Capítulo: #7
1561.
Un año pasó desde el casamiento del joven rey con la muchacha y la atmósfera del castillo cambió completamente.
La ex reina pasaba tardes y noches enteras llorando en el cuarto que solía compartir con su difunto marido y no salía nunca. Extrañaba a su marido montones y quería morir para poder estar con él.
La mujer había vivido toda su vida por y para su marido y ahora que el la había dejado su vida ya no tenía sentido.
Por otro lado, Frank evitaba a su hermano a toda costa, si Gerard entraba a la habitación él salía y si le hablaba simplemente lo ignoraba y se iba.
Pero esa noche la lluvia caía raudamente sobre todo el lugar y Frank se sentía completamente aterrorizado, y estaba solo. Por primera vez en su vida estaba solo, en ese momento descubrió que sin su hermano no podría pasar esa tormenta.
Se tapó hasta la cabeza tratando de no escuchar el sonido de las gotas contra el techo, pero era imposible, entonces, escuchó otro sonido, uno muy distinto. Sacó su cabeza de entre las sábanas y observó como su puerta se cerraba ocasionando el mismo sonido que en un principio.
Su hermano caminó hasta su lado y se sentó en el borde de la cama.
-Perdón... –exclamó-
-Vete... –suplicó falsamente, no deseaba que se fuese, quería que se acostase a su lado, que lo acurrucara entre sus brazos y que le dijese que todo estaría bien-
-No me iré.
-Vete...
-No me iré. –Susurró- Estás muerto de miedo.
-Sí, pero eso ya no tiene que importarte. Vete, ve con tu esposa.
-¡Lo siento! ¡¿Bien?! –Dijo molesto- ¡Si quieres te doy a Eliza para lo que quieras! No la amo, no a ella...
-Y entonces ¿a quién amas?
-A ti... –susurró son sinceridad y el corazón del menor se oprimió de la alegría- Y a mamá... –agregó rompiendo el momento- Son mi familia y tú y mama son lo mas importante para mi.
-Vete... –dijo mirándolo con dolor-
Frank no entendía. ¿No habían estado a punto de besarse hacía poco más de un año?
¿Gerard no lo notaba, no notaba que él estaba ahí para darle todo su amor?
Obviamente no.
-Hazme lugar... –ordenó-
-No, de ninguna manera.
-Muévete. –Lo corrió un poco y se sumergió dentro de las sábanas-
De inmediato Frank se le aferró y enterró su cara en su cuello, se sentía protegido con él y necesitaba, al menos, sentir su piel y su calor cerca su ser.
Gerard lo rodeó con sus brazos y enredó sus piernas con las suyas.
-Por favor, por favor no me dejes nunca, por favor, por favor no me dejes.... –suplicó-
-Nunca, Frankie. ¿Me escuchas? ¡Nunca!.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Los días pasaron y en el castillo se respiraba cierto aire de melancolía por parte de algunos y de tranquilidad por parte de otros.
Frank sentía (y aunque no lo admitiese) que no había perdido totalmente el amor de su hermano, al menos no por ese momento. Pero la duda seguía en su cabeza ¿Qué clase de amor era ese? ¿Uno de hermanos o uno de amantes?...
¿Un amor apasionado que arrasaría con todo a su paso o un amor manso que dejaría a las olas romper contra ellos?
Pero Gerard era otra historia completamente distinta, su esposa no dejaba de molestarlo con el hecho de que no llegaba el heredero y ese era un tema que molestaba a Gerard y mucho.
No era capaz de darle a esa mujer un niño, apenas era capas de compartir el lecho con ella sin imaginarse que era Frankie quien se encontraba a su lado.
-¡¡ ¿Eliza cuantas veces os he dicho que no deseo hijos?!! –Gritó desde la sala, el eco retumbaba por todo el lugar-
-¡Es vuestro deber traer un heredero!
-¡¡Deber, deber, deber!! ¡Toda mi vida ha sido puro deber!
-¡Tú no me amas!
Suspiró y optó por la salida del cobarde; aunque discutiese seguiría casado hasta el fin de los tiempos y el heredero debería llegar al fin y al cabo-
-Claro que te amo. –dijo con la voz apagada sin saber que alguien escuchaba su conversación. Gerard se acercó a la muchacha y la besó con dulzura.-
A lo lejos, Frank observaba la escena con una mano en el pecho, se sentía tan mal, tan traicionado que sólo quería morir, pero no iba a suicidarse, no, de ninguna manera. Por otro motivo sus pies no se movieron y permaneció allí, de pie, observándolos besarse.
-¿Amor, irás a la guerra? –Susurró Eliza apoyándose contra el hombro de un serio Gerard-
-Si es necesario sí.
-¿Eso es un sí?
-Sí.
El corazón de Frank se oprimió con fuerza, ¿por qué? ¿Por qué tenía que ir? No, no era justo simplemente no quería que Gerard fuese y muriese tan joven.
Tenía que evitarlo tenía que hacer algo. Decirle algo, lo que fuese.
Si se dejaba ver en ese momento tal vez salvaría la vida de su hermano pero podría quedar al descubierto el hecho de que estaba espiando la conversación.
Sintiéndose morir y queriendo gritarle a Gerard lo mucho que lo amaba y porqué no debía ir a esa guerra, tomó la decisión de hablarle cuando estuviesen solos.
-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Una expresión de repulsión apareció en su rostro mientras ordenaba las sabanas, se imaginaba las cosas que Frank podría haber echo allí con quien sabe que hombres y la sola idea le llenó de asco.
Escuchó el crujido de la puerta de madera al abrirse y un aroma a jazmines le invadió completamente. Ah, no recordaba la última vez que había sentido el perfume de una flor.
-Ah... –exclamó cerrando los ojos, sintiendo el terciopelo de las sabanas entre sus dedos y echando ligeramente la cabeza hacia atrás-
-¿Te gusta? –sintió la voz grave de Bob y abrió los ojos rápido mientras colocaba su cabeza derecha nuevamente, sonrió de lado. Ahora que lo pensaba, eso de amar a otro hombre no podía ser...
¡No!
¡Ni pensarlo!
Abrió los ojos bien grandes al sentir el suave roce de un pétalo. Miró a su derecha y vio un jazmín blanco, reluciente, hermoso.
Volteó lentamente y se encontró con los ojos azules de Bob que lo observaban fijo, como tratando de capturar esa imagen y de guardársela en algún rincón de su mente para él y sólo para él.
-her....hermoso. –Si se refería al jazmín o a Bob... eso nunca lo sabrá-
-Lo es. –Sonrió de lado y le dejó la flor en sus manos-
Mikey tragó saliva mientras sentía el tallo rugoso entre sus dedos.
-Hacía tanto que no veía una flor...
-¿De verdad?
-Sí.
Sus ojos se encontraron por unos segundos pero Bob no fue capaz de sostener la mirada, no sabía porqué pero la mirada inocente de Michael le hacía debilitar completamente.
Si esos ojos se encontraban con los suyos, sentía claramente como sus piernas fallaban y su mirada bajaba por voluntad propia.
-¿Has visto a Frank? –Preguntó Bob dándole la espalda-
-No –un gesto de asco se formó en su rostro-
Bob sintió en la voz de Mikey el rechazo que sentía hacia Frank y lo miró fijo y desafiante. El príncipe era como un hermano para él, lo adoraba con su alma y no dejaría que un niño lo despreciara sin conocerlo.
-¿Te sucede algo?
-Es que...
-Dilo. –ordenó-
-No me parece que amar a tu herm... –el azote de la puerta cortó sus palabras-
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡FUERA!!!!!!!!!!!!! –Gritó Frank, se le notaban en la cara las marcas de las lágrimas y sus ojos no solo expresaban furia, sino una tristeza más profunda y misteriosa-
Observó como sus sirvientes salían y en cuanto lo hicieron se desplomó sobre el suelo llorando fuertemente.
Sentía las palabras quemar en su garganta, ahogadas por sus sollozos. Sus lágrimas caían tibias por sus mejillas, dejando ver el dolor que su alma albergaba.
-¿Por qué? ¿Por qué?... –susurró llevándose una mano al pecho y presionando mientras observaba el suelo- ¿Por qué me hiciste esto?
Había estado esperando con el corazón en la boca el momento justo para hablar con Gerard, no podía permitir que fuese a la guerra como si nada. Debía al menos decirle lo mucho que le amaba...
El momento se dio cuando Eliza salió del castillo hacia el jardín y dejó por un momento a Gerard solo en la biblioteca.
Sus pasos fueron tan lentos como indecisos y lo vio. De espaldas a él, con la mirada clavada en el suelo.
-¿Gee?
Volteó a verlo y pudo jurar que nunca antes había visto a Gee tan sombrío.
-¿Qué? –Preguntó el aludido acercándose a su hermano con las manos cruzadas detrás de la espalda, y completamente serio reflejando una imagen algo atemorizante-
-Es... necesitaba hablar contigo. –Le sonrió, como siempre tratando de hacerlo sentirse mejor y de romper el ambiente tenso, pero esta vez Gerard no dejó que la dulzura de su hermano atravesase sus frías barreras-
-¿De? –apenas pregunto sin dejar de mirarlo fríamente-
-La... –tragó saliva- guerra.
-¿Qué tiene?
-¿Irás?
-¿Te importa?
-¿No es evidente?
Gerard tuvo que callarse y no pudo evitar levantar una ceja y sonreírle algo cínico. Su corazón ya estaba hecho piedra, y nada le costaba lastimar a su hermanito un poco más.
Si bien tenía conciencia de que Frank le amaba, temía siquiera tocarlo. Como si el hecho de ponerle una mano encima fuese una destrucción de su hermano. Pensaba que si lo amaba, estaría matando a su inocente Frankie. Y por más cínico que fuese, no podía hacer eso.
Lo que sí podía hacer era quitar toda esperanza de su hermano, darle a entender que no quería absolutamente nada con él, aunque al hacerlo traicionase a su corazón.
-No me importa. –susurró sin apartarse ni un milímetro de donde se encontraba-
-¿Qué no te importa?
-No me importa. Iré.
-No respondiste mi pregunta.
Gerard lo miró y rió por lo bajo.
-No me importa lo que me vengas a decir. Te repito: iré.
El corazón de Frank se sacudió de asombro y tristeza. Tenía a la esperanza de poder convencer a su hermano de quedarse a su lado, pero ya era obvio que no lo lograría.
-Por favor, Gee. –Suplicó bajando la mirada-
-¿Qué? –Preguntó sarcástico- ¿Quieres que me apiade de tu patética imagen? Llorando y pidiéndome que no vaya... –exclamó burlón-
Frank levantó la vista impresionado, ese no era su hermano, ¿cómo le decía eso? ¿Parecía patético? Si lo único que estaba haciendo era intentar abrirle su corazón.
-Más patético eres tú.
-¿A sí? Dime porqué... –susurró acercándose más a Frank y éste solo pudo dar pasos hacia atrás-
Sintió su espalda chocar contra la fría pared y un escalofrío le recorrió completamente. La cercanía de Gerard le ponía demasiado nervioso.
Apoyó los brazos al costado de la cabeza de su hermano y lo miró fijo a los ojos. Había deseado mucho tenerlo así a su completa merced, a sabiendas de que si lo besaba el menor no ofrecería resistencia...
Pero ya casado, con su destino marcado, era demasiado tarde.
-¿Soy patético?
Frank tragó saliva mirando los labios de Gee y susurró un corto e inaudible “no”.
El mayor observaba como los ojos de su hermano no se despegaban de sus labios, y no aguantaba más. Cerró los ojos y se acercó a Frank hasta sentir sus labios suaves sobre los suyos.
Por un momento se dejó llevar, colocó sus manos en la cintura de su hermano y le besó suavemente, moviéndole los labios y sintiéndole estremecer.
-¿Qué sentiste? –preguntó cuando todos sus sentidos volvieron a funcionar-
-Yo... T...t.....te amo, Gee.
Listo, lo había dicho. Y esas dos palabras taladraron en el alma del mayor como avispas, haciéndole ver la realidad. ¡Su amor era correspondido! Pero no dejaba de ser imposible.
-Tú eres el patético.
Susurró sobre sus labios dejándolo allí pegado a esa pared.
-Maldito, maldito... ¿que no ves que muero por ti? –Susurró limpiándose las lágrimas que resbalaban por sus mejillas-
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