Capítulo: #6
Confundido, loco, insensato, perdido, abandonado, solo y desperdiciado.
Frank se sentía así y podría agregar otras denigrantes palabras.
Se rascó el cuero cabelludo con una mueca dibujada en su rostro. Sus pasos eran lentos y descoordinados. Al pasar por la ventana no pudo evitar suspirar. El otoño ya había llegado a Jersey y nubarrones cubrían el cielo. Una fuerte llovizna amenazaba con golpear la ciudad. Se puso una chaqueta de más encima y sacó el paraguas.
Sacudió la cabeza, intentado disipar su mente y abriendo el paraguas caminó hacia su trabajo.
Habían pasado un par de semanas. No era mucho tiempo, pero si estás enamorado, estas dos semanas se vuelven eternas. Y así sucedió con Frank.
Sentía como si todo un año hubiera pasado por sus ojos y ahora el espectáculo y la magia eran parte del pasado. No había asistido al teatro desde ese día. Y tampoco se sentía valiente como para hacerlo. Tenía miedo, temblaba de pies a cabeza de tan solo pensarlo. El cielo se abrió y la lluvia cayó con una intensidad alarmante. Frank sentía como si pequeños cuchillos golpearan su paraguas.
Su miedo era más fuerte que su tristeza y él... estaba jodidamente confundido.
De pronto, abrió mucho los ojos, casi aterrado. Había olvidado pasar por el camino largo y se encontraba en medio del parque. La lluvia pareció incrementarse y tragárselo. Las gotas eran tan gordas que le cubrían la vista. Solo veía reflejos borrosos de la gente que pasaba apartada a él. Guiado por la poca dignidad que mantenía, caminó con el mentón en alto. Tenía que ser fuerte.
Apresuró el paso y procuró no tropezar, fijar su vista al frente y en ningún otro lugar. Podía pasar desapercibido con un poco de suerte.
Pero la sangre se le congeló, el corazón pareció explotar y sintió, que él, estaba por ahí cerca. Apresuró el paso. Pero la tentación lo ganó y volteó su cabeza hacia la derecha.
Su silueta, su traje, negro como el carbón. Todo él resplandecía. Iero separó los labios levemente, pero había comenzado a sudar, pese al incremente frío. Comenzó casi a correr y alejó su vista de esa silueta entre la lluvia. Era él y lo estaba observando.
Si caminaba más rápido no podría alcanzarlo. Pero, Frank olvidaba un pequeño detalle. Gerard, era como el aire. Rápido, total y más que nada, fuerte.
- Te extraño – dijo Way, sus ojos parecían haberse combinado con el cielo. Apagados, lluviosos y tristes – dime que hice mal –
Su voz cortó el frío, la lluvia pareció caer mucho más suave y lento. Iero se encontró a sí mismo, quieto como una estatua frente al mago. Que tenía el sombrero tan arriba que dejaba al descubierto su par de esmeraldas. Se observaron por minutos. El sonido de la lluvia se izo intenso y martilleaba los oídos de Frankie.
- Nada – respondió, negándose a la idea de que se echara la culpa – soy yo –
Se quedaron en silencio, Frank sintió que los pulmones se le encogían.
- Lo siento, pero no sé qué pensar –
- ¿Qué tienes que pensar? No hay nada que pensar, Frank – sus manos, extrañamente calientes rodearon las de Iero – ¿Dices que cometí un error al abrirte el camino? –
- No – dijo inmediatamente, una gota le cayó en la nariz - solo que… -
- No te acomplejes tanto – se acercó más a él y la lluvia dejó de caerle sobre el sombrero al estar bajo el amparo del paraguas – al agua hay que dejarla correr –
- Pero... –
- Te extraño – interrumpió – hoy hay espectáculo, te veré ahí, espero. Pienso que no podré dar ni un show más sin tus ojos observándome desde el público –
El mago se alejó lentamente al lado contrario del que caminaba Iero. Oyó como sus pasos se volvían cada vez más débiles, hasta que dejaron de escucharse y la lluvia volvió a ser tan intensa como antes. Se escuchó un trueno a lo lejos, que se confundió con el sollozo que emitió Frank al ver que entre sus manos, tenía una rosa, saludablemente roja. Pero que esta vez, no tenía espinas...
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