viernes, 20 de abril de 2012

Sacrifices for love; Capítulo: #6

Capítulo: #6

Londres 1560.
16 de Noviembre.

Con miedo caminó por donde le habían indicado y se detuvo frente a una gran puerta de roble oscuro; tocó un par de veces y nada, así que se aventuró a ingresar sin permiso.
Cerró la puerta tras de sí y caminó con temor de encontrarse con alguien allí dentro; observó la sala y le pareció hermosa.

Todas las paredes tenían hermosos grabados y toda la sala estaba recubierta en roble, el piso, las paredes, todo; lo único que no era de madera eran las hermosas telas y alfombras que adornaban el lugar.

Ahogó una exclamación, nunca había visto una sala tan hermosa en su vida.

Sintió pasos acercarse y se estremeció, temía que lo azotasen por la intromisión. La puerta se abrió y un muchacho rubio apareció cargando un montón de ropa y simplemente ignoró a Mikey.

-¿Eres nuevo? –Preguntó dejando la ropa sobre la cama-

-Sí... –musitó-

-Tienes suerte. –Mikey enarcó una ceja- El señor Frank es muy bueno –aclaró- Nunca nos maltratará.

-¿De verdad? -había escuchado muchas cosas acerca de ser sirviente (o esclavo, como muchos aún decían) y todas eran malas-

-No os mentiría, lo juro. –Dijo divertido- Nunca os dañará ni nada por el estilo; siempre y cuando no lo ofendáis.

-Claro –respondió por fin tratando de librarse la timidez-

-Pero dejándolo a él de lado, ¿cómo os llamáis?

-Michael... –susurró temeroso-

El muchacho se le acercó peligrosamente, pero Mikey por alguna extraña razón no se sintió amenazado, y le sonrió amablemente.

-No tengáis miedo, no voy a dañaros. –Mikey sonrió agradecido-

-¿Y como os llamáis? –dijo más calmo-

-Robert, pero puedes decirme Bob. –Escucharon la puerta abrirse fuertemente y se callaron al instante-

Por allí ingresó el príncipe, quien no se percató de la presencia de sus sirvientes, por lo que golpeó la madera de la puerta con furia. Una furia que no era característica en él.

-¡¡¡Maldita perra!!! –gritó para luego volver a golpear la puerta, ocasionando sólo más dolor en su pie- ¡Maldito Gerard! ¡¡¡¡Malditos ambos!!!! –se giró y entonces pudo ver a sus dos sirvientes. A uno lo reconoció pero al otro...-

-¿Quién sois vos? –preguntó notablemente triste-

-Michael, vuestro nuevo sirviente, mi señor... –hizo una pequeña reverencia y el príncipe forzó una sonrisa-

-Mucho gusto. Em... Bob, Michael, vayan a buscar mi ropa ceremonial, por favor. –pidió sorprendiendo a Mikey, ¿un príncipe le había pedido por favor que hiciese algo siendo él su sirviente?-

-Por supuesto. –dijo Bob- Pero mi señor, ¿puedo preguntarle a que se debe la ocasión?

-Gerard... se casa. –Susurró y Bob le sonrió con tristeza-

-Oh... ya se la traemos, señor.

Ambos sirvientes salieron de allí cerrando la gran puerta de roble con delicadeza y comenzaron a caminar hacia el jardín donde de seguro esa ropa se encontraba tendida al sol.
A mitad de camino, Mikey decidió quitarse una duda.

-¿Qué le pasaba al príncipe? –preguntó ocasionando que Bob se detuviese y lo mirase a los ojos. A Mikey esos ojos azules le parecieron increíblemente ametralladores-

-Su hermano se casa... –respondió-

-Pero... esa es una buena noticia, ¿o no? –Preguntó inocentemente- El rey parecía ser muy bueno, lo conocí y me salvó la vida.

Bob sonrió y asintió.

-Gerard es un hombre genial. Pero la noticia no es buena para Frank. No para él... –susurró recordando la cara del pobre chico que era su único amigo en todo ese lugar. Días antes Frank le había contado lo solo y desprotegido que se sentía en ese castillo desde que su hermano había comenzado a ignorarlo; y desde ese momento Bob sospechó algo que pudo entender días después-

-¿Por qué? ¿Acaso se ha enamorado de la novia? –preguntó más inocente; por lo que Bob rió suavecito-

-No, Mikey, no es por eso. –murmuró-

-¿Qué? ¿Entonces por qué no es buena la noticia? –Frunció el ceño, no entendía nada-

-¿Prometéis guardar el secreto? –el chico asintió- Una tarde, mientras llovía, yo estaba acomodando el baño de mi señor y entonces lo escuché. Frank gemía y se retorcía en la cama –Mikey se sonrojó. ¿Cómo ese chico tenía tan poco pudor como para contar eso?- Adivina el nombre de quién gemía. –Bob sonrió de lado- Sí, de Gerard, de su propio hermano. Y por como se despertó, entendí lo consternado que se encontraba. –Mikey abrió la boca para decir algo pero nada salió de sus labios, estaba demasiado sorprendido-

Los minutos pasaron y ellos permanecieron en ese mismo pasillo, apenas iluminado por un par de antorchas colgadas de la pared; las cuales iluminaban sus caras tenuemente con un color naranja suave.

-Pobre... –dijo después de unos minutos de pensar fría y objetivamente-

-¿Imaginas todo lo que debe sufrir? –Susurró volviendo a caminar hacia el jardín, seguido de un confuso Mikey-


*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*


Apenas unos murmullos fuera de lugar se oían en la sala, donde minutos después se llevaría a cabo la boda.

La reina vestía un hermoso y largo vestido de época; completamente negro, pues aún estaba de luto. Observaba todo como si estuviese en otro lugar, alejada de toda la situación; extrañaba a su marido y su dolor era demasiado.

Cuando su “hijo” menor apareció alzó una ceja, nunca le había caído bien el muchacho y aunque sabía que no podía culparlo por lo ocurrido con su verdadero hijo no podía evitar hacerlo.

Gerard apareció momentos después con una expresión de extrema frialdad y rudeza, apenas miró a su hermano sintió como su corazón moría.

Por su parte, Frank sentía que en ese momento, que en ese día, el único dueño de su alma y de su corazón lo abandonada, que por primera vez en su vida pasaría solo una tormenta.

Cuando el coro comenzó a cantar, por la puerta apareció la novia, vestía un traje de encaje amarillo y naranja, ajustado en su torso con un corsé y suelto por debajo por una gran falda, se veía hermosa.

-Estamos aquí reunidos para celebrar la unión de estas dos personas, y... –comenzó a decir el sacerdote-

Pero la mente del novio estaba en otro lugar, en otra persona...

Sentía que con ese casamiento decepcionaba y hería a la persona más importante de su vida.

-Acepto –dijo la muchacha emocionada-

El sacerdote observó a Gerard expectante.

-Acepto. –Exclamó con voz apagada, y la única persona que lo notó fue su hermano-

-Lo que Dios unió, no lo separará nadie. Puede besar a la novia.

Los novios se besaron fugazmente. Y todos los presentes ovacionaron de pie; ante la oportunidad de marcharse Frank se levantó junto con los demás pero en vez de aplaudir dio media vuelta y se fue a su habitación.

Todos los presentes se dirigieron al gran salón donde se festejaría la unión del nuevo rey con la duquesa de un muy influyente pueblo.

Todos comían y charlaban animosamente mientras que Gerard observaba la mano que Eliza aferraba a la suya.

-Permiso, Eliza –susurró pero la chica lo tomó aún más fuertemente del brazo-

-Querido, ¿ya te vas? No te vayas justo ahora que hablamos de la guerra que nos amenaza...

-Permiso –repitió serio y se marchó dejando a todos sorprendidos-

-Dios, ¿con qué me casé? –preguntó Eliza en forma de broma y todos rieron ante ello; menos Donna que permaneció mirando por donde su hijo se había marchado-

Caminó por los pasillos lenta pero decididamente, acariciaba con sus dedos las paredes de madera que los habían visto crecer de pequeños y tantos recuerdos se le venían a la mente...

---Flash back--- 

Era una tarde de verano y ambos deberían estar al are libre pero por alguna extraña razón Frank lo había llevado adentro para mostrarle algo “importante”.
Apenas tenían 8 y 5 añitos.

-¿Qué pasa, Frankie? –Preguntó con curiosidad-

-¡Mira, mira, mira! –exclamó pegando saltitos mientras señalaba un grabado de la pared-

-¿Qué? –dijo desentendido mirando a donde Frank señalaba-

-¡Mira, mira el dibujo! –Gerard se paró de puntitas y pudo observar el dibujo. Era un mapa extraño, algo así como de su casa, pero no exactamente... Era difícil describirlo-

-Wow... –exclamó- ¿Qué es eso?

-¡No sé, no sé, no sé! –Respondió emocionado y feliz- Creo que mamá y papá nos ocultan algo.

-¿Sí? Yo también lo creo... –sonrieron mirándose a los ojos y corrieron lejos de allí.-

--Fin Flash Back—

Bordeó con sus dedos ese grabado y sintió su corazón encogerse...

Caminó más rápidamente y abrió esa puerta que lo separaba de su cielo.

Lo que vio cuando entró lo dejó helado: Frank estaba en la cama, llorando como un niño pequeño, con los cabellos revueltos y la almohada cubriéndole el rostro.
Sintió su corazón helarse y la culpa invadirle.

Gerard se acercó lentamente y colocó su mano sobre su espalda. La frase “Seguro que se enamoró de Eliza. Ella es hermosa...” aparecía en su mente. Confiaba ciegamente en su hermano y sabía que Frank no sería como él.

-Lo siento... –susurró-

-¿Gee? –preguntó muriéndose de vergüenza por dentro-

-Lo siento... –repitió-

-Vete... –suplicó-

-No quería casarme con ella... –dijo- Te entiendo, es hermosa. –El corazón de Frank se rompió y lleno de furia volteó a ver a su hermano; dejando a la vista sus ardientes ojos rojos y los caminitos carmesí que las lágrimas habían dejado-

-¡¿“Es hermosa”?! –gritó colocando su mano sobre la mejilla de su hermano. Gerard al instante se tensó notoriamente, lo que le dio más seguridad al menor- ¿Cómo me dices eso? –Acercó su rostro hasta que los labios de Gerard y los suyos casi se rozaban- Estuvimos a punto de...

-¿De qué? –Preguntó sensualmente hechizado con los ojos de Frank-

-De... besarnos... –separó sus labios para tomar los del mayor cuando éste último se separó bruscamente rompiendo todo contacto-

Gerard había “recordado” que a quien estuvo a punto de besar era su hermano, que compartían la misma sangre y carne, eran familia.

Suspiró y Frank simplemente lo observó.

-Vete, Gee. No quiero verte nunca más.

-Lo siento... –murmuró sintiéndose correspondido y a la vez rechazado, y todo era su culpa...-

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