viernes, 20 de abril de 2012

Sacrifices for love; Capítulo: #10

Capítulo: #10

Londres 1560


Los ojos del rubio se abrieron de pronto y sus manos en un afán de quitar las extrañas de su cuello se agitaron en el aire. Clavo las uñas en la piel ajena hasta que sintió como ingresaban en la carne.

-¡No! ¡Suéltalo! ¡Ayuda!

Gritó Mikey sin saber que hacer o a donde ir. Le temía a ese ser que había ingresado a al sala con la ira dentro, apoderándose de sus acciones. Sentía la opresión en su pecho aumentar con cada exclamación ahogada que escapaba de la boca del rubio. Si algo le pasaba Mikey no sabía que hacer.

-¡Maldito! –Exclamó la sombra- ¡Debería matarte ahora mismo!

Los ojos de Bob se abrieron grandes cuando un haz de luz proveniente de la lámpara apoyada en el suelo, iluminó la cara de su atacante. Intentó decir algo pero las manos le apretaban fuertemente el pescuezo y el dolor le asesinaba las palabras.

Unas lagrimas escaparon de sus ojos y llevo su mano derecha a la mejilla del atacante, logrando rasguñarlo pero ni eso disminuyó la presión sobre su cuello. Y Bob lo entendía, entendía perfectamente que ese pequeño dolor que le había provocado no pudiese con el fuerte dolor del alma de aquel ser.

-¡Ya déjalo! –Gritó Mikey echándose sobre la espalda del atacante e intentando alejarlo de su Bob-

-¡Mereces estar muerto, Robert! ¡Y te mataría con mis propias manos pero no soy como tú! –Exclamó soltándolo y quitándose al otro chico de arriba-

Mikey permanecía de pie sin saber que decir mientras que el rubio llevaba las manos a su cuello y respiraba con dificultad, se notaba que intentaba decir algo pero las palabras no le salían de la garganta.

-¿Cómo pudiste? –Musitó el atacante mirando al suelo y tomándose la cabeza con una mano- ¡¿Eh?! ¡¿Cómo pudiste?!

-Y-yo... –Una tos improvista le impidió seguir hablando-

El atacante iba a tirarsele de nuevo, quizás a terminar el trabajo que había comenzado o a golpearlo un poco más, cuando Michael tomando valor de quien sabe donde se interpuso en su camino con los brazos abiertos y el corazón en la boca.

-No lo toques. No... –Exclamó agitado y el hombre lo miró fijo a los ojos. Luego rió-

-Pobre idiota –Susurró observándolo- No sabes con que asesino te metes.

Bob pasaba su mirada atónita de Michael a su atacante y de su atacante a Michael, nunca pensó que el muchacho que parecía tan temeroso lograse detener a ese chico imponente.

Apenas se podía ver en la sala cuando el atacante quiso acercarse a Bob pero Mikey le detuvo colocando sus manos en los hombros del ser extraño a sus ojos. Lo que sintió le dejó extrañado. Se sentía frío, duro, áspero...

Usaba una armadura.

-¡Eres un soldado! –Exclamó con miedo reculando hacia atrás y sentándose al lado de Bob que sin dudarlo le paso un brazo por la cintura, intentando tranquilizarlo. Mientras que la otra mano la mantenía en su cuello, masajeando suavemente-

El atacante rió con una risa suave y tranquilizadora, aunque la situación era claramente alarmante ese sonido calmó a los chicos pero aún así Bob no disminuyó el agarre.

-¿Cómo puedes estar tan tranquilo, Robert? Arruinaste mi vida.

Mikey levantó una ceja extrañada ¿A que se refería este extraño? Bob parecía una persona buena, y no conocía nada malo de él. Excepto ese hermano suyo pero tampoco era una mala persona. Lo único que Mikey deseaba era no ser como Ryan y no terminar así.

El atacante tomó la lámpara de aceite en el piso y la colocó sobre una pequeña mesita al costado de las camas. Al estar la luz mejor ubicada, la habitación se iluminó más y Bob pudo comprobar que esa persona no era solo un fantasma del pasado.

Cuando sintió que su garganta estaba mejor abrió la boca.

-Bren... –Dijo en un gemido algo ronco-

Michael abrió los ojos lo más grande que pudo y se levantó del lugar temblando como una hoja que pende de un árbol en una noche de tormenta.

-No puede ser, no, no.

-¿Qué te pasa, idiota? –Exclamó Bren intentando ahogar las ganas de llorar y matar a Bob.-

Deseaba con todas sus fuerzas oprimir su cuello hasta escucharlo crujir y hacerlo sufrir tanto como hubiese sufrido Ryan pero debía contenerse. Antes quería saber donde estaba enterrado...

-Estás muerto... Vi tu carta. Todos la vieron –Dijo como si hubiese despertado de un trance y estuviese a punto de morir-

-¿Parezco muerto? –Preguntó con odio reprimido, remarcando cada una de las palabras-

Michael abrió la boca un par de veces pero nada salió de ella. Una parte suya se preguntaba porqué no le gritaba a ese chico que su amante aún vivía, pero eso era cosa de Bob. El rubio se levanto ante la mirada atenta de Brendon y cuando el chico se le arrojó arriba para golpearlo Bob habló:

-¡Vive! –El puño que se dirigía a su cara se detuvo en el aire-

-¿De qué hablas? –Preguntó el atacante con los ojos brillantes de rabia y dolor-

Michael presentía que no debía meterse en esa discusión pero desde donde se encontraba pudo ver como los puños de Bren temblaban levemente.

-¡Ryan! –Gritó sin pensar-

-¿Qué dices, idiota? –Dijo cerrando los ojos e intentando no sentir tanto dolor en su interior-

Brendon soltó al rubio y se le tiró a Mikey. Con sus manos en el cuello del menor lo sostenía contra la pared. La sola mención del castaño lo había hecho temblar y saber que nunca más le vería lo mataba lentamente.

-¡Suéltalo, Brendon! –Gritó Bob tomando uno de los brazos del moreno-

-Ah... –Exclamó aflojando el agarre y mirando a Bob por el rabillo del ojo- Creo que si no puedo matar a Bob nadie se molestará si acabo contigo... –Vio el temor reflejado en los ojos del rubio y siguió amenazando a Mikey-

-No lo toques.

-¿Tanto lo amas, Bob?

Soltó a Mikey y empujó a Bob con fuerza.

-¿Tanto lo amas como para dar la vida por él? –El chico no respondió- ¡Porque así lo amaba a Ryan y tú me lo quitaste! –Su voz se entrecortó y desenfundó su espada- ¡No quería llegar a esto, Robert!

Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. Su mano temblorosa apenas podía sostener la espada mientras que en ella se veía reflejado.

-¡Basta! –Gritó Mikey ocasionando que Bren lo mirara con ojos oscuros- ¡Ryan está vivo!

El moreno le colocó la espada lo mas cerca del cuello posible. Tan cerca de su piel que Michael sentía que tan solo con respirar la hoja le cortaría el pescuezo.

-¿Me estás mintiendo, idiota?

La voz de Bren había pretendido ser amenazante pero a los oídos de todos los presentes, sonó triste y esperanzada. Mikey asintió dos veces intentando que el filo no le cortase y su atacante enfundó nuevamente al espada. Volviéndose a mirar a Bob.

-¿Dónde? –Masculló- ¡Bob, dime donde! –Gritó con voz cortada tomando al rubio del cuello de su camisa- Por favor...

El moreno nunca pensó suplicarle a ese hombre malagradecido que solo hubiera sabido quitarle al ser mas preciado de sus brazos.

-Yo te llevo –Susurró Mikey y el rubio le regaló una mirada agradecida-

-¿De verdad no... No bromean? –Su voz se notaba apagada y dócil-

-Lo juro por mi vida. –Exclamó el chico acercándose a la puerta- Vamos, te llevaré con él.

Brendon sonrió sinceramente después de mucho tiempo y se encaminó hacia la puerta no sin antes mirar a Bob con odio, diciéndole con la mirada que no lo acompañase.


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Caminaba con suavidad por el jardín del palacio intentando no sentir frío. La oscuridad estaba presente en los alrededores y si no fuese por las luces que colgaban de las paredes del palacio no podría ver ni sus propios pies.

Por las noches caminaba por allí, desde que su esposo había muerto. Necesitaba tomar aire pues durante el día se pasaba en esa habitación llena de recuerdos, sumergida en ellos, ahogándose a cada segundo. Anhelando morir.

Se había vuelto una persona solitaria desde la muerte de su marido y ahora ni sus hijos hablaban con ella. Solo la soledad era su eterna compañera.

Escuchó unos pasos rápidos acercarse, como si alguien corriese sin dirección alguna y sintió la necesidad de huir pero ¿para qué?. ¿Qué valía su vida? Si la persona que se dirigía hacia ella era un enemigo del poblado, aceptaría gustosa que le matara.

Volteó cuando una muchacha la pechó. La chica que parecía correr como si el mismísimo diablo viniese detrás de él llevaba una fina capa color café que le cubría de pies a cabeza. La reina la examinó un par de segundos y pudo notar un rostro conocido.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero, esa cara era imposible de olvidar.

-Ana –Exclamó llevandose las manos al pecho-

La chica quitó su capa y develó sus cabellos marrones y su hermoso rostro mientras que sus manos se movían desesperadas, temblando como si supiesen que no ocurriría nada bueno. La reina nunca vio tanto temor reflejado en un rostro tan joven.

-Mi señora –Hizo una reverencia mal ejecutada y siguió hablando con demasiada rapidez-: Mi reina cometí un error... ¡Dios, ya vienen! –exclamó mirando hacia atrás-

-¿Qué error? ¿Quiénes vienen? ¿Qué pasa?

La adivina temblaba y cuando escuchó el sonido seco de las ruedas de un carruaje acercarse tomó las manos de la reina y con voz temblorosa y palabras rápidas dijo:

-Cometí un error hace años. Debe decirles a la verdad a sus hijos. No pierda tiempo. Vaya. ¡Ahora!

La reina la miró con miedo y el sonido de los cascos de los caballos era cada vez estaba mas cercano. Ana le dio unos leves empujoncitos para que echara a correr.

Corrió cuan rápido su vestido se lo permitió y cuando estaba llegando a la puerta de entrada del castillo se detuvo en seco.

Tomó la madera fría de la puerta e intentó pensar que lo que había escuchado provenir desde el jardín no había sido un grito desgarrador de Ana.

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