domingo, 6 de mayo de 2012

Disarm; Capítulo: #15

Capítulo: #15

"Jigsaw Falling Into Place"

Artista: Radiohead | Disco: In Rainbows | Año: 2007

Era consciente que no estaba en mi cama. Pero cada día, costaba un poco más ponerme de pie, no estaba comiendo bien, y los medicamentos nunca llegan a mi laringe.

- Frank...- Escuche mientras una mano tocaba mi hombro - Debemos ir a desayunar.

- No quiero levantarme...- Apenas conteste.

- Lo se, yo tampoco. Pero ella vendrá otra vez, no quiero volver a escucharla. Por favor...- Murmuró esta vez - Levántate.

Abrí los ojos, reconociendo el color del techo, ese blanco que te vuelve loco observaba mi cuerpo desde allí arriba. Gire un poco mi cabeza, para ver sus ojos almendras observándome. Sonrió.

- Gracias.- Sabía que iba a decir eso.

- De nada.- Respondí - ¿Dormiste bien? - Pregunte.

Asintió con su cabeza. Me miró unos segundos y se sentó en su lugar. Estaba tan flaco como yo, su columna vertebral se notaba claramente a través de la fina remera que llevaba puesta. Respiraba, y todos sus huesos hacían un juego de movimientos algo escalofriantes.

- ¿Hace cuánto tiempo que no comes? - Pregunte apoyándome en mis codos y bostezando.

- ¿Te importa? - Volteó a mirarme.

- Si.-Respondí - Estas flaco.

Soltó una risa al aire, sabiendo que estaba preguntando cosas estúpidas cuando ambos teníamos ese aspecto desgarrador de un campo de concentración.

- ¿Y tu? - Respondió.

- No lo se.- Respondí.

- Yo tampoco.- Se puso de pie.

Bostezo algunas veces, y se cambio frente a mí. Los jeans que ocupaban sus piernas eran demasiado grandes para el. Quizás era su talle, pero no para esa edad.

- ¿Te levantaras o no? - Dijo cuando se puso la remera.

- Si.- Me puse de pie.

Sentí unos escalofríos cuando lo hice. Mire hacia ambos costados, verificando si alguna ventana estaba abierta, ninguna lo estaba.

- ¿Qué ocurre? - preguntó Tom.

- Sólo un poco de frío.- Respondí.

- Vamos.- Camino hacia la puerta.


Ambos caminamos por el pasillo, pero yo me detuve en la puerta de mi habitación. El seguiría al comedor, mientras yo buscaba algunas prendas para desayunar.

Cuando entre, vi a Sheila de pie. Estaba ubicada frente a lo que llamábamos espejo. No era real, estaba hecho de algún plástico, sólo para que no podamos cortarnos con el.
Malditos infectados, tampoco estábamos todos esperando a tener algo de vidrio para suicidarnos. ¿O si? Sonreí ante mi pensamiento.

Ella me observo por el, mientras yo pensaba en tener algo filoso en mis manos. Qué hubiese podido hacer con el o ella, una navaja, un cuchillo, algo. La sangre caería al suelo, dejaría todo un camino de pequeñas gotas, o un río, quien sabe. Me hubiese gustado observar aquello. Como lo más apreciado de tu sistema, deja una vía en un maligno psiquiátrico.

No dije nada, no quería hablar sobre lo ocurrido anoche. Ella siguió acariciando sus hermosos hilos, mientras me cambiaba sin vergüenza alguna. Ella pertenecería a mi piel desde el primer día que la conocí.

- ¿Vamos? - Dije haciendo un ademán.

- Espera.- Tomo mi brazo - Lo hiciste por él, ¿cierto?

- ¿Ah? - Voltee a mirarla.

- Gerard - Dijo en seco.

La mire. Sus ojos observaban los míos, iban de uno al otro, como partido de tenis. A veces detesto que pueda leer mis pensamientos, sólo a veces.

- Si.- Respondí de la misma manera.

- Cuando salgas de aquí, ¿iras a verlo? - Preguntó sin soltar mi brazo.

- Nunca saldré de aquí. Si salgo será con una etiqueta en los pies - Respondí.

- Como tú digas.- lo soltó por fin.

Salimos de allí en silencio, mirando como los otros mártires se nos unían en el caminar.

Finalmente entramos al comedor, algo de luz entraban por los ventanales un tanto altos para mi gusto. Mire la mesa ya conocida por ambos, Tom estaba sentado en ella.

Sheila no dijo nada, se acerco y se sentó a su lado, yo a su frente.

- No les molesta, ¿no? - Preguntó él.

- No.- conteste.

- Yo tampoco hablo con nadie aquí.- jugaba con sus dedos - Ustedes son mis únicos amigos.- agrego.

- ¿Amigos? - lo miró Sheila.

- Si, amigos.- le respondió él.

- Vaya...- suspiró ella - Tiene carácter nuestro nuevo amigo. Me gusta.- sonrió.

Tuve que sonreír.

- ¿Qué tal Iero? - escuche junto con una mano en mi hombro.

Voltee a mirarla, sabía que era ella. La más maléfica del lugar. No se que hace aquí trabajando, estoy más que seguro que no es para ayudar, le gusta torturar a la gente. A ella y a aquellos hombres de seguridad. Los médicos eran bastantes agradables, ¿pero ellos? No señor, sólo están aquí porque son sadomasoquistas, disfrutan del dolor ajeno.

- Bien.- quite su mano de mi hombro - ¿Y usted? ¿Qué tal durmió anoche, luego de haber torturado a nuestro amigo?

Ambos patearon mi pierna por debajo de la mesa, indicando que tenía que cerrar mi boca, pero que demonios... Si estoy por morir, que sea luchando por la justicia.

- Parece que ahora hablas. Prácticamente no conocíamos tu voz, ¿y ahora decides ser un rebelde más? - Su mano volvió a mi hombro.

La mire, seguía sonriendo, ya comenzaba a darme miedo esa expresión. Iba a quitar su mano, pero algo me dijo que no lo haga. La deje allí, sobre mi hombro, esperando a que termine de hablar.

- No quisieras pertenecer a ese grupo Frankie.- Agregó.

- Frank.- No quite mis ojos de ella.

- Frankie.- Sonrió - No sabes lo que podemos hacer con ese tipo de personas.

- Pruébame.

- Tu sigue así...- Quito su mano - Nosotros te pondremos a prueba.-Miró a mis amigos - Que tengan un buen día, chicos.- Se fue.

- Demonios Frank, hay veces que sólo tengo ganas de acelerar tu deseo de morir, y ahorcarte.- Dijo Sheila.

Tom sonrió ante su broma.

- No podía quedarme callado.- Respondí - Es una abusadora, no puedo tratarnos así. No entiendo cual es su problema.

- Mira...- Hizo una pausa ella - Nosotros no podemos salir de aquí.- Miró a Tom - El único que puede hacerlo eres tu. No nos compliques nuestra estadía. ¿Si? Además, no entiendo por qué no te vas a tu casa, en vez de quedarte aquí. Eres uno de los pocos que tiene el permiso de irse cuando pueda.

- No me iré porque quiero demostrar que puedo luchar por mis decisiones, que no necesito un estúpido tratamiento.

Ella suspiró ante nuestra discusión rutinaria, odiaba cuando hacia esto. Se lo que quiero, ellos lo saben, no deben molestarme, sólo dejarme cumplir con mi deseo.


Una hora había pasado. Apenas comí en el desayuno. Nunca lo hacia, sólo tomaba el café.

Observe como Tom, hacia figuras cortando su budín. Una calavera a la perfección. Luego con algunas gotas de café, dibujo una tumba sobre la bandeja en donde nos servían la comida.

Tuve que reír, ambos me miraron.

- ¿Qué es tan gracioso? - Preguntó ella.

- Tom.- Sonreí - Ojala tuviese ese don para hacer imágenes con comida. - Observe su bandeja.

El sonrió, sin dejar de mover sus dedos sobre ella. Sheila se acerco un poco a el, mirando su "Obra de arte".

- Eres talentoso.- Dijo ella.

- No es para tan tanto chicos.- Contestó el - Tengo una idea para irnos de aquí.

- ¿Te refieres a escapar? - Preguntó Sheila asombrada.

- Baja tu tono.- Dijo Tom aún fascinado con la comida - Si, para escaparnos.- Contestó luego.

Mire a ambos, no teniendo mucho interés en su escapatoria. Es decir, yo puedo irme de aquí cuando lo desee, pero ellos no. Debería acompañarlos de todas formas en su plan.

- ¿Estas loco? - Dijo ella casi susurrando - Si escapamos de aquí, luego nos encerraran de por vida.

- ¿Y qué piensas hacer? - Preguntó esta vez mirándola - ¿Esperar hasta ser mayor de edad?

- ¿Tu no? - Respondió ella.

- No. Quiero vivir mi propio infierno a mi modo, no rodeado de otros abismos y hasta quizás más graves que el mío.

- Eres egoísta, puedes compartir y ayudar al resto ¿sabes?

- ¿Ayudar a qué? - Respondió él - ¿A que no estén tan deprimidos? Apenas puedo controlar mis deseos. Además ambos seremos mayores de edad en cuestión de meses.

- Por eso estoy argumentando tu locura. ¿No puedes esperar unos meses más?

- No.- Dijo él - Les recordaré quien soy.

Suspire mirando a ambos porque tenían razón, por diferentes cuestiones pero la tenían.

- ¿No vas a decir nada? - Preguntó él.

- ¿Qué quieres que diga? - Levante mis hombros - Ambos tienen razón, no puedo ponerme de ningún lado, seria injusto.

- Que bien...- bajo la vista ella



*•*•*•*•*•*



El atardecer nos había rodeado, sin conclusión alguna sobre el escape de Tom. Hoy, era día de visitas. Voy a ser sincero, no tenía ganas de ver a nadie. Últimamente sólo venia Bert a verme, Jeph hace unos cuantos días que no nos acompaña con su presencia aquí. Quinn ha desaparecido desde el suicidio de mi madre, y con el mi esperanza de saber algo de Gerard, ya que ni modo le preguntaría a Bert sobre su persona.

Nos encontrábamos todos en la sala de reuniones. Unas mesas bastantes grandes nos rodeaban, me encontraba sólo. Es decir, Sheila y Tom no estaban allí. No tienen ningún familiar para que los visiten, sólo un tío con manos picaras para Sheila, pero nunca vendría a verla, fue prohibido por la misma.

Mire a mi alrededor, esto parecía una cárcel, todos esperando a ser vistos por algún pariente. Algunos movían sus pies ansiosos. Vi como una madre, se aferraba a su hijo al fondo de la sala.

Observe a los hombres de seguridad, listos para cualquier problema en este lugar. Sus brazos estaban cruzados por detrás de las espaldas, hablaban por esos handyes, informando cualquier movimiento extraño.

Demonios que me sentía en una correccional. Podría cruzar aquella puerta, sin que nadie me diga nada, sólo caminar hasta ver la luz, y volver a mí casa. Pero no debía, quería pero no debía. El deber es más importante que mis ganas. Debo hacerles saber a todos que no haré un tratamiento, que prefiero morir ante el intento.

La puerta se abrió, el típico sonido rechinó ante mis oídos. Pude ver a Bert caminando lentamente hacia mi, no sonreía, sólo se deslizaba hasta mi mesa. Algo ocurría con el, no estaba bien su mirada, sus movimientos.

Me acomode en la silla esperando por algo, una señal. Hice sonar mis dedos, acordándome de cuantos tatuajes tenía en los nudillos. Los roce lentamente, hasta que la sombra de mi supuesto amigo, estaba a mi frente.

Levante la vista para mirar como tomaba la silla, la volteó y se sentó en ella. Apoyo sus brazos sobre el respaldo y emano un largo suspiro.

- Sea lo que sea, dilo.- no di muchas vueltas.

- Es que...- comenzó a balbucear - No se como decirlo.

- Suéltalo. – ordene.

- Tuve que firmar unos papeles, por eso tarde un poco más en llegar aquí.

- ¿Y? - lo mire.

Miraba hacia un costado, incapaz de mirar mis ojos cuando hablaba. Tenía ganas de ponerme de pie, y gritarle en el medio de la sala para que deje el misterio de lado, y sólo hable.

Hubo un silencio, opacado por algún llanto que no deje que me distrajese de mi objetivo actual.

- No tengo todo el día.- agregue.

- Bien.- Miró mis ojos - Antes que tu madre se suicide, jure que te dejaría aquí adentro para tu recuperación. Estuve hablando con ella, la que tú dices que es un soldado, comento que nunca mejoraste, estas igual que el primer día que ingresaste. No tuve opción, firme los papeles.

- Y tu...- hice una pausa para no devorar su cara a golpes - ¿quién eres como autoridad para firmar esos papeles?

- Tu tutor.- respondió sin pestañear.

No pude contenerme, me puse de pie esta vez, volteando la silla. El sonido retumbo en todo el lugar, provocando un silencio, esperando a que sigamos discutiendo en voz alta para dar un gran show.

- ¿¡Mi qué!? - grite esta vez.

- Cálmate Frank.- me apuñalo con su mirada.

- No puedes pedirme eso.- me aleje un poco.

Logró ponerse de pie, se acerco un poco, yo me alejaba.

- ¿Desde cuándo eres mi tutor? - Pregunte entre respiros difíciles de controlar.

- Desde que estuviste en el hospital. Tu madre tenía todo planeado, no soportaba más tu comportamiento, el no querer salvarte Frank.-respondió.

- ¿Qué significa esto? - pregunte.

- Que no puedes salir de aquí, a menos que yo lo indique.- respondió.

Mis pies se deslizaron unos tres pasos hacia atrás. Mire a los hombres que había divisado anteriormente, se encontraban cerca de Bert, a la expectativa de cualquier movimiento mío.

- Tu no eres mi tutor.- murmuré - Tu no eres mi tutor.- repetí.

- Los papeles dicen lo contrario.

- Demonios...- murmuré - No puede estar ocurriendo esto.-tome mi cabeza entre las manos.

Cerré los ojos entre ellas, tratando de no quebrarme ante ellos. Hace días que no lloraba, pero tenía unas inmensas de hacerlo, de gritar a todo pulmón, de quitármelos y azotarlos contra el suelo, escupirlos como si nada, y sólo morirme de esa manera.

Una mano tocó mi cabeza, hizo un intento de acariciar mi cabello, algo largo esta vez.

- No...- me aleje - No te atrevas a tocarme nunca más.- lo mire a los ojos.

- Pero Frankie...- alejo su mano.

- Olvídate de tu mejor amigo, olvídate de mi nombre, que existo, los papeles que has firmado, relégate todo lo relacionado a Frank Iero. Y sabes por qué-coloque mis manos a los costados de mi cuerpo - En este preciso instante Robert, eres un extraño para mí.

Alguien malvado...

- Detente.- me interrumpió alejándose un poco.

- Cruel, egoísta, lo opuesto a un ser humano. Eres lo peor que he conocido en mi vida.- dije entre suspiros - Vete.

- Pero...

- Quiero ver como te alejas, nunca más vuelvas a verme. Olvídate que estoy aquí.

Nos miramos unos segundos, queriendo abrazarnos, golpearnos, llorar, gritar. Lo podía ver en sus ojos, pero no podía permitir esta atrocidad. ¿Mi tutor? Estaba todo planeado antes de su muerte, ¿¡cómo pudo hacerme esto!?

- Si ya no soy bienvenido, tienes que saber que no sabemos nada de Gerard desde la noche que te llevamos al hospital. No podemos contactarnos con el, ni su madre. Simplemente desaparecieron.

- Vete.- Repetí

- Lo hago por tu bien.- murmuró para voltear - Nunca entiendes eso.

Observe su espalda, supe que seria la última vez que lo vería en vida. No quiero volver a ver su cara, tendría que haberlo golpeado aquella noche que me drogo, cuando tuve la oportunidad, la fuerza y el permiso para hacerlo. Demonios, ¿por qué Gerard no lo desfiguro por mi?

Gerard, estaba desaparecido desde aquella noche, no podía ser posible. Si tan sólo pudiese tener mi celular aquí, y llamarlo.

El desapareció de la sala, aún todos me observan, esperando a ver lágrimas o sangre.

- ¡Maldición! - Grite a todo pulmón - ¿¡Qué demonios miran!? - Voltee para salir de allí.

Unas manos tomaron mi brazo derecho, sabía que eran ellos.

- ¡Suéltenme! - logré hacerlo - Me iré a dormir.

Camine por el pasillo, respirando dificultadamente, mirando el suelo, como mis pies se clavaban con fuerza y bronca sobre el suelo. Cerraba y abría mis manos, con ganas de tener algo que respire entre ellas, y sólo quitarle el aire para satisfacer mi aborrecimiento.

Llegue a mi habitación, estaba vacía, ella no estaba allí, y en este preciso momento no importaba eso. Mire mí alrededor, tratando de no romper todo lo que podían ver mis ojos. Caí boca abajo sobre mi cama, tomando la almohada entre mis brazos, ahogando gritos desesperados en ella, mojándola con lágrimas que transportaban miedo, impotencia.

- Dios mío...- murmuré a la nada - Moriré aquí.

Estuve así horas y horas, observé la ventana. Había anochecido, la puerta de mi habitación estaba abierta. Personas pasaban frente a ella, murmurando, seguramente todos sabían lo ocurrido.

Ella no volvía, seguía sólo. Me dolían las manos de comprimirlas contra el colchón, la almohada, mi estómago. Estoy seguro que debo estar lleno de marcas, mis uñas se encargaron de el, necesitaba desquitarme con algo, sin importar si era mi cuerpo o no.

Mis ojos estaban hinchados, siento que es así. Aún las palabras de aquella persona resonaban en mi mente, cada vez que lo hacían, mis manos tomaban con fuerza el borde de la cama, hasta que mis nudillos se tornen blancos.

Una sombra se hallaba junto a mi puerta, apoyada contra el marco. No era Sheila, se quien es, pero no podía hablarle sin querer ahorcarla, o lanzarme encima de ella y molerla a hachazos.

- ¿No cenaras Iero? – dijo - ¿O necesitas permiso de tu tutor para hacerlo? - agregó con una risa.

Cerré los ojos con fuerza y juro que podía verla sonreír en la oscuridad. Gozaría tanto de mí con esta situación, que dormirá tranquila por meses.

- Te hice una pregunta. ¿En dónde quedo el héroe que conocimos ayer? ¿Se lo llevo tu tutor?

- Púdrete.- murmuré.

- Creo haber escuchado "Púdrete" Iero, pero no puede ser cierto, ¿no? Porque ahora estas bajo mi responsabilidad en la totalidad que corresponde a mi papel aquí. Y no quisieras hacer enojar a la autoridad máxima, ¿cierto?

Silencio. Inhale y exhalé unas diez veces, tratando de no creer sus palabras. Realmente ahora estaba bajo su tutela, gracias a las decisiones estúpidas de mi muerta madre y extinto amigo.

- Espero una respuesta.

- Escuchó mal. Nunca dije púdrete.

- Bien Iero, así me gusta. Se una buena mascota, y no tendrás problemas conmigo. Ahora levántate, y ven a cenar.

Lentamente me aleje de mi cama, y seguí su caminar. Todo parecía tan raro a mis ojos, había estado mucho tiempo a oscuras, casi olvidando en donde estaba enjaulado. Todos pasaban a mi lado, mirándome. No necesitaba hacer lo mismo con ellos, podía sentir sus ojos clavados en mi nuca como escalpelos.

- Lo lamento.- un brazo entrelazo el mío.

- Déjame en paz.- dije soltándome.

- Frank...- dijo dulcemente.

- Sólo déjame tranquilo.- apresure mi caminar.

Quería abrazarla, ella había estado a mi lado desde un principio, pero no me sentía bien como para tener contacto con seres humanos. Quería estar sólo, sólo. ¿Es mucho pedir?

No se por cuanto tiempo estuvimos sentados en aquella mesa, para mi fueron años. Apenas comí un bocado. Mire mi plato, sólo lo contemple, reflejándome en el vaso de metal que nos daban.

Tom y Sheila hacían preguntas, pero ya sabían sus respuestas. Sólo querían escuchar la versión original de mis labios.

- ¿Es verdad que trataste de pegarle? - Preguntó esta vez Tom.

- ¿A ti te parece que si hubiese tratado estaría yo aquí? ¿O el seguiría vivo? - me límite a contestar esa sin mirarlo.

Tenía que hacerlo, porque fue muy estúpida su interrogación, sabiendo la situación a la cual me enfrento, es indiscutible que si me hubiese acercado ambos estaríamos en un cementerio o con un cirujano plástico, en este preciso momento.

- Quiero comunicarles algo.- dijo mi pesadilla.

Todos la miraron, no me tome la molestaría de hacerlo. Sólo quería irme a dormir, apagar mi cerebro y sobrevivir un día más.

- No se si sabían, pero la única persona que podía irse de aquí era el Sr. Iero. Pero a partir de hoy, es uno más de nosotros.- siguió hirviendo mi sangre.- ¿No es excelente? - le grito a la sala.

- No la escuches, sólo quiere molestarte.- murmuró Tom.

Tome el cuchillo de plástico, con fuerza, hasta que se quebró en mi palma. No lo solté, seguí apretándolo hasta ver como un hilo de sangre se paseaba por mi muñeca. Finalmente lo deje caer, me puse de pie y salí de allí. Pase por mi habitación para tomar el cepillo de dientes y camine rápidamente al baño.

Abrí el agua, mojando mi cara, mirándome en el espejo. Ya no podía reconocerme, todo esto había pasado tan rápido, moriría, ella se suicido, mate a mi padre, Gerard se fue y nadie sabe a dónde, perdí a mis amigos.

Suspire, ese suspiro se escuchó en todo el baño. No había nadie allí, sólo yo. Mire el lavamanos, comencé a lavar mis dientes con algo de violencia. Aún no podía quitarme la imagen de Bert diciendo aquello sobre los papeles, recordaba mi encarcelación. Se supone que no debería afectarme, porque sólo quiero morir, pero aún soy humano. Me gustaba pensar que podía salir por aquella puerta con sólo decirlo, únicamente caminar e irme de allí. Sin embargo, aquella idea fue suprimida con ácido de mi mente.

La puerta se abrió, mire por el espejo. Nos miramos.

- Sabía que estabas aquí.- Dijo mirándome por aquel plástico.

No conteste, sólo quería dormirme y terminar con este nefasto día. Seguí limpiando mi dentadura.

- Vamos...- Se acerco un poco a mi apoyando su mano en mi espalda - Háblame.

Escupí por última vez en la pileta, enjuague mi boca y lo mire.

- ¿Qué demonios quieres que te diga? - respondí.

- Lo que tú quieras.

- Quiero morirme, ahora.- dije.

- Si hubieses querido eso, te habrías suicidado hace días.- dijo.

No respondí, voltee para quedar frente a frente con Tom. Espero a que mi boca se abriese para decir algo más, pero sólo unas nauseas vinieron a ella. Me aleje unos pasos, tratando de controlarlas, pero fue imposible. Me adentré a uno de los baños, caí de rodillas junto al sanitario, y vomite. No se que era realmente lo que estaba vomitando, porque hace días que no comía bien, pero algo salía de allí adentro.

- Frankie.- murmuró sosteniendo mi cabeza.

Seguía, seguía y seguía devolviendo líquido, hasta que de repente, sólo era sangre.

- Maldición...- me deje caer sobre mis talones.

- ¿Sangre? - dijo él - Por dios Frank, debes comer.

- No puedo.- dije respirando hondo.

Lentamente me puse de pie, para volver a enjuagarme la boca.

- Ya has vomitado antes.- afirmo.

Cerré la canilla, deje que un silencio nos rodeara. Tenía razón, todavía vivía en mi casa cuando empecé a vomitar. Cada alimento que ingería, lo devolvía, nada quedaba allí adentro. Nada. Nunca nadie supo de mis vómitos.

Mis manos se aferraban a las canillas, estirando mi cuerpo formando una perfecta "L", contra la pileta.

- Frankie...- colocó su mano en mi cintura - Debes dejar de herirte.- rozo algunas marcas de mis uñas en mi cintura.

- No sabía con que descargarme.- confesé - No pensé que tendría tantas marcas.

- Esta noche duermes conmigo.- seguía su mano allí.

- ¿Por qué? - gire mi cabeza.

- Porque necesitas estar con un hombre. Yo te entiendo, ella no.

- No entiendo que hablas.

- Las mujeres están hechas para soportar más dolor que los hombres. Siempre será así. Lo sabes, ellas dan a luz. Nosotros siempre seremos más débiles que ellas. Detesto reconocerlo, pero es verdad.

- Pero...- murmuré.

- Vamos.- tomo mi mano.

Finalmente me desligue de las canillas, mientras decidía si llorar o vomitar, sólo desvanecerme en aquel baño.

- ¿Duermes conmigo esta noche? - preguntó.

No respondí, pero lo abrace. Sólo me aferré a su espalda, clavando mis uñas, escuché como se quejo, pero aún así no me soltó. Ni siquiera sus brazos aflojaron la presión, me sostuvo en aquel demasiado limpio baño, por un largo rato.

- Necesitas dormir.- susurro a mi oído - Vamos, te ayudo.

Asentí con la cabeza soltándolo lentamente, tomo mi hombro y ambos salimos del baño.

Me llevo hasta su habitación, para luego informarle a Sheila que dormiría con el esta noche.
Cuando el regreso, yo estaba arropado en su cama, sin haberlo esperado. Quería cerrar mis ojos.

- Bueno...- se acostó a mi lado - duérmete ¿si?

Me acerque a él, sintiendo por primera vez el aroma de su cuerpo y juro que se parecía al de Gerard. Rodee con mis brazos su pecho, no dijo nada.

- Puedes...- hice una pausa - ¿puedes tocarme el cabello? - pregunte.

- ¿Por qué?

- Porque él lo hacia siempre para que pueda dormir.

- ¿Él?

- Gerard.- respondí en seco.

- Levanta tu cabeza.- ordeno.

Levante mi cabeza, logrando acurrucarme en el, esta vez no había diferencia de tamaños, pero cerré mis ojos y por un momento pensé que era Gerard.

- No saben en donde esta. – murmuré.

- Te prometo que cuando salgamos de aquí, te ayudare a encontrarlo.- murmuró en mi oído.

Lentamente comenzó a enredar sus dedos en mi cabello, haciendo entrecerrar mis ojos. Me relajaba ante su tacto, mientras fantaseaba con la imagen de Gerard junto a mi lado.

- Cuenta conmigo.- dije a su oído.

- ¿Para qué?

- Para escapar.- Fue lo último que dije.

Sentí que sonrió en mi frente, apretó mi espalda llevándome un poco más hacia él. Sus dedos volvieron a mi cabello, y finalmente cerré los ojos dejándome rodear por el cansancio y agotamiento mental que tenía. Ahora, tengo algo más importante en que pensar antes del deseo de querer morir, escapar para encontrar a Gerard.

Parte II

“High Hopes”

Artista: Pink Floyd | Disco: Echoes the Best of Pink Floyd | Año: 2001

Estaba dormido, pero Tom se zarandeaba en la cama, logró despertarme. Aún seguía aferrado a el. Abrí los ojos, observando la oscuridad, apreciando sus movimientos junto a mi, mi mano derecha estaba sobre su izquierda. Lentamente mis dedos se movieron, y acaricie su piel.

- Lo siento...- Murmuró - ¿Te desperté?

- No.- mentí.

- Mientes.

- Si.- respondí - ¿No puedes dormirte?

- No. Pero tú roncabas.

- Estaba cansado.- dije suspirando.

- Lamento haberte despertado.

- No importa.- toque su mano nuevamente - Dime, ¿qué ocurre?

- Quiero irme de aquí, en cuanto antes. No soporto más estar entre estas cuatro paredes. Prefiero vivir en la calle.- respondió.

- Si te pones a pensar un poco...- hice una pausa - No es tan malo el lugar. Salvo por la idiota que nos da órdenes y los de seguridad, tenemos un lugar para vivir.

- ¿Hablas en serio, Frank? - sentí que movió su cabeza para mirarme.

- Si.- respondí - Piensa un poco. ¿Estaríamos mejor en la calle?

- A veces pienso que eres bipolar.- fue lo único que dijo.

- Eres un idiota.- murmuré rápidamente volteando.

Sus palabras habían dolido, más si eran las mismas que utilizaba mi madre. No quería tener nada que me recordara a ella, gracias a esa persona me tendré que quedar aquí.
Su mano estaba en mi espalda, y su cabeza sobre la mía.

- Lo siento Frankie, no quise hacerte enojar.

- Ella siempre lo decía. – dije –Siempre - repetí.

- Es que...- hubo un silencio- Primero te quejas del lugar, y ahora dices que no es tan malo.

- Comparándolo con vivir en la calle.

- Prefiero vivir en ella. –hizo un poco de fuerza tomando mi brazo.

Gire mirando el techo, el hizo lo mismo y entrelazo mi mano con la suya. Hubo un silencio bastante largo, pero no incómodo. Se escuchaba el caminar de los de seguridad por los pasillos, controlando todo.

- Demonios...-rompió el mutismo- Tuve que jurar que no haría esto, decir lo que ocurre aquí pero.-se callo otra vez.

- Pero?-gire para mirarlo.

- Pero si te muestro porque quiero irme de aquí, juras no hacer escándalo y escaparte conmigo?

- No puedo jurar algo, cuando no he visto la causa.

- Maldición Frankie, sólo júralo.

- ¿Es muy grave?

- Si.- respondió rápidamente.

- Bueno...- no sabia que decir - Esta bien, lo juro.

- Bien.- se sentó en la cama.

- ¿Qué haces? ¿Te levantaras?

- Nos levantaremos.

- ¿Por qué?

- Les mostraré porque me quiero ir de aquí en cuanto antes.

- ¿Les mostraré?

- Iremos por Sheila.

- Me estas mareando Tom.- me senté también en la cama.

- Vamos descalzos, tenemos que tener cuidado con los guardias, ¿si?

- ¿Por que presiento que no es la primera vez que haces esto?

- Porque no lo es.- se puso de pie.

Negué con mi cabeza a oscuras, tratando de entenderlo. Observe como comenzó a meter su ropa en una mochila, sólo las cosas esenciales, junto con los zapatos Se acerco a la puerta, yo estaba a su espalda. Finalmente con sumo cuidado abrió la puerta, asomando la cabeza.

- El guardia va a doblar por el pasillo. Tenemos quince minutos para llevarnos Sheila.- volteó para hablar a mi perfil derecho - y luego bajaremos por las escaleras al subsuelo.

- ¿Subsuelo? Nos matarán Tom. ¿Estas seguro sobre esto?

- Frankie, ¿quieres irte o no?

- Si, pero...

- Bien, nos iremos esta noche.- salió al pasillo.

- ¿Qué? - pregunte.

No contestó, y no pude indagar. Ya estaba en camino hacia mi habitación. Lo hizo rápidamente, sus pies parecían no tocar el suelo, no emitía sonido alguno. Hubiese sido un perfecto asesino serial, sin duda alguna.

- Frank.- volteó murmurando.

- Ya voy.- comencé a caminar.

Nuestros pies se movían rápidamente. Sentía mi corazón latir un poco más rápido por la adrenalina causada. Llego hasta la puerta de mi habitación y se detuvo a esperarme.

- ¿Y ahora? - Pregunté en voz baja.

- Dile a Sheila que nos escaparemos, que guarde en un bolso sólo lo esencial. Puede que tengamos que correr, no podemos cargar con mucho peso.

- ¿Correr? - Pregunte.

- ¿Piensas que saldrás caminando y silbando de aquí? A veces me sorprenden tus preguntas Frank.

Silencio, iba a contestarle pero fue más rápido que yo.

- Ah...- Suspiro - Es una broma, ya vete. No podemos perder tiempo.- Me empujó hacia la habitación.

Respire hondo, no creyendo que escaparíamos esta noche. Había escuchado su conversación con Sheila, en su momento aún podía irme de aquí, pero todo cambio con las palabras de Robert. Me sentía un adolescente escapando de su inexperiencia, pubertad, estaba contra el sistema, una vez más.

Entre a la habitación, teniendo cuidado de no golpear nada en el camino. Apenas podía ver a Sheila en su cama, mirando hacia la ventana. Oía su respiración, era pausada. Aún no se como voy a despertarla, me intriga, da miedo, pero debo hacerlo.

Me acerque lentamente, mirando hacia atrás. Tom observaba ambos costados custodiando el entorno. Finalmente una de mis piernas rozo su cama, me agache sólo un poco.

- ¿Sheila? - Murmuré tocando su hombro sin tener respuesta alguna - Sheila, despiértate.- Repetí.

- ¿Mm? - Emitió dormida.

- Vamos...- Me senté a su lado - Debes levantarte.

Volteó lentamente hacia mí.

- ¿Frank? - Dijo estirando sus brazos - ¿No dormirías con Tom? ¿Qué ocurrió?

No respondí, espere a que se acostumbrara a la luz que entraba por la puerta. Finalmente vio a Tom junto a ella.

- ¿Qué ocurre? – Repitió - ¿Por qué Tom esta afuera? - sentí que me miró.

- Nos vamos esta noche.

- Si es una broma Frank, me las pagaras mañana.

- No es una broma.- tome su mano - Nos vamos esta noche, Tom nos mostrará porque tiene tantas ganas de irse.

- Que me lo muestre aquí.

- Ah...- suspire - Sheila, debemos ir al subsuelo. Vamos...- hice una pausa - Debes tomar tus cosas, sólo lo esencial. No hay tiempo que perder.

Me puse de pie, para dejar que ella haga lo mismo. Tomo rápidamente un bolso debajo de la cama, para guardar algunas prendas y cosas sin importancia para mí, pero si para ella. Luego se vistió, yo hice lo mismo. Mire lo que había guardado.

Realmente nos iríamos de aquí. Esta noche, sin pensarlo, sin dudarlo.

Ella volteó, nos miramos.

- ¿Nos iremos? ¿A dónde? No tengo lugar para quedarme.

- Te quedas conmigo.- tome su mano - No interesa, lo pensaremos cuando estemos fuera de aquí.

No respondió, supe que tenía muchas preguntas para hacer pero no era el momento indicado.

- ¿Listo? - preguntó Tom al vernos.

- Si.- respondió ella - Más te vale que valga la pena lo que veamos porque estaba profundamente dormida.

- Cuando vean lo que les mostraré te arrepentirás de haber estado aquí desde el primer día.

- ¿Cómo lo sabes? - pregunte.

- Dejen de preguntar y síganme. El cuidador esta por volver.- comenzó a caminar por el pasillo.

Sheila lo siguió, yo cerré la puerta de mi habitación por última vez y los seguí.
Volteaba a cada rato, mirando si alguien nos seguía. Un silencio nos rodeaba, podía escuchar algunos murmullos de Sheila hacia Tom, pero este no le contestaba.

Llegamos a las escaleras, se veían un tanto oscuras. Nos miramos.

- Quizás este un poco oscuro allí abajo. ¿Ok? Bajaremos, seguiremos caminando derecho por el pasillo. No doblen en ningún lado, sólo sigan derecho. Iremos tomados de las manos.

- Lo dices como si alguien pueda matarnos.- dije.

Tom no contestó, pero supe que estábamos en grave peligro por su mirada.

- Demonios...- murmuró Sheila - Todo sea por salir de aquí. ¿Morirías por esperar unos meses más? - lo miró a Tom.

- Cállate y baja los escalones - le contestó

Todos nos mantuvimos en silencio, y bajamos las escaleras. No estaba tan oscuro como aparentaba, aún podía ver a mis compañeros. Pero si daba miedo aquella zona. Nunca había bajado, de hecho no era permitido hacerlo, sólo el personal del establecimiento tenía permiso para andar por aquellos lugares.

Derecho, como había dicho Tom, fue nuestro camino. No se cuanto tiempo caminamos, pero no podía ver el final de aquel pasillo, parecía interminable. Hemos pasado unos tres pasajes a nuestra izquierda, y unos cinco a nuestra derecha. Era un laberinto. Sheila tomaba con fuerza mi mano, supongo que hacia lo mismo con Tom.

Fue un momento en donde voltee, y sólo hacia oscuridad a mi espalda. Tuve miedo, mi corazón volvió a acelerarse.

Algunas luces podía distinguir más adelante, junto con gritos. Aquellos alaridos casi paralizaron mi corazón y erizo mi cabello. Nos detuvimos. Nuestras respiraciones eran lo único que acompañaban a aquellos sonidos atemorizantes.

- Bien...- Murmuró Tom abriendo su encendedor de bencina.

- ¿De dónde sacaste eso? A nosotros nos quitaron nuestras pertenencias cuando entramos aquí.- dijo Sheila.

Tom sonrió, alumbrando nuestros rostros. Los tres estábamos un tanto pálidos, y sudados por el miedo que creamos en el trayecto.

- No me lo quitaron, porque nunca supieron que lo tenía.- respondió.

- ¿Y ahora qué haremos? – pregunte - ¿Esto es lo que nos ibas a mostrar?

- Aún no hemos llegado. Lo que quiero que vean...- dijo volteando - Proviene del mismo lugar que los gritos.

- Estas bromeando, ¿no? ¿Por qué somos amigos de él? - dijo Sheila mirándome.

- Si ustedes fuesen normales, no estarían aquí conmigo.- respondió Tom - ¿O no? – preguntó.

Suspire, tratando de no evitar una conversación estúpida.

- En fin...-dije - ¿Tenemos que ir hasta la luz? - mire el pasillo.

- Exacto.- respondió.

- ¿Debo tener miedo? - pregunte.

- No lo se.- Encogió sus hombros - ¿Alguna vez estuviste cerca de la muerte?

Tuve que sonreír.

- Muchas veces.- respondí.

- Entonces tu nos guías.- dijo el.

Respire hondo, los esquive, acomode mi mochila en ambos hombros y comencé a caminar.

Ellos estaban a mis espaldas. Lentamente nos íbamos acercando a la luz. Unas tres habitaciones tenían sus focos prendidos. Estábamos a punto de llegar a una de ellas. De ahí no provenían los gritos, pero debíamos ser cautelosos a la hora de pasar por delante de cada puerta. Asome un poco mi cabeza, viendo un escritorio con muchos papales sobre el. Dos sillas, una tirada en el suelo, la otra contra una pared. Un cenicero sobre el, con un cigarrillo consumiéndose.

- No hay nadie...- murmuré volteando - Esta vacía. Pero hay un cigarrillo prendido. ¿Seguimos? - pregunte.

- Si.- dijo Sheila.

Mi pie izquierdo, estaba a punto de moverse para volver a caminar, pero una voz se escuchó.

- ¡Maldición! - dijo alguien.

Mire nuevamente a través de la puerta, y no respire. Gabriel.

- Demonios...- camine hacia atrás pisando a Sheila.

- ¿Qué? - dijo Tom.

- Gabriel esta allí adentro.- murmuré - ¿Qué hacemos?

- No podemos irnos. Es ahora o nunca.- respondió Tom.

- Pero...- dijo Sheila casi tartamudeando - Si nos ve no saldremos nunca más de aquí.

La puerta se abrió, los tres guardamos silencio. Salió de allí volteando justo hacia nosotros. Nos miramos. No sabía si correr, pegarle, gritar. Simplemente me paralice.

- ¿Qué hacen aquí? - preguntó.

Nadie contestó. Sentí las manos de Sheila en mi espalda, esperando a que diga algo, pero no podía hablar del miedo que tenía.

- Frank...- bajo el tono de su voz - ¿Qué hacen aquí? - volvió a preguntar.

- Ya lo sabes.- respondí.

- Sigan haciendo lo que estaban haciendo, yo me voy.- dijo simplemente pasando a mi lado

- ¿Qué? - finalmente reaccione tomando su brazo - ¿No nos delataras?

- No.- volteó a mirarme - ¿Por qué debo hacerlo cuando ya no trabajo aquí?

- ¿Te echaron? - preguntó Tom.

- Renuncie.- respondió - Vine a buscar algunas cosas.

- ¿Por qué? - dijo Sheila.

Otro grito se escuchó.

- Por eso...- respondió mirando el pasillo - No seré parte de esta...- hizo una pausa - Tortura.
Y luche por ti Frank - respiro hondo - Demonios que lo hice, cuando vino el imbecil de Bert, pero fue en vano. Siempre he peleado por ti, nunca te has dado cuenta de eso. Estas muriendo, frente a mis ojos y no puedo hacer nada contra ello. Bien.- hizo otra pausa - Me iré y puedes morirte tranquilo. No luchare más contra tu salud y voluntad.

Respire procesando todo lo escuchado, Gabriel era la única persona buena en toda esta locura que me rodeaba hace un mes.

- ¿Por qué luchaste contra Bert? - pregunte pensando un poco.

- Tu madre quería que yo sea tu tutor. Pero el mintió, diciendo que fue el último deseo de ella entre unas cuantas estupideces más. Te fallado, le he fallado a ella. No tengo más nada que hacer aquí. Lamento no haberte creído acerca de Bert.

- Ah...- suspire - Lo siento Gabriel. Yo te he fallado.

No respondió, sonrió y volteó para irse por donde vinimos.

- ¿Debemos confiar en el? ¿O tomo cualquier cosa y le parto la cabeza en dos? – pregunte -
Ambos me miramos casi desconcertados.

- No, podemos confiar en el.- respondió Tom seguro de si mismo.

- Bien, sigamos entonces.- dije sin pensar mucho.

Todo era muy raro. Algo me decía que no debíamos seguir adelante, pero ya habíamos pasado por muchas cosas como para arrepentirnos. Teníamos que irnos de aquí como sea, pisando la cabeza de quien se interponga.

Seguimos caminando tomados de la mano hacia la luz, los gritos nos rodeaban, se acercaban aún más. Los tres estábamos nerviosos. La puerta estaba a metros de nuestros ojos.

- ¿Están preparados? - preguntó Tom.

- Si.- dije.

Nos agachamos un poco, para asomar nuestras cabezas por la pequeña ventana que tenía aquella puerta vieja y gastada.

Lo primero que vi, fue a uno de nosotros sentado en una silla contra la pared. Veía su perfil.

Pero estaba desfigurado, sangraba. Parecía estar lo en aquella habitación, hasta que de un costado salió ella. Stella. La que mi ser odiaba tanto, y sus secuaces de seguridad.
Se acercaron lentamente a el, y comenzaron a golpearlo de todas las formas que pueda existir en este planeta.

Sheila iba a decir algo o a gritar, pero Tom tapo su boca. Otra vez los gritos, pero esta vez no podía soportarlos, eran demasiado potentes para mis oídos. Voltee y me apoye contra la pared, respirando dificultadamente, cerré los ojos con fuerza.

- ¿Y bien? - murmuró Tom - ¿Ahora entienden porque quiero irme de aquí?

Abrí los ojos para encontrarme con ellos frente a mí.

- Siempre...- hice una pausa - ¿Siempre hacen eso con nosotros?
Tom levantó su remera un poco, dejando ver algunas cicatrices. No entiendo como no las note cuando se cambio frente a mí.

- Dos veces me lo han hecho a mí. Y cuando ella dijo que te pondría a prueba no lo pude soportar. En ese momento supe que debía llevármelos conmigo. No quiero que torturen a nadie más.- contestó murmurando.

- No lo puedo creer.-dijo Sheila- Lo siento Tom.

- Gracias.- respondió el - Bien.- tomo la mano de ella - Nos vamos. Ya saben porque quiero irme. Ahora nos iremos.

- ¿Y qué plan tienes? - preguntó ella.

-Nos iremos por el techo.- respondió Tom tomando con su otra mano la mía.

Ellos caminaron, pero yo no me moví. Los gritos se escucharon otra vez, recordándome cuando mi padre la golpeaba a mamá, y tuve que cerrar los ojos para no llorar.

- ¿Frank? - dijo el tirando de mi mano- Nos vamos.

- No.- La solté - Debo hacer algo. No me iré de aquí sabiendo que los torturan, que nos torturan.

- Demonios...- Murmuró el - Sabía que dirías eso. Lo sabía...- dio unas vueltas en su lugar - ¿Por qué no sólo puedes irte y dejar esto atrás?

- Porque no es justo. No puedo...- hice una pausa - No puedo saber esto y no hacer algo al respecto. Si quieren irse, váyanse.- mire a mi alrededor - Pero no me iré sin haber luchado contra ella, ellos.

- Nunca tendría que haber despertado.- dijo ella.

Observé a mí alrededor, buscando algo. No se que realmente que era, pero vi unos hierros viejos apoyados contra la pared. Eran muchos, y sonreí.

- ¿Frank? - preguntó Tom - No. – dijo luego.

No contesté, me acerque a ellos con disimulo y tome uno entre mis manos.

- ¿De verdad quieres luchar? Estas cavando tu tumba Frank.

- Lo se. Pero no dejaré que los sigan golpeando. Estoy harto que la gente golpee sin motivo alguno, a sus semejantes. Váyanse. Yo me quedaré.- dije tomando con fuerza el fierro.

Hubo un silencio entre nosotros. Miradas que iban y venían, desde nuestros ojos hasta el artefacto en mis manos.
- Maldición.-dijo Tom tomando otro hierro-No me iré sin ti, no te dejaré luchando sólo. –miró a Sheila.

Sheila suspiró, tomando otro más.

- ¿Y si matamos a alguien? - preguntó Tom - ¿Podrán vivir con esto por el resto de su vida?

- Pregúntale a mi familia que piensa de eso.- contestó Sheila.

- ¿¡Qué!? - Levante un poco el tono de mi voz- dijiste que alguien hizo justicia por ti, e incendio la casa.

- Mi diagnostico exacto es Personalidad Múltiple, con trastorno de ansiedad, y neurosis obsesiva compulsivas.- respondió ella - Ellos me humillaban, golpeaban, nadie me creía ni hacia nada al respecto. Cree una persona en mí que sea valiente y tenga el coraje suficiente como para defenderse. Generalmente soy sumisa.

- ¿Defenderse es matarlos? - dije.

- Eran enfermos Frank. ¿Sabes cuantas veces me han atado en una cama y golpeado hasta desmayarme? ¿Quién piensas que traía a mi tío para que me tocara?

- Demonios...- murmuré - No puedo creer lo que estoy escuchando. ¿Y tu Tom? ¿Cuál es tu diagnóstico? – pregunte - Quiero saber todo antes de irme de aquí.

- Bipolar con tendencias autodestructivas.- dijo con una sonrisa.

- Igual que yo.- dije - Suficiente psicología por el momento.

- ¿Entramos a matar? - dijo Sheila.

Mire a ambos, y sonreímos sin responder. Dejamos nuestros bolsos en el suelo, junto a la puerta, tomamos nuestras armas, respiramos hondo.

Tom abrió la puerta sin pensarlo ni dudarlo.

- Se termino acá.- gritó.

- Vaya, vaya...- dijo Stella - Pero miren quienes no están en sus camas.- sonrió.

- Aléjense de el.- ordeno Sheila.

- ¿O sino que nos harán? - dijo uno de los de seguridad.

Stella se acerco a mí lentamente, sonriendo. Solamente su sonrisa me provocaba agrandársela de oreja a oreja.

- ¿De verdad piensas que con un sucio y oxidado fierro puedes vencerme? - preguntó acercándose.

- Pruébame.- sonreí esta vez.

No me moví en lo absoluto. Espere a que se acercara y por un momento vi el rostro de mi padre en ella. Lo sostuve con fuerza, y finalmente logré golpear su cara. Cayó hacia atrás, gritando, y maldiciéndonos. Apenas podíamos entender lo que decía.

- ¿Es suficiente? - preguntó Tom - Desátenlo ahora mismo.

Los tres hombres desataron a nuestro compañero, se puso de pie corriendo hacia nosotros.

Seguía sangrando, y necesitaba un médico urgentemente.

Stella logró ponerse de pie, tambaleando un poco.

- ¿¡No piensan hacer nada!? - grito Stella mirando a sus secuaces.

Ellos se nos aproximaron rápidamente, y comenzamos a pegarles como podíamos y debíamos. Odio, furia, maldad inocente y reprimida. Juro que escuche los huesos de sus piernas quebrarse contra nuestros fierros. Dos cayeron al suelo, uno seguía de pie cojeando un poco.

Sheila grito, para pegarle a uno de los que se hallaban en el suelo, lo apaleaba sin piedad, sin respirar, no se detenía un segundo. Tom hacia lo mismo con su compañero, mientras yo pensaba en donde pegarle al que se acercaba a mí.

- Vete.- dije a mis espaldas.

- No me iré sin ustedes.- dijo nuestro compañero.

- ¿Cuál es tu nombre? - pregunte sin quitar la vista de mi enemigo.

- Liam.- respondió.

- Vete Liam. Esto se pondrá feo, ya lo viste. Vete y escapa.

- ¡No me iré sin ti! - grito.

- ¡Demonios! – grite – ¡Vete maldición! - voltee a mirarlo.

Cuando lo hice, el último guardia que quedaba de pie, se lanzo sobre mi, junto con Stella que tomo fuerzas de la nada. Estoy empezando a pensar que realmente es un demonio con poderes. No puede tener esa fuerza luego del palazo que recibió su rostro. La mano soltó mi arma, a causa de los forcejeos contra ellos.

- ¡Vete ahora Liam! - escuche.

Estiré mi cabeza hacia atrás, pude ver a Gabriel que jalaba de su espalda para sacarlo de la habitación de la tortura. Liam salió de allí corriendo, Gabriel miraba mi figura en el suelo.

Mi cuerpo sentía dolor por los golpes que estaba recibiendo.

- Nadie toca a mis amigos.- escuche.

Todos guardaron silencio. Los guardias se alejaron de mi junto con Stella, con ayuda de Gabriel logré ponerme de pie, para ver a Tom con una hermosa, lustrada, bien cuidada 45 en su mano derecha.

- ¿De dónde has sacado eso? - preguntó Stella.

- Yo se la di.- respondió Gabriel por el.

Voltee a mirarlo.

- Yo no podía defenderlos. Necesitaba este trabajo por la plata, pero aún así...- hizo una pausa - Alguien tenía que vengarse. Yo le di el arma.- agregó mirando a Stella - No podía matarlos, pero no me importa ir preso cuando sepan que el arma me pertenece.

Creo que necesito realmente un psiquiatra en este momento. Todo había dado un giro inesperado. Mire a mi alrededor, viendo al médico que en su momento quise matar, como salvaba nuestras vidas, escuchando que todo este tiempo estuvo cuidándonos, asegurándose que no terminemos en esta sala sentados en la silla de la muerte.

- Estas loco.- fue lo único que murmuró Stella mientras sangraba su rostro - Tienes que estar de nuestro lado Gabriel.

- Nunca lo estuve - respondió este - No tocaras a ninguno de esos chicos. No causaras más daño del que has hecho.

- ¿Debo usarla? ¿O nos dejarán salir por la puerta? - preguntó Tom aún apuntándolos.

Ellos nos miraron, pero no se movían.

- No saldré de aquí hasta verlos muertos.- dijo uno de ellos.

Todo ocurrió tan rápido, luchamos contra ellos. Disparos se escucharon. Mis manos machacaron exclusivamente Stella y nadie más. Estaba poseído, sentía que no podía dejar de sonreír mientras su sangre manchaba las paredes, mi cuerpo, la sentí por momentos en mi boca. Lamí mis labios mientras seguía hiriéndola.

- Ya Frank...Ya...- dijo Gabriel tomando mi brazo - Esta muerta.

Respire hondo, dejando caer mis brazos con el fierro. Mire a mi alrededor, todos yacían en el suelo, junto a unas pequeñas garrafas que estaban allí por alguna razón.

Voltee a mirar a mis compañeros, todos ensangrentados, respirando dificultadamente, empachados de sadismo puro.

- ¿Y ahora? - preguntó Tom.

- Debemos inventar algo.- contestó Gabriel.

Lo mire aún asombrado, supongo que nunca se termina de conocer a una persona. Jamás me hubiese imaginado tal cosa de el. El había matado a uno de los guardias, hasta me puedo atrever a decir que, los odiaba más que nosotros.

- Esto...- escuche-esto no termino - agregó.

Voltee una vez más, no puede ser cierto. ¡Aún esta viva! ¿Cómo demonios puede ser verdad? Reí, juro que comencé a reír de la situación.

- No puedes estar viva aún. – dije mirando su cuerpo en el suelo.

Estaba echada como cualquier ballena varada en la costa. Salía sangre de tantas partes de su cuerpo, que no pude contarlas. Mis manos sujetaron nuevamente el fierro para terminar con su dramática vida.

- Juro que torturare a todos esos chicos. Son anormales, todos tienen problemas. Drogas, sus padres que los abandonan.- logró sentarse en el suelo - ¿Pero quién los puede culpar? - trato de sonreír.

Apenas podía ver sus ojos en su rostro morado e hinchado que tenía.

- Al fin y al cabo son todos bipolares como tu Frankie.

- ¡No me llames Frankie! - golpee su cabeza - ¡y no soy Bipolar! - volví a golpearla.

Creo que si esta muerta. Lance el fierro al suelo, y la patee unas cuantas veces para asegurarme que estaba muerta. Tom palpo su pulso, si. Estaba muerta.

- Por fin...- murmuré - ¿Qué era? – pregunte - ¿Un maldito zombie o qué?

Mire a Tom que sonreía por mi comentario.

- ¿Saben qué? - mire hacia un costado - No dejaré a nadie en este lugar.

- ¿Entonces? - dijo Gabriel.

- Haremos un gran fuego.- sonreí acercándome a las garrafas.

- Estas loco.- tomo mi brazo Tom - Tenemos que sacar a todos de aquí.

- Ya desperté a todos.- dijo Gabriel - Todos nos están esperando fuera del edificio.

- ¿Por qué hiciste eso? - pregunte.

- Porque a veces Frankie.- sonrió el médico - eres muy predecible. Sabía que esto terminaría mal. Lo sabía.

- Bien. – dije sonriendo - ayúdenme, ¿quieren?

Entre todos, movimos las garrafas hasta el medio de la sala. Algunas las ubicamos encima de los frescos y gordos cadáveres.

- ¿Fuego? - pregunté.

Tom saco otra vez de su bolsillo el encendedor.

- Repito, ¿De dónde sacas todas estas cosas? - dije mirando su arma también.

- No preguntes, enciéndelo.- indico.

Finalmente, dejamos abiertas las garrafas un momento hasta sentir el olor a gas y salimos de allí corriendo. Al pie de las escaleras tome el encendedor.

- Espera.- dije mirando a todos - ¿Y el hospital? - pregunte.

- No hay ningún problema Frankie. No llegara el fuego hasta allá adelante. Los bomberos llegaran antes que se propague el fuego. Además ya he avisado adelante.

- Ustedes están locos. Todos.- mire a mis semejantes.

- Tu también Frankie.- puso una mano sobre mi hombro Tom - Tu también. Ya enciéndelo porque sino lo haré yo.

-Esta bien - respire hondo - Aquí voy - Lo encendí.

Nos miramos unos segundos, hasta que cayó lentamente por cada escalón. Sonreímos, y comenzamos a correr con nuestros bolsos a cuestas.

Costo llegar hasta el hospital, mis pulmones volvieron a quejarse, sentía que mis rodillas cedían, pero finalmente estábamos dentro del hospital una vez más.

Los cuatro nos tomamos de la mano, para mirar por uno de los ventanales, hasta que finalmente todo estallo.

- Somos libres, todos nuestros problemas han terminado.- susurro Sheila a mi oído.

No hay comentarios:

Publicar un comentario