Capítulo: #5
Llevando su lindo par de ojos claros a su reflejo, notó una mancha casi imperceptible.
Desdobló el pañuelo que llevaba en la mano y con una de sus puntas limpió el espejo. Volvió a observar por unos minutos, se acercó y se bajó los párpados y se levantó la nariz. Limpio y perfecto. Sonrió ampliamente y salió hacia su trabajo.
Al llegar al parque, sus ojos se movieron con más rapidez. Unas cuantas personas lo saludaron al pasar, pero a él, entre todo ese mar de gente, solo le importaba una.
Entonces, lo encontró y una bella sonrisa se dibujó en el rostro de ambos.
Se estrecharon las manos cordialmente y soltaron risas nerviosas.
- ¿Sabes si Mikey irá al show de hoy? –
- No sé, pero le preguntaré – Frank por segundos notó que en el rostro de Gerard se dibujaba cierta decepción, como si esperara tenerlo otra vez solo en su camerino - ¿Por qué? –
- Simple curiosidad – sonrió el otro, la luz del sol se coló por su sombrero y a Iero le temblaron las rodillas.
Se despidieron con el mismo apretón de manos y Frank continuó su camino. Al pasar junto a Mac levantó la mano y la sacudió para saludarla, pero ella, con los ojos extrañamente hinchados, como si hubiera llorado toda la noche, no le regresó el saludo, solo se limitó a darle la espalda y distraer al mago para que dejara de ver a “su enemigo” mientras se alejaba.
Pensó por la escena de la noche anterior, que bajo la chistera, el mago los tenía igual de hinchados.
[...]
- Irás al espectáculo de hoy ¿no? Yo quiero ir contigo –
Frank estuvo a punto de soltar su café.
- ¿Tú? ¿Emocionado por ir al teatro? – dijo y se limpió el hilo de liquido caliente que se había colado por la comisura de su boca con un pañuelo.
- Si, tengo que hablar con el susodicho –
- ¿De qué? – preguntó, frunciendo el ceño.
- Nada, Frankie – respondió y dándole una palmada en la espalda, Mikey se retiró de su oficina con un montón de archivadores en los brazos.
El otro, aun confundido observó como es que la puerta se cerraba sola tras su amigo y luego como es que su pelo se desordenaba de manera mágica.
Frank gritó presa del miedo. Mientras Michael, sonriente del otro lado de la puerta comprendió que había aprendido a controlar sus extraordinarios pero no únicos poderes.
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