domingo, 6 de mayo de 2012

Disarm; Capítulo: #12

Capítulo: #12

"Jeremiah"


Artista: Starsailor | Disco: On The Outside | Año: 2005

Rodé en mi lugar sintiendo el borde del sofá, amenazando con hacerme caer. Sabía que estaba aún en el, no en el regazo de mi madre. Podría haber abierto los ojos, pero estaba cansado de ver como todo caía a mi alrededor. Quizás sino miraba, menos sufriría en este universo.

Mis ojos dolían, mi cuerpo estaba cansado. Creía que valdría la pena, quedarme allí de por vida, vivir en aquel gran mueble, hacer de el mi nuevo hogar.

Esto llegaba a su fin, mi mente lo sentía, mi cuerpo me lo hacia saber.

- Hijo. ¿Frankie? - Escuche.

Frankie, me estaba llamando Frankie, aún sigo siendo su hijo, cobarde, suicida, pero sigo siendo el procedente de alguien.

Gire a mi derecha, apenas abriendo los ojos. El alto velador del comedor estaba encendido, el living estaba casi en penumbras. Mi madre estaba de rodillas a mi frente, mirándome, apenas sonriendo, fingiendo una expresión.

- He...- Hice una pausa para tragar saliva - ¿He dormido todo el día?

- Así es, es hora de cenar.

- ¿Cenar? -Trate de sentarme.

- Así es.- Respondió.

Me senté, mi boca estaba reseca. No sólo por todo lo que había dormido, sino por esas pastillas que había consumido la noche atrás.

La mire, recordando que debía insultarla por haberme drogado, pero estaba demasiado frágil para una batalla más.

- ¿En dónde estuviste toda la noche? - Preguntó sentándose sobre la pequeña mesa a mi frente. Restregué mis ojos, queriendo olvidar aquel suceso espantoso y embarazoso con Gerard.

- Bert...- Apenas murmuré - Hizo una reunión por su mudanza.

- Aja.- Respondió.

Silencio. Era él, el que decidiría si debía abrir mi boca para luchar contra ella. Debía decírselo, no pelear, pero tenía que saber lo que hizo con su hijo.

- Bert...- Volví a pronunciar su nombre - Me dejo unas aspirinas.- La mire.

Supo que estaba hablando, lo supe cuando miró hacia un costado, no queriendo escuchar lo que seguía, un hijo drogado sin saberlo, un hijo besando a su enemigo, regalándose ante a el, tocándolo con ímpetu para saciar su efecto narcótico.

- Mírame cuando te hablo.- No levante mi voz - No eran aspirinas..- Hice una pausa - ¿Cómo pudiste? - Termine de hablar.

Suspiró, jugo con sus dedos, miró sus preciosas uñas, negó con su cabeza.

- No quise...- Comenzó a murmurar - No quise hacerlo. Pero no me dejas opción, hijo. - Me miro - ¿Qué se supone que debo hacer contigo? Tú sólo quieres morir. Yo quiero verte vivir.

- Sigue siendo mi cuerpo, mi decisión.

- ¿El morir? Eso no es una decisión, eso es suicidio.

- Es mi decisión.- Repetí.

- Quiero que la cambies.- Levanto el tono de su voz - Quiero ver como creces, como te conviertes en un hombre. Quiero conocer a tus hijos, a mis nietos. No quiero verte bajo tierra, no quiero tener que ir a visitarte a un cementerio.

Abrí la boca para objetar aquello, pero sus ojos no me dejaron hacerlo cuando comenzaron a derramar lágrimas.

Maldición. Detesto verla llorar. Sus lágrimas me llevan tiempo atrás, cuando todos los días la encontraba en el rincón de la cocina, llorando, por el. Dolida por los golpes, por como sufría su corazón al ver como su esposo la maltrataba sin razón alguna.

Cruce mis brazos, apretando mis costillas, haciendo que me faltase el aire, pero seria lo único que ayudaría a que mis ojos no acompañaran su llanto. Quería tomarla entre mis brazos, y arreglarla, componerme, ordenar el mundo. Pero nada puedo hacer, todo estaba lejos de mis manos, apenas podía dirigir mi respiración, ¿y quiero arreglar el mundo?

Ellas se quejaron por mi fuerza ejercida, pero no importo. Sólo no quería llorar con ella, no podía hacerlo.

- Te necesito.- Dijo ella entre sus lágrimas - Necesito a Frank, mi hijo. Vivo.- Termino de hablar.

Mis manos con una lentitud sorprendente, dejaron mis huesos en paz. Estire mi derecha, para correr el cabello de su rostro. Pude ver su hermosa, pálida y reluciente piel.

Mi madre no era joven, tampoco veterana, pero no tenía arrugas, las típicas marcas de expresión por reírse. Nada. Mi color de piel, era idéntico al suyo. Ese pálido ideal para un ser humano. Lloraba, y no era lo que me ponía nervioso, sino el silencio con el que lo hacia.

Son esas angustias que provienen de lo más profundo de tu corazón, aquellos llantos en donde no tienes mejor idea que quedarte en tu cama, convirtiéndote en un insecto ante el mundo, en una simple hoja temblando bajo el diluvio de tus ojos, sin intenciones de recobrar tu existencia, o recordar el por qué de la supervivencia.

Sólo, dejar que te consuma.

- Lo siento...- Murmuré aún tocando su cabello.

- ¿Cómo puedes dejarte morir? ¿Cómo puedes? - Dijo al crecer su llanto.

No lo soporte, me deslice de aquel sofá y caí de rodillas a su frente, abrazándola, hundiendo mi cabeza en su hombro, cerrando los ojos tan fuerte que dolían.

- No quiero seguir sufriendo. No puedo hacer ese tratamiento.

- Debes hacerlo.- Dijo a mi oído.

- No quiero.- Respondí.

- Estas débil mi amor.- Acaricio mi espalda-Lo puedo sentir, ver. Debes tratarte, esta avanzando.

- ¡No digas eso! - Casi grite apretando su espalda.

Suspiró, sin saber que decir. Era verdad, estaba avanzando. Cada minuto, segundo que pasaba, una parte de mi cuerpo se rendía ante el. Mi nuevo huésped.

El tiempo pasó entre nosotros, mirando la comida en el centro de la mesa, en mi plato que a estas alturas de las circunstancias, pensé que me devoraría.

- ¿No piensas comer? - Me preguntó.

- No tengo hambre.- Mire las sustancias sobre la porcelana.

- Debes comer.- Levanto un poco su voz- Estas débil, lo se, puedo notarlo, lo ha informado el médico.

La mire, rogándole no comer. Sentía un nudo gigante en mi estómago, impidiendo el paso a cualquier tipo de comida. Sabía que si consumía algo, lo devolvería en el baño en cuestión de segundos.

Su mirada no era la misma, miraba constantemente su reloj, esperando alguna señal. Observe sus movimientos, mi madre se convertía en un saco de nervios, y no hacia más que ponerme ansioso.

- ¿Ocurre algo? - Pregunte haciendo a un lado mi plato.

- ¿Mmm? - No escuche lo que pregunte.

- ¿Esperas a alguien? No dejas de mirar el reloj.- Mire su mano derecha.

- No. Sólo...- Hizo una pausa - Me molesta un poco, creo que lo ajuste demasiado.

La mire, sonreí sabiendo que estaba mintiendo.

- Si claro.- Mire hacia un lado.

- Es la verdad.- Aclaro.

- Esta bien.- Respondí.

- Mañana quiero el cuerpo de tu padre afuera, no se que harás con el, pero quiero que desaparezca. No podemos tenerlo ahí, nos has arriesgado hijo.

No contesté. Ni siquiera sabía que haría con el. Si, arriesgue nuestras vidas al enterrarlo en el sótano, pero no podía simplemente echarlo al río como un poco de basura más.

Necesitaba tenerlo a mi lado, bajo mis pies, hablarle en aquellas terribles noches de vigilia, saber que de cierta manera seguía allí acompañándome, pútrido o no.

Aquellas palabras fueron las únicas que compartimos en la cena. No tenía ganas de hablar, estaba cansado, necesitaba dormir. Dejar mis miedos de lado, y sólo morir en la cama hasta el día de mañana. Si tan sólo Gerard lograse venir todas las noches para asegurarse que pueda dormir tranquilo, si tan sólo consiguiera....

Trate de ayudarla a mi madre a lavar los platos, pero se mostró tan fría en momentos y nerviosa, que decidí dejarla allí sola.

Subí silenciosamente las escaleras, mirando por encima del hombro, aún con ganas de saber por qué diablos miraba tanto su reloj. Llegué a mi habitación, ya casi habiendo olvidado como lucia mi cama. De sólo pensar que tenía que recostarme allí, tiritaba del recelo y miedo que tenía a cerrar mis ojos y despertar muerto, pero al fin y al cabo era lo que quería.

Extinguirme.

Logré ponerme mi pijama, pero de ninguna manera dormiría allí.

Di vueltas en mi habitación, ordene cosas que no necesitaban distribución, escuche los pasos de mi madre al acostarse.

Finalmente me acerque a la ventana, a fumar un cigarrillo. Observe el patio de Gerard. Inesperadamente estaba allí sentado, en el suelo. El pequeño y sutil farol alumbraba los mosaicos, haciendo figuras raras de su cuerpo en ella.

Encendió un cigarrillo, exhalando el humo hacia arriba. Una blanca y pequeña nube rodeó su rostro. Inicié una serie de situaciones posibles si mi padre estuviese vivo. Lo más probable es que haya terminado de todas formas en los brazos de Gerard, llorando, tratando de calmar mi odio y desesperación cuando la encontraba a ella con marcas azules en su cuerpo. Hasta podría haberme ayudado a matarlo. Nunca lo sabré.

Siguió fumando. Me pregunte qué hacia allí sólo, expulsando humo a esta hora de la noche.

De repente mi celular sonó, gire la cabeza para mirar la pequeña mesa junto a mi cama, me acerque a ella, sosteniéndolo en mis manos, para volver a la ventana. No era conocido su número.

- ¿Hola?- Atendí.

- ¿Piensas mirarme mucho tiempo más? - Dijo.

Mire a Gerard, miraba mi ventana, con su celular sobre la oreja derecha. No se por qué, pero sonreí al encontrarme con sus ojos.

- ¿Qué haces allí sólo, fumando?

- Lo mismo pregunto.- Respondió sin dejar de mirarme.

- No puedo dormir. – Respondí - Además estoy en mi habitación, tú estas en el patio.
Me sonrió exhalando el humo.

- Tampoco puedo dormir.- Escuche mirando como se movían sus labios - ¿Has hablado con tu madre?

- Si...- Mire hacia un lado - Es largo de contar, pero ambos terminamos llorando.

- ¿Eso es bueno? - Preguntó.

Volví a sus ojos, su cabeza estaba inclinada levemente hacia atrás, para tener una mejor vista de mi ventana. Esperaba con ansias mi respuesta, pero últimamente no estaba seguro de nada. Había llorado tanto en los últimos días, sin saber si es bueno o no. Te alivia, apaga un poco esa angustia que llevas adentro. Pero no se si es piadoso hacerlo.

- No lo se.- Respondí - ¿Cómo has conseguido mi número? No recuerdo habértelo dado.

- Nunca lo hiciste. Bert lo hizo.

- ¿Tu se lo pediste?

- Si, cuando estabas maravillado anoche, mirando la película.

- ¿Y por qué se lo has pedido?

- Ay Frankie...- Dijo en un suspiro - ¿Siempre tienes que saber el por qué de todo? Algunas cosas no tienen explicación.

- ¿Como estar hablando por celular cuando nos estamos viendo y nuestras casas sólo están separadas por un cesto de basura?

Rió, apagando el cigarrillo en sus baldosas.

- Exacto.- Respondió - Quizás si estuvieses a mi lado en este momento. No me habrías dicho que lloraste con tu madre.

- Puede ser...- Respondí.

Hubo un silencio, escuchaba la respiración de el, mediante el teléfono. Dejo de mirarme, para clavar su vista en la pared, pero se aferraba al teléfono.

Termine mi cigarrillo y lo lance a mi patio, sin importar lo que diría mi madre en el día de mañana. No creo que le importe mucho, en este momento hay cosas más importantes que una simple colilla de cigarrillo en su patio.

Me concentré en la respiración de Gerard, por un momento pensé que se había quedado dormido.

- ¿Gerard? - Dije en voz baja sin dejar de mirarlo.

- Dime.

- Pensé que te habías dormido.

- No...- Sabía que sonrió - Estoy aquí.

- ¿Estas bien? - Me atreví a preguntar.

- Si Frankie, ¿por qué no debería estarlo? - Volvió a mirarme.

- No lo se...- Levante mis hombros - Pareces tan pensativo.

- ¿No piensas que es un noche maravillosa? - Miró hacia arriba- Mira la Luna, alumbrando nuestros patios.

Asome un poco la cabeza, comprobando lo dicho por Gerard. Realmente era hermoso, la luna iluminaba ambos patios, formando una sombra que unía uno y otro.

- Si, es maravillosa.- Contesté aún mirando el astro.

- ¿Frankie? - Preguntó.

- ¿Si? - Dije sin perder de vista el cielo.

- Mírame.- Dijo.

Baje lentamente la vista, esta vez estaba de pie, mirando directamente hacia mi ventana. Puedo jurar que podía ver como sus ojos brillaban por la luna.

- ¿Por qué no puedes dormirte? - Preguntó.

- Tú sabes porque - Desvié mi mirada.

- Dímelo y lo haré.

Nos miramos, ambos sosteniendo el artefacto. Mis dientes sintieron el metal del aro, mordiéndolo con nerviosismo. Finalmente era lo que quería, pero no podía decirlo, trataba de abrir la boca y pedir ayuda, pero hay momentos en donde todo mi cuerpo se congela ante ese hecho, mi habla desaparece, mi sistema se entumece.

- ¿Quieres que suba? Puedo hacerlo, ¿tienes miedo a dormir cierto?

- Yo... - Hice una pausa.

Silencio.

Cerré los ojos con fuerza, sintiendo mis pestañas clavarse en mi cara. Respire hondo, sabiendo que el la estaba escuchando con atención.

- La puerta del patio esta abierta.- Fue lo único que dije.

Deje salir el aire con rapidez, abriendo los ojos. El había desaparecido. Cerré el celular, asomando mi cabeza, para confirmar si se hallaba en mi patio. No había señales de el, nunca podría haber saltado tan rápido el muro.

- Nunca debes asomarte de esa manera, podrías caer y salir herido.-Escuche a mi oído-
Voltee rápidamente, para encontrarme con el.

- Bien. Nos iremos a dormir.- Dijo mirándome.

- ¿Iremos? - Respondí.

- Me quedo hasta que te duermas, como la vez anterior.- Volteó para sentarse en mi cama.

- ¿Y qué tal si no quiero dormir? - Cruce mis brazos.

Rió, negando con su cabeza. Podía ver su ancha espalda, anhelando sus brazos rodeando la mía, sólo para sentirme un tanto seguro de todo, o de nada.

- Frankie, no eres un niño. Necesitas dormir, al igual que comer. No haces ninguna de las dos cosas últimamente. ¿Qué has cenado? - Volteó a mirarme.

- Uhm...- Atine a decir.

- Lo sabía.- Volvió a mostrarme su espalda - Eres un idiota, ahora ven y duerme.

Camine lentamente, tratando de no arrepentirme de haberle dicho que subiera. Me ubique a su frente. Levanto lentamente su cabeza, sonriendo.

¿Cómo demonios hace para tener esa sonrisa tan perfecta? Es algo que no entiendo. Nunca he tenido esa expresión, ni siquiera lo he creído cuando muchas personas me lo dicen a diario. Sus dientes son tan especiales, hasta podría tomarle una fotografía a cada uno de ellos, hacer una gigantografía y adornar la pared de mi habitación.

- ¿Qué ocurre? - Preguntó.

- Nada.- Olvide mi maniática reflexión.

- ¿Piensas acostarte o no? - Se puso de pie.

Lo mire como acomodaba mi cama para recibir mi arruinado cuerpo. Sus ojos encontraron los míos, pero tenía miedo de hacerlo.

- Gerard...- Murmuré.

- Vamos Frankie.- Tomo mi mano - Juro que me quedaré hasta escuchar tus ronquidos.

- No ronco cuando duermo.- Dije en un tono seco.

- Debería grabarte alguna noche.- Sonrió.

- Eres un idiota.- No pude evitar sonreír.

- Puede ser, pero siempre te saco una sonrisa.- Respondió de la misma manera.

- Esta bien.- Me acosté.

Lentamente logré ubicar mi anatomía en aquel lecho, apoyando mi cabeza en el respaldo.

- No tengo sueño.- Le dije.

El camino, y logró recostarse a mi lado. Suspiró, cruzando sus manos por encima de su abdomen.

- ¿Qué haces generalmente para calmarte y lograr dormir?

- No lo se.- Lo mire.

- Vamos...- Respondió - Algo debes hacer para tranquilizarte, y dormir mejor.- Me miró esta vez.


- A veces...- Hice una pausa para mirar el lateral de mi armario - Tocó la guitarra un rato, me relaja.

- Bien.-Se puso de pie.

Observe como en cuestión de segundos, se acerco a mi armario, tomándola del suelo. Al ver como lo ha hecho, puedo decir que no es la primera vez que tiene una guitarra en sus manos.

Volvió a mi lado, acomodándose un poco y finalmente la dejo sobre mi pecho. La tome rápidamente, para evitar que cayera.

- ¿Y ahora? - Pregunte mirando a ambos.

- ¡Toca algo Frankie!- Casi rió - Tu eres el músico aquí, tu sabes que debes hacer.

- Pero tendría que cantar.- Dije.

- Si no quieres cantar, no lo hagas, sólo tócala.

- Pero algo debo cantar.

- Entonces canta...- Hizo un ademán con su mano.

- Te vas a burlar.

- No seas imbécil. Ahora somos amigos. Los amigos no se burlan entre si, a menos que estén bromeando, ¿y esta vez? - Me miró - Se trata de tu tranquilidad, no me burlare.- Respondió.

Hubo un silencio prolongado, dándole a mi mente tiempo para decidir que tocar, cantar frente a alguien que tiempo atrás mis manos querían quitarle la vida. Pero otra parte de mi mente, quería impresionarlo, agradecerle mediante unos movimientos de dedos, lo mucho que había hecho por mi en estos últimos días, un "lo siento" por mi comportamiento gracias a las drogas.

Mire cada cuerda, deslizando mis dedos lentamente. Sintiendo el plástico en ellos, mi mano izquierda se aferró al diapasón, con miedo a quebrarlo debido a los nervios.

- Sino tocas algo, me dormiré encima de ti.- Escuche.

- No me presiones.- Dije mirando el clavijero - No es muy fácil tocarla en esta posición.

- Lo siento.- Murmuró - ¿Te la ha regalado tu padre? - Preguntó.


- No.- Respondí sin mirarlo - Nunca quiso regalarme una guitarra, tuve que ahorrar y hacerlo yo mismo.

No respondió, sentí su acomodamiento a mi lado. Finalmente mis dedos se relajaban ante el tacto, sólo era cuestión de elegir la canción correcta.

- Bien...- Respire hondo - Aquí voy.

- Te escucho.- Respondió.

Mis dedos formaron lentas y armoniosas notas. Me encargada de afinarla todos los días.

Went off to another land this evening

Comencé a cantar

For to find some inner peace And to see a better way of living.

Seguí cantando muy bajo.

He only went to try to change something.

Comenzaba a tornase difícil seguir con el canto, sentía las ganas de llorar descontroladamente, decirle la verdad, pero algo me lo impedía.

His poor young life was pulled from under him. Jeremiah's mother wept, for the answers they had left behind them.

Algunas lágrimas cayeron

And everytime I see the sun go down I think of you....

Lo mire.

- Detente...- Cerro sus ojos.

Hice lo mismo con los míos, dejando que ellas se desmoronaran sin piedad, deslice la guitarra dejándola al costado de la cama. Un silencio nos rodeó.

- Estabas hablando...- Hizo de una pausa - ¿De ti cierto?

- De ti también.- Respondí sentándome en la cama - Cada vez que el sol se esconde, sólo pienso...- Hice una pausa. - En llamarte para que me acompañes a dormir.- Moría de la vergüenza por lo dicho.

- Tienes una voz hermosa Frankie.

- Cállate...- Seque mis lágrimas.

- Lo digo en serio.- Sentí su mano en mi espalda - Es la voz más hermosa que he escuchado en mi vida. Y tu guitarra...- Hubo un silencio. - Simplemente me transporte en aquellos minutos.

- ¿Lo dices en serio? - Lo mire.

Sonrió, acariciando mi espalda Para mi sorpresa, el también había llorado. De repente es humano, mi amigo, mi estimado vecino, mi seguridad a la hora de dormir.

- Claro que si.- Asintió con su cabeza - Nunca nadie antes logró emocionarme con su voz.
Iba a contestarle, pero opte por aferrarme a su pecho sin previo aviso. Sólo lo abrace, hundiendo mi frente en el, dejando que ellas caigan con lentitud.

- A veces.- Murmuró en mi oído - A veces cuando el sol cae, también pienso en ti.-Escuche.

Abrí los ojos, mirando la pared, viendo como se llenaban de agua una y otra vez.

- Se cuanto miedo tienes a dormir. - Siguió hablando.

- Pero estas aquí.- Dije con esfuerzo.

- Pero no siempre estaré Frankie.- Acaricio mi espalda - Sólo soy tu sostén en este momento, pero habrá otro en el cual, querrás superar ese miedo. Sólo es cuestión de tiempo.

- No tengo mucho tiempo, Gee.- Le respondí.

Gee, sonó tan raro ante mis oídos. Me había acostumbrado a su Frankie, pero no a mi Gee. Seguía siendo chocante, luego de las peleas, gritos y puños que hubo entre nosotros.

- Siempre hay tiempo para todo.- Refuto mi respuesta.

- Créeme que puedo tener todo en este momento, pero no tiempo.- Dije rápidamente-

- ¿Sabes que? - Me alejo de el.

- ¿Si? - Lo mire a los ojos.

Otra vez ese acercamiento, me recordaba a la noche anterior. Fueron segundos en donde mire sus labios, brillaban al igual que sus ojos.

- Necesitamos dormir. Necesitas dormir.- Me dijo.

- Pero...

- No.- Puso su índice en mis labios- Basta de platica, no es sano para tu mente.- Quitó su dedo para tocar mi cabello - ¿Ok?

- Esta bien...- Me acomode en mi lugar soltándolo.

- Bien.- Apago la luz - Pero no dije que me soltaras.- Volteó para abrazarme.

- A veces...- Hice una pausa - A veces eres demasiado tierno. No entiendo como pude pelear tanto tiempo contigo.

Rió a lo bajo, paseando sus manos por mi espalda. Tocaba con suavidad cada vértebra para volver a empezar desde mi nuca.

- Duérmete ¿si? - Beso mi cabeza.

- Gracias.- Murmuré relajándome.

- Gracias a ti.- Dijo.

Estuve a punto de preguntarle que significaba su respuesta, pero alguien tapo mi boca. No era Gerard, era alguien más. Comencé a luchar contra aquella monstruosa mano, pero era en vano. Gerard sostenía mi espalda, tratando de defenderme, pero era demasiado tarde. Perdía el conocimiento, mis ojos se cerraban, me costaba respirar. Finalmente, todo se torno negro, y yací en aquella cama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario