sábado, 5 de mayo de 2012

Disarm; Capítulo: #10

Capítulo: #10


Parte I

"Bleeding the Orchid"


Disco: Zeitgeist | Año: 2007

Sentía un nudo en mi estómago, algo de paz en mi mente, sólo un poco. Él me hablaba, podía escucharlo claramente junto a mi oído, pero no respondí. No quería responder.
Estaba en su cama, una noche más que logré refugiarme en quien era mi enemigo anteriormente.

Quizás yo había cambiado, o estaba aparentando hacerlo. Tal vez todo era un sueño, o una pesadilla, una mala jugada de mi inconsciente.

- Se que puedes escucharme. Debes irte, tu madre te matara.- Dijo esta vez.

Volteé bostezando, haciendo todo lo posible para no abrir mis ojos, pero tenía que hacerlo.

- ¿Por qué? - pregunté abriéndolos.

- Porque ya has tenido suficiente por dos días.- Escuché.

Nos miramos, sonreía, pero no sonreí.

- Esta bien.- Dije sentándome en la cama.

- ¿Has dormido bien? - Preguntó.

- Si.- Contesté estirando mis brazos en el aire.

Observé su ventana, era más grande que la mía. Lamentablemente un odioso sol entraba por ella. Era increíble luego de la gran tormenta de anoche, que tus ojos vean un apestoso y hermoso día.

No pronuncié palabra alguna, sólo me quedé allí, sentado, observando todo. Escuchando la respiración de Gerard, la mía. Cada vez los días eran más largos para mí. Sentía que el tiempo me consumía, lentamente iba devorando cada hueso de mi anatomía. Comía y se atragantaba con mi dolor, usaba de postre mi pasado, el cual cada día se apoderaba de mi actual supervivencia.

Eran momentos, en donde podía ser feliz, en los cuales yo sonreía y pensaba que era un sujeto contento con su alrededor. Era todo una gran mentira, un gran agujero negro lleno de demonios internos y externos, a la espera que mis brazos caigan, para poder adueñarse de mi alma y busca una nueva para alimentarse. Ya no estoy tan seguro de querer luchar contra eso. Debería hacerlo, tengo cosas que perder, pero no se si vale la pena tanto esfuerzo y lágrimas para retenerlas.

Sentí su mano en mi hombro, parecía tan lejana a mi piel, trataba de tocar un fantasma, un alma perdida.

- ¿Estas bien? ¿Quieres que te acompañe hasta tu casa?

- No.- Me puse pie esquivando su tacto - Estoy bien.- Volteé.

Lo miré, estaba arrodillado sobre la cama, mirándome a los ojos, tratando de entenderme o leer mis pensamientos.

- ¿Estas aquí por alguna razón? – Pregunté.

- ¿Qué? - Dijo sin comprender.

- ¿Piensas que hubo una razón por la cuál naciste? ¿Tienes una misión en el mundo? - Sonrió bajando la vista, somos más parecidos de lo que mi mente pensaba, o creía creer.

- Pienso que si.- Volvió a mirarme - La busco, la persigo, aún no la encuentro. ¿Por qué lo preguntas?

- Porque tampoco la he encontrado.

- ¿Y por eso te rendirás?

- No he dicho que me rendiré.- Me crucé de brazos.

- Lo supones con tus palabras, Frank.

- Sólo fue una pregunta.

- Con trucos.

- Mejor me iré.- Comencé a buscar mi ropa.

Ninguno dijo nada. Busqué la ropa y simplemente me vestí delante de él, sin importarme en lo más mínimo. Estaba de mal humor, no sabía que hacer o que decir. Ni siquiera se qué debo buscar o encontrar. No tengo un objetivo, se supone que es luchar por la supervivencia. ¿Qué ocurre cuando ella implica padecimiento y llanto? No es tan bueno tomarla de la mano, puedo soltarla y quedarme en el camino, mirar como se va mi oportunidad sonriendo y burlándose de mi cobardía, quedarme con la incertidumbre.

Aún, no puedo creer que esté pensando en forjarlo. Nunca fui ese tipo de personas. Lo recordé hace unos días atrás, al salir del hospital. Podría haberme lanzado contra ese auto y dejar que sólo me golpee, sin embargo no lo hice, esperé el semáforo.

Suspiré, estando listo.

- Bien...- Metí las manos en mis bolsillos - Gracias por traerme anoche.

- Y por pasar el día conmigo.- Respondió ante mis palabras.

- No es nada.

- Si lo es. Podrías haberme echado, o simplemente dejar que me vaya.

- A veces no dejo ir a todas las personas, ¿no? - Le respondí.

- Ese es el Frank que yo quiero conocer.- Dijo.

- Es muy temprano para tu filosofía de vida.- Dije, pasando a su lado.

Bajamos juntos las escaleras, en los últimos escalones la puerta se abrió y Quinn apareció. Nos dirigió esas miradas pervertidas. Quien sabe, quizás piensa que nos acostamos y tuvimos sexo toda la noche. Ahora que lo pienso, Quinn tiene esos rasgos faciales. Ese tipo de personas que piensa lo peor cuando ve ciertas situaciones, las que hablan con doble sentido, siempre pensando en el sexo. Puede que sea un psicópata sexual.

Por Dios, Frankie - me dije a mi mismo por aquellos pensamientos.

- ¿Recién llegas? - Dijo al verme.

- No. Recién me voy.- Respondí terminando de bajar la escalera.

- Ah... - No sabía que decir - ¿Por qué? ¿Pasó algo? ¿Gerard estas bien? - Sus ojos lo miraron.

Gerard rió, conociendo mejor que yo a su paranoico amigo.

- Sólo pasamos la noche juntos porque tuvimos algunos percances.- Respondió.

- ¿Se puede saber que percances fueron? - Dejo sus cosas sobre el sofá.

- No. Es la vida privada de Frank. Pregúntale a él.- Respondió Gerard.

- Otro día te cuento. Debo irme.- Pasé junto a Quinn.

- Pero...- Dijo este.

- Lo siento.- Abrí la puerta - Debo irme.

- Bert me ha dicho que buen amigo que eres. Aún te esta esperando ayer.- Comentó.

Me detuve en seco. Son aquellas frenadas que emiten tus pies, cuando olvidas algo tan importante en tu vida. Demonios... Bert. Olvidé ir a verlo. Le había prometido acompañarlo en su primer día de mudanza. ¿Qué clase de amigo soy? Pasé todo el día junto a Gerard y lo olvidé.

- Maldición, maldición.- Murmuré.

- Ahora si hablas, ¿no? - Dijo Quinn.

Volteé a mirarlo. Le dirigí unos cuatro puñales con mis ojos.

- No te metas en esto Quinn.- Me defendió Gerard.

- No.- Emitió calmadamente Quinn sin quitar su vista de mis ojos - Me llamó preocupado, diciendo que no sabía nada de él. Llamó a tu casa, tu madre no sabía en donde estabas tampoco. Realmente se preocupó Bert.- Terminó de hablar

- Bien, entonces mejor me iré, para no perder más tiempo, ¿cierto? - Respondí con sarcasmo.

- Nos vemos, Frankie.- Dijo Gerard

Iba a saludarlos, pero Quinn opto por cerrarme la puerta en mi maldita cara. Mi opinión acerca de él había cambiado en dos minutos. Dos malditos minutos, en donde la ternura y amistad de ese hombre, quedó oculta en un pequeño tacho de basura en mi inconsciente.

Caminé la media cuadra que me separaba de mi dulce y amado hogar. No había nadie en las calles, realmente era temprano, tal vez no llegaban a ser las diez de la mañana. Algunos perros ya ladraban, pero eran los únicos seres vivientes que podían percibir mis ojos.

Encontré la llave en uno de los bolsillos, pero antes de poder abrir la puerta, mi madre lo hizo por mí.

- Entra.- Dijo al verme

La miré unos segundos, respiré hondo, sabiendo el gran discurso guerrero que tenía para mí. Quisiera no haber vuelto nunca. Quedarme con Gerard, o simplemente haber caminado hacía el lado contrario a mi casa.

Entre, ella se sentó en la gran mesa del comedor. Estaba vestida. Sabía que se le hacía tarde para el trabajo, pero prefería torturar a su hijo con preguntas sin respuestas. Tuve que sentarme a su frente. Pretender que aún sigo siendo ese Frank bipolar que ella detesta.

Mi cabeza comenzaba a quejarse por el estrés que me acompaña hace días. Toqué mi frente, dándole a conocer mi dolor.

- No actúes conmigo. Si te duele la cabeza, luego tomaras una aspirina, pero explícame por qué me has ocultado lo que dijo Gabriel. He quedado como una estúpida frente a él. Nunca olvidaré su mirada cuando le dije “Frank, no ha dicho nada al respecto”. ¿Qué tienes para decir acerca de eso? - Dijo mirándome fijamente.

- Lo olvidé.- Respondí sabiendo que estaba profundizando mi tumba

- ¡Por Dios, Frank! - Gritó de la nada - ¡Esto no es otro de tus juegos estúpidos! ¡Es la realidad, tu vida! ¿Y así decides enfrentarla? ¿No dándole importancia? ¿Ni siquiera cuando se trata de tu salud? ¿Tanto te odias a ti mismo?

Demonios que eso dolió. Si, me odiaba a mi mismo por no querer afrontar las cosas como debería hacerlo. Por no darle importancia a las personas que me rodean, mis amigos, mis familiares. Más allá de la relación algo, no tanto, pero un poco complicada con mi madre, la sigo queriendo.

- No me odio a mi mismo.- Le dije

- ¿No? Pues eso me demuestras ocultando algo tan importante. – Se puso de pie

La miré, dio la vuelta a la mesa y se ubicó a mi frente. Tomó mi mano.

- ¿Qué haces? - Dije soltándome

- Te llevaré al hospital. Hablaremos con Gabriel y comenzaras tu tratamiento.

- ¡No! - Grité poniéndome de pie esta vez - ¡No haré nada!

Suspiró enojada, frustrada.

- No tengo tiempo para discutir contigo Frank, te llevaré y punto.

- No lo harás.- Me alejé un poco - Soy bastante grande como para tomar mis propias decisiones, ¿no crees?

- Si, pero cuando éstas, son acertadas, coherentes. ¿Y esta hijo? No es la correcta.

- No me interesa. No puedes obligarme. Tengo más de veinte años mamá, haré lo que se me plazca.- Dije.

Ella se acercó un poco, amagó con tomar nuevamente mi mano, pero ellas se ubicaron detrás de mi espalda, indicándole que no cambiaria mi decisión. La miré, desafiándola.

- ¿Así es como me quieres, como nos quieres? ¿A tu familia, a tus amigos? ¿Qué les dirás cuando el tiempo pase y vean como decaes? ¿Qué inventarás?

- No es asunto tuyo.- Pasé a su lado dándole la espalda.

- He llamado al trabajo, diciendo que no iría por ti hijo. Déjame acompañarte.

- Bien. Todavía tienes tiempo para llegar a él. Vete, no iré al hospital.

- Que terco que eres Frank. Tan terco como lo era tu padre.- Murmuró a mis espaldas.

Volteé enojado, mirándola con odio, con desprecio por haberme comparado.

- Nunca, pero nunca.- Me acerqué a ella - Nunca te atrevas a compararme con él. ¿Me has escuchado? - La señalé con mi índice.

- Por tu bien, baja ese dedo Iero.- Dijo ella - Porque sabes perfectamente que digo la verdad. - En el día de ayer, Bert te ha llamado unas diez veces preocupado. No sabía en dónde estabas.

- Arreglaré las cosas con Bert. – Dije volteando nuevamente. - Y vete a tu trabajo. Se te hace tarde.

- Lo haré, porque no tiene sentido discutir contigo hijo, nunca cambiaras, no haces más que empeorar.

Subí las escaleras, escuchando como ella tomaba sus llaves.

- Te he dejado las aspirinas sobre la mesada de la cocina.- Dijo yéndose

Cerro la puerta, haciendo temblar la casa. Todo el vecindario debe haber despertado gracias a ella.

Seguí subiendo las escaleras, maldiciendo a lo bajo, preguntándole a Dios que he hecho para merecer semejante castigo todos los días. Sabía la respuesta, pero gozaba al creer que era inocente, que todo esto fue un gran desliz, que se equivocó de ser humano.

Llegué a mi habitación, mirando el suelo, como mis pies prácticamente se arrastraban sobre el brillante parquet. Cerré la puerta, con intenciones de llamar a Bert y arreglar las cosas con él. Al menos hacer un intento y pedir unas disculpas.

- Odio las mentiras.- Dijo alguien

Levanté la vista rápidamente, asustado.

- ¡Por Dios santo! – Retrocedí - ¡Bert!

Realmente me había asustado, no sabia que estaba en mi habitación. Esto, fue obra de mi madre. Bert había escuchado toda la discusión, entonces como conclusión debo decir, que sabe la verdad. Estoy en problemas, graves problemas.

Respiré hondo, mirándolo. Sus ojos me inspeccionaban, el rostro, mi cuerpo. Buscando indicio alguno de mí diagnostico.

- Qué...- Casi tartamudeé.

- ¿Qué hago aquí? - Terminó mi pregunta sin moverse de mi cama - Pues no lo se. Quizás, porque prometiste ir a verme el día de ayer. Te llamé unas diez veces, no sabia en donde estabas o porque tu madre me dijo todo lo que tu no me has dicho en estos días. Tú eliges la razón de mi presencia.

- ¿Ambas? - No sabía que decía.

- No preguntes. Dilo, quiero escucharlo. Bert, estas aquí y enojado por ambas razones.- Respondió.

- Bien, bien, Bert estas aquí por ambas razones.

- ¿Entonces?

- Lo siento.- Miré el suelo.

- No solucionas todo con un simple “Lo siento”, cuando tus ojos me dicen que no lo sientes. No entiendo Frank - Se sentó esta vez - Todos estos años que hemos compartido. Eres mi mejor amigo, sabes cuantas veces respiro por día. ¿Pero tú decides mentirme? Me he cansado de preguntarte estos días que ocurría contigo. Sólo llorabas, me abrazabas sin decirme nada. Podrías habérmelo dicho.

- Ya ves que no pude.- Respondí sentándome a su lado.

Silencio. Nos miramos, fui el primero en desviar la vista, sabiendo que había obrado mal en todo esto desde un principio, sin importarme nada.

- Eres un idiota. – Se puso de pie.

- No te vayas.- Dije rápidamente.

- No me voy. Te traeré las aspirinas y un vaso de agua. – Se fue de mi habitación.

Estuve allí unos minutos, pensando en lo ocurrido hace unos segundos. Debería volver a disculparme, puedo huir. No, debo quedarme y afrontar a mi mejor amigo.

Escuché sus pasos agitados en la escalera, había vuelto. Me miró sosteniendo un vaso de agua, podía ver como las letras de su remera se agrandaban a través del vaso. Levanté la vista.

- Bien... - Se acercó - Tómalas. Te dejaré la caja aquí. – La dejo sobre mi cama.

Lo miré, extendí la mano para aceptar la pastilla, la dejo en mi palma y con la otra mano tome el vaso. Observé la píldora.

- No son aspirinas.- Dije muy seguro.

- Si lo son.- Respondió el - Debes tomarte una cada cuatro horas.

- No son aspirinas.- Repetí mirándolo, mirándolas.

- Por Dios Frankie...- Dijo entre suspiros - Ella las ha comprado. Son diferentes porque son más fuertes, sólo eso. Siguen siendo aspirinas. Tomate una, ¿quieres? - Agregó.

Lo pensé uno segundos, no debo tomarlas. No cuando no estoy seguro, pero que demonios... mi cabeza explotará.

- Bien.- Ubiqué una en mi boca.

Tomé agua, sentí como bajaba la pastilla por mi garganta. Era un tanto grande para ser una aspirina. Pero Bert nunca me mentiría. Nunca.

- ¿Qué harás? - Preguntó.

Dejé el vaso sobre mi mesa y lo miré.

- ¿A qué te refieres?

- Deja de jugar y comienza a hablar.- Respondió seriamente.

- No me hables de esa manera.- Le conteste.

- No tengo motivos para acatar tu orden, luego de lo que has hecho.

- Lo siento. ¿Ok? - Me puse de pie - ¿Qué quieres qué haga? - Extendí mis brazos - ¿Que me ponga de rodillas y llore frente a ti?

Mordió su labio, tratando de buscar la respuesta correcta. Sabía que eso quería, pero nunca me lo diría. A veces Bert era tan orgulloso que me daban ganas de ahorcarlo.

- No, no quiero que hagas eso. – Respondió finalmente - Pero quiero saber que harás contigo, con tu vida, con tu entorno...- Hizo una pausa - Con tu salud.

- Vivirla. Dejar que pase el tiempo.

- En pocas palabras, dejar que te consuma.

Voltee suspirando. Tratando de borrar esas imágenes horrendas de mi mente.

- La vida me consume. ¿Cuál es la diferencia? - Respondí.

- Que esta vez puedes revertirlo.- Escuche a mi oído - Puedes tener una solución, pero tu no quieres tomarla de la mano. Te rehúsas, aún no entiendo por qué haces esto. No es el Frank que he conocido.

- Deja de hablar – Dije.

- No. No dejaré de hacerlo.- Sentí sus manos en mis hombros - He conocido a un Frank con una gran fortaleza, un Frank sincero. Dentro de todo lo ocurrido, alegre. ¿Qué pasó? ¿Por esto te dejaste caer?

- ¿Y tu qué piensas? - Respondí con sarcasmo.

- ¿Por eso te dejaras vencer?

- No quiero luchar.

- No me importa lo que quieras. Lo harás por mí, por tu madre.

- No me hables de ella.

- Bien. Hazlo por ti Frank. Empieza tu tratamiento, pero seguirás con tu vida normal. En menos de un mes tendremos la competencia. ¿Nos dejaras solos? Imagínate que dirá Jeph cuando se entere que te rendiste a algo, te querrá matar.

- Esto no es una competencia Bert.

- Si lo es, es entre tú y eso que tienes en tu cuerpo. Sólo es que no lo quieres aceptar, sigues caminando y sonriendo cuando sabes que debes seguir un tratamiento. De lo contrario te veremos hecho polvo.

- Siempre tan sincero...- Me aleje unos pasos.

- Ven aquí.- Sostuvo mis hombros.

Hizo que girara y me llevo hasta su pecho.

- Deja de luchar contra el mundo, ¿quieres? Ríndete a la solución. A eso debes vencerte, no a tu vida.- Dijo a mi oído.

- Tu no entiendes.- Le dije susurrando - No quiero hacerlo. He visto a las personas que lo hacen, muchas de ellas no quedan bien físicamente. No podría soportarlo. Prefiero no hacer nada al respecto y esperarlo con mis brazos abiertos.

Me soltó lentamente.

- No me interesa lo que digas. Lo harás y punto. Esta noche, haré una pequeña fiesta en casa por la mudanza. Ya que no quisiste u olvidaste venir ayer, te espero a las cinco allí. Pobre de ti que no vengas, te vendré a buscar y te llevare a las rastras.

- ¿Gerard irá?

- ¿Por qué lo preguntas? - Dijo rápidamente.

- Curiosidad...- Respondí.

- Ayer estuviste todo el día con el, ¿cierto? Me mando un mensaje de texto Quinn.

- Tu amigo no me cae bien a partir de hoy, quiero que lo sepas.- Le dije.

- ¿Por qué? - Quería reír.

- No lo se. Tuvo actitudes no muy buenas hace un rato.

- Lo se...- Sonrió - Me lo ha contado, se disculpara contigo esta noche. Sólo me defendió. Tu harías lo mismo, ¿o no?

- Si...- No pude evitar sonreír.

- Bien, iremos todos y tú nuevo amigo Gerard. Ya que pareces tan encariñado con el.

- No estoy encariñado con él.- Dije rápidamente.

- Es una broma.- Respondió abrazándome - Duerme y nos veremos allí a las cinco. ¿Ok?

- Ok.- Respondí dándole un beso en su cuello.

- Bueno...- Me alejo un poco- Ha vuelto tu dulzura, de a poco te recupero.- Bromeo.

- Ya vete. ¿Quieres? –Dije entre sonrisas. – Pero no le digas nada a los chicos sobre mi. A menos que ya le hayas contado.

- No. No dije nada. No diré nada si tú no quieres. ¿Gerard esta al tanto?

- No. Nadie sabe. Sólo tú y mi bendita madre.

- Bien. Nos vemos. Hoy a la noche te daré un frasco de vitaminas, las necesitas tu sabes por que.- Beso mi mejilla.

No respondí. Desapareció y ese silencio volvió junto con el dolor de mi cabeza. Ya debería hacerme efecto esta aspirina anómala.

Me acerque a mi cama, tome la caja entre mis manos y quite dos más. No lo pensé, pero si lo dude recordando las palabras de Bert, indicando el tiempo entre cada una, para tomarlas.

- Al demonio.- Las metí en mi boca, para tomar el agua luego.

Me deje caer en la cama, mirando el techo. Sintiendo como comenzaban a hacer efecto las píldoras. El dolor pasaba, pero me ponía ansioso. Necesitaba hacer algo.

Me puse de pie rápidamente y baje al comedor. Mire todo con cautela, tratando de encontrar algo para hacer. Faltaba mucho tiempo para la fiesta de Bert, y necesitaba moverme.

Comencé a limpiar el suelo, a correr los muebles para alcanzar esos lugares difíciles de llegar. Así habré estado unas cuatro horas, limpiando, ordenando todo como un maniático.

Lo mismo hice con la cocina. Abrí una alacena, sólo para recordar que había allí, y algo cayo, un frasco de jalea. Era un frasco especial. Siempre quise arrojarlo a la basura pero mi madre no me ha dejado, sólo porque era la preferida de él. Sostuve el frasco entre mis manos, anhelando olvidar todo lo ocurrido, hecho.

Pensé en estrellarlo contra el suelo, pero opte por dejarlo sobre la mesada.

Suspire, y salí de allí. Mis pies se movieron directamente al sótano. Encendí la luz y baje allí. Tambalee un poco en la escalera, cuando mi vista se nublo, pero pude terminar mi trayecto. Cuatro pasos a la izquierda, dos al frente, me agache.

Me estaba volviendo loco. No, sólo es la solución para cerrar este capitulo en mi vida, lo necesito conmigo.

Mis manos se movieron sobre la tierra, comenzaron a hurgar. Vi como ellas se tornaban negras, algo de tierra entro en mis ojos, en movimientos rápidos la quite restregándolos contra mis hombros. Mis dedos sintieron algo.

Baje la vista. Allí estaba, en mis manos por segunda vez.

- Lamento importunar tu armonía, pero debo terminar contigo.- Quite parte de un brazo de allí abajo.

Mis dedos se pasearon por el, sintiendo la tierra, algunos restos de ropa aún estaban junto a él.

Me puse de pie otra vez, soplando mi nuevo juguete.

- Sólo me llevare esto. Puedes seguir conservando con el resto.- Comencé tapar el pequeño agujero con mis pies.

Subí las escaleras, mirando mi instrumento. Entre a la cocina, lo deje sobre la mesa. Abrí la heladera, apoyándome sobre la puerta, pensando en que comer, tenía hambre, me sentía un tanto débil. Mis manos se movieron hacía los cajones con frutas, una banana, una manzana ellas tomaron, junto con una caja de leche.

Voltee a mirar como relucía en la luz aquel húmero ya antiguo y genético. Debo reconocer que su contextura me indicaba la cantidad de calcio que mi padre había consumido en su vida. Eran huesos fuertes, resistentes.

Abrí uno de los cajones de la mesada, y tome una masa que usaba mi madre para aplastar la carne. Tome a mi amigo, y comencé a aplastarlo con mucha fuerza, teniendo cuidado de no perder ni un sólo segmento en el transcurso. Luego de unos minutos, era polvo ante mis ojos. Sonreí.

Voltee para mirar la licuadora.

- Eres un enfermo.- Me dije a mi mismo.

Tome la manzana, la banana, manzana y la leche. Todo fue invertido a ella junto con mi reciente polvareda de padre, y la encendí. La deje trabajar tranquila, mientras limpiaba la evidencia sobre la mesa. La mire, un gran vaso blanco me llamaba.

La apague, y lo serví en un copa de vidrio.

Tocaron la puerta, mire el reloj. Era mi madre.

- ¡Esta abierto! – Grite.

El entro a la cocina, no podía ser cierto.

- Gerard.- Dije con algo de miedo.

- Frankie.- Sonrió - Por ordenes estrictas de Bert, debo venir a buscarte para irnos.

- Pero...- Dije mirando el vaso.

- ¿Qué ocurrió con tu manos? ¿Estuviste cavando tu tumba? - Dijo riendo.

Lo mire, asombrado de cuanta razón tenía.

- No.- Voltee - Sólo estuve trabajando en el sótano.- Abrí la canilla.

Comencé a lavarlas con algo de desesperación, limpiando mis uñas con tanta dedicación.

- ¿Qué es esto? - Escuche.

Voltee con un repasador en la mano, viendo como sostenía el vaso entre sus manos.

- No tomes eso.- Dije.

- ¿Por qué no? - Lo miró - Parece un licuado y de...- Acerco su nariz - Banana y manzana.-
Sonrió - Mi preferido. No te molesta si tomo un poco, ¿no? hay suficiente para los dos.- Puso sus labios sobre el borde.

- ¡Pero Gerard! - Casi grite levantando mi índice.

Demasiado tarde, vi como el líquido fue por su boca, dejándome a mi anonadado. Mi dedo bajo lentamente, tratando de creer lo que mis ojos habían visto. No podía dejar de mí mirar su nuez, observar sus movimientos al saborear mi miscelánea.

- Excelente. -Me extendió el vaso - Debes decirme que más le colocas. Tiene un toque especial, ¿cierto? Un ingrediente secreto. Algo que se adhiere a tu paladar, y no deseas más que seguir tomando para quitarlo. Excelente.

Lo mire, no sabía que decirle.

- ¿Por qué me miras de esa manera? - Preguntó.

- No puedo creer que lo hayas tomado, y no quisieras saber mi secreto.- Simplemente respondí.

- ¿Por qué? Es un licuado. Tiene vitaminas. Nos hace bien.- Seguía extendiéndome el vaso - Vamos, tómalo y nos vamos.

No respondí, tome el vaso y lo bebí sin respirar frente a el, viendo como sonreía al ver las vitaminas que consumíamos con masa ósea.

- Listo.- Lo deje en la pileta para lavar.

- Bien.- Sonrió - ¿Nos vamos?

- Déjame cambiarme.- Dije.

- ¿Por qué? Estas bien así.- Observo mi cuerpo.

- Gerard…- Suspire - Tengo esta ropa desde ayer.- Tome mi remera estirándola.

- Bien, bien.- Dijo algo frustrado - Subamos.

- ¿Subamos? -Levante una ceja.

- Me aburro si me dejas aquí, desamparado.- Rió.

Lo mire, tuve que reír.

- Eres un idiota exagerado.

- ¿Subes o no? - Pregunto.

- Bien, bien…- Pase a su lado.

Finalmente subimos. No tarde mucho en buscar algunas prendas limpias. Ni siquiera me he bañado por dios! Ya no importa. Recordé lo que había ingerido, habíamos tomado. Gerard tiene parte de mi padre en sus adentros, yo le avise, el no me llevo el apunte. Ahora tendrá que vivir con eso toda su vida.

Sonreí a la nada.

- ¿Puedo saber por qué sonríes tanto? Estas raro hoy.

- ¿Raro? - Voltee.

- Si raro…- Murmuro - No eres el mismo de ayer.

- Soy el mismo de siempre.- Reí.

- ¡Ahora ríes a la nada Frankie! – Sonrió - Eres un idiota.

- Ya vamos, deja de hablar.- Acomode mi ropa.

Bajamos las escaleras. Aun mi vista estaba algo nublada, pero ya nada más importaba que disfrutar y despejarme con la fiesta en la nueva casa de mi mejor amigo.

Parte II

"To Forgive"

Disco: Mellon Collie And The Infinite Sadness (Dawn To Dusk Cd1) | Año: 1995

Salimos de mi casa sin dejar nota alguna, lo siento madre pero me he hartado de ti.

Caminamos bajo un sol tapado por algunas nubes. Estaba ansioso esperando ese clima adorado del otoño, para recibir con mis brazos abiertos al invierno. Volví a reír. Me gustaría saber por qué lo hago. Sólo es un reflejo sin sentido, pero coherente.

El sonido de mi caminar sonaba tan lejos a mis oídos.

- ¿Piensas decirme en dónde vive Bert? - Escuche. Lo mire, tratando de recordar su pregunta.

- ¿Qué? - Respondí.

- Bert. Nueva casa.- Dijo - ¿En dónde esta ubicada? Porque estamos caminando hacía cualquier lugar, estoy seguro que no prestas atención hacia donde vamos.

Mire hacia mi frente, recordando que en la siguiente esquina debemos doblar a la izquierda.

- En la próxima esquina hacia la izquierda.- Respondí.

- Ok. ¿Te sientes bien?

- Si, ¿por qué lo preguntas? - Lo mire.

- No lo se.- Respondió - Te dije que estas raro.

No respondí y seguí caminando. Miraba a mí alrededor, las personas que pasaban a mí lado, todo ocurría en cámara lenta. Costaba descifrar que hablaban, apenas podía entender a Gerard.

- Quizás fue ese licuado.- Quiso reír.

- No me causa gracia.- Le respondí.

- Ok, lo siento, lo siento.- Agito sus manos en el aire - Fue una broma.

Finalmente, luego de unos minutos de seguir caminando en silencio y algo fastidiado por mi parte, llegamos al nuevo hogar de Bert. Mire hacia arriba, examinando la diferencia con el antiguo. Este, era mucho más grande, un poco más moderno. Ya conocía el reciente, lo había acompañado para verlo, cuando el anuncio salió en el diario.

Contaba con cuatro habitaciones. Dos en planta alta, dos en planta baja, junto con dos baños. Una formidable cocina, acompañada de un extenso living comedor. Un patio trasero, bastante espacioso. Según el, construiría dos rampas allí para que practiquemos. Su madre no estaba tan contenta con esta mudanza. Tienen muy buena relación, a ella le costaba separarse de su único hijo. A él le afectaría también, pero es hora que el pájaro tenga su libertad, porque de lo contrario moriría asfixiado.

- No se tu, pero quiero entrar.- Dijo Gerard.

Se adelanto, subiendo los escalones del porche y tocó la puerta.

- ¡Por fin! Han llegado tarde diez minutos.- Grito mi amigo al vernos.

- Por su culpa.- Me señalo Gerard.

Estuve allí, inmóvil, escuchando sus estúpidas bromas siendo yo el blanco de ellas.

- ¿Vas a entrar? ¿O te vas a quedar ahí toda la tarde y noche? - Preguntó Bert.

Volví a la realidad, mirándolo. Seguía aún enojado. No mucho, pero supe que estaba un tanto molesto por mi gran mentira. Su mirada me lo decía.

- Si...- Murmuré acercándome a ellos.

Entramos. Quinn y Jeph estaban en el enorme sofá ubicado frente a la televisión. Vi unas diez cajas adornando el living, mientras de ellas sobresalían prendas de vestir, entre otras cosas. Faltaba mucho para la instalación completa. Pero lo más importante ya estaba allí. Mesa, televisión, sillas, sofá y seguramente ya tenía su cama.

Observe a lo lejos la repisa junto a la caja boba. Estaba casi vacía. No había nada más, sino fuese por un portarretrato con una foto de ambos. Era nuestra preferida, sonriendo, abrazándonos, recuerdo que la había tomado Jeph una tarde en el patio de casa. Tuve que sonreír al verla. Sólo ella estaba allí, ni adornos, muñecos de cerámica, floreros. No, sólo nosotros.

- Estas allí sólo porque eres mi mejor amigo. No necesito nada más sobre ese mueble.- Me dijo al ver mi reacción.

Lo mire, quería llorar por aquellas palabras. Todos nos miraron, sabiendo que algo había ocurrido entre nosotros.

- Siéntense.- Cambio de tema Bert - Traeré algo para tomar.

Me acerque a ellos, mirando a Quinn, recordando que se disculparía conmigo. No era algo que esperaba, o necesitaba escuchar. A esta altura de las circunstancias, el no me afectaba.
Jeph se hizo a un costado, y con Gerard nos sentamos entre medio de ambos. Algo de música sonaba de fondo, no muy alta para no tapar nuestras futuras conversaciones, pero podía distinguirla.

Gerard movía su pie constantemente, haciendo que mis ojos lo miraran con devoción. Era un acto simple que amaban mis ojos. Ante ellos, era lento y artístico, figuras tras figuras moviéndose lentamente.

- Siento haberte hablado de esa manera hoy a la mañana.-Escuche a lo lejos.

Sabía que Quinn estaba hablándome, pero si Gerard no deja de mover su pie, tendré que sentarme en el suelo para verlo de cerca, descifrar porque me fascina tanto ese movimiento.

Quería preguntarle como es que puede mover el pie de esa manera, eran movimientos tan sincronizados. La planta del pie se doblaba perfectamente, para luego bajar y repetir el movimiento constantemente.

- Te están hablando.- Me codeo el contorsionista.

- Lo escuche.- Dije sin dejar de mirar su extremidad.

Dejo de moverlo. Lo mire, rogándole que vuelva a hacerlo, le pregunte con mis ojos por qué decidió ser tan malvado y finalizar mi función.

- No hay problema.- Le conteste a Quinn sin quitar mi vista de a pierna de Gerard. Silencio. Jeph no había dicho palabra alguna.

¡Ahí esta! Se ha vuelto a mover y puedo ser feliz.

- ¿Cómo puedes hacer eso? - Pregunte.

- ¿Qué? - Dijo Jeph.

- Le hablo a Gerard.- De repente lo mire - ¿Cómo puedes mover tu pie de esa manera? Yo no puedo hacerlo tan rápido.- Mire su zapato otra vez.

- ¿Estas hablando en serio Frankie? - Respondió el.

- Si.- Conteste -Dime cómo lo haces. Porque yo...- Cruce mis piernas - No puedo hacerlo. Mira - Dije mirando mi pie derecho - No se mueve tan rápido como el tuyo.- Imite su movimiento.

- No puedo creer que estés hablando en serio.- Dijo el.

- Mira, mira.- Lo movía constantemente - No se asemejan los movimientos. Evidentemente tienes un pie prodigio-Agregue.

- Es únicamente un movimiento nervioso. Cuando no se que hacer, sólo lo muevo.

- Pero no puedo hacerlo de la misma manera. ¡Maldición! - Casi grite intentándolo una vez más.

El, tomo uno de mis hombros, obligándome a mirarlo, pero no podía quitar mis ojos de su pie, del mío.

- Detente. ¿Quieres? Es sólo un pie y un movimiento.

- Pero en conjunto es una exposición.

- ¿Qué ocurre? - Preguntó Bert dejando las bebidas sobre la mesa.

- Frank se ha vuelto loco.- Respondió Jeph.

- Que bien.- Lo mire - No dices nada, pero si hablas para insultarme.

- ¿Nos levantamos con el pie izquierdo hoy? - Preguntó Jeph.

- No lo se. Pregúntale a Gerard, el ha dormido conmigo.- Voltee a mirarlo.

Pude ver como sus mejillas se enrojecían. Quinn soltó una carcajada, pero Bert fue indiferente. Debo cerrar mi boca en este preciso instante, pero no podía dejar de hablar, mis labios se movían solos.

- ¿Ahora tienes vergüenza? - Le dije a Gerard.

- Tú me pediste que te llevara.- Por fin se defendió.

- Lo se.-Sonreí - Y gracias.- Lo abrace.

- Ok, alguien debe dejar de consumir estupefacientes.- Dijo Quinn al ver mi reacción.

- Eres un idiota.- Le conteste mirando mientras me colgaba de Gerard.

- Siéntate en el suelo Frank, ¿Quieres? - Dijo Bert - Así te tengo controlado.

- ¿Controlado? ¿Pero qué piensas...? - Quise decir.

- Suelo. Ahora.- Me miró.

- Ok, Ok. Esta bien.- Solté a Gerard.

Me deslice del sofá al suelo, dejando pasar a Bert para que se ubicara junto a Gerard. Me sentía un tanto sólo allí abajo, necesitaba un poco de contención, calor humano, ¿y me mandan a sentarme al suelo porque quieren vigilarme? Maldición.

Las horas comenzaron a pasar, la televisión se prendió dejando una película sin ser vista por nadie. Claro, a excepción de mí.

Algunos platos de comidas pasaban frente a mi nariz, para ser abandonados sobre la pequeña mesa cercana a mis pies. Trataba de conectarme con ellos, en su plática, pero no podía hacerlo. Quería ver la película.

A decir verdad, la sabía de memoria. Era la típica de un asesino serial, pero era tan maravillosa la cantidad de sangre que salía de las víctimas, que sólo no podía dejar de contemplar la pantalla. Se veía algo diferente, no era tan roja como solía ser, tal vez mi vista aún seguía nublada, no lo se. No puedo distinguirla.

Estaba cruzado de piernas, sintiendo como mi cuerpo se entumecía por la concentración que ejercía para mirar, sin dormirme. De a poco mi espalda caía hacía atrás, con la esperanza de encontrar un hueco entre todas esas piernas y un pie extraordinario, para descansar.

Las voces desaparecían paulatinamente, la película se torno muda, pero las imágenes inundaban mis retinas y mente. De pronto unas manos se posaron en mi cabeza, la acariciaban, para luego bajar por la nuca, una y otra vez.

Mi esperanza llego, esas piernas se movieron, mi espalda quedo suavemente incrustada contra el sofá, haciendo que aquellas manos tuviesen mayor acceso a mi anatomía.
Hubo un momento en donde mi cabeza se rindió. Cerré los ojos, se deslizo hacía atrás.

- ¿Tienes sueño? - Escuche en un susurro a mi oído.

- Algo...- Murmuré.

Seguían en mi piel, masajeando, acariciando cada segmento de mi cuello. Pude entreabrir los ojos, para ver a Gerard observándome. No se cuantos minutos nos miramos, pero me di cuenta que estábamos solos.

- ¿Y el resto? - Pregunte.

- Se fueron a comprar cigarrillos y más bebidas.

- ¿Qué hora es?

- Casi la una de la madrugada.

- ¿Qué? - Dije - Dime que es una broma.

- No, no lo es. Estuviste allí sentado, mirando la televisión horas y horas la misma película. No dijimos nada, pensábamos que estabas dormido.- Su mano rozo mi oreja. Volví a cerrar mis ojos.

- Si quieres te llevo hasta tu casa, si estas tan casado.- Dijo sin dejar de tocarme.

- No. No quiero moverme. Estoy muy cómodo así.- Respondí.

- Bien...- Alejo sus manos.

Las mías, se movieron rápidamente para tomar las de el, sin siquiera mirarlo.

- Sigue...- Murmuré - Por favor.

- Estabas tan tenso hoy. Te he dejado como seda en minutos.- Jugo con mi pelo.

No conteste. Realmente estaba relajándome, pero seguía despierto, y algo ansioso. Pude escuchar las risas de Bert y Jeph desde afuera, pero ellos entraron. Crearon algunas bromas. Gerard dejo de tocarme. Abrí los ojos. Lo mire frustrado.

- Me duelen las manos.- Puso como excusa.

No dije nada, con algo de esfuerzo pude ponerme de pie.

- Epa, el señor de los licuados ha despertado.- Dijo Jeph al verme de pie.

Observe a Gerard, no era gran cosa el licuado. ¿Pero por qué debía comentarles cada cosa que haga conmigo? Es algo molesto y casi intolerable.

- No.- Se acerco Quinn - Tienes que decirnos que ingredientes usas. Según Gerard es uno de los mejores licuados que ha probado.

Todos me miraron, esperando a que respondiera.

- Si me traen un esqueleto, les muestro.- Respondí.

Bert rió, ellos bromean, yo también. Bueno... media broma.

- Eres gracioso.- Dio una palmada Quinn a mi espalda.

- Acuéstate si quieres. Mi cama esta armada.- Dijo Bert - Es la segunda habitación.

Asentí con la cabeza, sin dar explicaciones algunas de mi estado ansioso-somnoliento.

- Espero que sea una broma, ¿estamos en una reunión de amigos y te iras a la cama? - Dijo Jeph.

Mire a todos. Tratando de decidir que hacer.

- Déjalo, ha tenido un día muy largo.- Me defendió Bert.

No sabía que hacer, necesitaba descansar. Sólo recostarme en un algún lugar. No tenía tanto sueño, quizás es porque me siento débil. Mi cabeza comenzaba a doler un poco, al igual que antes.

- Esta bien, me quedaré con ustedes.- Fue mi respuesta.

- Pero...- Quiso decir Bert.

- No importa.- Lo mire - Me quedaré, Jeph tiene razón. Te recompensare por lo de ayer.

Una leve sonrisa ocupo sus labios y todos volvimos al sofá. Esta vez, mi cuerpo estaba en el, no en el suelo. Junto a Gerard y a Jeph.

Pasamos algunas horas más hablando de cosas sin mucha importancia. Las bebidas iban y venían, tome un poco, sólo para despejarme.

Apoye mi cabeza sobre el respaldo del sofá.

- Y cuéntanos.- Dijo Jeph - ¿Se te ha ido esa tos? - Preguntó.

No levante mi cabeza, la gire un poco para mirarlo. Sabía que Bert estaba esperando mi mentira.

- Sólo un poco.- Respondí.

- ¿Pero estas tomando algo? ¿Te recomendó el médico algún tratamiento para ella?

- No cree en los tratamientos Frank.- Respondió Bert por mí.

Esta vez levante mi cabeza para mirarlo.

- Cállate ¿quieres? - Le dije.

- ¿Por qué debo callarme cuando digo la verdad? -Respondió.

- No, no estoy haciendo ningún tratamiento.- Mire esta vez a Jeph - Porque se ira sola.

- Si claro.- Dijo Bert - Toda enfermedad no se va sola sino la tratas. No es algo que esta en tu cuerpo de paseo y luego se va.

- ¿Cuál es tu problema? - Traté de no levantar mi voz.

- Tu sabes cual es.- Respondió el.

- ¿Hay algo que no sabemos? - Preguntó Quinn.

- Siempre hay algo que no sabemos de Frank.- Dijo esta vez Gerard. Gire mi cabeza para mirarlos.

- ¿De repente están todos en contra mío? ¿Qué es esto? - Me acomode en mi lugar.

- Sólo estamos diciendo lo que nos parece.- Dijo Gerard.

- Bien, quédense con su parecer, no me interesa escucharlo.- Me puse de pie.

- Frankie...- Tomo mi muñeca Gerard - No te enojes, vamos.

- No estoy enojado, pero estoy cansado. Creo que me acostare un rato.- Camine hacía las escaleras - ¿Además por que debo quedarme?- Mire a todos - ¿Si no hacen más que agredirme?

- Frankie...- Dijo Bert.

- Déjalo.- Hice un ademán con mi mano.

Las subí algo enojado, por aquella situación cruel. Entre a su habitación, vi su cama. Era lo único que había allí, junto con una mesa de luz. Muchas cajas debajo de la ventana con sus pertenencias. Un armario abierto con ropa para acomodar.

Escuche unos pasos. Mire hacía las escaleras, dispuesto a discutir, cuando vi a Gerard en ellas.

- Frankie...- Murmuró.

Me aleje un poco.

- Espera.- Dijo acercándose con una botella de cerveza en la mano.

- ¿Qué quieres? - Me apoye en la puerta dispuesto a cerrarla.

- Vamos, baja. No te enojes.- Ya estaba a mi frente - Pero sabes que decimos la verdad. Siempre hay algo en ti que no sabemos.

- ¿A eso has venido? ¿A recordármelo? - Voltee y me senté en la cama.

No lo mire, clave mi vista en el suelo.

- No. Sólo para que sepas que no te mentimos ni ocultamos nada.

- Si claro.- Dije mirándolo.

- No te oculto cosas.

- Si me ocultas. No se que es, pero se que tu también tienes tu secreto.

- Todos tenemos secretos.- Respondió sentándose a mi lado.

- No entre amigos.- Dije.

- ¿Soy tu amigo? - Preguntó.

- Tú que piensas.

- Dímelo tú.

- Si lo eres. Estamos conociéndonos.- Respondí.

Suspiró sin decir nada. Cruzó sus piernas y volvió a mover su pie. Mis ojos se movieron una vez más para observarlo. No entiendo porque me atrae tanto ese simple tic. Mi cabeza seguía doliendo, pero no podía dejar de mirar. Estaba obligado, era mi nueva adicción.

- Dios...- Dije quitando la vista.

- ¿Qué ocurre? - Preguntó apoyando su mano en mi hombro.

- Creo que me volveré loco.- Apoye la cabeza en mis manos.

- ¿Por qué?

- No lo se. Me duele la cabeza, y...- Respondí haciendo una pausa.

- ¿Y?

Lentamente lo mire, viendo confusión en sus ojos, esperando a que terminara de hablar.

- Olvídalo.- Respondí.

- Dime.- Acaricio mi hombro.

No respondí, recordé que había guardado las aspirinas en el bolsillo de mi jean. Las busque, mis dedos tocaron el fino plástico, finalmente pude sacar una.

Mire la mano izquierda de Gerard, que sostenía una botella.

- ¿Puedes convidarme un poco? - Le pregunte.

- ¿Para qué? No puedes tomar remedios con alcohol.

- Es sólo una aspirina. Vamos Gerard...- Extendí mi mano mirando la suya aún en mi hombro - Mi cabeza explotara, no me hará nada.

- Bien, bien...- Me dio la botella.

Sonreí enormemente, coloque la aspirina en mi boca, tome un trago de la botella y finalmente ya estaba en mi cuerpo.

Estuvimos es silencio un rato, sin ganas de movernos. Su mano nunca abandono mi hombro, de vez en cuando lo acariciaba. Termino su botella y la dejo en el suelo, pero no dejaba su tic de lado.

- No entiendo porque te llama tanto la atención mi pie.- Supo que lo estaba mirando.

- Yo tampoco lo sé.- Respondí.

Rió, esa risa tan domadora que tenía, lleno de alegría mis oídos.

- ¿Qué quieres hacer? ¿Te quedaras acá? ¿Te acompaño hasta tu casa?

- No lo se.- Lo mire - No tengo muchas ganas de moverme. Siento que todo da vuelta y vueltas.

- ¿Tomaste mucho alcohol allá abajo? Porque no te mire.

- No.- Respondí - Quizás debe ser mi dolor de cabeza.

- ¿Por qué no le preguntas al médico la causa?

- No quiero que hablemos de médicos. No ahora.- Le respondí.

- Esta bien. Dime que quieres hacer.- Repitió.

Mire su pie, dejo de moverlo. Me deslice de la cama lentamente, hasta caer sentado en el suelo. Me acerque a sus piernas, apoyándome sobre mis talones. Mire sus pies.

- ¿Qué haces? - Miró hacía abajo.

- Esto es lo que quiero hacer desde que llegue. Observar tu pie de cerca. Muévelo.

- Si, te estas volviendo loco. ¿Escuchas lo que dices?

- Vamos.- Nunca lo mire - Muévelo.

- Bien, si esto te hace feliz. -Dijo acatando mi orden.

Mi cuerpo se inclinaba automáticamente hacía delante y tome su pie entre mis manos.

- Frank.- Dijo tratando de quitar su pie.

- No te haré nada. Déjame verlo de cerca,

Sus piernas ya no estaban cruzadas.

Mis dedos analizaron la textura de sus zapatos. Unas botas de cuero, modelo antiguo. Podía notar que eran de buena y cara calidad. Levante lentamente su jean, para tomar el cierre de ellas entre mis manos, lo baje lentamente y quite su bota para dejarla a mi lado, en el suelo.

- Frank...- Susurro.

No conteste. Quite su media, ubicándola junto a tu zapato, y retorné a su pie. Era un tanto grande, proporcional a su altura, blanco, suave según lo que mis manos pudieron deducir.

Lo recorrí sin apuro con la yema de mis dedos, sintiendo sus venas, como el aire lo volvía un tanto frío. No podía dejar de tocarlo, era un olimpo ante mis ojos. Tener aquella extremidad, la cual me había distraído casi toda la noche, era un pequeño sueño cumplido.

Mi cuerpo se inclinó unos grados hacía adelante. Mi nariz tocó su empeine, oliendo su aroma personal, era asombroso. Quizás, se había bañado segundos antes de irme a buscar, porque aún podía olfatear el jabón en el. Hasta me atrevo a decir que es de coco y almendras, el que dispone en su casa.

Cerré los ojos, me deje inundar por aquella esencia específica. Mis labios se abrieron automáticamente para dejar salir mi lengua, ella tocó la piel. Sentí como se erizo ante mi tacto. Abrí los ojos sin quitarla a ella de su piel, para mirar su expresión. Estaba sorprendido, algo asustado, pero no decía nada para detenerme. Sus manos apoyadas al costado de su cuerpo. Volví a mi ansiedad, para besarlo suavemente esta vez.

- Simplemente es hermoso...- Dije entre besos.

El clima cambiaba, mis hormonas se excitaban ante esta situación. Sabía que el estaba sintiéndose de la misma manera. Mi cabeza aún daba vueltas y vueltas, tratando de no perder de mi vista mi reciente especialidad Necesitaba algo más, no me calmaba como lo solía hacer hace un momento atrás.

Finalmente lo deje ir, me puse de pie. Nos miramos. Iba a levantarse de allí, para irse. Quien sabe, quizás a decirle a todos que estaba loco, pero pude ser más rápido que el esta vez. Acercándome a el, logré sentarme sobre sus piernas, sosteniéndome de sus hombros.

- Frank...- Murmuró algo sonrojado - No se qué ocurre contigo, pero déjame ir.

- ¿Por qué debo hacerlo? - Pregunte acariciando su cuello.

Sus ojos se cerraron por unos segundos, casi riéndose ante mi.

- Escucho tu respuesta.- Me acerque a su oído.

- Porque no eres tú. Tú no haces este tipo de cosas.- Siguió murmurando.

- ¿Te refieres a calentarte? - Dije con una sonrisa.

Rió muy bajo, apoyando sus manos en mi cintura.

- Vamos Frankie.- Quiso alejarme - Has tomado mucho o esas aspirinas contenían algo más. Lo puedo notar en tus ojos.- Me miro fijamente.

- ¿Y qué te dicen ellos? - Lo mire desafiándolo.

- Que necesitas dormir.- Respondió.

- O que alguien apague mi ansiedad.- Agregue.

Miró hacia un lado, sin saber que decir o hacer al respecto.

- Vamos...- Me acerque a su cuello - Pude sentir tu reacción cuando bese tu pie. Apuesto a que te ocurre lo mismo si hago esto.- Mordí dulcemente su cuello.

Un sonido salió de sus labios, para indicarme que debía seguir, y lo hice. Seguí mordiéndolo y besándolo con tanta lentitud que hasta a mi ser lo ponía nervioso.

Hubo un momento en donde el tomo mi cuello, enfrentando nuestros rostros y nos besamos. Ese beso tomo un poco de animalismo y rapidez. Mis manos bajaron por su torso para encontrarse con su cinturón, entre besos desenfrenados, pude quitarlo con la esperanza de poder escabullir mis dedos en su ropa. Escuche que gimió, pero me alejo.

- No.- Me dijo - Basta. No puedo hacer esto.- Agregó respirando dificultadamente. Suspire.

- ¿Por qué no?

- ¿Bájate quieres? Porque este no eres tu, no me aprovechare de tu estado y no dejaré que te aproveches de mi, sólo porque tu estas caliente.

- Se que lo deseas.- Me acerque nuevamente.

- No.- Me alejo otra vez - Bájate.

- ¡Vamos! - Grite esta vez tratando de meter mis manos en su ropa interior.

- ¡No! - Grito
- ¡Cállate! - Esta vez golpee su rostro sin pensar mucho.

Me empujó bruscamente para defenderse. Caí de espaldas al suelo, sintiendo como mi espalda crujió contra el, con dolor.

- No haré esto.- Se puso de pie mirándome en el suelo - ¿Qué demonios has tomado?

Me aleje sin ponerme de pie, volviendo a la realidad, recordando lo que había hecho.

- No...- Murmuré - No lo se. Yo...- Hice una pausa - Lo siento.- Logré ubicarme en el rincón de la habitación.

- ¿¡Estas loco Frank!? ¿Cómo se te ocurre golpearme? ¿Acaso tratas de violarme o qué?

- ¿Violarte? - Lo mire tratando de no llorar - No, por Dios. ¿Qué dices? - Mire el suelo.

Apenas nos miramos. Su nariz sangraba un poco. Gota por gota caía al suelo.

La puerta se abrió, sabía que en cualquier momento alguien vendría. Mi caída se había escuchado y probablemente los gritos también.

- ¿Qué ocurre? - Supe que era Bert - En dónde esta Frank.- Miró a Gerard.

Gerard, hizo un ademán señalándome con su cabeza.

- ¡Por Dios, Frankie! - Se arrodillo a mi frente - ¿Qué ocurre? ¿¡Qué le hiciste!? - Le grito a Gerard

- ¿¡Yo!? - Grito este - El empezó todo.

No lo mire, apenas podía ver lo que estaba un metro de mí. No podía creer lo que había ocurrido, lo que le había dicho y hecho a Gerard.

- ¿Puedes mirarme? - Levanto mi cabeza entre sus manos - ¿Qué ocurrió? ¿Te sientes bien?
No conteste, algunas lágrimas cayeron.

- Por dios Frank, ¿háblame quieres?

- No soy yo. No soy yo. No soy esto.- Repetí una y otra vez.

- ¿Tu le diste alguna pastilla? Mira como están sus retinas - Volteó a mirarlo a Gerard.

- ¡No! - Seguía gritando - Yo le pregunte lo mismo. No ha tomado nada.

- Si he tomado.- Murmuré sollozando -Tome cuatro de esas aspirinas que tu me dejaste.- Lo mire esta vez.

- ¿Qué? - Se puso lentamente de pie - ¿Cuatro? ¿Acaso estas loco? - Grito esta vez.

- ¿Por qué? - Me uní a sus gritos sin moverme de mi lugar - Sólo son aspirinas ¿cierto?
Silencio - ¿Cierto? - Repetí mirándolo.

No contestaba. Gerard lo miraba con intriga. Lentamente me puse de pie, sabiendo que mañana me dolería terriblemente la espalda.

- ¿Qué me has dado? - Lo mire - Dímelo.

- Lo siento. Nunca pensé que tomarías cuatro. Te dije era una, cada cuatro horas.

- ¿Qué tipo de aspirinas se deben tomar una cada cuatro horas? - Preguntó Gerard - ¿Qué demonios le has dado? ¡Mira como esta! - Me señalo.

- Era...- Hizo una pausa - Era para tu tratamiento.- Murmuró Bert sin poder ser capaz de mirarme a los ojos.

- Maldición...- Voltee - No lo puedo creer.

- ¿Qué tratamiento? ¿El de tu tos? - Preguntó un Gerard ingenuo.

- Te has pasado esta vez Bert.- Dije sin voltear - Estas jugando con mi salud.

- Como si tu no lo hicieses.- Respondió rápidamente.

- Pero lo decido yo. Tu no decides que darme.- Hice una pausa para voltear a mirarlo - No me puedes drogar.- Levante mi voz – ¡Con razón estaba así! - Perdí los estribos.

Gerard se acerco a mí.

- Lo siento.- Lo mire - Nunca quise golpearte.

- ¿Te ha golpeado? - Preguntó Bert.

- Tu no me hables.- Dijo Gerard - No puedes drogarlo de esa manera. Mentirle. ¿Y se supone que tú eres su mejor amigo?

- ¿Te golpeo y ahora lo defiendes?

- Me ha golpeado porque estaba drogado Bert.- Respondió Gerard - Por eso no lo reconocí esta tarde, ya había tomado esas cosas que...- hizo una pausa. - Dios sabe que le has dado.

Metí la mano en mi bolsillo, tomando el blister una vez más, lo tire al suelo y lo pise con toda la fuerza que pude.

- Ahí tienes tu maldito tratamiento.- Mire a Bert.

- Pero tu madre...- Dijo el.

- No quiero escucharte. – Volví a llorar - Ni a ti, ni a ella. Olvídate del tratamiento. De tus falsas aspirinas.

Hubo un silencio entre nosotros. Gerard se sentó en la cama para devolver la bota a su pie junto con su media. Bert debido a la discusión, nunca se dio cuenta del estado de nuestras ropas. Del cinturón desabrochado de Gerard.

Volví a llorar, con tanta impotencia que me asustaba a mi mismo. Sintiéndome traicionado por mi amigo, por mi familia.

Abrí la puerta y salí de allí.

- ¡Espera! - Grito Bert siguiéndome.

- Ahórrate el perdón.- Baje las escaleras - Me iré a casa.

- ¡No puedes irte así! ¡Mira como estas! ¡Puede ocurrirte algo! - seguía hablando a mi espalda-

- No me interesa. Ya fue bastante embarazoso lo que hice allá arriba.- Dije sin pensar en Gerard - No puede pasarme algo peor.- Llegue al comedor.

Jeph y Quinn nos observaron con confusión, tratando de descifrar que demonios había ocurrido allá arriba, porque tantos gritos, golpes.

- No puedes irte sólo.- Me tomo del brazo.

Voltee bruscamente, haciendo que me soltara.

- No quiero que me toques.- Lo mire a los ojos - Me iré y punto. Fin de la discusión.

Pude ver como Gerard terminaba de bajar las escaleras, sin sacar su vista de mis ojos.

- ¿Qué ocurrió? - Preguntó Quinn.

- Desconfíen de la bebida y comida que reciban de Bert. Quizás trae alguna droga adentro.- Respondí

- Vamos.- Dijo el - No seas así. Sabes el motivo de mi accionar.

- Nadie te pidió que lo hicieras.

- Si, tu madre.

- ¿¡Desde cuándo le llevas el apunte a ella!? - Grite esta vez - ¡Yo soy tu amigo! ¡Tú me escuchas a mí no a mi madre!

- ¡No cuando tu no haces más que cometer errores y tomar decisiones erróneas! - Volvió a gritar.

- Me voy.

- No puedes irte sólo.- Repitió.

- No se ira sólo. Yo lo acompañare.- Dijo Gerard.

- ¿Tu también estas enojado? - Le preguntó Bert.

- ¿Qué le ocurrió a tu nariz? - Preguntó Jeph.

- Si, estoy enojado. ¿Por qué esto? - Dijo señalando su nariz - Es culpa tuya, fue muy cruel de tu parte lo que le has hecho a Frank.- Pasó a su lado.

De repente tomo mi mano, olvidando todo lo que dije e hice allí arriba, y me arrastro hacia el nuevo y brillante porche.

Todos se quedaron allí, viendo como nos alejábamos de la casa. Solté su mano, apurando mi caminar.

- Frank, espera.- Escuche que dijo.

- Déjame sólo Gerard.- Dije rápidamente.

- Tú no tienes la culpa Frank.

- ¡Lo se, pero es un idiota! - Grite a la nada.

- Quizás sólo quiere ayudarte.

- ¡Vaya! - Extendí mis brazos a la nada - Hermosa forma de brindarme ayuda.- Hice una pausa. Logró alcanzarme y nos detuvimos. - ¡Convirtiéndome en una prostituta! - Grite terminando mi frase anterior.

Silencio. Su nariz había dejado de sangrar, pero sangre seca se hallaba en algunas partes de su rostro.

- Lo siento.- Se acerco un poco - Pero tu no tienes la culpa.- Repitió - ¿Cómo te sientes ahora?

- Con bronca. Con ganas de matar a alguien, ¡Dios! - Volví a gritar dándole la espalda.

- ¿Puedes calmarte? - Escuché a mi oído - Son casi las cinco de la mañana. Vamos.- Puso sus manos en mis hombros - Te llevare a casa.

- No iré a casa. Si voy, tendré que ahogar a mi madre con una almohada, o conseguirme un silenciador y regalarle unos tres agujeros.

Rió ante mi respuesta y me abrazo.

- No me refería a tu casa, te llevare a la mía.- Dijo acariciando mi cabello.

- Pero...- Hice una pausa - He quedado como un idiota. Todo lo que he dicho y hecho.

- Shhh...- Murmuró - No eras tú. Además siento que estas temblando, no quiero que tengas otro ataque. ¿Ok?

Voltee mirándolo avergonzado, por la situación. Extendí mi mano para tocar suavemente su nariz.

- Siento haberte golpeado.- Aleje mi mano.

- Lo se.- Sonrió - No es nada. He recibido peores golpes tuyos.

No pude evitarlo y reí.

- ¿Vienes conmigo o no? - Extendió su mano.

- Esta bien.- La tome.

Caminamos de esa manera todo el camino hasta su casa. Sentí la misma suavidad en las manos, que en su pie. Por un momento tuve la idea de besarla, pero no debía. Tenía que dormir, para desaparecer este efecto de las “Aspirinas”, ni siquiera se que he tomado aún. Vaya uno a saber que clase de medicamento yacía en mí.

Finalmente llegamos a su casa. Quiso que subiéramos las escaleras.

- No.- Solté su mano - Dormiré acá, en el sofá.- Lo mire - Tu duerme arriba.

- Pero...

- No. No dormiré contigo luego de lo que te hice.

- No fue tu culpa Frank.

- No me interesa. ¿Puedes prestarme algo ara dormir?

- Bien, bien.- Respondió subiendo - Ahora bajo.

Me senté allí, algo tembloroso. Hasta que el bajo ya cambiado, con un pijama, unas sábanas y almohada en su mano.

- ¿Seguro que quieres dormir aquí? - Preguntó acercándose. Lo mire, sabiendo que no cambiaria mi opción - Ok, esta bien.- Dijo el. Entre ambos, colocamos las sábanas en su gran sofá, junto con la almohada. - Que duermas bien.- Beso mi cabeza - Cualquier cosa, subes. ¿Si?

- Ok.- Respondí.

Quede sólo. Un gran silencio rodeaba la casa, ya podía escuchar algunos pájaros cantar. Estaba a punto de amanecer. Me cambie rápidamente, y apague las luces para acostarme.

Estaba cómodo, pero comenzaba a tener miedo. Di unas cuanta vueltas allí, sintiendo como se me iba el efecto de las píldoras, haciendo sentir un bastardo. No soy el mismo, pero me siento igual. Sentía esos temblores con ganas de acompañarme una vez más. Rápidamente me puse de pie, indeciso por subir o no.

- Al demonio con mi orgullo...- Subí las escaleras - ¿Gerard? - Susurre abriendo la puerta lentamente.

Escuche que rió.

- Tardaste casi media hora en subir.- Dijo - Si, puedes quedarte conmigo.- Agregó.

- No iba a decir eso.- Entre a oscuras.

- ¿No? ¿Entonces? - Preguntó encendiendo la luz. Lo mire, mordiendo mi aro. - Eres un idiota.- No sabía que decir.- Vamos, ven.-Me hizo un espacio.

Sonreí, y una vez más estaba acostado junto a el. Apago la luz y giro hacia mí.

- ¿Puedes respirar bien? - Pregunte susurrando.

- Deja de preocuparte.- Contestó - Estoy bien.

- Siento haberte golpeado. No se que me ocurrió.

- Frank.- Me llevó hasta el - Olvida lo que ocurrió esta noche, ¿si?

- Pero...

- No. Olvídalo. ¿Tu cómo te sientes?

- Ahora que se fue el efecto. Siento lo mismo, no siento nada. Vació y tonto, como todos esos últimos días.

- No digas eso.- Acaricio mi espalda.

- Es la verdad.- Puse mi mano sobre su pecho.

El la tomo, entrelazamos nuestros dedos.

- ¿Duérmete si? - Beso mi frente - Mañana será un nuevo día.

- ¿Me perdonas?

- Si, te perdono. Tienes que aprender a perdonar Frank.- Sabía que se refería a Bert.

- Ya olvide donde ha empezado todo.- Respondí - Me olvide de olvidar que nada es importante para mi.

- Duérmete.- Repitió para que me calle.

Acaricie su pecho no se cuanto tiempo, pero era lo único que en su momento me hacia sentir seguro en esta gran jungla. Mi antepasado enemigo, era el que continuaba salvando la vida. Recordándome que soy alguien, bueno o no. Sigo siendo un ser humano, que lucha contra su familia, la traición de sus amigos, médicos incompetentes, contra una enfermedad que tiene cura, pero no quiero ejercerla, sabiendo que me tornaba débil con cada día, hora y minuto que pasaba.

Quería y me estaba dejando morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario