domingo, 6 de mayo de 2012

Disarm; Capítulo: #14

Capítulo: #14

"Behold! The Night Mare"


Artista: Smashing Pumpkins | Disco: Adore | Año: 1998

No pude concurrir a su velorio. Los médicos habían firmado un permiso para mi salida del hospital. Aún así, no pude ir. No soportaría verla en una maldita caja de madera, escuchar al sacerdote decir estupideces sobre Dios, cuando lo único que deseas es que resucite al igual que Jesús, gente que no te conoce y te abraza dándote su pésame. Nada de eso quise escuchar.

Había pasado una semana de su suicidio. Bert no se ha separado de mi, aunque volví a callarme. No lo odiaba, pero no quería hablar.

Descubrí que detrás del hospital, existe un psiquiátrico. Un edificio de tres pisos, cuidado, reluciente. Allí vivían los pobres individuos que no pueden con el mundo, allí terminan todos los que les gusta comer pastillas, jugar con utensilios filosos.

Nunca supe de su existencia, hasta que me trasladaron allí junto con Sheila. Según ella, había hablado con su tío, diciendo que prefería quedarse en aquel hogar antes que volver de su mano acosadora.

No me importo mucho el traslado, aún seguían persiguiéndome para concluir con el tratamiento. Estábamos juntos en la misma habitación. Era la única persona con la que hablaba. El resto, no conocía mi voz, apenas asentía con la cabeza para que sepan que tengo poder de decisión.

Me llevaban a grupos de ayuda. Todos sentados en una asquerosa ronda, para hablar acerca de nuestros problemas, y motivos de nuestro paseo en aquel lugar.

Cruzaba mis brazos sobre el pecho, estiraba mies piernas, y sólo miraba la pared. Sin hablar, sin responder a preguntas estúpidas. Sheila tampoco hablaba, a veces reía al escuchar las anécdotas de nuestros semejantes.

Si, era motivo para reír, lastima que he olvidado como hacerlo. Eran motivación porque no se comparaba con lo nuestro. A veces éramos crueles con el resto, sólo un mecanismo de defensa para sobrevivir y sentirnos superiores dentro de tanta inmundicia.

Levante la vista para ver como Sheila, deglutía la cena. Mire a mi alrededor, algunos comían, otros no. Pude divisar a un par al fondo, lloraban en silencio, mirando su plato.
Cada uno tenía su propio infierno aquí adentro. He llegado a escuchar horrendas historias en aquellos tardes, en donde se supone que debemos dejar salir nuestros sentimientos. Hubo momentos en donde casi sollozo al escucharlos.

Había un chico en especial que me llamaba la atención, veinte años quizás, sus padres lo habían abandonado por huir de unos traficantes, quiso quitarse la vida cinco veces, todas inconclusas.

Corrí hacia un costado mi plato. Deje caer mis manos sobre la mesa, apoyando el mentón sobre ellas.

- ¿No comerás? - Preguntó Sheila.

- No.- Respondí.

- Debes comer. Cada día estas más flaco.

- Esa es la idea. Morir. Aunque sea de hambre.- Dije.

Suspiró, haciendo lo mismo con su plato.

- ¿Qué haré cuando te vayas? - Preguntó.

Silencio, no quite mis ojos de los suyos. Era una pregunta difícil de responder. Soy lo único que tiene en este momento, pero no era suficiente para arrepentirme de mi pensamiento.

Ella podía buscar una nueva vida, tratar de aprender a como respirar nuevamente, mirar la luz, y no la oscuridad.

Pensé muchas cosas en responderle, pero ninguna de ellas la haría sentir mejor, guarde silencio.

- Ya veo.- Bajo la cabeza.

Quite mis manos, y las deslice sobre la mesa tomando las suyas. Estaban frías. El frío se acercaba a New Jersey, y me gustaba.

Las toqué lentamente, tardo en responder a mi movimiento, pero finalmente las tomo con fuerza.

- Sabes lo que pienso.- Dije.

- Lo se. - Respondió sin mirarme.

Algo nos distrajo, unos gritos no muy a lo lejos. Moví un poco mi cabeza hacia la derecha, Sheila tapaba un poco el área. No me asombre cuando vi a este chico gritando, llorando angustiosamente. Supongo que es difícil para el, afrontar el abandono siendo tan grande, luego de haberse acostumbrado a ellos.

Solté las manos de Sheila, cuando ella volteó a mirar lo que todos observábamos en silencio. Continuaba gritando, los guardias llegaron para tomar sus brazos. Este se puso de pie, sin dejar de vociferar. Luchaba contra ellos, gritando groserías.

- ¡Ellos vendrán a buscarme! - Pude escuchar que grito.

- Demonios...- Mire hacia un lado.

Realmente no toleraba ver y escuchar esto todos los días. Desearía tener el arma y volarme los sesos ahora mismo, con tal de no oírlo.

- ¡Levántate! - Le grito uno de los hombres.

Volví a mirarlos, seguían lidiando en vano con el. Una mujer algo robusta se acerco al centro de la sala, mirando la situación, tratando de controlarla. Esta, se encargaba que nosotros comiéramos en paz, sin ningún problema. Que nadie haga alguna locura, quiera cortarse con los cuchillos de plástico, o cosas por el estilo.

Escuche sus pasos, la mire cuando se ubico a mi lateral izquierdo. Ubico sus manos en lo poco que tenía como cintura, suspirando, sabíamos que estaba harta de este joven. Muchas noches de la semana hacia lo mismo en la comida, una y otra vez.

- Es suficiente.- Murmuró ella acercándose al joven que seguía luchando.

Los hombres lo soltaron, dejándolo caer en el suelo al igual que un saco de papas.

- Escúchame.- Le dijo ella pateando una de sus zapatillas - Ellos no vendrán, nunca. - ¿Me oyes? - Volvió a patearlo - Deja de poner nerviosos a todos, y hacernos enojar.

- ¿Cómo puede decirle eso? - Murmuró Sheila mirándome - Es peor que un animal.-Agregó.

- ¿¡Me oyes!? - Volvió a gritar mientras pateaba su pie.

El seguía en el suelo, acurrucado contra la pared, posando sus manos en ellas. Su boca esta abierta, tratando de respirar contra ella. Se aferraba a lo único firme que tenía en ese momento. Estaba acongojado, desamparado, no dejaba de llorar, avergonzado por la actitud de ella, ellos. No respondió, sólo jadeaba contra el muro.

Respire hondo, para ponerme de pie.

- ¿Qué haces? - Preguntó Sheila.

No contesté, camine por el pasillo, sin darle importancia a todas las miradas fijas en mí, sin quitar mi vista del pobre individuo junto a la pared. Pude ver, como ella estaba a punto de volver a patear su pie.

- Es suficiente.- Dije insertándome entre ambos.

Ella me miró, al mismo tiempo que sonreía.

- Vaya, vaya... - Dijo entre sonrisas – Iero, ¿Acaso ahora eres un héroe?

No conteste, ¿qué iba a decirle? Esas personas no merecen respuesta alguna, no cuando no las entenderán.

Me agache lentamente, mirando como mi compañero temblaba sin dejar su llanto de lado.

- ¿Puedes moverte? - Puse mi mano en su espalda.

- No.-Respondió en seco.

Ellos rieron, se rieron de nosotros. Levante la vista, nos miraban desde allí arriba, como los maléficos monarcas que eran.

- Haz algo Iero, porque sino lo tendremos que arrastrar a su habitación.- Comento ella.

-Vamos.- Me acerque un poco más a el - Tienes que ponerte de pie.- Dije casi susurrando.

- No puedo moverme. Tengo miedo.

- Demonios...- Murmuré.

Observe su anatomía, era más pequeño que yo, hasta me atrevo decir que más flaco. Posiblemente eran semanas las que no ingería algo sólido. No estaba muy seguro de mi idea, pero no podía dejarlo allí tirado a la merced de estos idiotas.

Me moví un poco hacia el, enfrentando su rostro. Su mirada estaba perdida, su mano hundida en el ladrillo, sujetándose al panel.

- ¿Puedes oírme? - Mire sus ojos-Mírame.

Ellos lentamente encontraron los míos.

- Hey...- Sonreí - Haremos lo siguiente. Mueve tus manos. Enfrentas tu cuerpo al mío, te sostienes de mi cuello, te llevo hasta tu habitación.

- Estas loco.- Respondió.

- Lo se. ¿Pero prefieres quedarte aquí? - Murmuré - Ellos seguirán avergonzándote y burlándose. Eliges tú. Te llevo, te quedas.- Extendí mi mano.

Pestañeó dos veces, dejando aquella pared con lentitud. Su cuerpo giro, yo hice lo mismo.

- Bien.- Dije - Estira tus brazos.

Estiro sus brazos, ensamblándolos a los costados de mi cuello, con algo de fuerza pude lograr ubicarlo de pie, tome sus piernas con mi brazo derecho.

Demonios que no pesaba, era lo mismo que cargar con una pluma. Mantuve el equilibrio, asegurándome que podía con el acuestas.

- ¿A dónde crees que vas? - Dijo ella.

- Hazte a un lado.- Fue mi única respuesta - Bastante se divirtieron hoy.- La mire fijamente.

No contestó, pero su sonrisa me hizo saber que esto me costaría caro en la semana.

Camine con el en mis brazos. A medida que pasábamos entre medio de las mesas que nos rodeaban, sus manos apretaban con fuerza mi cuello, hundió su rostro en el.

- Sh...- Murmuré - Estamos bien, y cerca de la puerta. Aguanta un poco más.

Asintió con su cabeza, Sheila nos seguía.

- Ha terminado el show. Todos a sus habitaciones.- Grito ella a mis espaldas.

Salimos del comedor, para adentrarnos a otro enorme pasillo. Todos caminaban detrás de nosotros, parecía un gran desfile. Sabía que ninguno de ellos nos pasaba, sólo para saber que hacia con el. La última habitación del pasillo era la suya. Doble hacia la derecha, empujando un poco la puerta con el pie, lo lleve hasta la cama, me agache rápidamente antes que ambos cayéramos al suelo, y lo deje sobre su cama semi hecha.

- ¿Te encuentras bien? - Lo mire.

Miró el techo unos segundos, luego a mí.

- ¿Por qué hiciste eso? – Preguntó - Nunca has hablado conmigo. De hecho nunca has hablado con nadie, salvo con esa chica con la que siempre andas de aquí para allá.

- Sheila.- Dije - Hice esto, porque no soportaba tu llanto, y que ellos te pegaran, te avergüencen de esa manera. Eso no se hace, no hay mucho que explicar.- Me senté a su lado.

Estuvimos en silencio algunos minutos, hasta que sentí su mano sobre la mía, a la vez que Sheila asomaba su cabeza en la puerta.

- ¿Vienes? - Preguntó ella.

Mire nuestras manos, sus ojos brillaban, aún jadeaba un poco.

- ¿Puedes quedarte conmigo esta noche? – Preguntó - No tengo compañero de habitación.- Miró hacia un lado.

Un gran espacio se hallaba junto a su cama. Creo que era una de las pocas personas que no tenía un compañero/a de habitación.

- No lo se...- No solté su mano.

- Por favor.- La tomo con fuerza - Tengo miedo a dormir.

Tengo miedo a dormir, resonó en mi mente. Por un momento recordé cuando sentí lo mismo, y Gerard estaba allí. Cerré mis ojos, tratando de rememorar aquellas noches junto a el. Este chico se siente como yo me sentía hace un tiempo atrás, no podía dejarlo sólo. No debía dejarlo sólo.

- Esta bien.- Le sonreí.

Dos sonrisas me había sacado en menos de una hora, quizás era porque me recordaba a mi. Quien sabe...

- Gracias.- Sonrió esta vez.

- Sheila...- La mire.

- Entiendo.- Sonrió ella - Nos vemos mañana, que descansen.- Cerro la puerta.

Suspire, acomodándome junto a el. Se sentía raro. Lo conocía, pero seguía siendo un desconocido para mi, yo para el. Y sin embargo seria su sostén esta noche. Debo reconocer que me sentía un poco vanidoso ante esta situación, de haber hecho lo que hice, haberlo salvado de aquellos demonios.

Ambos giramos, mirándonos a los ojos.

- ¿Estas bien? - Susurre.

- Un poco mejor, no bien. Sólo un poco mejor.- Respondió acercándose a mi.

- ¿Cuántos años tienes, Tom? - Sabía su nombre.

- Diecinueve.

- Casi...- Murmuré.

- ¿Casi?

- Casi adivino tu edad. Pensé que tenías veinte.

- ¿Y tu?

- Veinticuatro.

- ¿Por qué quieres morir Frank?

- ¿Acaso todos saben que solo quiero morir? - Lo mire.

- Acá en el psiquiátrico...- Atino a responder.

- Los rumores corren, ¿no?

- Exacto.- Apenas sonrió.

- ¿Sabes qué? Creo que es hora que duermas.- Hice que levantara su cabeza - Has tenido un día difícil. Duérmete, me quedaré contigo.

- Gracias.- Se acurrucó en mí.

- De nada.

- ¿Por qué haces esto? - Preguntó por última vez - ¿Por qué haces esto por mí?

- Porque yo era como tu. Y alguien hizo lo mismo por mí, yo lo hago por ti.- Respondí.


Algo murmuró, pero no lo entendí. Las luces se apagaron, su respiración se calmaba, sus músculos se relajaban. ¿Qué hacia con un extraño en la cama? Salvando su noche. Lo estaba llevando a la luz. Gerard, alguna vez había hecho lo mismo por mí.

Suspire mirando la oscuridad, pensando en el. Habían pasado ya dos semanas, de su ausencia, aún pensaba en el. Ya no le tenía aquel rencor anterior, quizás tenía razón. Había partido para mi bien, o para el bien de ambos. O tal vez sólo quería asegurarse que no podía con mis problemas para huir en la situación ideal. Si mi teoría es real, su plan había salido a la perfección.

No hay comentarios:

Publicar un comentario