miércoles, 21 de marzo de 2012

Just like, magic; Quinta parte - Capítulo: #11

Capítulo: #11

Casi rompió la puerta al entrar, por poco y se abalanzó sobre él a gritarle un montón de cosas, pero por el bien de su querida amada, se controló y es más, logró observarlo a los ojos sin chistar.

Aunque sin sorpresa alguna pero sí con un sentimiento de culpa apresurada, Huse notó que su primo tenía la mirada otra vez adornada de esa felicidad alguna vez opacada por el brillo dorado que infectaba sus esmeraldas, que las invadía como la gangrena pudre piel a su camino. Sonrió un instante antes de llamarlo por su nombre, este volvió la vista hacia él, tan hundido en sus fantasías que no había siquiera notado que su joven pupila tenía la oreja pegada a la puerta en ese mismo instante. Se observaron por unos segundos y el ambiente se llenó de incomodidad.

- Te lo llevo diciendo hace mucho tiempo, pero al fin, como buen detective logré juntar una prueba del delito –
- ¿Con huellas digitales? – preguntó bobamente el mago, sonriendo de forma divertida.
- Hoy en la noche, te demostraré lo que yo y Mac te hemos ido repitiendo desde el comienzo de esto – dijo, con voz firme y pausada.
- ¿Qué soy un imbécil? – volvió a bromear el otro, realmente tenía humor de reírse. Volvió a llevar su nariz disimuladamente a la camisa que estaba usando, olía a…
- Iero, me refiero a Iero – casi gritó Huse – hoy en la noche Gerard Way, no me interesa si vuelves a dudar de mi, pero verás, no soy la pieza que no entra en el rompecabezas –

El hechicero se quedó paralizado por un minuto, aún con la nariz cerca de ese olor dulzón que su amante le había permitido disfrutar al dejarle la mayor parte de su ropa y llevarse alguna de él. Olía como a caramelo, a canela y tenía algún extraño toque de menta.

Caramelo, canela y menta no eran los olores de la traición.
No. No podía creerle a Huse.

- Acepto tu “invitación” – murmuró – pero estoy lejos de poder creerte, antes lo habría hecho, pero ahora no – recalcó.
- Ya verás –

Ambos se sonrieron.
Confiando en sí mismos como nunca lo habían hecho.
La chica, afuera, aún con la oreja pegada al pedazo de madera experimentó de una extraña excitación que le subía de las plantas de los pies a las sienes.

Todo volvería a la normalidad. Claro.


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