abismo que comenzaba a formarse.
Y lo que estaba por hacer, las arruinaría por completo.

Se levantó lentamente y a paso ausente, caminó al pasillo izquierdo.
Como quien comete un error exquisito y decide arriesgarse otra vez, con tal de probar ese placer innecesario de hacer cosas incorrectas.

Y estaba ahí apoyado contra la pared de gamuza, con la vista perdida, suspiró y caminó unos pasos dentro. La verdad es que ya estaba algo cansado de todo esto. Había una caja, negra con motivos dorados en sus esquinas. Iero sonrió al comenzar a inspeccionarla.
Era muy diferente a las otras, esta no tenía ningún truco escondido tras sus paredes, ni botones, ni compuertas, ni sacos de arena. Suspiró. ¿Qué demonios piensan hacer con una caja tan inútil?

Pero de pronto recordó donde la había visto. Ese día que se había quedado dormido y luego había salido a espiar había observado al mago poniendo toda su concentración sobre esa caja. Se puso a mirarla con atención apresurada.
No recordaba muy bien que truco se daba en esa caja, después de todo, tenía que ser algo importante ¿Cierto? ¡Vamos Frank la memoria no te puede fallar en este momento!

Metió la mano dentro y acarició las paredes interiores, su sorpresa fue demasiado grande. El interior que parecía estar cubierto por la acostumbrada tela suave, estaba forrado por una especie de resina de vidrio. Era raro ¿Para qué serviría? ¿Por qué querría el mago usar un material tan… artificial?
¿Por qué sentía esa extraña sensación de peligro? Como si la caja estuviera rellena de algún acido que te podría destruir o…

- EL TRUCO DE LA DESAPARICIÓN – recordó de golpe, diciéndolo en voz alta. Los ojos le comenzaron a lagrimear otra vez, no recordaba ese momento tan bien como era de esperarse.

El mago, Mac, la trampilla, la ironía de Mikey, el conejo… Por cierto ¿A dónde habían ido los dos anteriores? La trampilla no fue activada por nadie… ¿Había acaso algún otro truco en el teatro? O simplemente… ¿Se desvanecieron en el aire?

- Pero eso es imposible… - susurró aún con las manos apoyadas en el interior de la caja – debe haber algo… -

Realmente… ¿Desaparecieron?
Ruido, pasos, grito. Todo pasó demasiado rápido.

- ¡Lo sabía! – gritó alguien.

El piso se movió bajo sus pies. ¿Por qué simplemente no se callaban?
Había demasiada gente gritando cosas incomprensibles, a Frank le pareció toda una multitud, un gentío. Todos parecían aplastarle. Querían destruirle, tenía grabado en el pecho una cruz roja, señalando el objetivo. Y el conejo, el conejo ¿A dónde se fue?
Levantó los ojos, frente a él, unos ojos verdes y llorosos lo observaban estupefactos.
¿Cuándo llegó? ¿De dónde salieron? ¿No estaba solo?

Detrás de él, siempre como una sombra, los ojos amarillentos de Mac se daban a resaltar. Y los gritos continuaban cuando Huse se hizo presente.

- ¡Cállalos! – imploró Iero, dándose cuenta que sus oídos estaban siendo tapados por sus propias palmas - ¡CÁLLALOS! –

Los gritos, los gemidos. ¿Qué decían? ¿Por qué no se callaban? ¿Quiénes son?

El pasillo ya no era el pasillo, más parecía un túnel oscuro y vacío. Donde el eco de esas voces le atacaba y lo hacían sentir como un loco. El mago tenía las manos quietas, la quijada firme y la mirada llorosa. Observaba a Frank con una concentración inexplicable. Brillaba, él brillaba.
¿Estaba escuchando su pensamiento?

- ¡Eres tú! – acusó, señalándole con el dedo.
- ¿Lo oyes? – suspiró el mayor, haciendo una mueca – están peleando –
- ¿Qué? – lo único que quería era que parase, no le interesaba que era.
- En mi cabeza – explicó, sus ojos se entre cerraron dejando escapar un par de lagrimas gruesas.

Macarena había desaparecido o es que Iero ya no la veía, el mismo mundo había desaparecido. Solo era el vacío y ellos, el mismo piso era nada. Como un vidrio transparente que traspasaba la oscuridad infinita de aquel lugar. Y escuchó.

Deséchalo, bótalo, despréndete de él. Que es peligroso.
Peligroso. Demasiado perfecto para ti.
Es como tus padres, te envidia. Quiere tu gloria.

- Están peleando – dijo el mago, llorando más fuerte.

Déjalo, no te quiere.
Suficiente.

- No saben si… desecharte o conservarte Frank – murmuró, ahogado en sollozos.
- ¿Quién? –
- Yo – respondió Way.

El pasillo reapareció. Iero aún arrodillado en el suelo lo observaba fijamente, sorprendido por lo acontecido y más que nada, asustado por que lo habían atrapado.

Pero le quieres ¿O ya no?

Fue lo último que escuchó Frank. Las voces de la cabeza de Gee y el hecho de que este lloraba sin vergüenzas, lo tenía mareado.


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