miércoles, 21 de marzo de 2012

Just like, magic; Quinta parte - Capítulo: #10

Capítulo: #10

Un silencio tranquilizador bañaba el lugar, un vacio acogedor, perfecto y exacto.
Pero a la vez, complicado… complicadísimo.
Iero despertó por entre nubes de algodón y abrió los adormecidos ojos, frente a él, la imagen más perfecta que había visto en su vida cobró vida al suspirar en sueños.
Quiso levantar los brazos, pero estos no le respondían, casi parecían dolerle al notar que intentaba moverlos. Se resignó, no podía tocarlo, pero al menos podía verlo.
Se grabó esa imagen en su cabeza, para recordarla siempre, para observarla secretamente mientras trabajaba y soñar con esto.
Sonrió aún dormido, ante lo perfecto del ambiente. Pero sentía algo agridulce, era todo hermoso, pero era a la vez, torturante.

El mago posaba junto a él en el sillón, con la mejilla apoyada precariamente sobre una almohada, tenía los labios entre abiertos, el cabello revuelto, la piel mucho más pálida y los labios de un color rosa hermosos. La piel de sus hombros era tensa y suave, estaba tapado hasta la mitad del cuerpo por una manta azul oscuro. Por eso se dejaba ver su espalda, blanca como la nieve y fría al igual que esta.
Way suspiró otra vez en sueños y se acurrucó, dejando que su mejilla se arrugase y le diera una imagen de paz, totalmente encantadora.

Iero pensó que incluso dormido, ese hombre lo hechizaba.
Se sentó en el sillón, comprobando que efectivamente ellos dormían prácticamente uno sobre el otro, al ver la pequeña longitud de este. Sentía calor, mucho. Pero quería vestirse, se sentía un poco incomodo así, temía una visita inesperada, que era algo prácticamente rutinario en ese teatro.
Se levantó de manera dificultosa, intentando no despertar a su amante, pues Frank siempre dormía contra el espaldar de mueble. Cuando ya estaba en el suelo, caminó de puntas al cajón de ropa de Way, abrió uno de los primeros compartimientos y sorprendido descubrió que este estaba lleno de camisetas, no podía imaginar al mago con una de esas. Se probó una de color verde y sacó también un pantalón.
Ya algo decente, salió fuera del camerino y sintió el fuerte golpe del aire frio de afuera.
Se abrazó a sí mismo acelerando el paso, caminó hasta la fila de asientos y recogió sus ropas de ahí. Fue caminando y fue recogiendo cosas, la verdad es que hubiera sido un poco vergonzoso que alguien siguiera ese camino de pasión que habían dejado ambas amantes al ir entre besos y caricias al camarín del mago.
Cuando ya tenía todo, se propuso volver a su nicho de amor, pero entonces, algo lo sorprendió, una sombra reposaba en el margen del pasillo izquierdo, solo se veía algo claro: el fuego de la punta del cigarro que esta consumía.

- ¿Gerard? – preguntó Frankie, extrañado.
- No me llamo así – respondió la femenina voz.

Al chico se le cortó la respiración, ¿Podría tener peor suerte?

- Mac – intentó sonreír – no sabía que fumabas –
- Uno aprende viendo – sonrió ella, saliendo de las sombras, con el cigarrillo entre los labios. Tenía marcas de haber llorado en la cara.
- ¿Estás bien? –
- Claro – sonrió débilmente - todo aquí anda muy bien – agregó
- Mac – dijo Iero nervioso - ¿Qué quieres? –
-¿Crees que esa es la manera de hablarle a una dama? –
- Es que tú no eres una dama, querida – sonrió, pensó que había sido un golpe bajo.
- ¡A veces eres tan exacto, mi Frankie! ¡Yo de dama no tengo NADA! – rió fuerte.

Está bien, la chica había perdido un tornillo.

- ¿Segura que estás bien?
- El truco de las cartas cortantes- lo observó directamente a los ojos, dando una pitada larga al tubo de tabaco – muéstrame –
- ¿De qué hablas? – dijo, recordando que Mikey había repetido y subrayado que no se sepa nada de este hasta el día de la presentación. Donde todo volvería a la normalidad.
- Del maldito truco de las cartas cortantes – usó un tono tan embustero y sucio que se le erizaron los pelos a Iero – estoy acá, frente a ti, con una falda que me tapa un poco más que la entrepierna, con un camiseta sin mangas y dispuesta a hacer lo que sea necesario –
- ¡DIOS! ¿De qué hablas? Yo no tengo ningún interés sexual en… -
- ¡QUÉ REPULSIÓN IERO! – Chilló ella con cara de asco – yo no me refería a eso que tu pervertida cabeza piensa – rodó los ojos y suspiró – ese truco tiene su culminación cuando es probado en un humano. Sé que lo has practicado mucho, así que aquí estoy para verte y saber si puedo participar de tu reconciliación con… Gerard – por un momento, pareció que le dolía decir su nombre – aunque al verte ahora, parece que ya se reconciliaron… - sonrió sarcásticamente - ¿Qué tal la cogida? -

Frank sintió que se sonrojaba, pero sin pensarlo dos veces rebuscó en el bolsillo de su pantalón y sacó el mazo de cartas. Solo podía pensar en dos cosas nítidamente: O Macarena se había vuelto de su bando sorpresivamente o simplemente tenía ganas de molestarlo un rato. Al observarla un momento después notó la imagen degradante y solitaria que reflejaba. Casi y daba pena verla así. Casi.

Abrió rápidamente la caja y sacó una carta con una destreza impresionante. La posicionó entre sus dedos medios y haciendo el conocido movimiento de muñeca la arrojó hacia las filas de sillas, creando con esta un perfecto recorrido, derecho y directo hacia adelante.

Sonrió a la par que sacaba otra, pero una mano lo detuvo.

- Recoge tus cosas y despeja tu mente, Iero… - dijo su suave voz contra su oreja – estás listo para dar la culminación del truco. Contra mí, contra mi piel y demostrarle al mago de lo tanto que eres capaz. Felicidades – tuvo tiempo de voltear hacia ella para verla inclinándose levemente hacia él – mañana por la noche… te veré aquí, yo hablaré con Michael – sonrió coquetamente.
- ¿Hablas en serio, Macarena? – preguntó dudoso.
- Pude haber sido una arpía, pero todos recapacitan – volvió a sonreír, a la par que Frank notaba una extraña emoción en sus ojos – despeja tu mente, mañana, todo volverá a la normalidad, todo, hasta el más mínimo detalle de la vida que llevamos los cuatro hace casi un año –

Le regaló un beso en la mejilla y salió caminando alegremente a su camerino. Abrió la puerta y le sonrió al hombre que ahí dentro le esperaba.
Sin vergüenza alguna se desprendió de su pequeña falda y la reemplazó por su pantalón de pijama con estampado de Las supernenas, se anudó el pelo con una liga y se dejó caer a su cama.

- Está listo – dijo, antes de romper a llorar.

Mikey la abrazó contra sí y luego de varias horas los dos lograron conciliar el sueño, Frank, aún parado en el escenario, imaginaba al amor de su vida dándole un beso de amor y dedicación después de su truco de magia, con una sonrisa en los labios.

Claro que el beso se daría.
El problema era que… sería de despedida.


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