domingo, 6 de mayo de 2012

Disarm; Capítulo: #13

Capítulo: #13


Parte I


"Tear"

Artista: Smashing Pumpkins | Disco: Adore | Año: 1998

Escuchaba murmullos, pasos. Sentía unas manos tocar mi anatomía, estaban frías.

Recorrían mi pecho. Luego algo pincho mi brazo. Estaba conciente. Recordé como aquella mano logró que perdiera el conocimiento. Aparentemente seguía vivo, o al menos eso pensaba. Pero no podía abrir los ojos. Trate, juro que trate de hacerlo, gritar que dejen de tocarme, pero no lo conseguía.

De repente una voz familiar lleno mis oídos. Era Gerard.

Gerard! Grite en mi mente, para que me salvara. Pero no podía moverme, estaba vaya a saber uno en donde, inmovilizado, sin habla, sin poder hacer nada. La impotencia que sentía por no defenderme.
Gerard discutía con mi madre. No podía entender claramente que decía, pero estaba lidiando con ella. Alguien más vino, para unirse a la discusión con ellos.

- ¡Frankie! - Grito Gerard.

No se de donde saque fuerzas, pero pude abrir los ojos. Vi a mi madre, Bert, Jeph y Quinn junto a mí. Estaba en un hospital, era obvio cuando vi a Gabriel en un rincón de la sala.

Apenas gire mi cabeza, y pude ver como tres hombres de seguridad se llevaban a Gerard a la fuerza, prácticamente arrastrándolo. Estiraba sus brazos con esperanza de tomar los míos, pero rápidamente desapareció de allí.

- Ge...- Apenas murmuré - Gerard...

- Sh...- Dijo mi madre - Esta bien Frankie, ahora estas a salvo.- Sonrió.


¿A salvo de qué? Alguien me había sacado de mi cama, haciendo que perdiera el conocimiento para traerme aquí. No entiendo nada de lo que ocurre. ¿Por qué de repente estoy en un hospital?, ¿por qué se lo llevan a Gerard a la fuerza?

- ¿Por qué estoy aquí? – Pregunte - ¿Por qué están todos? - Comencé a hablar rápido - ¿Y Gerard?

- Te trasladamos para que empieces tu tratamiento.- Respondió Bert.

Lo mire, ya queriendo asesinar a todos allí adentro. Ellos me trajeron aquí. Me drogaron por segunda vez.

¿Cómo pueden hacer eso con su mejor amigo, con su hijo? Pensaba que nada peor podría ocurrirme, pero me arrepiento de aquel pensamiento. Esto es peor, estar en el hospital, para hacer un tratamiento al cual me rehúso completamente.

Baje la vista, mirando mis brazos con agujas en el. Escuchando como una maquina indicaba el ritmo de mi corazón.

- Ustedes están...- Hice una pausa para mirar a todos - Tan muertos para mi.- Dije finalmente

Mi madre tomo mi mano, trate de quitarla pero estaba débil, no podía moverme tanto como lo solía hacer.

- Hijo...- Dijo ella - Tienes que hacerlo por ti, por nosotros. Sino...- Hizo una pausa.

- ¿Qué? - La mire - ¿Moriré? ¡Eso es lo que quiero! - Pude gritar.

- Quieres ayuda, la necesitas. Sino, no tomarías mi mano.- Dijo ella.

- No la estoy tomando. No me puedo mover, por eso puedes tomar la mía.- La mire.

- Frankie...- Dijo Quinn acercándose - ¿Por qué no nos dijiste lo que tenias?

- Frank. Mi nombre es Frank.- Dije mirándolo - No te interesa porque no lo dije. ¿En dónde esta Gerard?

- Ese mal nacido...- Dijo Bert acercándose a mi cama.

La lámpara ilumino su rostro, pude ver su ojo un tanto hinchado, tornándose morado. Seguramente habían discutido, y lo golpeo.

- Me ha pegado.- Termino su frase.

- Te lo tenias merecido. Me has drogado la noche anterior, y apuesto a que a que la mano de anoche era la tuya.

No contestó. Siguió mirándome con frialdad pero acompañada de un sucia y asquerosa pena.

- ¿En dónde esta Gerard? - Volví a preguntar.

- Los de seguridad se lo llevaron.- Hablo Gabriel - Estaba estorbando. No nos dejaba hacerte hacer los exámenes, tuvimos que desalojarlo del hospital.

- Quiero a Gerard.- Dije.

- Hijo...- Dijo mi madre.

- ¡No! – Grite - ¡Quiero irme! No pueden internarme sin mi consentimiento. ¡No pueden hacerme nada sino lo quiero! - Seguía gritando.

- Cálmate Frank.- Dijo Gabriel - Porque te tendremos que tranquilizar. ¿Quieres volver a dormirte? - Sonrió el bastardo.

- Quiero hablar con Gerard. ¡Quiero verlo! - Grite mirando a todos - Sino me dejan hablar con el juro que escapare de aquí y nunca mas verán mi cara.



Hubo un silencio. Todos se miraron entre si, tratando de entender por qué demonios estaba tan ligado a Gerard en este momento, cuando antes nos queríamos matar el uno al otro.

Había una parte de mi que quería cumplir el tratamiento, quizás era demasiado joven para morir. ¿Pero quién quiere vivir con estos seres despreciables? Te drogan, te gritan, te maltratan, no respetan tus decisiones, para qué quedarse?. No encuentro motivo alguno para respirando este aire.

Comencé a toser, dejando que los nervios se apoderaran de mi sistema una vez más. Observe el ojo de Bert mientras tosía. Me hubiese encantado ver a Gerard pegándole, haciéndole lo que yo no puedo hacer en este momento. Nunca antes alguien pudo pegarle, siempre ganaba en las peleas, pero Gerard lo logró.

Gerard puede lograr todo, cualquier cosa que se le interponga en su camino. Pudo convencerme de intentar una amistad con el, logró que duerma tranquilo, no tener vergüenza de mis lágrimas. Encontrar a la luna, como lo más hermoso que he visto en mi vida.

- Por favor...- Deje de tose r- Quiero hablar con Gerard. Se los suplico...- Comencé a llorar - Silencio.- Si ustedes me dejan...- Respire hondo - Prometo que...- Hice una pausa cerrando mis ojos con fuerza - Cumpliré con el tratamiento.

Ellos se abrieron, pude ver como todos sonrieron a mi gran mentira.

- ¿Lo prometes? - Preguntó Gabriel.

- No prometo. Dije que lo haré. Sino es suficiente lo lamento.- Respondí.

- Bien.- Saco Bert de su bolsillo el celular.

- No quiero saber nada de ti.- Miré a Quinn.

- Esta bien...- Dijo Quinn dándome tu teléfono - Esta grabado tu número. Búscalo.

- ¿Le han dicho de mi enfermedad? - Pregunte mirando a mi madre.

- No.- Respondió ella - No podíamos hablar con el. Estaba sacado, sólo quería llevarte de aquí. No quería que te toquemos, comenzó a gritar, tuvimos que llamar a los de seguridad.

Respire hondo, mirando el teléfono. Rápidamente encontré su número en la lista.

Realmente no se que iba a decirle, pero quería escuchar su voz, sentir que aún estaba a mi lado sin importar mis mentiras y secretos. Sentía mis manos temblar. Finalmente arriesgue todo, y marque su número. Sonó, sonó y sonó. Unas cinco veces, pensé en colgar, quizás porque veía en nombre “Quinn” en su pantalla, no quería atender.

- No quiero escuchar tus excusas.- Dijo - Estuvo muy mal lo que le hicieron. Nunca se los perdonare.

- Gee...- Murmuré.

- ¿¡Frankie!? Dios mío. Dime que estas bien. Dímelo, por favor.- Hablo rápidamente.
- Estoy bien...- Algunas lágrimas cayeron.

- Lo siento. No pude hacer nada, me echaron del hospital. Yo...- Dejo de hablar.

Escuche como lloraba sin piedad alguna. Cerré mis ojos, olvidando que todos estaban allí, y llore, llore como si fuese el fin de todo.

- Gerard...- Murmuré.

- ¿Si? - Sollozo.

- ¿Por qué te echaron?

- Porque...- Hizo una pausa - Discutí con tu madre, le pegué a Bert. Quería matar a alguien y no pude salvarte, simplemente te deje en esa maldita cama.

Respire hondo. Tratando de encontrar alguna solución a esto, estaba muy lejos de ver alguna. Estaba en una cama, apenas me podía mover. Perdí todo lo que tenía, mis amigos, mi familia, mi doctor, pero no a mi enemigo. Aquel enemigo se convirtió en mi único sostén, siempre lo ha sido, pero no abrí suficientemente los ojos, para darme cuenta de la lealtad que Gerard me tenía, y siempre tendrá, o al menos eso pensaba.

- Frankie, volveré a Chicago.- Dijo luego de unos segundos.

- ¿Qué? - Dije abriendo mis ojos.

- Debo volver. No puedo ayudarte, tus amigos me odian, tu madre me quiere ver muerto. No puedo ayudarte, hice todo lo que pude.

- Pero... - Hice una pausa sin saber que decir - No puedes dejarme.

Silencio. Todos me observaron, escuchando cada palabra de la conversación. No quería que ellos oyeran, no luego de lo que habían hecho, no tienen derecho a saber mas nada de mi vida.

- ¿Pueden dejarme sólo un momento? - Pregunte mirándolos - ¿Hasta que termine de hablar?

- Pero...- Dijo el médico.

- Ahora.- Dije interrumpiéndolo.

- Bien.- Dijo mi madre.

Lentamente uno por uno, fue saliendo de la habitación. Todos se ubicaron junto al ventanal, que poca privacidad que tiene hoy uno en día.

Gire en la cama, lentamente.

- ¿Gee? - Pregunte.

- Sigo aquí.- Murmuró.

- ¿En dónde estas?

- No lo se. Sólo me senté en el cordón de alguna vereda. No se en donde estoy. No quiero saberlo.

Mordí mi aro, tratando de no rogarle que me salvara por última vez, de decirle que vuelva y que mate a todos con tal de sacarme de esta cama.

- No te vayas.- Dije finalmente.

- Debo hacerlo. No se cuando, pero me iré. No puedo quedarme aquí, sólo te traje problemas.

- ¿Problemas? – Respondí - ¿Acaso estas loco? Desde que estas aquí, sólo me has dado fuerzas para seguir viviendo Gerard.

- Es mentira...- Escuche que respiro hondo - He discutido con todos tus allegados.

- Porque ellos son unos idiotas. Me drogan Gerard.

- Lo se...Demonios...- Volvió a llorar - Ellos te llevaron de mis brazos, te arrancaron de ellos.

No conteste, no pude hacerlo cuando volví a llorar, alegrándome de darles la espalda a mis nuevos enemigos, y que no me viesen tan quebrado.

Estaba en un hospital, sin mi consentimiento. Hablando y llorando por teléfono con la única persona que quiso cuidarme en las últimas semanas.

Era el último nivel de mi juego, estaba cerca del final. Todo se iba al demonio, el se iba, mi familia murió, mentalmente y físicamente para mi. Mis amigos se esfumaron ante mis ojos, eran seres humanos comunes y corrientes del otro lado del ventanal.

Pensaba en ellos y no veía más que extraños ante mis ojos, ante mis pensamientos. Todo lo que había pasado con estos, en segundos se ha esfumado, lo he olvidado.

- No te vayas.- Volví a decir - Tu me dijiste que no dejabas ir a las personas. Esta vez...- Hice una pausa - No quiero dejarte ir. Por favor Gerard. Por favor...- Volví a llorar.

- No sigas Frankie, no puedo quedarme. Es empeorar la situación. Lo que sea que tienes, déjalo en aquel hospital, recupérate, y cuando estés bien podrás llamarme por teléfono.

- ¿Teléfono? - Grite esta vez - ¡No puedo llamarte por teléfono! Yo...- Baje el tono de mi voz - Necesito saber que estas conmigo, a mi lado, abrazándome. Eres la única persona que quiero en este momento Gerard. Si te vas...- Hice una pausa - Quedare completamente sólo.

- Esta tu madre, tus amigos.

- Todos muertos para mí.

- No digas eso, piensa que se preocupan por ti.

- ¿Ahora los defiendes? Hace minutos atrás me has dicho que querías matar a alguien.

- Lo siento, pero me iré Frankie. Es lo mejor para ti.

- No, para ti.

- Para ambos.

- Bien. Haz lo que quieras.

- Frankie, algún día podrás entenderme. Tu madre estuvo a punto de decirme que tenías, no quise escucharlo. No quiero saber que tienes y no poder ayudarte.

- ¿Por eso te iras?

- No cambiaré mi decisión, sin mi estarás más tranquilo Frankie.

- Que tengas un buen viaje, Gerard.- Colgué la comunicación.

Estire mi brazo izquierdo, mirando la aguja pegada en el, y deje caer el celular. Volví a llorar, mirando la pantalla de mi corazón, rogando a ver una línea recta y terminar con todo esto.

Todos volvieron a mi habitación, no hablé. Aquel día seria la última vez que escucharían mi voz. Cubrí mi esquelético cuerpo con las mantas de aquella usada cama, y me acurruque en mi lugar, sin ver que hacían ellos. Al fin y al cabo sólo eran muertos para mí. Muertos en vida.

- Frank, sino te recuperamos en esta semana, tu corazón no recobrara la fuerza suficiente, y puede que en tres semanas te vayas.- Dijo Gabriel.

Te vayas, te vayas, te vayas. Lo repetí en silencio, dentro de mi mente. Tres semanas, y seria hueso y polvo. Listo para ser lanzado al mar, o ser cremado, como siempre lo desee.

Hubo un silencio, dejándome escuchar a los pájaros indicándome el amanecer. Recordé que hace horas atrás, sólo estaba en sus brazos, tranquilo, contento por tenerlo a la noche conmigo, por saber que dormiría tranquilo.

Ahora entiendo mi incertidumbre anterior. Mi madre miraba su reloj. Porque sabría lo que ocurría. Seguramente tenía organizado el plan para entrar con Bert a mi habitación.



*•*•*•*•*•*



Formo parte de la sábana que rodea a mi cuerpo, hace más de cinco días. Mi mejor amigo, la maquina que marca mi pulso. Mi única diversión, contar cuantos minutos tardan las diferentes enfermeras en cambiar mi suero.

Mi familia, mis amigos me perdieron. Desde aquella madrugada no han escuchado mi voz. Me han hecho otros exámenes, me sentía un rata en un laboratorio, resignado a todo.

Era de noche, Bert estaba dormido en la cama junto a la mía. Todas las noches se quedaba conmigo, me hablaba, lloraba, maldecía, suplicaba un perdón. Pero ni siquiera me he dignado mirarlo a los ojos cuando lo hacia. Era y será un traidor. Aquel ser humano, era un conspirador, no merecía el esfuerzo de mis cuerdas bocales.

La noche, era la fracción más divertida en el camino que tengo al infierno por dejarme morir. Los médicos, incrédulos de mi progreso para el tratamiento, acordaron quitarme todos esos horrendos cables, sólo para que pueda dormir más tranquilo y este más cómodo en mi defunción.

Suspire mirando el techo. Una tenue luz, iluminaba mi cama, y emitía sombras sobre Robert.

La verdad es que comenzaba a aburrirme. Nunca he tomado esas pastillas. Gire lentamente la cabeza, para observar la mesa espeluznante de plástico junto a mi cama. Pensé en cuantas personas ha visto morir, cuantas veces ha sido la primera en escuchar cuando la maquina avisa tu muerte.

Allí estaba. Una pequeña caja con unos siete compartimientos. Una pastilla para, un minuto, un día más de vida. Desde pequeño soy experto en saber esconderlas en el gran hoyo de mi boca. En pocas palabras, no existe tratamiento. Según ellos, una era para calmarme, comer, vitaminas, coagulador de sangre, para el corazón, sistema endocrino. Por último? La afamada pastillita, para que no molestes a la noche a los de guardia. Algunas noches, era la única que tragaba para hacer más transitorio el agonizar.

Mis ojos se transportaron a Robert. Estaba acurrucado en su lugar, mirando la pared. Recordé lo dicho por él esta noche. Se dedico a recordarme momentos que hemos pasado juntos, con Jeph, con los chicos que nos acompañaban en las rampas. Debo reconocer que hoy, ha logrado arrebatarme una lágrima.

Una sola, por la impotencia que sentí al no olvidar esos momentos, al no poder hacerlo. Me recordó que es la única persona que sabe sobre mi asesinato. Quise matarlo, fue una excusa para que lo perdone. El no se daba cuenta, pero seguía cavando su propia tumba al hablar horas, horas y horas sin respuesta alguna de mi parte.

Suspire por segunda vez, mientras me sentaba lentamente en la cama. Se sintió raro cuando mis pies tocaron el frío suelo. Hace días que no me levantaba de allí, estaba postrado en el mueble.

Logré ponerme de pie, me asegure que el estuviese completamente dormido, lo supe cuando escuche un leve ronquido.

Gire y salí de allí lentamente, descalzo.

Asome mi cabeza, para ver un escritorio al final del pasillo. Se supone que allí estaría un hombre, cuidando a los pobres idiotas que dormimos allí, pero no había nadie. Apenas sonreí.

Gire hacia el lado contrario, descubriendo un pasillo más largo de lo que mis ojos captaron cuando vine anteriormente aquí.

Un silencio mortal me rodeaba, sólo se escuchaban los focos de luz. Ese sonido raro, que nunca entenderás que es, la electricidad, el foco que esta a punto de finalizar su función, nunca lo supe, pero es algo que me intriga.

Camine despacio, escuchando como mis huellas se pegaban y despegaban en aquel impecable suelo.

Pase puertas y puertas, todas cerradas. Observe los números, algunos despintados, otros no existían.

Estaba a punto de llegar al final del pasillo, cuando vi una de las puertas abiertas. Ni siquiera sabía que estaba haciendo. Estaba aburrido, algo debía hacer para acortar la noche, sin pastillas de por medio.

Respire hondo al ver aquella entrada libre a mis pies. Asome un poco mi cabeza.

Una mujer, no niña. Una adolescente, quizás tenía mi edad. Quizás se conservaba en formol, como suelo bromear. Se hallaba sentada en su cama, con algo en sus manos. No alcanzaba a descifrar que era. Papeles, fotos, no lo se. Pero estaban desplegados delante de sus ojos. Los miraba, tocaba, suspiraba. Estaba sola, no había nadie con ella. Su habitación era un clon de la mía, supongo que todas eran iguales. ¿Para qué disponer de habitaciones diferentes en un hospital?

- Si te quedas allí de pie, el guardia te vera y serás hombre muerto.- Dijo en voz baja sin mirarme.

No conteste, mire hacia atrás y pude ver como el guardia a lo lejos, volvía a su puesto. Fue un reflejo, mis pies invadieron su refugio.

- Lo siento...- No sabía que decir.

- No es nada.- Me miró esta vez.

Dios mío, nunca he conocido ojos como los de esta mujer. Eran turquesas, y no miento. No azules, verdes. Turquesas y brillaban. Tenía el pelo castaño largo, lo llevaba suelto. Eran hilos que caían delante de sus hombros, rozando aquellas entidades que tenía a su frente. Una de sus pálidas y venosas manos, se hallaba en el borde de la cama.

- ¿Te vas a quedar allí? ¿O te sentaras conmigo Frank?

¿Cómo demonios sabía mi nombre? Mire mi bata blanca, buscando alguna etiqueta delatadora. Nada.

Me acerque lentamente a ella. Ubicándome a su costado derecho, notando lo que tenía a su frente, finalmente. Fotos. Quizás eran diez o quince, eran unas cuantas.

- ¿Cómo sabes mi nombre? - La mire.

Sus movimientos eran lentos, elegantes, no perezosos. Puedo decir, que pertenece a esa clase de personas que no sabes de donde sacan tanta paciencia en la vida.

Levanto la vista, dejándome embobar con sus hermosísimos ojos.

- Tu amigo se ocupo de gritarlo en medio del pasillo, ¿recuerdas? Frankie.- Respondió - Supongo que eres Frank. Además, los hospitales son como los vecindarios, los rumores corren.

- ¿Qué tipo de rumores?

- Quieres dejarte morir. No aceptas el tratamiento. Te drogaron. ¿Estoy en lo correcto? - No pestañeo al decirme esto.

Conteste con mi silencio.

- Siéntate, ¿quieres? - Apenas me hizo un espacio - Sospecho que tampoco puedes dormir.- Apenas sonrió.

No dude en hacerlo, no tenía nada mejor que hacer en ese momento. Lentamente me senté a su lado, mirando su bata celeste y no blanca como la mía. Tomo una de sus fotos, y la llevo a mi regazo.

- Ese, era mi hermano. – Lo señalo sin tocar el papel - La que esta junto a mí, mi madre. Y en el fondo, como siempre – Aclaro - Mi padre.

No dije nada, tome la foto entre mis dedos sin su permiso. Los observe, ella se veía tan triste, su hermano tan feliz, su madre intrascendente, su padre el dueño de todo.

- ¿Por qué no están aquí ahora? - Pregunte.

- Porque los muertos no caminan.- Respondió.

- Lo siento.- Dije.

- No lo sientas.- Me quito la foto - Alguien hizo justicia por mi, e incendio la casa.- Comento dejándola junto a las otras.

- ¿No los extrañas? - Le pregunte.

- No, ¿por qué debería?

- ¿Porque eran tus familiares? - Apenas respondí.

- ¿Acaso es un mandamiento tener que extrañarlos? - Me miró - Tu extrañas a alguien, cuando ese sujeto hizo algo bueno por ti. Ellos no lo hicieron nunca, no los extraño, estoy feliz que se hayan ido. Es fácil de entender.- Respondió fríamente.

Observe sus manos al acomodar las fotos, sus muñecas tenían viejas marcas.

- Sino los extrañas, ¿por qué quieres suicidarte? - Me atreví.

Sonrió, dejo las fotos sobre la mesa, y masajeo sus muñecas lentamente.

- Porque no me dejan ir. En cuestión de meses seré mayor de edad. S¿abes quién es mi tutor? - Me miró - Mi tío, el hermano de mi padre. El cual me manoseaba cuando era pequeña.

- Demonios...- Murmuré.

- ¿Tu por qué te quieres ir? - Preguntó.

- Ah...- Suspire -Estoy harto de este oxigeno. Necesito respirar el polvo de mi tumba.- Respondí.

- ¿Sigues sin hablar con ellos?

- ¿Cómo sabes tu todo sobre mi? - Le pregunte.

Rió a lo bajo, dejándose caer hacia atrás. Su cabeza se acomodo sobre la almohada, estiro sus piernas y finalmente giro hacia mí.

- Tu madre cuando quiere hablar de ti, se aleja de la habitación. Llega hasta el final del pasillo, siempre se detiene frente a mi puerta. ¿No puedo evitar escuchar lo que habla con Ted? – Respondió algo dudosa.

- Bert.- La corregí.

- Bert.- Dijo ella - Siempre esta hablando con el.

- Me imagino...- Mire hacia un lado - Pensando en otro plan macabro para joderme la vida.

- ¿Extrañas a Gerard? - Preguntó.

Mis ojos rápidamente volvieron a ella. Gerard, ese nombre otra vez. Ni siquiera supe si había partido. Desde aquel amanecer, nunca más pregunte por el, no he hablado con el. Simplemente, desapareció.

La mire, pensando en mi respuesta. Trate de odiarlo, por haberme abandonado en este apestoso lugar, pero no podía. No podía hacerlo, cuando era la única persona que quería abrazar en cualquier momento y situación.

- Lo extrañas.- Respondió por mí

- Si tu supieses la relación que tengo con ese tipo.- Respondí - Se ha ido el maldito.- Cerré mis ojos.

- ¿Por qué?

- Por mi bien.

- ¿Estas mejor desde que se lo llevaron de aquí, mientras gritaba desaforadamente a las cinco de la mañana?

- ¿Acaso sabes todo lo que ocurre aquí? - Le pregunte.

- Casi todo. Cuando duermo a la noche, no me entero de nada.- Sonrió.

- Eres rara...- Sonreí.

- Lo se.- Me devolvió la sonrisa - Tu también. ¿Y sabes qué? Eres la primera persona con la cual hablo en dos años.

- ¿¡Dos años!? - Levante mi voz.

- Sh...- Apenas murmuró - Todavía deciden si me internan en un psiquiátrico o me dejan a cargo del bastardo ese...- Agregó -¿Estas mejor sin el o no?

- No.- Respondí - No estoy mejor sin el. Extraño sus abrazos, su voz. Extraño a Gerard.

- Quisiera tener a alguien para extrañar. Siento que he perdido hasta mi corazón.

- ¿Tu corazón? ¿Y a dónde ha ido? - Le pregunte.

- No lo se.- Sonrió - ¿Pero sabes todas las cosas que puedo hacer?

- ¿Sabes todas las cosas que puedo hacer? - Seguí su locura.

- Si. Matar a tu padre.- Respondió.

No dije nada, en su momento pareció normal escucharlo Ella lo supo por mi madre, malditos sean. No tuve miedo, o ganas de salir corriendo de allí al escucharla.

- ¿Sabes el camino que no puedo elegir? Quedarme.- Dijo.

- ¿Sabes las cosas que no puedo perder? - Dije esta vez.

- Gerard.- Dijo ella.

Me acomode en su cama, gire a mirarla. Observe aquellos especimenes que tenía para ver. Nos observamos mutuamente, nos entendimos con miradas. Ella era mi otro yo. Frank en cuerpo de mujer, podía ver el sufrimiento en su mirada, grabado en las fotos, en sus muñecas. También quería irse, y se lo impedían. Tal vez éramos un par de desafortunados y frustrados suicidas.

Se acerco un poco a mí, apoyando su cabeza en mi hombro. Levante la mía, dejándole espacio. Sintiendo una vez más, algo común pero extrañado por mi, el calor humano.

- Sheila.

- Un gusto haberte conocido Sheila.- La rodee con mis brazos.

Parte II

"I Know"

Artista: Placebo | Disco: Placebo | Año:1996

No había dormido en toda la noche. Si, mis ojos estaban cerrados. Escuchaba claramente la respiración de Sheila en mi oído, sentía el aire caliente en mi cuello. No se movió en toda la noche, o lo que quedaba de ella.

Sabía que estaba muriendo, pero este no era el lugar, no señor. Podía morir en cualquier parte del planeta, pero no en un maldito hospital. No rodeado de las personas que aparentemente por mi bien, me drogan, me internan sin mi consentimiento.

Gerard se paseaba en mi mente, estaba en Chicago, seguía en New Jersey, aún era mi vecino, esperando a mi salida de ese inmundo hospital, todo era posible en la vida, pero no en mi mente. De a poco se cerraba. Comenzaba a vivir en ella, a formar mi propio mundo, a creer la realidad que no me atrevía afrontar en el mundo. Siempre creas tu propio y paradójico universo en ella, para sobrevivir en el mundo. Mi mecanismo era el contrario.

Me convencía que no tengo nada aquí para seguir respirando, nada por lo cual dar un paso más al otro día.

Había amanecido, debía levantarme sino quería escuchar un sermón de los médicos por dormir en otra habitación. No quiero demostrar que estoy viviendo, quiero que sepan el deseo de mi agonizar.

Apenas abrí mis ojos, dejándolos acostumbrarse a la luz. Gire un poco mi cabeza, para notar el pelo de ella enredado en mi brazo izquierdo.

- Hey...- Murmuré.

Lánguidamente se movió, girando para enfrentar el techo. Estiro sus brazos en el aire, y los bajo suspirando, giro a mirarme. Fueron esas clases de miradas eternas. Un agradecimiento por seguir junto a ella, se que estaba asombrada por verme aún a su lado. Sus ojos seguían brillando como anoche. Demonios, nunca los entenderé. Nunca entenderé a ese algo que nos ha creado, por haber fundado unos ojos tan bellos como aquellos.
Gerard.

De nuevo en mi mente, sus ojos eran similares a estos nuevos cautivantes. Recuerdo su mirada cuando toque la guitarra. Brillaban de la misma manera.

La observe, tratando de comprender como ha hecho para estar aquí dos años. Dos años, es mucho tiempo, o quizás nada comparado con lo que ha sufrido en la vida.

Con una simple foto, tuve una vaga pero suficiente imagen de cuanto ha sido. Esas emociones quedan atrapadas allí, en el papel, entre el papel y la persona que ha tomado la foto. Únicamente ellas, se dan cuenta de cuanto has sufrido. Siempre las miradas lo dicen. Pueden reír, saltar, fingir todo lo que quieras. Pero esa tristeza de tu mirada nunca se ira, a menos que alguien la repare.

- ¿Qué? - Preguntó ella.

- Nada.- Me levante rápidamente - Debo irme..- Hice una pausa - Si me ven aquí...- Murmuré.

- Lo se. - Apenas sonrió - ¿Te volveré a ver?

- Puede que mañana este muerto.- Respondí como si nada - No lo se.

- Házmelo saber. Tu sabrás cuando te iras.

- ¿Tu crees?

- Si.- Sonrió - ¿Lo prometes?

- Lo prometo.- Me acerque a ella.

Incline un poco mi cuerpo. Cerré mis puños, apoyándolos sobre el colchón, sintiendo como hacían pequeños huecos en el. Me acerque a sus ojos.

- Ciérralos.- La mire fijamente.

- ¿Por qué? - Preguntó.

- Sólo hazlo.

Espere unos segundos, hasta ver sus extensos y lisos párpados cerrarse. Me arrime lentamente a ellos, tratando de no perder mi equilibrio.

- Tienes unos ojos demasiados lindos...- Murmuré besando uno de ellos - para mostrar semejante triste mirada.- bese el que restaba.

Hubo un pequeño silencio, hasta que me aleje de ella, mientras abría sus ojos. Sonrió, y fue tan pero tan sublime esa sonrisa. Son aquellas autenticas y honestas sonrisas, que quizás tardes meses en olvidarla. Sonreí, y salí de allí caminando lentamente.

Agilicé mi caminar para llegar mi habitación, antes que la enfermera al final del pasillo voltease a verme. Logré entrar, pero para mi mala suerte Bert estaba de pie, mirándome.

Cruzamos miradas, la suya estaba casi tan triste como la de mi nueva compañera Sheila. Pero la única diferencia, es que no me importaba en lo más mínimo. No me importo ver sus ojos azules llenos de lágrimas, al verme.

- ¿En dónde estabas? Me puse de pie, no estabas, pensé que habías muerto y nadie me aviso.- Dijo rápidamente.

Gracias por tus esperanzas Bert, dije en mi mente. No respondí, mire el suelo para acercarme a mi cama, me acosté arropándome y cerré los ojos.

- ¿No piensas hablarme? - Preguntó.

Seguía escuchando como preguntaba cosas demasiadas obvias a esta altura de las circunstancias.

Estuve quieto, apenas me movía para que mis brazos o manos no se entumecieran, pero estaba decido a irme, quieran o no. Estaba satisfecho con la idea.

Alguien entro a la habitación, quizá me traían el desayuno que quedaría como siempre ha sido, sobre la mesa sin ser tocado.

- Frank, se que puedes escucharme - Era Gabriel - No estas dormido, así que voltea, abre tus ojos y mírame.

Suspire muy bajo, no queriendo escuchar lo que seguía. Seguramente se habían dado cuenta que no estaba tomando los medicamentos. Gabriel no era idiota, tampoco demasiado inteligente. Pero ya han pasado seis días, digamos que estoy esperando a que alguien se de cuenta.

- No lo repetiré.- Agregó.

Gire lentamente, abrí los ojos para verlo al pie de mi cama, junto con Bert. Podía escuchar la voz de mi madre allá afuera.

Madre, aquel simple termino ya no era reconocido por mi mente. En ella yo era huérfano, sin padres, sin amigos, sin casa, sin alma, sin sentimientos, sin voluntad a seguir respirando, sin nada que perder.

- Bien. Aún entiendes lo que digo.- Quiso burlarse.

No quite la mirada de sus ojos.

- ¿Qué demonios quieres? - Le conteste.

- Veo que también hablas...- Se acerco a mi costado.

Lo mire, quizás tratando de hacerle entender que no debía invadir mi territorio, más de lo que ya lo ha hecho.

- No has tomado tus pastillas.- Sabía que lo iba a decir.

No respondí, pero no pude evitar sonreír. Aquellas sonrisas malvadas, porque sabes que te has salido con la tuya, y que con eso jodes a mucha gente. Pero aún así, no puedes dejar de alegrarte, al sentir la satisfacción de la maldad en tu ser.

- No veo por qué debes sonreír. No entiendo por qué no quieres seguir con tu tratamiento. ¿No has tomado nada en los cinco días? - Preguntó.

- Nada.-Sonreí.

- ¡No tolero esto, no puedo soportarlo más! - Grito Bert mientras salía corriendo, pero llorando.

Ah...excelente actor mi buen conocido, ha resultado ser. Apenas gire mi cabeza, pude ver como se abrazaba firmemente a mi madre, ella me miraba con melancolía, un poco de odio, dolor. Quien sabe que pasaba por su mente, no quiero saberlo tampoco.

- Ya ves lo que estas logrando Frank.- Dijo Gabriel.

- ¿Entonces? - Respondí.

- ¿No piensas hacer nada? - Preguntó.

- Si, dejarme morir.

- Sino tomas las pastillas hoy, no creo que conseguiremos salvarte.

- Excelente.- Respondí sin cambiar el tono de mi voz - Entonces gano esta batalla.

- No es una batalla...- Suspiró sentándose a mi lado - ¿Qué es lo que duele tanto de este mundo para que quieras dejarte morir?- Preguntó.

Demonios, ¿tiene tiempo para escuchar la lista para mi respuesta? Mi padre, mi madre, mis amigos, Gerard, tener demasiados sentimientos, seguí enumerando en mi mente.

- Dime.- Tomo mi mano.

- No me toques.- La aleje- No sabes por lo que he pasado. No tienes idea.

- Dime.- Insistió - Quizás quieras que te consigamos un psicólogo. Hay aquí en el hospital, puedes hablar con ellos.

- Si has terminado...- Voltee otra vez para acurrucarme mirando la pared - Puedes irte.

- Primero debo ponerte esto.- Se puso de pie.

Lo observe, sentí una vez más ese dolor. No tan doloroso como las primeras veces, extrañamente me había acostumbrado a ellas, las agujas, al ser clavadas en mis brazos.

- Listo.- Sonrió.

- Ya ves que no sirven de mucho.- Murmuré - Aún así, conseguiré irme.

La puerta se cerro, una vez más aquella maquina escuchaba mis deseos, pensamientos, y me respondía con el sonido de mi corazón. Lastima que aún latía.

Estuve horas allí, vi con sumo detalle, cada movimiento del sol, las sombras que provocaba en mi nueva pero ya adiestrada morada. De vez en cuando venía alguna que otra enfermera a darme mis estúpidos medicamentos.

Ellas revisaron largos minutos mi boca. Lo siento chicas, pero estoy entrenado para esconderlas, son años de practica, no lograran encontrarlas. Suspiraban, frustradas. Hasta ellas quizás deseaban verme muerto, para no seguir lidiando con este enfermo suicida. ¿No?

Estoy más que seguro que lo pensaban cuando les indican, que debían ir a mi habitación. Hartas de caminar ese pasillo hasta mi puerta, sólo para tratar de encontrar en que lugar escondía el medicamento.

La noche se acercaba, estaba algo ansioso por volver con Sheila, quizás era la única persona que me importaba allí adentro. La primera y única persona.

Mire el techo nuevamente, veía a mi mamá pasearse por el pasillo con Bert. Hubo momentos en donde pude ver a Jeph, pero no a Quinn. ¿Acaso se había ido con Gerard? Demonios, detesto tener aquella duda. Pero no iba a preguntar, no iba a dejar mi orgullo de lado. El quería irse, bien. Que se vaya, no lo extrañare, ni pensare en el.

¿Pero a quien engaño? Cada vez que el sol caía pensaba en el.

“Everytime I see the sun go down I think of you”

Resonó en mi mente.

“A veces, cuando el sol cae, también pienso en ti”, dijo el. Mentira, mentira y más mentiras. Si fuese verdad, estaría a mi lado en este momento. El sol ha caído, ¿y en dónde esta? Seguramente siendo feliz, o al menos intentándolo, en Chicago. Nunca tendría que haber vuelto, y darme esperanzas de seguir en este mundo, para luego soltar mi mano casi estando en la salida del túnel.

Te odio Gerard, te odio.

Mire el gran ventanal, ella estaba ahí. Llorando por su hijo. No sacaba la vista de mi, yo hacia lo mismo. Algo me dijo que la mirara. De repente sonrió, apoyo una de sus manos en el ventanal. Queriendo tocar las mías.

“Te amo”, pude leer sus labios. Su mano derecha se levanto en el aire, y me saludo. Sonrió, para desaparecer en el pasillo.

Seguí mirando la nada, el vidrio reluciente, enfermeras que pasaban de aquí para allá, con utensilios en las manos. Pero ella no volvía, se había ido.

Luego de unos segundos, escuche un golpe. No, no era un golpe. Sabía lo que era, lo sabia perfectamente, Nunca puedo confundir aquel sonido.

Un disparo.

Las enfermaras corrían para el mismo lado. Rápidamente me senté en la cama. La puerta de mi habitación se abrió bruscamente. Sheila entro, con una cara que no olvidaré nunca más.

- Frank.- Fue lo único que dijo.

Me puse de pie, sin importar cuan fuerte había arrancado las agujas de mis brazos. Salí de allí rápidamente. Me encontré mirando ambos costados del pasillo, hasta que vi a todos cerca de la habitación de Sheila. Estaban amontonados, junto a la puerta de uno de los baños. Gritos de horror, de médicos pidiendo ayuda, enfermeras que desfilaban, pasando junto a mí. Corrí hacia ellos. Alguien tomo mi brazo, antes que lograse llegar al punto de la cuestión. Voltee apenas, era Jeph.

- No.- Fue lo único que dijo.

Lo supe con su mirada, lo sabía. No se de dónde saque fuerzas, estaba débil, pero pude dejarlo allí, y me adentre entre la pequeña multitud. Entre al baño, siendo tironeado por quien sabe, cuantas manos. Lo primero que vi, fue un pequeño lago de sangre en el suelo, ella en el medio, Bert abrazando su cuerpo. Tenía un hoyo casi tan igual, como el que le regale a mi padre.

Hubo un gran silencio, todos se alejaron. Respire, respire hondo. Estaba muerta.

- Se suicido...- Sollozo juntando su frente con la que se tornaba fría.

Mis rodillas cedieron ante tal imagen. Si, ella me había traicionado, pero mi mente lo recordó. Es mi madre. Caí de rodillas al suelo. No se cuanto tiempo estuve ahí, mirándola, mirándolos. Viendo como la sangre se acercaba a mi bata, inundándola.

Bert, hizo un movimiento con su cuerpo, provocando la salida de un hilo de sangre proveniente de su cabeza.

- ¡No! - Grite sin pensarlo.

Bert la dejo suavemente sobre el suelo, como sino supiese que estaba allí. Volteó lentamente a mirarme, pero no podía quitar la vista de su agujero, recordando en cuestión de segundos mi único asesinato, o quizás ahora debo decir el primero. Las lágrimas volvieron a mis ojos, sigo siendo humano.

- No...- Murmuré.

Se acerco de rodillas a mí, quise alejarme, no pude.

- Frank...- Apenas dijo.

- No quise...- Ni siquiera sabía que decir - Robert.

- Frank...- Susurro esta vez mi nombre.

- Berty...- Fue lo único que dije para estallar en llanto.

- Frankie.- Logró abrazarme.

Me aferré a su espalda. Sentí como si hubiesen pasado años, desde el último abrazo con el.

- Háblame.- Dijo a mi oído.

Abrí mi boca, pero mis ojos vieron su cuerpo, y apreté su espalda con tanta fuerza, que sabía que lo estaba lastimando, pero a el no le importo, mis manos no podían relajarse.

- Debemos irnos.- Dijo poniéndose de pie con mi cuerpo.

Me soltó lentamente, miró mis ojos, yo los suyos. No sabía como sentirme, culpable, aliviado, un asesino. Sentía las voces de los médicos a mis espaldas.

Olvide mi odio hacia el, su traición. No quería que me soltara, sólo no quería estar sólo. ¿Por qué Gerard no esta aquí para abrazarme?

Baje la vista, vi mis rodillas manchadas de sangre, dejando algunas gotas a mis pies.

Demasiada sangre, demasiada sangre, dije en mi mente. Todo era rojo a nuestro alrededor. Las manos de Bert dejaban marcas en mi bata, huellas, su sangre, mi sangre.

Ellos abrieron camino, para dejarnos pasar. Nadie hablaba, o susurraba, simplemente nos miraban. Bert prácticamente me llevaba arrastrando, mientras mi brazo rodeaba su hombro.

Me llevo nuevamente a la habitación. En mi cama se hallaba Sheila, arropada, acurrucada, esperando para contenerme.

- ¿Y tu quién eres? Sal de allí ahora mismo.- Dijo Bert.

- Déjala...- Apenas murmuré - Es una amiga.

Logré sentarme en la cama, rogando a que por favor esta sea la última vez que logre estar en una de ellas, luego de haber visto lo que vi. Con movimientos lentos, me acosté en ella, sintiendo mi cuerpo temblar, nervios, shock o ambos, eran causa de aquello.

Gabriel entro junto con Jeph, no dijeron nada. Observaban el accionar de Bert, tratando de saber quién demonios era aquella muchacha a mi lado.

Clave mi vista en la nada, viendo aquella sombra la cual pertenecía a Bert. Sentí los brazos de Sheila rodeando mi cintura por debajo de las sabanas, tome una de sus manos, la apreté con fuerza, sentí su cabeza hundirse en mi espalda, y sus pies entrelazándose con los míos.

Cerré mis ojos, tratando de quitar aquella imagen de mi mente, pero nunca lo haré. Nunca podrá ser posible, se unirá junto a la de mi padre, para darme otra razón más por la cual debo partir lo más rápido posible, de este mundo.

- No es tu culpa. – Susurro Bert tomando mi otra mano.

- Lo se.- Murmuré.

Lo se, se que el pasado me alcanzara aunque corra más rápido.

Lo se.

No hay comentarios:

Publicar un comentario