domingo, 18 de marzo de 2012

Just like, magic; Tercera parte - Capítulo: #3

Capítulo: #3

La pelota roja dio dos vueltas en el aire, explotó en un fuerte ruido y reapareció rodando de manera inocente por el estrecho que dejaban las hileras de sillas en el medio. Inmediatamente, se multiplicó en veinte y se deshizo formando un chistoso conejo rojo. Que al caminar pareciera que rodara, como la pelota.

- Genial – dijo su fuerte voz y el público se levantó a aplaudir, dando fin a otra de las impresionantes presentaciones.

Las cortinas cayeron rápidamente, escondiendo tras ellas a Mac y a Gee. Las rosas la golpearon y cayeron, al parecer a los ojos de Frank, en cámara lenta. Este, cuando la gente se disipó un poco, se agachó bajo cada silla para ver si había algo ahí. Como una pelota o algo así. Pero no encontró nada.
Resignado, se sentó en la primera fila, esperando a ver si Mikey salía por entre las cortinas y lo llevaba a casa. Pero los minutos pasaron, Iero se puso nervioso y decidió pasar.

- ¿Michael? – llamó, metiendo la cabeza por el lado derecho de la cortina borgoña.

Extrañamente, no había nadie limpiando, como siempre. Iero frunció el ceño, pareciera como si los hubiera tragado a todos la tierra, menos a él. Hizo una mueca al notar que las luces se apagaban en orden, comenzando desde las que estaban más cerca de la puerta. Suspiró, con el corazón acelerado e ingresó al escenario oscuro.

- ¿Gerard? – llamó esta vez, esperaba que el mago vaya a auxiliarlo.

Un frío glacial le bañó los pulmones y le costó respirar por segundos. Volteó asustado y la piel perlada de Way brillaba entre la oscuridad. Sus manos rodearon las del otro y las apretaron pasándole el calor corporal que el mayor poseía, pero que el menor había perdido por el susto.

- ¿Qué haces aquí, pequeño? – preguntó el mago, su aliento caliente golpeó la mejilla de Frank, estaba demasiado cerca.
- ¿Mikey? – logró formular, sentía que la voz se le había escapado.
- Ya no está aquí – Gerard obligó que el otro retrocediera un poco – se fue antes de que terminara el show -
- Pero... – la boca del mago se acercó a su oído, obligándolo a callar por los nervios
- Quédate un rato y te vas – se separó de él bruscamente y las luces se prendieron de un golpe. El resplandor era tan fuerte que Iero no le veía la nariz a Way, la sombra de su sombrero le tapaba hasta un poco más abajo que esta.

El mago caminó hacia su camerino y Frank lo siguió, algo atontado por el golpe repentino de ese fuerte resplandor. Llegaron y cerró la puerta tras él. Sonrió, no sucedía nada, todo estaba bien. Se sentía cómodo y seguro, como siempre que estaba con el mago. Se sentó en una butaca y Way frente al espejo.

-¿Te gustó el espectáculo? – dijo Gerard, estirando los brazos.
- Estuvo... interesante – rió Frank, retorciéndose en la silla.
- ¿Nada más que interesante? – sonrió.
- Algo hermoso también – dio la vuelta a sus ojos – especialmente lo del conejo... – dirigió la mirada hacia sus dedos, que descansaban sobre sus piernas.
- ¿Algo? - exigió Way.
- Gerard tu sabes que... – Frank levanto la vista hacia él con una expresión graciosa pero pronto esta se borró.

Sí, sin duda, eso era lo más hermoso que pudo haber visto en su vida.









Los ojos de Gerard lo veían fijamente, por primera vez lo observaba sin chistera.
Ahora sin esta, sus bellos cabellos negros le caían sobre los ojos levemente, dejando ver esas hermosas esmeraldas que le adornaban el rostro. Ese brillo, ese color, esa profundidad y más que nada, esa inconfundible belleza.

- Frank... – rió este, se notaba algo nervioso.

Iero despertó con el sonido de su voz, los ojos del mago lo habían consumido totalmente, cerró la boca en un gesto despistado.

- Perdón, es que tus... – intentó explicar, pero la voz se le escapó a algún lugar al volver a verle a la cara.
- ¿Ojos? – completó Gerard – suelen decir cosas extrañas sobre ellos –
- Es que parecen... parecen piedras preciosas – dijo, encantado – parecen luces, es como si tuvieran alguna especie de encantamiento –
- Si, cosas extrañas como esas – Way rió, se paró y se acercó al otro.
- ¡Es que es cierto! – Iero se levantó de su asiento y quedo a tres míseros pasos del mago, consientes de esto, se pusieron algo nerviosos.






Ambos se observaron, Frank había quedado con la boca entreabierta. Era tentador.
Se sintió a tres pasos del mismo infierno con Gerard frente a él.
A los segundos fueron dos.
Luego uno...























Experimentó una fuerte explosión interior, sintió que se quemaba en el mismo infierno, cuando los labios del mago, rodearon los suyos...


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