sábado, 17 de marzo de 2012

Just like, magic; Segunda parte - Capítulo: #7

Capítulo: #7

El hipnotizado tenía la vista perdida. Mikey soltó sus hombros y este, dando pasos torpes, se encaminó hacia un pasillo de la izquierda, por el cual jamás había entrado. Michael dio la media vuelta satisfecho de su recién descubierto don para hipnotizar y le sonrió al mago.

- ¿Adónde va? – preguntó el hechicero, volviendo a observar a su primo, cuando perdió a Frank de la vista.

Macarena miraba nerviosa a Gerard y hacia el pasillo. Haciendo un incesante y molesto ruido con la lengua. Way tenía los brazos cruzados. Estaba nervioso. ¿Adónde había enviado ese insensato a Frankie? Michael mantenía su perfecta sonrisa a la vista.

- Con esto si que aceptarás, idiota – señaló con el dedo hacia el techo del teatro.

El mago, dudoso, tardó unos minutos en alzar la vista, no le tenía confianza a su primo, lo creía capaz de acuchillarlo por la espalda, cuando lo hizo profirió un quejido ahogado.

- ¡Frank! – dijo casi gritando.

Huse comenzó a reír de manera macabra, en el techo se extendía un precario puente de metal, por el cual llegabas a los reflectores y también al ático de la construcción.
Y en el medio de este, sentado cómodamente en la inestable baranda estaba Frank, con la vista perdida y los pies al aire, como pensando en tirarse o no.

- ¡Bájalo! – ordenó Gee, caminando hacia Michael.
- No – dijo este, sin dejar de sonreír.

El miedo se reflejaba en las fracciones del mago, aunque estas estén medias escondidas por la sombra de la galera. Su boca se cerraba y se abría constantemente, se sentía impotente, inútil aunque poseía ese increíble poder dentro de él, mucho más desarrollado del que poseía Mikey. Macarena por otro lado, no podía dejar de observar a la víctima con la boca abierta, que comenzaba a balancearse peligrosamente.
Ella sonrió y pensó que si Frank caía, todo volvería a ser perfecto. Observó al mago y lo notó desesperado, pero esto no le importó, ella limpiaría la sangre, se encargaría de lavarle el cerebro a su ídolo y luego les daría a los niños su show. Todo bien.

- Mikey... por favor... – rogó, volvió a caminar frente a su primo y lo sujetó de los hombros – bájalo... a él no le hagas nada... – pasó la saliva ruidosamente, empezaba a sudar frío.
- ¿Me dejarás ser tu asistente y me enseñarás tu magia? – dijo el otro.
- Pero yo... no puedo... – el mago apretó sus hombros y profirió algo parecido a un sollozo.
- Mira arriba –

Gerard levantó la vista y se espantó. Iero se encontraba colgado de una sola mano del puente y se balanceaba por el movimiento de sus piernas.
Comenzó a temblar de una manera irracional y a respirar ruidosamente. Temía por Frank, temía que cayera y... sería toda su culpa.
No quería perderlo, él era, era como... todo

- Por favor... – volvió a rogar con su voz casi inaudible, cayó de rodillas sin bajar la mirada y sus manos temblaron, los sentimientos fuertes no le caían bien a una persona tan calculadora como él.
- ¿Me dejarás ser tu asistente y me enseñarás tu magia? – preguntó otra vez Mikey.
- Pero es que yo no puedo... – dudó.

Frankie se movió tan bruscamente que casi cae. El mago dio un pequeño grito, Macarena se balanceaba para adelante y atrás, impaciente.

- ¿Me dejarás ser tu asistente y me enseñarás tu magia? –
- ¡Sí, sí! ¡Pero bájalo! – gritó, viendo que no tenía otra opción– no quiero perder a nadie más ¿entiendes? – Gerard se paró de un salto, trastornado.
- Buena decisión – Mikey levantó la vista y milagrosamente Frank se volvió a subir al puente y caminó hacia uno de sus extremos lentamente.
- ¡Mac! – la chica dio un salto, todavía con el ceño fruncido por la decepción – ve a buscarlo y tráelo – ordenó el mago.

Ella, furiosa, le obedeció.
Gerard volvió la vista hacia Mikey e hizo una mueca de desprecio.

- ¿Cómo te atreves a jugar con una vida? ¿Qué te sucede? – reprochó.
- No tienes derecho a decirme nada – dijo Michael, había dejado de sonreír hace unos minutos, pero aun así, se notaba satisfecho.
- ¡Es tu amigo! ¿Lo hubieras matado por esta tonta ambición? – el mago se acercó a él y lo sujetó del cuello de la camisa blanca. Estaba enfurecido.
- Eran tus padres y aún así lo hiciste... – Mikey sonrió.

El mago abrió los ojos de par en par.

- ¿Cómo... –
- Recuerda que a Mac no le agrada Frank, acéptalo – Way soltó lentamente a su primo y bajó la mirada – yo que tú, tendría en cuenta eso –

Por el pasillo izquierdo se oyeron unos pasos, Macarena regresaba sujetando a Frank por los hombros. Este se veía un poco atontado, pero consciente.

- ¿Qué sucedió? – fue lo primero que dijo al ver a Gerard.

Este, al verlo sano y salvo corrió y se abalanzó contra él. Iero se exaltó un poco ante esta actitud, pero le correspondió el abrazo como pudo, sentía los brazos pesados. Observó a Mikey y este solo le encogió los hombros, se le notaba feliz por algo.

- Lo siento... – le dijo el mago al oído, luego se separó lentamente.
- Ya vámonos – dijo Mikey, cogió a Frank de la mano y lo arrastró a la salida.
- Pero... – observó a Gerard albergando las esperanzas de que lo detuviera, pero este se limitó a observarlo, Iero sentía que lo miraba por dentro.

Hizo un gesto triste y se despidió de él con una mano. El mago levantó levemente los dedos en signo de respuesta.

- ¿Qué hiciste? – preguntó al instante después de cerrar las puertas tras él.
- Nada – respondió Mikey, con una media sonrisa, la brisa nocturna lo despeinó – Gerard aceptó que yo sea un aprendiz – sonrió más ampliamente.
- Felicidades – dijo secamente.

Frank, sintió el horrible impulso de golpear a Mikey. Algo había sucedido, lo presentía.
Pero lo único que recordaba era ver la mesa y de repente a su amigo caminando hacia él y luego... gritos. Gritos horribles, en un túnel tan largo que parecía eterno.
Aquel enfermizo interés de Gerard hacia él, cuando perdió los estribos al verlo al borde de la muerte y ese abrazo y esas lagrimas...
Pero él no lo recordaba, es más, no lo sabía, ni lo sospechaba...


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