viernes, 20 de abril de 2012

Sacrifices for love; Capítulo: #8

Capítulo: #8

Londres, 1561.

Las habitaciones antes oscuras se encontraban iluminadas por una luz naranja que teñía a todo y a todos los presentes.

Sus pasos secos se hacían cada vez más rápidos mientras que el silencio les inundaba completamente.

-¿Qué es lo que ibais a decir?

Preguntó el rubio aún con el ceño fruncido, no le había gustado nada lo que el menor iba a decir y menos sobre el chico que le brindó su amistad desde siempre; el ambiente había quedado tenso entre Mikey y él luego de esa casi charla.

-Em... yo... es que... –Susurró intentando tranquilizarse un poco pero los nervios presentes en su estómago no le dejaban en paz, sus manos sudaban, se sentía como un niño pequeño-

-Sé lo que piensas. Sé lo que piensan todos.

Mikey agachó la cabeza.

-Yo pensaba así.

Le miró apresuradamente y fijo a los ojos color cielo.

-Mira, debo mostrarte algo... –Murmuró para luego tomarlo del brazo y arrastrarlo prácticamente fuera de allí-

Caminaron unos minutos en un aire de tensión constante aunque por su lado, Mikey se sentía mas aliviado al saber que Bob había pensado lo mismo que él pero en el fondo, temía que lo que le mostrase cambiase su forma de pensar...

De pronto, y en medio de un corredor Bob se detuvo, casi llevándose a Mikey sobre él. Pero el menor pudo detenerse antes de colisionar contra el otro, internamente odió tener tan buenos reflejos.

-Mira.

Mikey trató de mirar algo pero era un simple corredor. Las paredes de madera, el piso de madera curtida, la alfombra a la mitad...

Nada extraño, nada diferente, nada...

-¿Qué es eso?

Preguntó señalando a lo que parecían ser unas rendijas al final del corredor. Se marcaban con un tono un poco más oscuro que el de la pared y denotaban que allí había algo más.

-Una puerta.

Respondió Bob quien no tardó en arrastrar a Mikey hacia aquella puerta y abrirla rápidamente.

Lo que vio dentro le dejó impactado.

Era una sala, como muchas de todo el palacio, pero ésta en particular no estaba recubierta en madera. Sino en piedra, piedras frías y grises. Parecía un hueco dentro de la pared misma, con el suficiente ancho como para unas seis personas y con la altura que sólo permitía andar encorvado.

Sí tan solo eso hubiese sido lo sorprendente...

Trató de no sentir como su estómago se revolvía al ver en una esquina oscura, alejado de la realidad, el cuerpo de un muchacho. De no más edad que él. Con apenas una frazada oscura cubriéndole el cuerpo. Debajo de ésta se notaban unas ropas sucias, pero no de noble sino de campesino.

Bob se mantenía sobre el marco de la puerta vigilando que nadie los viese, o sería suficiente como para ahorcarlos.

-Rápido. –Dijo empujando al castaño dentro e ingresando con él luego-

Cerró la puerta de tal forma que nadie pudiese notar que allí había una puerta.

-¿Quién...? –Trató de preguntar cuando Bob lo silenció con un dedo-

El mayor se acercó hacia el muchacho escondido en una esquina y le tocó el hombro. Éste, al sentirlo alzó la mirada rápidamente, asustado. Y al ver a Bob se tranquilizó mucho, inclusive se podría decir que estaba feliz de verlo.

Mikey sentía que estaba presenciando algo único y peligroso. Si alguien se enteraba de eso...

Un dolor imaginario se hizo presente en su cuello y la sola idea le hizo cerrar los ojos.

-Mikey, él es mi hermano... –Susurró el rubio revolviendo cariñosamente los cabellos que parecían ser como los de su hermano-

El castaño seguía observando la escena algo confundido, entristecido y preocupado. ¿Por qué ese chico estaba allí? ¿Qué había echo para llegar a ese lugar tan espantoso?

-Ven... –musitó Bob y Mikey se acercó sin dudarlo, no supo por que lo hizo simplemente sintió la necesidad de saber mas-

En cuanto el menor estuvo sentado a su lado, Bob comenzó el relato:

“Recuerdo cuando éramos niños y jugábamos en los campos. Ryan y yo siempre estábamos corriendo de un lado a otro. Nuestra madre apenas podía con nosotros. Y ella hacía todo el trabajo...

Al menos hasta que papá murió, fue entonces cuando nosotros nos volvimos una carga y lo notamos. Claramente.

Lis, nuestra madre, siempre trató de darnos lo mejor, y hasta el día de su muerte lo hizo o así lo intentó. Recuerdo ese invierno cuando enfermó. Ryan tenía 10 y yo 13, éramos unos niños que apenas habían asimilado lo que era una guerra y perder a un padre; no estábamos listos para perder a otro.

Lis enfermó, no sabemos de que y no se recuperó más. La vimos extinguirse delante de nuestros ojos infantiles y murió. Una tarde lluviosa.

Como Ry era demasiado pequeño yo debí enterrarla...

No olvidaré nunca eso.

Habíamos quedado solos en el mundo, completamente desprotegidos de todo lo malo. ¿Sin nuestra madre que haríamos? Fue entonces cuando la oportunidad perfecta se presentó; estaban reclutando hombres para el ejército y como nosotros éramos muy jóvenes no podíamos ir pero me ofrecí, corrección, nos ofrecí para servir al rey.

¿Acaso crees que se negaron? ¿Qué veían ellos de malo en llevarse a dos niños y ponerlos a trabajar como animales? Nada.

El palacio era increíble ante nuestros ojos y aún lo es, de cierto modo. Comenzamos con trabajos sencillos.

Todo fue bastante bueno, duramos mucho. Los primeros siete años fueron tranquilos nada más que los trabajos más duros los tenía yo, y aún así, al final del día, era Ryan quien parecía estar agotado.

Una mañana, mientras caminaba por los pasillos hacia el jardín, para cuidar a los caballos, escuché una charla. Pero no pude reconocer a nadie mas excepto a la voz de mi hermano...

-¡De ninguna manera! –Escuché que dijo Ry-

-¿Pero por qué no? No me digas que te gusta vivir así... aquí. –Dijo otro hombre, si bien estaba alterado, su voz parecía tremendamente dulce-

-N... no pero... Mi hermano yo...

-Entenderá.

-¡No, Bren! –exclamó con la voz entrecortada-

-Es ahora o nunca...

-¡¿Acaso crees que el Rey no buscará al hijo del general?! ¡¿Crees que todo saldrá como tú quieres?!

Sentí los sollozos de mi hermano y si bien a situación me pedía a gritos que corriese a abrazarlo me quedé detrás de la puerta, escuchando lo que decían.

-Ya... –Apenas pude escuchar- Ya, tranquilo mi niño...

Fruncí el ceño, era extraño escuchar eso...

Y más en una situación así...

Si bien eso me pareció muy extraño seguí con mi vida como si no hubiese escuchado absolutamente nada. Pero no puedo decir que el miedo no habitaba en mi alma porque lo hacía. Sólo sabe Dios como pasé esos meses.

Hasta que un día, descubrí lo que temía.

Esa tarde yo debía ir a cuidar los caballos, y luego servirle a la reina. Pero no recuerdo exactamente cual fue la razón de que no pudiese hacer nada de eso por lo que me quedaba el día –al parecer- libre.

Caminé por el castillo buscando a Ryan y... lo encontré. Pero no precisamente como ni con quien yo deseaba verlo.

Recuerdo entrar lentamente a la habitación que utilizaban los huéspedes y encontrarlos...

Ryan estaba en la cama, debajo del cuerpo de otro chico que no hacia más que besarlo y tocarlo como si se le fuese la vida por ello...

Me abalancé sobre el tratando de pensar que lo estaba tratando de violar o algo por lo parecido. Lo golpeé hasta que Ryan me tomó de los brazos con los ojos llenos de lágrimas. Entonces fue cuando supe que él mantenía una relación con el hijo del Coronel...

Me puse tan molesto que no supe reaccionar ante ello. Salí de allí y no tardé en comunicárselo al Rey. Él me miró como si le estuviese contando un chiste y luego, al ver que no bromeaba, ordenó apresar a Ry.

Dios, yo no quería eso...

Sólo estaba molesto. Enojado porque mi hermano no había confiado en mi como para contarme eso.

Al final a mi hermano lo dejaron aquí, en esto que ni es una celda. Según el rey, Ryan merecía estar aquí, no valía ni una celda de verdad...

Al hijo del coronel lo mandaron a alistarse en el ejército, con su padre. Y desde que la guerra terminó no se sabe más de él. Supongo que, tal vez, piensa que Ryan murió...

Entonces, Mikey, fue cuando comprendí que el amor va mas allá y que juzgar a las personas y actuar como yo actué está mal...”


Los ojos de Bob estaban acuosos y Ryan ocultaba su cabeza en el hueco que quedaba entre sus piernas –pues se abrazaba las rodillas- parecía llorar en silencio.

A esas alturas, Mikey estaba en estado de shock, no podía creer todo lo que le habían contado.

-No... No es tan así... –Se escuchó decir a Ryan con una voz hermosa-

-¿Qué, Ry? –preguntó Bob algo sorprendido-

-Q... q... qué... él... me... me mandó una carta... –dijo tratando de no sollozar y mirándolos-

-¡¿Qué?! ¿Entonces sabes donde esta? –Preguntó Mikey emocionado, olvidando rápidamente todos sus prejuicios. El rubio lo miró orgulloso-

-No es ese tipo de c-carta.

-¿Por qué no me lo habías mencionado antes? –Preguntó Bob mientras Ryan le extendía un papel algo doblado-

-No sé... –volvió a esconder su cara y esperó a que leyeran la carta-

Bob frunció el ceño y con miedo abrió la hoja. Pero al abrirla fueron sus ojos los que se abrieron aún más.

-¿Qué es esto?

-¿Qué? –preguntó Ryan con un hilo de voz mientras levantaba la vista. Al ver la mirada de confusión de su hermano una sonrisa nostálgica se apareció en su rostro- Oh... ¡que cosas! Me había olvidado –musitó- Perdona hermano, es que... Bren siempre me escribía en código. –Susurró tratando de no llorar otra vez-
Miró la hoja y movió sus ojos por las líneas, las sabía de memoria, recordaba lo que allí decía y...

-La... leeré. –murmuró luego de cerrar los ojos y suspirar para calmarse-

Con voz trémula comenzó a leer:

“Ryry:

Mi amor, no sé como pudo pasar esto. Juré protegerte, juré que nunca nadie nos descubriría y ya vez que he fallado...

Pero favor perdóname porque yo no podré perdonarme, siento que te he defraudado y ahora estas lejos de mi. Lejos de mis brazos...

¿Cómo pudo sucedernos esto, mi cielo? ¿Cómo si a tu lado yo sentía que podía tocar el cielo?

Amor mío, perdóname. No fue nunca mi intención que terminásemos así. Tú sabes que te amo, y por si no lo sabes aquí te lo digo de nuevo: te amé, te amo y siempre te amaré. ¿Recuerdas? Hasta el fin de los tiempos, Ryry. Lo que te dije esa noche, lo sigo teniendo en mente. Nunca te dejaré...

Nunca nos separaremos. Así como te dije aquella vez “A donde tu vayas yo iré. Si decides echarte a correr yo lo haré a tu lado, si decides dejar este mundo... yo me iré contigo”.

Ayer mi cielo, fue la peor noche de mi vida, ayer me enteré. Ayer mientras dormía tú ya no estabas a mi lado. Dejabas esta tierra...

¿Por qué lo hicieron? ¿Acaso amarnos como nos amamos esta mal?...

Sabes que quise... quise estar a tu lado. Aunque fuese en la palestra, tener el valor de morir a tu lado. Y no lo pude tener. Ellos me apartaron jurándome que estarías bien, prometiendo que no te tocarían ni uno de tus hermosos cabellos...

Ah Ryry, ¿recuerdas cuando te acariciaba el cabello hasta que te dormías en mis brazos, esas noches de verano? ¿Lo recuerdas aún estando del otro lado?

No puedo creer que no tenga el valor, no puedo creer que siga escribiendo en código esta carta. No puedo creer que aún cuando estas muerto y yo a un paso de seguirte me preocupo por que alguien lea esto...

Lo siento, Ryry. Pero el rey no le dijo a mi padre el porqué de mi ida con él y si se enterase... No quiero que muera amargado con la realidad, prefiero que muera feliz en su lecho de engaños.

¿Si lo hago podré estar a tu lado, Ryry? ¿Ella me dejará acompañarte en el eterno descanso? ¡Si es lo único que quiero!

¡Oh, mi amor! ¿No sería hermoso descansar por siempre a tu lado sin que nadie intervenga?

Ahora lo haré. Ahora que ya he dicho todo, ahora que he expresado mi amor por ti en una carta escrita con tinta, en una carta escrita en un código ilegible para todos menos para ti...

Porque esta carta es para ti, estés donde estés. Me veas o no. Sólo quiero encontrarme contigo...

¿Qué me queda ya en ésta vida sin ti? ¿Qué me queda sin tus ojos color miel mirándome? ¿Qué me queda sin esas mejillas sonrojadas luego de hacer el amor? ¿Qué me queda sin tu melodiosa voz? ¿Qué me queda sin ti, Ryry?

Nada, ya no queda nada.

Siempre tuyo,
Te ama,
Bren”


La voz se le había cortado muchas veces durante la lectura y apenas terminó de leer se echó a llorar en los brazos de Bob que no salía de su asombro. No podía creer que Bren se hubiese suicidado al pensar que Ryan estaba... muerto.

¡Dios!. ¡Todo era su culpa!. Si la ira no lo hubiese dominado... entonces tal vez nada hubiese ocurrido y su hermano seguiría feliz, con su amor.

-¡Perdóname, Ry! –exclamó aferrándolo fuertemente-

Su hermano no respondió, sólo siguió llorando y llorando.

Mikey no podía creer todo lo que había visto, escuchado y sentido en esa media hora. Su corazón sentía una tristeza superior a las muchas que había sentido en su vida, inclusive a la de haber dejado a su madre.

Con delicadeza tomó la carta entre sus manos y lo que le llamó la atención no fue el código extraño con el que se escribían sino...

Algo diferente...

Algo que llamaba claramente la atención...

Sobre toda la hoja, salpicaduras oscuras...

Manchas de sangre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario